Partida Rol por web

En cuanto bebes el vino de la taza sientes como si todo tu malestar y cansancio de todo el día se hubiese eliminado. Para ti era como si te encontrases muchísimo mejor, como si aquel día no hubiese pasado para ti.

Mientras espero al señor Usyos, bebo de la taza diciendo justo antes.

No entiendo por qué nos retiraron la bebida buena

Cuando se para el tiempo, dejo la botella en el suelo, saco la llave, la intento meter en la cerradura para abrir, doy otro trago a la taza, si la llave entra abro la puerta y, en cualquier caso, justo después guardo la llave y recojo la botella.

Ahora que Tovar volvió a sentirse mejor, su ácida personalidad también volvió a la carga.

¿Sabéis? Ese grito de mujer podría significar que en esta mansión pasamos peligro. Si nos vamos de aquí con los objetos...

No es que esperase una respuesta, pero mientras se la daban, miró a ver si el mapa había cambiado. Si no es así, lo dejaría sobre la mesa y se pondría al lado de Dwayne a hacer como que le ayuda. 

-Señor Tovar -se dirigió el caballero inglés al alopécico español-. Tengo la sensación de que estos objetos poseen algún tipo de sistema de seguridad antirrobo que evita que podamos llevárnoslo fuera de los límites del edificio. Ya vio lo que sucedió con la llave cuando intentó sacarla de esta sala. Averiguemos a qué venía ese grito. Si los Rocks están en peligro, estoy seguro de que él -señaló a Dwayne con el dedo índice, mientras aún sostenía el corcho de la botella, apretado en la otra mano- podrá repartir unos cuantos mamporros a quien sea, como supongo que hará en las películas en las que participa.

A pesar de que el tamaño de la llave era muchísimo mayor que la cerradura, ésta entró a la perfección y abrió la puerta.

El mapa sigue marcando lo mismo.

Justo después de que Pipe bebiera de la taza pudo abrir la puerta.  La puerta dio a un largo y luminoso pasillo. Esta vez no estaba tan recargado de objetos decorativos, pero sí que daba muestras de lo rica que era la familia Rock. 

Un alargado pasillo, con varias puertas a los laterales. Se podía escuchar algo de ruido, como si estuvieran moviendo cosas, o como si varias personas se estuvieran moviendo por la zona. 

Se oía el crujir de la madera del suelo, e incluso arrastrar algún que otro mueble, pero no se escuchaba ni una sola voz. Y en caso de oírse algún murmullo, alguien, rápidamente, se encargaba de chistarle para que bajase la voz y no hiciera más ruido del que ya estaban haciendo.

Después de beber, me apoyo en la puerta y esta se abre.

¡Eih! ¡esto se ha abierto! ¿vamos?

Sorprendido por la facilidad con la que Pipe había abierto la puerta, el británico dejó escapar una sonora maldición en anglosajón. Al divisar el enorme y lujoso pasillo que se abría ante sus ojos, Sir Robert optó quitarse el monóculo que llevaba ajustado en su ojo.

Luego, se fijó en sus tres compañeros. Pipe portaba la botella y la taza, Dawyne cargaba con la jarrita y el reloj de cuco, y Felipe Tovar seguía teniendo el mapa de la Renault entre sus manos.

Intuyendo que era posible no regresasen a la sala principal, el caballero inglés retrocedió sobre sus pasos y agarró el ya denominado Teléfono del Terror. En caso de necesidad, bien podía funcionar como un arma contundente. Por último, se acercó a la máquina de escribir, cuyas habilidades aún permanecían ocultas a ojos de los invitados, y escribió en ella un último mensaje:

S-E-Ñ-O-R-A R-O-C-K

A-L-L-Á V-A-M-O-S

Sin más, Sir Robert se dirigió con pasos presurosos detrás de sus compañeros, cargando con el teléfono.

-Allons-y, my companions! -exclamó, en tono enérgico.

El señor Tovar, si es que se le puede llamar así, salió de la habitación con "su" mapa y sin dejar tampoco la jarrita de la que acababa de beber. Como no podía ser de otro modo, se puso a escuchar detrás de la puerta o puertas de las que saliera más ruido sin hacer el menor amago de sigilo. 

Dependiendo de lo que escuche, se apunta a la fiesta o no. 

Dwayne iba cargado con el reloj de cuco, cuyo tamaño era enorme. Por suerte él era un hombre fuerte y era capaz de moverse con él, pero a medida que iba avanzando iba golpeando cada esquina, cada mueble y cada quicio de la puerta haciendo un ruido terrible. Sir Robert, por su parte, iba con el teléfono en la mano cargado, por si le pudiera resultar como arma. Felipe llevaba la jarrita de la que acababa de beber anteriormente y también el mapa. Mientras que Pipe poseía la botella y la taza...

Dudando bastante hacia donde ir, optaron por girar por la primera esquina que vieron, y por un instante les pareció ver, al fondo del nuevo pasillo a alguien arrastrando algo, una persona, un muñeco o algo con forma humanoide, y después cerrar la puerta con mucho cuidado y sigilo y sin hacer ruido.

Al fondo del pasillo estaba la puerta que habían visto cerrarse, mientras que a la derecha del pasillo había otra sala con la puerta abierta, que posiblemente es de donde venía aquél hombre.

Dwayne sin dudarlo ni mediar palabra fue hacia la persona, por si algo habían hecho. Temía que un asesino arrastrara el cuerpo de su víctima.

Sus intenciones no era precisamente las mejores, y soltó el reloj de cuco, de la mejor forma que pudo. Cargó contra la figura.

Camino detrás de Dwayne, pero me desvío para mirar la sala con las puertas abiertas que queda a la derecha del pasillo.

Está muy bien eso de hacerse el héroe cuando mides dos metros por dos metros, pero a la gente normal sólo le trae problemas. Además, si morimos por separarnos, al menos se que por tradición el primero en morir será el negro. - Murmuro para mi mismo

Dado que él tampoco era un héroe de película de acción de dos metros de altura acostumbrado a los gimnasios y la lucha libre, Sir Robert optó por lo seguro y siguió a Pipe hasta la sala con la puerta abierta a la derecha del pasillo.

Haber visto a una persona arrastrando a lo que parecía ser una víctima no le gustaba ni un pelo. En su mente bullían numerosas ideas, y tenía una teoría sobre lo que estaba sucediendo, aunque aún era pronto para estar seguro de si era eso lo que sucedía.

Pese a que solo había estado en sus manos durante unos instantes, echaba de menos aquel mágico abrecartas.