Partida Rol por web

Yakub sonrío antes de los gritos de Orion. No perdió la sonrisa tras ellos.

— No te das cuenta. Un vampiro no se arrepiente de eso. Un vampiro no se enfada consigo mismo porque ha cometido un acto atroz. Esa es una cualidad de los humanos, mi buen amigo. —

Ahora si su rostro torno algo más oscuro y triste.

— ¿Crees que eres un monstruo? — Yakub se inclinó hacia delante todo lo que pudo para acercarse a Orion. — Cuando era joven, un cazador con todas las letras, disfrutaba de lo que hacía. Me divertía . Al fin y al cabo Gareth me enseñó muchas cosas. Fue una especie de guía y salvador. Poco a poco me estaba convirtiendo en alguien como él. Su sucesor en Swansea en caso de que algo le pasara. Al fin y al cabo alguien ha de controlar la noche. Un cazador, pensábamos entonces. Fue Midori la que me abrió los ojos... la que me dijo que me estaba convirtiendo en aquello que estaba cazando. Una noche hace más de veinte años, oscura, lluviosa, se presumía gloriosa. Gareth y yo salíamos de caza. No eran vampiros esa noche; eran hombres lobo. Habían hecho de las ruinas de un edificio abandonado su hogar, y nosotros no podíamos permitirlo... fuimos con todo, no entraré en detalles. Ya sabes lo que es con todo cuando se trata de Gareth... ¿El resultado? Los hombres lobo muertos por supuesto. Todos. ¿Los daños colaterales? Al lado había un orfanato Orion. Lo sabíamos, nos decíamos que aquello era para proteger a los niños, pero todo se fue a la mierda... el edificio estaba viejo y no soportó las explosiones. Todos los críos Orion... todos murieron. Por eso no pude matar a ese niño... Pensé que si le dejaba vivir, quizá ella podría perdonarme. Es curioso el destino... ¿verdad? Siempre vuelve a ti para castigarte con toda su fuerza.—

Suspiró, no aguantó la mirada del vampiro y volvió a apoyarse en el sofá más dejándose caer que otra cosa.

— Jamás podré resarcirme de eso Orion. Fue mi error. — Silencio...

— No Orion. Los monstruos no se arrepienten. Tu no eres un monstruo y... no permitiremos que Amethyst se convierta en uno.— 

Yakub miraba su taza de té, la cerámica en la que estaba construída sus formas, colores. Trataba de perder su culpa entre las sencillas formas y colores. No lo consiguió. Volvió a mirar al vampiro, decidido de nuevo.

— Muy bien. Pienso arreglar esto. Tienes razón sabes. Estoy viejo, mi vida se apaga... pero pienso hacer un último acto. No me redimirá de todos mis pecados por supuesto; pero al menos moriré con algo de paz interior. Pero antes... Orion. No queda demasiada noche. Úsala para averiguar lo que puedas de Amethyst. Mañana, cuando el último rayo de sol se oculte, iremos a buscarla y la traeremos de vuelta. Enséñale a controlarse, a alimentarse cuando lo necesita... a matar solo cuando sea necesario. Ya te ha visto hacerlo, sabe que es posible. Y si me dejas... si quieres. La ayudaré. Tu ya no necesitas que te suministre sangre, pero ella. Hasta que aprenda a controlarse... Esta vez no te pediré nada amigo mío, esta vez te acompañaré yo a tí. Si quieres.

Orion se sentó de nuevo, agachó la cabeza y apoyó los codos en sus rodillas dejando colgar las manos.

—Joder, viejo. Eres realmente duro de mollera, ¿verdad? —la voz salía un poco apagada de su boca—. Si hubieran clavado Excalibur en tu cabeza, el rey Arturo habría sido porquero...

Levantó la cabeza y miró de nuevo a Yakub con aquellos ojos inhumanos.

—Menudo asesino estás hecho. ¿Un orfanato? Me cago en la leche... —el vampiro hablaba con más asombro que espanto—. Me alegro de que Gareth no saliera de ese agujero. Maldito terrorista... Joder..., me toca mucho las pelotas pero creo que tengo que darte la razón: no hay nada horrible que yo haya hecho que tú no haya superado con creces siendo humano. Al fin y al cabo yo mato para comer y suelo elegir víctimas que se lo merecen..., o eso creo.

Se incorporó en el asiento, pero era incapaz de relajarse.

—De todos modos veo que intentas liarme de nuevo. No vamos a ir a por Amethyst. No tengo ni idea de dónde está y ella tampoco quiere decírmelo. No sé si siente vergüenza, miedo o si está disfrutando de su nueva "vida". Deja que yo me ocupe de ella y centrémonos en Midori —señaló el bolsillo de la chaqueta donde Yakub solía guardar su móvil—. Sabemos dónde está su refugio y, posiblemente no le queden ya refuerzos. Lamentablemente no puedo acercame allí de día, pero te acompañaré gustosamente mañana por la noche o pasado, o cuando decidas ir.

Juntó las puntas de los dedos ante su rostro ocultándolo parcialmente.

—Te ayudaré a salvarla... o a quitarla de la circulación. ¿Trato hecho?

Y le tendió su mano derecha.

— Lo de Amethyst es decisión tuya. Cuando quieras, si quieres. Cuenta conmigo. —

Sacó entonces su teléfono y leyó lo que le había mandado Orion. La información era abundante y detallada. Todo parecía indicar que realmente era allí donde se alojaba. Lo apagó y lo dejó sobre la mesa. Miró el té, el humillo que hace unos minutos salía había desaparecido. ¿Cuanto tiempo llevaban hablando? Suspiró.

— Esta noche quizá tenga una visita. Puede que consiga algunos refuerzos para ese ataque. No me gustaría volver a implicar a Bayhas y a Cleo en nada relacionado con Midori la verdad. Tampoco creo que estuvieran dispuestos a arriesgar sus vidas por mí. —

Levantó su mano y la estrechó con Orion. Un viejo cazador de vampiros y un vampiro. Un humano con actos monstruosos a sus espaldas y un monstruo con más humanidad que muchos humanos. Curioso el destino... curioso.

— Trato hecho. Gracias Orion. Te llamaré en cuanto sepa algo de con quien puedo contar. Y gracias por escucharme, creo que me ha venido bien hablar. Creo que nos ha podido venir bien a los dos. —

Afuera, la lluvia arreciaba. A lo lejos sonó un motor que se acercaba. Por los choques que se oían, el vehículo iba rebotando contra los coches aparcados. 

—No te va a salir gratis —sonrió Orion mientras estrechaba su mano con franqueza—. Me debes una: te doy la oportunidad de redimirte por lo de Gareth. No se lo contaré a nadie. Llama pronto o vendré de nuevo a romper cosas de tu tienda.

Se echó la bolsa de sangre dentro del bolsillo de su chaqueta, se giró y se dirigió a la puerta mientras tecleaba en su móvil.

Yakub asintió y acompañó a Orion al exterior, alertado también por el ruido del coche chocando... y rogando que no fuera a quien esperaba.

No había pasado mucho rato cuando la puerta se abrió de golpe. Claudia la Mercenaria sujetaba al misterioso encapuchado que había intentado interceptar a Orion el día de la boda. El pobre hombre tosía sangre y respiraba a duras penas. 

-Está muy jodido. Estábamos ayudando a los polacos con una entrega cuando nos cayeron encima. Hibou tiene el esternón roto desde hace días pero se niega a descansar... nos dieron bien. Yo estoy viva de milagro... No podemos ir al hospital. 

— Desde luego que no — Dijo Yakub, todavía tenía la sospecha puesta en aquella en enfermera y la forma de tratar a Calep. Observó al tal Hibou... no estaba nada bien.

— Vamos, súbelo y mételo en la primera habitación nada más entrar a la izquierda. Túmbalo en la camilla —

Yakub subió también a su taller, pero se desvío a la derecha, a otro cuarto cerrado con llave. Allí comenzó a rebuscar entre los artilugios. Abrió uno de los armarios y miró. Lo primero que vio fue una especie de calavera en miniatura. Se la arrancó del cuerpo carbonizado de un mago tras un combate bastante peliagudo. El mago la usaba para regenerar partes de su cuerpo. La había impregnado con algún tipo de magia y siempre que resultaba herido la calavera brillaba y una especie de energía oscura rodeaba al portador. No tenía muy claro los efectos secundarios o si serviría para otras personas sin poderes mágicos... Nunca había oído gritar de dolor tanto como a aquel mago cuando su brazo reventado se recomponía frente a sus ojos. Nunca la usó, pero esas cosas era mejor no dejarlas tiradas por ahí.

Se agachó con dificultad, dejando de lado la calavera. Tenía un cajón con un par de objetos que Gareth le había dado. Incluso una vez usó uno de ellos delante suyo. Era una especie de gema de color rojizo. Nunca le dijo de donde la había obtenido, pero si los riesgos de usarla.

- Colócala lo más cerca posible de la herida. La carne, los huesos, tejidos... todo. Comenzará a regenerarse, pero el cuerpo sentirá la atracción de la gema. —

Recordaba perfectamente esas palabras porque había usado esa gema con Yakub, y pudo sentir mezclado con un intenso dolor como cada célula de su cuerpo trataba de agarrar la gema y guardarla en su interior. Gareth le dijo que era demasiado peligrosa. Era capaz de sanar terribles heridas, si, pero si no se controlaba y la gema terminaba en el interior del cuerpo de la persona sanada... Poco a poco se iría transformando a voluntad de la gema. No queda claro en qué. Depende de la persona, lo luchadora que sea, de como sea su alma. En cualquier caso terminaría siendo algo terrible. Algo que habría que eliminar sin duda. El viejo recordó que incluso cuando Gareth guardó la gema podía sentir en su interior como algo de su esencia permanecía en su interior. Como le susurraba palabras perversas y trataba de controlarlo. 

Yakub no tenía tiempo para nada más. Agarró la gema y cerró el cuarto con la llave tras de si. Cuando llegó a la camilla miró a Claudia.

— No te garantizo que esto funcione... Y si lo hace podría tener graves consecuencias. Si consigo salvarlo tendrás que controlarlo muy de cerca. Y tendrás que matarlo si notas que pierde el control. — Sacó la gema de su bolsillo. Incluso sin arcercarla al cuerpo el grito de dolor de Hibou fue escalofriante. El cuerpo ya estaba tratando de regenerarse, buscando como una masa informe de carne, músculos y tendones se movía de forma anómala.

— Si sale mal tendremos que matarlo aquí mismo. Es la única condición de usar la gema. ¿Estás de acuerdo? —

El viejo miraba a Claudia, sujetando la gema con fuerza, sintiendo como el cuerpo de Hibou y la piedra se llamaban mutuamente...

-¡Hazlo, joder!

Yakub asintió, agarró la gema con fuerza entre sus dedos y la acercó al cuerpo. Cerró los ojos y suspiró, rezando a sus ancestros que todo fuera bien. La última vez fue Gareth el que sostuvo la gema entre sus manos. En aquel entonces eran fuertes. Ahora era el viejo el que lo hacía. 

Pudo sentir como la gema daba un fuerte tirón al acercarlo que lo cogió de sorpresa, pero usando toda su fuerza de voluntad agarró con su mano libre la mesa del taller, afianzando con su pierna buena en el suelo. Logró estabilizar la fuerza que debía ejercer con la que la propia gema hacia el cuerpo de Hibou. Poco a poco hueso, carne, músculo y tejido se fueron recomponiendo en una sinfonía de desagradables sonidos. Por suerte los gritos de dolor de aquel hombre fueron cortos; pues era tan intenso que no tardó en perder la consciencia. Un gran mecanismo de protección sin duda...

Cuando la última capa de piel se hubo regenerado Yakub retiró la gema que ya había dejado de luchar por penetrar en el cuerpo de aquel hombre. El viejo jadeaba, agotado por el esfuerzo. No dejaba de hacer fuerza con la gema, hasta el punto de que el brazo temblaba.

— Parece que queda algo de energía en este viejo cuerpo... — Aquella frase no era tanto para Claudia, sino como contestación a lo que hace un rato Orion le había dicho.

Sonrío y suspiro, ahora si, relajándose. Miró a Claudia.

— Todo lo que podía hacer esta hecho. Pero has de saber que parte de la gema está ahora en el interior de este hombre. Se de lo que hablo. Intentará tomar el control, intentará hacer este cuerpo suyo. Si eso llega a ocurrir tendrás que matarlo, sin dudar. O será el quien te mate a ti. Estate muy atenta a su comportamiento Claudia. —

-Gracias, Yakub. 

Después de que el terrible momento pasara y con Hibou respirando de forma más calmada, Claudia se dejó caer en el suelo con la espalda contra la pared. Cerró los ojos un momento.

-Gracias. Todo se está poniendo muy jodido. Esos hindúes están en todo. Después de lo de la boda no hubo forma de conseguir un trabajo para ellos. Los polacos fueron los únicos necesitados de carne de cañón y casi no lo cuentan... mierda de ciudad. Creo que me largaré a otro sitio más tranquilo. Beirut o así.

La gema se había vuelto opaca pero en un sus profundidades se podía apreciar un brillo verdoso tenue pero palpitante.

— Si, no está la cosa muy bien ¿verdad? — Yakub miraba de hito en hito a la piedra y a Hibou. Finalmente la guardó con cierta preocupación en su bolsillo.

— ¿Beirut? No he estado nunca la verdad — Cogió una silla y se sentó al lado de la mujer.

— Quizá tenga algo para ti. Necesito ayuda para una pequeña operación. Quizá puedas ayudarme una última vez antes de irte... Te necesitaría a ti y alguien de tu confianza. El objetivo es un nido de vampiros supuestamente debilitado. Hay alguna casuística especial, que te contaré si aceptas ayudarme. ¿Que me dices? — Se puso en pie, sonrío y le tendió la mano para que se levantara. 

— ¿Una última misión en Swansea con un viejo loco?

-¿Vampiros? Maldito viejo loco, ¿tú no estabas retirado de esas cosas? La respuesta es no. Ya he tenido más que de sobra con esta puta ciudad. Lo de esta noche ha sido el primer aviso y en mi trabajo, el primero es el último que ves.

Señaló a la pierna de Yakub.

-Además, ¿qué pretendes hacer con eso? Serías una carga para toda la operación. A tus años deberías estar sentado en un jardín viendo crecer las flores, no en tiroteos.

El hombre de la camilla recuperó la consciencia repentinamente. Se giró hacia ellos mientras se palpaba el pecho, extrañado. 

-Había un mago en esa boda, Yakub, alguien con poderes mágicos. ¿Quién era?¿Le conoces?

El rostro de Hibou mostraba una fea cicatriz que le cruzaba todo el lado derecho hasta casi el cuello; le faltaba también la oreja. Su ojo era de un blanco cristalino y de vez en cuando expulsaba algo de pus. Por contra el lado izquierdo mostraba un hermoso ojo azulado y unas facciones que seguramente levantaran pasiones antes de lo que le pasara.

— Por eso te necesito Claudia. Porque con esta pierna no creo que pueda hacerlo sin contar con tus habilidades. Con tu ayuda y la de un amigo al que ya conoces no creo que tengamos problemas. En cualquier caso no es una misión de eliminación normal. — Miró a Hibou y luego a Claudia. — Me gustaría contar contigo, y hablarlo en privado*.  

Hibou entonces demostró que las propiedades curativas de la piedra era excelentes.

— No veo porque tendría que facilitarte esa información Hibou. En cualquier caso. ¿Porqué la queréis saber? —

El hombre se incorporó de la camilla ágilmente. Daba repelús verlo teniendo en cuenta que hacía unos minutos tenía el pecho hundido. 

-¿Y qué amigo es ese? ¿Es el mago?

-Mira, podemos acompañarte Hibou y yo. Le has salvado la vida y es justo pero después de esta nos largaremos. Y como sea algo raro...

Dejó la frase sin terminar. En Swansea todo era raro siempre. 

— ¿Que te pasa con los magos? Todavía no me has respondido para qué quieres saber nada acerca de ningún mago. En cualquier caso no. Mi amigo no es un mago. Como dije Claudia lo conoce. El día de la boda ya le vió... aunque parecía que finalmente no era su objetivo. ¿Verdad? —

Con aquella información quería dejar claro quien era a Claudia. Le daba igual que Hibou no se enterera. No le respondía a sus preguntas y después de lo de la gema no lo quería a su lado.

— Después de lo que acabamos de hacer es mejor que Hibou descanse. Lo ideal es que se vaya a un lugar que le reporte tranquilidad. Evitar emociones intensas entre cuatro y siete días. Iremos entonces tu, mi amigo y yo. Y ten por seguro que será... raro.—

Sacó su teléfono móvil y mandó un mensaje a Orion.

— ¿Ahora... me vais a contar que os traéis con los magos? Conozco a unos cuantos en esta ciudad la verdad... 

-Oh, por nada, por nada. Todo el mundo habla de él y tú siempre estás metido en todo...