Partida Rol por web

Tovar ya se estaba dando cuenta del percal. Aunque Pipe aún no había viajado en el tiempo, hablaban del cuerno de la abundancia (y lo había visto con sus propios ojos), había oído cosas en aquel teléfono del terror y quién sabe qué más pasaría. Se acercó al ahora bigotudo sir inglés, y le intentó arrebatar la mano de las manos, nunca mejor dicho. No exactamente con violencia, pero sí con un "trae p'acá!" tan propio de él.

Si lo consigue, desea...

Deseo conocer las propiedades de los diez objetos que hay aquí. -dice en alto con voz gruñona. -¿Qué pasa? ¿¡No querréis dar palos de ciego todo el rato!?

El vino sigue estando igual de malo que antes. Es puro vinagre.

Txori volvió a verter la botella de vino sobre el suelo. Lo volvió a manchar, toda la sala empezaba a apestar a vino, pero al igual que antes llegaba un momento en que ni la botella se vaciaba más, ni la mancha se extendía más en el suelo.

Pipe toqueteó las agujas del reloj que había ahí. Y tan pronto las echó 30 segundos para atrás, tan pronto se aceleraron para marcar con precisión la hora que era en ese momento.

Después Sir Robert tomó el abrecartas que Txori había devuelto y lo cogió con fuerza como si de una espada se tratase para después clavarlo en la mesa. Y así sucedió, como si la mesa fuese pura mantequilla, el abrecartas la atravesó quedando metido todo el filo y tan solo el mango que había sujetado con la mano.

Pero lo que también llamó la atención es que de pronto, en algún lugar de la mansión se escuchó un sonido sordo y seco. Como si alguien hubiera dado un buen golpe contra algo muy fuerte.

Sir Robert levantó el brazo en el que portaba la mano de metal y la alejó de su calvo compañero.

-Ya hemos consumido un deseo en experimentar si esta mano funcionaba de verdad -le espetó el caballero británico en tono severo, impidiendo que Tovar agarrase la mano-. Compañero, no deberíamos desaprovechar otro más, a menos que fuera absolutamente necesario. Y ahora mismo, podemos deducir cómo funcionan estos objetos por nosotros mismos. Además, no me ha gustado nada cómo ha sonado ese ruido de hace un momento. ¿Y si luego necesitamos que uno de los deseos de la mano?

Dichas esas palabras, el bigotudo inglés agarró con su otra mano el mango del abrecartas y trató de sacarlo de la mesa. Tal vez aquella no fuera Excálibur, o quizá sí, pero en cualquier caso Sir Robert consideraba que era mejor tener el abrecartas a mano. Era extraño que los Rocks no les hubieran atendido ya, y aquel ruido... ¿Qué diablos estaría ocurriendo en la mansión?

Ajeno a lo que sucedía a su alrededor, a excepción del golpe, que le hizo preguntar en voz alta qué había sido eso, Pipe continuaba buscando poderes mágicos al reloj carillón. Había descubierto que el reloj no permitía ser atrasado. Así que no era una máquina que permitiera viajar al pasado, pero aún quedaba una posibilidas.

No sé si será lo que creo, pero de ser así, en la versión de H.G. Wells tenía más glamour.

Dicho esto empujó la manecilla del minutero hacia el futuro un par de minutos.

Sir Robert sacó sin problema alguno el abrecartas que había clavado en la mesa. Mientras tanto, Pipe continuaba investigando el reloj, esta vez tomó las manecillas y las empujó un par de minutos. El reloj no tardó de nuevo en hacer retroceder esas manillas y ponerse nuevamente en hora.

Es como un reloj suizo sobrenatural. Siempre da la hora correcta.

Me fijo en la esfera en detalle.

Sir Robert observó, fascinado, el filo del abrecartas, y optó por guardar el pequeño objeto en sus bolsillos, sin ningún tipo de pudor. Observó, con una mirada inquisitiva, el funcionamiento del reloj de cuco, que estaba manejando Pipe. Sin duda, tenía que tener algún tipo de habilidad especial, además de la aparente, pero ¿cuál?

-¿Has probado a darle una vuelta completa a las dos manillas? -le preguntó a Pipe, intrigado-. Es decir, hacer que estemos en la misma hora de hoy, pero que teóricamente nos hayamos movido un día en el tiempo. Quizá funciona con períodos de tiempo más largos. Si es que es una máquina del tiempo y no otra cosa, claro.

Sin soltar la mano de hierro, el británico se dirigió a la mesa sobre la que reposaban los objetos y se situó frente a la máquina de escribir y, sin buscar ni colocar un folio sobre el que la máquina pudiera escribir, comenzó a pulsar una tecla tras otra, hasta formar una frase.

E-S-P-E-R-A-M-O-S A L-O-S R-O-C-K

Sir Robert ignoraba qué capacidades podría tener la máquina de escribir, pero, dado que el teléfono no parecía poder servir para comunicarse con nadie, tal vez la máquina de escribir sí que sirviera. ¿Tal vez como una especie de fax antiguo?

El tío del mostacho se está guardando todos los objetos en los bolsillos! Voy a tener que hacer algo.

Así que, siendo consciente de que él mismo se había agenciado el mapa de carreteras, expresó lo que nadie estaba dispuesto a prestar atención con tantos objetos maravillosos al alcance de las zarpas:

no ha sonado como un cacharro cayéndose?

Y con la estupenda maniobra de distracción, cogió la llave y miró a su alrededor para ver si hay puertas. No para probarla, sino para investigar la mansión de paso. La llave, al bolsillo.

Txori estaba sombrado ante tanta cara dura por parte de esos hombres tan ricos y poderosos. Ya le habían dicho que cuanto más tiene alguien, más ávaro se vuelve, pero nunca hubiese imaginado que Sir Robert fuese capaz de robar los objetos tan descaradamente. Txori se quedó observando, boquiabierto, cómo Felipe hizo lo mismo. La incredulidad le invadía. - ¿En serio? -dijo mirando a los dos.

-Sí, ha sonado como si alguien se cayera y destrozara algo -admitió Sir Robert ante la pregunta de Felipe Tovar.

Se llevó una mano al bigote, pensativo. No había pasado por alto que su calvo compañero acababa de llevarse la llave al bolsillo, del mismo modo que él mismo había requisado antes el abrecartas.

-¿Creéis que deberíamos ir a echar un vistazo? -preguntó el caballero inglés a sus compañeros, intrigado-. Lo más probable es que el mayordomo haya ido a traernos más objetos, se haya tropezado con la alfombra y se le hayan caído contra el suelo. Al hombre se le veía muy mayor... Podríamos acercarnos a comprobar qué ha sucedido.

Dwayne, sin pensárselo fue a ver que pasaba, sobre todo por si su ayuda era necesaria.

Sir Robert empezó a teclear en la máquina de escribir, y tras aguardar unos segundos, no pasó absolutamente nada. 

En aquella sala no había muchos lugares que investigar, la puerta por la que habían entrado, y subiendo unas escaleras, junto a un rellano, había otra puerta que a simple vista parecía cerrada. Era el lugar por donde el mayordomo se había marchado.

Cuando subieron las escaleras a investigar, comprobaron que la puerta, efectivamente, estaba cerrada y no podían abrirla. Desde luego, el mayordomo se había preocupado de que los invitados no husmeasen por la mansión de los Rocks.

Trae pacá!  Dijo Felipe, valiente él.

Saco su llave maestra como si de un sereno se tratase, y probó... en la puerta de salida de la mansión. La intención es largarse de allí con los objetos antes de que alguien se dé cuenta. 

Si abre, rápidamente pido a todos que arramplen los objetos y, amablemente, ofrezco la furgoneta para cargar. 

Este reloj no vale para nada... aquí hay objetos que son una chufa.

Vio como los acompañantes empezaban a separarse y él estaba muerto de sed.

Hace calor aquí. ¿o soy yo? Me muero de sed.

Pipe se acerca a la taza y la coge de nuevo. Después avanza hasta el hombre que sujeta la botella interminable.

Por favor, échame una copa. Estará agrio, pero es bebida y me muero de sed

Después de llenar la taza hasta arriba, bebe un largo trago de la taza hasta apurarla.

Cuando el tiempo se detiene, Pipe hace lo siguiente:

Primero coge la botella para seguir llenando la taza y bebiendo de ella para paralizar el tiempo el rato suficiente.

Después avanza hasta Sir Robert y recupera los objetos que éste se ha apropiado, tanto el cuchillo como la mano del mono.

Rellena la taza y vuelve a beber para mantener a todos paralizados y avanza hasta Felipe para recuperar la llave.

Otra vez rellena la taza y otro trago más y vuelve a devolver la botella a quien la sujetaba. Guarda llave y cuchillo en sus bolsillos de la chaqueta, la mano del mono en el del pantalón y se sitúa exactamente donde empezó sus movimientos a esperar que el resto recupere el tiempo. Aprovecha mientras espera para observar la esfera del reloj de pared.

Sir Robert se mostró un tanto desilusionado al ver que tras escribir en la vieja máquina de escribir no sucedía nada. Como el resto de los objetos, era evidente que debía de poseer algún tipo de capacidad especial, pero el único método que al inglés se le ocurría para averiguarlo era pulsando sus teclas. ¿Quizá la máquina necesitaba papel para que se apreciaran sus cualidades?

Aun así, a manera de broma, todavía valorando la teoría de que se trataba de un antiguo fax, el caballero británico volvió a golpear las teclas, formando un nuevo mensaje.

S-A-N-T-A C-L-A-U-S C-A-Y-O P-O-R L-A C-H-I-M-E-N-E-A

Si en efecto aquello era un fax para comunicarse con los Rocks, como Sir Robert pensaba, tal vez lo tomarían como una broma o un indicativo de que sus invitados estaban aburriéndose tanto que se habían dedicado a escribir tonterías en la máquina de escribir.

El británico advirtió entonces que el calvo español se disponía a marcharse abriendo la puerta de salida con la vieja llave. ¿Qué funciones especiales podría tener una llave como esa? Sir Robert se mesó el bigote, mientras una nueva idea empezaba a fluir por su mente.

-¡Señor Felipe! -llamó el caballero al calvo, pronunciando el nombre del hombre con un marcadísimo acento británico-. ¿Podría probar a abrir con esa llave la puerta por la que se marchó el mayordomo? Primero no nos reciben los Rocks, luego nos dejan esa llave... Tal vez están esperando que seamos nosotros los que andemos solos por la mansión hasta encontrarlos.

El tipo pijo pidió vino a Txori, quien le sirvió amablemente, contento de poder compartir esta bebida con los allí presentes. Después de llenar la taza de Pipe bebió de la botella a morro un largo trago.

Luego se sumó a la iniciativa de Robert de intentar abrir la otra puerta con la llave que Felipe había robado:

- Sí, Felipe, intentémoslo al menos.

Lo que él buscaba estaba muy relacionado con el tiempo, y no se había dado cuenta aún de que existía la posibilidad.

Se acercó al niño noble autóctono y le quitó, con la sutileza que le caracteriza a un campeón de lucha libre, y lo empezó inspeccionar.