Partida Rol por web

Sonrío cuando Katrina abre la puerta y me sonríe de forma pícara, como dándose cuenta sólo en ese instante que está desnuda. La manta de color sepia no deja mucho a la imaginación. Sus largas piernas se vislumbran escapando de la manta por la parte inferior, y sus pequeños y firmes pechos se entreven entre el resquicio que deja la manta por donde la mujer rusa agarra la manta. Su otra mano está ocupada por un teléfono. Me pregunto quién será la persona al otro lado del mismo.

Katrina habla en ruso con un acento ligeramente diferente al que estoy acostumbrado a oir. Bueno, no es que yo hable ruso, pero he oído suficiente ruso en mis estancias en Europa del Este como para darme cuenta que no es ruso moscovita o norteño. Por el origen de Katrina, supongo que será un acento con influencia tártara. Pero vamos, yo qué sé.

El que traiga comida parece haberle gustado y no tardo en estar sentado en su cocina mientras ella sigue hablando por teléfono. La conversación sigue mientras yo comienzo a abrir los armarios de la cocina y me pongo a repartir la comida en los platos. Aún está caliente. Al menos, lo que tiene que estar caliente.

Me acuerdo en ese momento de la bebida que no he comprado. Respiro hondo y me relajo cuando veo la nevera de Katrina en frente mío. Doy un par de pasos en su dirección, me planto delante y abro la puerta de la misma. Inspecciono el interior de la nevera y descubro cerveza y algo de vino tinto. Si fuese vino blanco lo habría cogido, pero el vino tinto no es adecuado para algo tan delicado como el sushi. La cerveza, sin embargo, es excelente por lo bien que combina con la comida asiática. Cojo un par de botellines, los abro y los vierto en vasos altos. La cerveza está helada. Me gusta.

Cuando termino veo a Katrina en el quicio de la puerta mirándome. Levanto la vista y la miro. Sonríe y se disculpa. ¿Disculparse? ¿Por qué? Le devuelvo la sonrisa y le hago un gesto para que se siente a comer conmigo. Me pregunto si comerá con la manta, desnuda o se pondrá ropa.

Aún no he dicho nada desde que he entrado.

Doofenshmirtz estaba demasiado ocupado pensando en la cantidad de gérmenes, bacterias y focos de infecciones además no sabía por qué la gente no colocaba nada en un estricto orden alfanumérico, sencillamente nada por allí tenía sentido. Menos mal que al menos el centro comercial con total seguridad tendría algunos paneles explicativos que le harían mucho más sencilla su visita en un estricto orden autoimpuesto. 

No fue hasta casi chocarse con el propio cordón que Heinz se dió cuenta de lo que estaba pasando, a pesar de ser "detective" a veces no estaba demasiado centrado... era la falta de drogas, siempre que no iba colocado se le pasaban muchas cosas. Bueno... lo podría solucionar al llegar a casa.

Por fortuna vio a su "colega" el Hopkin apoyado en el capó de un coche no demasiado lejano. Antes de que los agentes se acercasen a alejarlo o peor aun a investigarlo llamó la atención de Hopkin. 

-¡Ei! Jefe Hopkin, ¿que tal está? ¿Una bonita mañana en Chicago verdad?- lo único extraño es que no estaba siendo sarcástico, no había demasiada gente para ser el centro comercial y eso siempre era más llevadero para el miedo que generaban los espacios abierto en Doofenshmirtz. - ¿Que ha pasado por aquí jefe?- preguntó retorciendo sus huesudas manos y observando hacía dentro del cordón policial. Se colocó las gafas rotas correctamente y escudriñó de nuevo la escena. 

Me apoyo en una farola a observar. Pido un café con mucho azúcar en una camioneta ambulante. Y dejo que el calor pase a mi a través del fino plástico del baso. Se creen que la servilleta de papel que te dan es suficiente para evitar quemarte.

Observo a Heinz y sus idas y venidas. Y pregunto al joven de la camioneta entre sorbo y sorbo. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué este despliegue? Ni que estuviesen a la caza del terrorista -bromeo

El jefe Hopkin levanta la vista cuando le preguntas y hace gestos con la mano para que los agentes que se han ido acercando hacia ti se alejen.

- Un aviso de bomba anónimo - te comenta distraído. Por algún motivo no parece darle importancia - Estamos esperando a los federales, llegarán de un momento a otro - te explica y mira su reloj de plata. - ¿qué te trae por aquí doctor? 

Han empezado a llegar los policías y a acordonar toda la zona - te explica y se encoge de hombros - Creo que han dado un aviso de bomba anónimo.

Ves como Heinz pasa el cordón y se dirige hacia el Jefe Hopkin con quien empieza a hablar.

Katrina sonríe al ver la comida preparada y servida y se acerca para coger una porción de shushi. Le da un mordisco y te mira.

- Dime, soldado.. ¿habéis roto muchos matrimonios hoy? - pregunta con cierto sarcasmo y una sonrisa pícara. Katrina se ríe, delicadamente claro, de tres hombres inteligentes investigando infidelidades. Obviamente, solo le has contado algún pequeño detalle, nada importante. 

Cuando se termina de comer la porción de shushi con una de sus manos afloja la manta y la deja que se deslice por su cuerpo hasta quedar completamente desnuda. 

Katrina, como buena amante del sushi, no tarda en acercarse a por su porción. Con los delicados dedos de su mano derecha coge los palillos y se avalanza sobre un buen trozo de maguro (atún) que lleva a la boca con avidez, no sin antes cambiar de mano con la que agarrarse la manta. Mastica y justo tras tragar, se dirige a mi, preguntando por nuestro último caso, no sin cierta ironía. Una ironía realmente sexy con ese acento ruso que se marca.

Ese  matrimonio estaba ya roto. Digo finguiendo cierta seriedad, pero no antes de probar un nigiri de salmón que previamente he untado delicadamente con la salsa de soja, aderezada con wasabi, por el lado del pescado. Todo un experto en sushi. Pienso con cierta sorna. Lo cierto es que ambos estaban siéndose infieles, pero dado que quien nos contrató fue la mujer... Lo importante es que este mes cobraremos. Lo demás, son cosas que no nos atañen... En ese momento mis palabras dejan de salir de mi boca. Estupefacto ante el cuerpo de escándalo de Katrina que no tiene reparos en enseñar, pues su manta cae delicadamente por su espalda, como si estuviese harta de sujetarla. No puedo evitar mirarlo. Ella se da cuenta, pero me da igual. Ambos hacemos como si nada pasase, y seguimos comiendo, pero lo cierto es que me están entrando calores.
 

-¿Un Aviso de bomba? Vaya... pensaba que sería algo interesante, un homicidio tal vez... No parece usted muy preocupado la verdad.- dijo el científico de pelo cano al jefe de policía. -Yo venía a comprar algunos materiales para el laboratorio. Necesito unas cuantas piezas para algunos proyectos y también tengo que actualizar el ordenador... hace ya por lo menos dos meses que no le he cambiado las piezas y ya se está empezando a quedar atrás ¿sabe?- dijo el Doctor convencido, aunque el ordenador iba mejor que muchos modelos nuevos que estaban sacando, pero Heinz nunca se encontraba satisfecho, su cerebro avanzaba más deprisa que esas máquinas infernales y le hacían perder un tiempo preciado, aunque por algún motivo las amaba tanto como las detestaba.

-¿Puedo echar una mano en algo? Ya que parece que de momento se están aplazando mis compras podría echar un cable, si quiere usted por supuesto...- dijo Doofenshmirtz arrugando la nariz mientras olía el ambiente, algo decía que algún oficial había dejado caer una horrible flatulencia... seguramente había comido lentejas, olía a flatulencia de lentejas, después se volvió a colocar las gafas y miró al jefe esperando alguna respuesta. 

Asiento con tranquilidad. Como si me acabasen de contar que el precio de la gasolina ha vuelto a subir.

Me acerco con tranquilidad y saludo con la cabeza al Jefe Hopkin. Jefe -digo tras otro sorbo de café -Juro por Dios que si llego a saber que iba a organizar este despliegue hubiese aparcado mejor. Sonrío ante la broma.

Observo la zona en busca de pistas a la espera de que el Jefe me cuente qué carajo está pasando. Pero sobretodo, espero que Heinz se canse de la situación y me deje llevarlo a casa.

Es el cuarto esta semana - te dice algo cansado - Pero te digo... cuando agarremos a esos hijos de... - dice y carraspea - A esos bromistas.

Cuando te ofreces a ayudar el jefe hace gestos con sus manos para que te alejes. 

- No, no hace falta, no necesitamos ayuda... aquí no hay nada - dice y mira a Mark que ha aparecido detrás de vosotros. 

Ríe ante la broma. 

- Cualquier día le pongo un cepo a vuestro ... coche - dice medio en broma y hace gestos con la mano quitándole importancia - No tengo el día para bromas - añade y mira el reloj de su muñeca.

Cuando Mark se acerca el Jefe Hopkin está hablando con Heinz.

.. aquí no hay nada - dice y mira a Mark que ha aparecido detrás de vosotros. 

Ríe ante la broma. 

- Cualquier día le pongo un cepo a vuestro ... coche - dice medio en broma y hace gestos con la mano quitándole importancia - No tengo el día para bromas - añade y mira el reloj de su muñeca.

No sabía por qué el jefe se ponía tan nervioso cuando estaba cerca. Tan solo había ofrecido mi ayuda. Bueno, nunca llegaría a comprender los intelectos mediocres. -¿Entonces en ninguno de los casos ha habido una bomba?- entonces llega Mark.

-¡Ei! ¿Que haces tú por aquí? ¿No estarás siguiéndome no? ¿Cuantas veces tengo que decirte que soy perfectamente autosuficiente?- la mirada del doctor era de desconfianza. 

-Bueno, Jefe Hopkin si no nos necesita aquí, yo tengo que ir a hacer unas compras.- Heinz comenzó a rodear el cordón policial para encontrar algún sitio para pasar al centro comercial, necesitaba muchas cosas, cosas muy importantes, no podía perder el tiempo con conversaciones banales. 

"Luego soy yo el maníatico, se ha mirado el reloj al menos cuatro veces en dos coma seis minutos, ¡ja! Chalados..."

Escucho las preguntas de Heinz... ya estaba otra vez con sus mierdas y paranoias. Tío, tío, ¿pero que coj... nes dices?

Esa furgoneta de hí atrás hace el mejor xpresso de la ciudad -explico y acabo de un último sorbo el café. Delicioso.

Iba camino de casa y la he visto por el retrovisor, ahí, parada, sola... Y he dado la vuelta.

Cuando he visto el despliegue he pensado que me iban a trincar por saltarme los dos semáforos, atropellar a dos "adorables" ancianitas, y descarrilar un urbano.

Bueno. Y... ya que estamos aqui... ¿Quieres que te acompañe?

Solo me había pasado una vez... una sola vez. Y desde que me había perdido Mark no se fiaba ni un pelo de mí. Una desorientación pasajera debido al stress no era tan rara, bueno puede que la mezcla de anfetaminas y ácido tampoco ayudase, pero bueno nadie es perfecto. 

Miré a Mark con miraba inquisitiva, nunca sabía si decía la verdad o estaba ocultando sus verdaderas acciones tras ese delicioso olor a café tostado que estaba terminándose. -Bueno... vale, te dejo que te vengas, además seguro que me haces falta para transportar todas las cosas así que ¡bienvenido abordo capitán!- dijo dándole un raquítico manotazo en la espalda. 

Viendo que el jefe Hopkins no estaba muy conversador lo despedí apropiadamente -Bueno jefe, si nos necesita avísanos ¿¡eh!? Estaremos por ahí por el centro, visitaremos las tiendas en orden alfabético por si nos tiene que buscar.- dijo animado el Doctor ante la perspectiva de nuevos instrumentos para el laboratorio. -¡Pero antes!- dijo levantando un dedo -Necesitamos un ¡café!-

Sabía que podría ser de utilidad al doctor. No sabía por qué pero intuía que ese ayudarme a cargar venía a significar vas a llevar todo hasta tu coche y mucho cuidado con eso que es muy frágil.

Sonrío ante la mención del Capitán. Jamás había escuchado esa expresión. Normalmente era el Capitán  quien decía esas palabras.

Jefe -saludo sin más al jefe Hopkins. Cuando me hago cargo de que tendré que visitar tooooodas las tiendas del centro comercial mis pies se paralizan. Vaaaamos Ketchup. ¿En serio? Si quieres comprar un ornitorrinco no creo que tengamos que visitar la tienda de neumáticos.

Y a la mención del café se vuelven a poner en marcha.

Heinz Heinz... cómo me conoces, pirata. El mejor café de la ciudad lo dan en esa Van. Hazme caso. No te arrepentirás... yo invito.

Es mediodía. Estás en Chicago. La ciudad en la que te criaste y de la que te marchaste a ser un hombre de éxito. Ahora sólo te queda un traje y un móvil. Te duele el hombro, la herida de la bala todavía escuece.

Es un bonito día para encontrar trabajo, tienes que pagarle dinero a tu ex-mujer y no sabes muy bien cómo lo vas a conseguir. Has ido al centro comercial porque allí siempre necesitan gente, en alguna de las muchas tiendas que hay, en alguna necesitarán a alguien. Por suerte tu don de gentes no se lo ha llevado la vida.

Hay una furgoneta destartalada en frente del centro comercial, venden café y burritos. No te has podido acercar al centro comercial porque hay un cordón policial que lo rodea.

Coloco el periódico que he comprado, doblado sobre sí mismo tres veces, sobre una esquina de la fría barra del puesto de burritos. Pido un café, ni de broma me arriesgo con un burrito. Aunque el olor hace que las tripas me suenen por debajo de mi camisa de algodón.

Espero hasta pagarle el café con su propina, hace unos segundos era un desconocido y ahora soy un cliente, la diferencia es sustancial.

-¿Que ha pasado? - le pregunto al del puesto distraidamente mientras miro en esa dirección y le doy un sorbo al café. Coño el azúcar.

El hombre se encoge de hombros.

- Llevan así toda la mañana, un aviso de bomba al parecer - te comenta con una sonrisa y ves que deja la propina en el correspondiente vaso de las propinas. Ríe - Es el tercero esta semana, pero no ha explotado ninguna bomba - te explica.

El café es realmente bueno.

Miro el café con sorpresa, no esperaba que fuera tan bueno. Le doy otro sorbo y lo dejo sobre la barra, girándome de medio lado. Luego me peino hacia detrás mientras abro el periódico. Tengo curiosidad por lo que ha pasado, pero como siempre actúo de la forma contraria. Quizás por eso se me de tan bien el poker.

-Vaya, ¿Y que hay importante ahí dentro para poner una bomba?- sigo la conversación como si tal cosa, hablo lo bastante alto por si alguien cercano se quiere unir a la conversación.

Me meto una mano en el bolsillo, mientras la otra sujeta el periódico mirándolo pero sin leer. Mi pose es la de la perfecta relajación, pero sigo atento a los movimientos tras el cordón policial y si oigo algo. Mi mirada sigue hacia abajo y veo que tengo un cordón desatado. Para otros esto es una tontería, pero para mí, digamos que para mí es casi tocar fondo.

No puedo evitar subir la mano y rascarme la barba incipiente, Pero bueno, ¿he venido a una posible entrevista sin afeitarme? ¿Que me está pasando?

El hombre de la camioneta parece interesado en atender bien a sus clientes. Atiende a otra señora y a otro señor, pero no se olvida de ti pues en cuanto puede responde a tu pregunta.

- Gente supongo, mucha gente - dice - Aunque avisar... - se encoge de hombros y comienza a preparar varios cafés que deja encima de la barra colocados en una especie de caja y sonríe - Son para los policías, me piden que les lleve café cada 3 horas - te explica.