Partida Rol por web

Os encontráis en el valle de Nentir, una zona fronteriza que actualmente reside casi vacía aunque aún se pueden encontrar un puñado de pueblos. En esta zona, la ciudad mas importante y bastión fronterizo del antiguo imperio de Nerath es Fallcrest.

Pero de eso hace muchos años, el imperio humano se desmoronó y su poder ha ido perdiendo fuerza a lo largo del tiempo hasta llegar a un punto en que la gente teme salir de sus pueblos y las rutas comerciales se vuelven inseguras.

Aunque estáis en una zona norteña y el clima es bastante frío, Fallcrest raramente se ve cubierta de nieve.

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La ciudad está separada por un acantilado. Antaño, un fuerte muro rodeaba la ciudad y lo protegía de las posibles incursiones y ataques de ejércitos, pero ... con el poder de Nerath desapareciendo y con la guerra aún en la memoria de todos, esta muralla esta destrozada y en proceso de rehabilitación, sobretodo en su lado sur.

Por el medio de la ciudad pasa el río Nentir, cascada incluida, con dos muelles y montacargas para pasar las balsas de comercio de un nivel a otro.

En el punto mas elevado está el castillo del Señor Guardián Faren Markelhay, poco amado gobernador de esta región.

Ahora mismo os encontráis en esa construcción, la Fortaleza de la Adularia. Una de las mas provechosas rutas comerciales con la ciudad enana de Hammerfast se ha visto interrumpida por los asaltos y secuestros de los orcos. La ciudad está preocupada. Con el grueso de los guardias ocupados en mantener la seguridad de las murallas, no quedan muchos efectivos para solventar ese asunto.

Es por eso que Faren Markelhay ofrece una recompensa para ayudar a la ciudad, es por eso que vosotros os habéis presentado. Y por lo que parece, sois los únicos de toda la ciudad.

Cuatro héroes y una aventura.

Cuando llegáis a la sala principal, os encontráis con varias mesas puesta en forma de U en las que hay decenas de platos de comida por terminar, copas derramadas y algún que otro joven "noble" dormido.

Faren Markelhay parece encontrarse en una calurosa discusión con lo que parece ser su consejero.

-¡No es un asunto tan importante! Si no fuera por el estado de las murallas yo mismo mandaría a un grupo de guardias a terminar el asunto.- Dice con enfado en su voz mientras avasalla a su consejero con su imponente presencia.

-Es una recompensa justa por un trabajo miserable, nuestras arcas tienen cosas mas importantes a tener en cuenta- Al notar vuestra presencia hace un ademan a su consejero para que se calle. -Calla o tu cabeza pasará a formar parte de las picas de la puerta del rey-

El consejero con pesar no añade nada mas y se retira unos pasos mientras Faren se sienta en una de las sillas y toma un largo sorbo de vino de una copa de oro con esmeraldas y rubíes. Os da un vistazo y termina hablando.

-Así que vosotros sois los únicos con los suficientes redaños para hacer el trabajo-

Suelta una maldición.

-Ciudad de cobardes-

Mientras observo de reojo a mis compañeros sonrío amablemente, contestando al gobernador con la misma tranquilidad con la que hablaría con un tabernero.

- Eso parece mi señor. No los culpéis: la gente normal no suele estar ansiosa por jugarse la vida. Para eso estamos los locos como nosotros. Decidnos cual es el problema y nos pondremos en marcha para solventarlo con la ayuda de Avandra.

Entro en la sala discretamente, como siempre solía suceder, y no por mi propia voluntad. Con un gesto breve y algo rudo hago un saludo ceremonial, mientras miro de reojo al resto de mis compañeros.

-Fallcrest pide ayuda, y Joran responde. El campesino que plante, el constructor que levante tapias. Son tiempos difíciles M'lord, y los servicios privados como los que ofrecemos garantizan un alto nivel de éxito, ya que no creo que tengamos mucho que perder. Confiad en nosotros para ayudaros... Por un precio justo. 

Al lado del humano y el mediano, mi imponente masa, que aún así no levantaba más de metro y medio del suelo, se removía con impaciencia. Lejos de estar acostumbrado a los discursos, di un par de golpes con el mango del martillo en la roca que había bajo mis pies. Gruñí y hablé con un fuerte acento enano, remarcando las erres y los plurales.

- Hay que restaurar el comercio como sea -dije con convicción, frunciendo mucho mis espesas cejas pelirrojas-. El oro no debe dejar de llegar a Hammerfast... ¡y menos si esos malditos orcos son los responsables!

Había empuñado el martillo con ambas manos al exclamar aquello, como si pareciera listo para saltar sobre el enemigo... aunque enseguida me di cuenta de dónde estaba y guardé silencio, no sin cierto esfuerzo y sin antes soltar otro ronco gruñido.

Con un leve inclinar de la cabeza y la gracia felina que caracteriza a la bella raza; Willen se adelantó hacia quien hubiera hablado en este pueblo humano perdido de la mano del Creador. Aquel donde se encontraba, lamentablemente; buscando los indicios que le permitieran investigar la desaparición de Silvalis. Y si los orcos eran los culpables de estas desapariciones, tal vez podía confiar en el destino para que hubiera resguardado a su maestro y al Conjuro de Absallon. 

Sus rasgados ojos observaron a los demás. Un enano, un mediano, un humano. Con él, parecían un espectáculo de feria. Tal vez sean útiles, de todas formas. 

Ensayó una pequeña reverencia ante el hombre de Fallcrest; no tan profunda como para el Señor, pero debería bastar. Mi señor, eliminar a la amenaza de los orcos es recompensa suficiente si estos secuestran y torturan a la pobre gente, como dicen los rumores en la calle. Willen ar'Toroll es mi nombre, desde Harken saluda mi pueblo y pongo mis habilidades a su servicio. 

Con un pequeño gesto de la mano y unas palabras murmuradas, esferas de luz nacieron y comenzaron a danzar a su alrededor, como ristras de perlas multicolores o gotas de rocío en la mañana, reflejando la luz.

- Se espera que recuperemos a los pobres moradores, para devolverlos a Fallcrest, mi señor?

No puedo - o quizás no quiero - reprimir una risita ante el absurdo uso del conjuro por parte del elfo para darle un toque de teatralidad a sus palabras:

- Pfff... Por el amor de Avandra... Necesitaremos algo más que prestidigitación callejera si nos vamos a enfrentar a enemigos que porten armas de verdad. - recalco esas últimas palabras.

Lamento lo dicho tan pronto las pronuncio. Recuerdo las amonestaciones de mis superiores por ser tan bocazas y por prejuzgar a la gente sin tener toda la información pero ¡demonios! ¡este elfo parece más un bardo que un guerrero! ¿qué pinta con nosotros? ¿va de verdad a cubrirnos las espaldas? Por los dioses, ahora que lo pienso... nunca querría tener a un elfo en mi espalda.

Faren se os queda mirando, dubitativo, mientras termina su copa. No parece que las luces de Willen lo impresionen, o la energía de Grummbar.

-Un enano de Hammerfast y un elfo del bosque de Harken ...- Tuerce un gesto con la boca que no apreciais a entender del todo. -... bueno, que no se os suba la gloria a la cabeza.-

Con un gesto de mano llama al joven consejero.

-Vralus os mostrará en el mapa donde está la torre vigía abandonada que se cree que alberga a los orcos-

El joven se acerca pero antes de que pueda hablar Faren continua.

-Intentad no meter la pata y puede que os considere como algo útil. La recompensa, si sois capaces de llevar las cabezas de los orcos en un saco... será del 20 piezas de oro por orco. Mas 100 piezas por persona desaparecida que encontréis viva.-

Vralus se muestra mas bien reservado cuando puede hablar.

-Por favor, acompañadme, os mostraré la ubicación en un mapa-

Faren no os hace ningún saludo o despido cuando os marcháis, parece que vuestra presencia lo molestaba y no tarda en llamar a una de las mozas que sirve a las mesas para agarrarla por la cintura y acercársela con brusquedad.

Pero vosotros abandonáis la sala, y acompañáis al consejero que ... pasados unos metros vuelve a hablar.

-Fallcrest se está desmoronando, sin los suficientes efectivos para defender sus muros y con las vias de comercio cortadas, pronto caeremos a la oscuridad acechante.-

Suspira con frustración.

-Será mejor que cuide mis palabras si no quiero terminar colgado por traición ... venid, por aquí-

El joven os lleva por una ultima puerta y entráis en lo que parece ser una sala de mapas, llena de pergaminos, estanterías con libros y mesas donde analizar la situación global del valle de Nentir. La habitación, escasamente iluminada por velas, ofrece un gran contraste con la anterior sala.

Aquí todo está ordenado y en su lugar, limpio y pulcro con una exactitud que os hace preocupar de no tocar nada.

-... bienvenidos a la sala de los mapas y lugar donde se decide el destino de Fallcrest. Lugar que por desgracia es el menos frecuentado por mi hermano mayor, Faren.-

El joven desenrolla un pergamino y lo pone en una mesa, señala un punto en el mapa.

-Aquí está Fallcrest, y aquí ... a unos 2 días a pie, se encuentra la torre ocupada.- Se os queda mirando con expresión interrogativa. -Preguntadme vuestras dudas, por favor.-

Ni el tono despreciativo de nuestro actual patrón ni el pesimismo de su encargado hace decaer mi humor. Hay gente que sólo es feliz si está gruñendo y otra que teme abrir la boca salvo para comer. ¿Traición? Está claro que las cosas están un poco desmadradas en esta ciudad pero ¿tanto?

Mientras ojeo el mapa comento:

- No es que desprecie el valor de la guardia pero ¿cómo es posible que unos orcos se hayan hecho fuertes sin que nadie los eche a patadas? Si aún fueran ogros... Me resulta curioso que tengáis que recurrir a mano de obra externa para hacer este trabajito.- guiño un ojo - Que conste que no me vienen nada mal esas monedas... tengo un viaje largo que realizar y necesito comprar muchas cosas.

En mi vida me he enfrentado ni a orcos ni a ogros, claro, pero en los libros que he estudiado no parecen demasiado fieros y todas las leyendas los ponen como 'carne de cañón' para héroes. En fin... pronto podré comprobarlo por mi mismo.

- ¿Hubo supervivientes de los ataques que contasen algo?

-Desde que el imperio se desmoronara en las manos de los hijos del rey, todas las ciudades han perdido la fuerza de antaño y los grandes ejércitos han desaparecido.- Responde Vrlaus.

-Al mismo tiempo la oscuridad ha ido creciendo mas y mas fuera de los limites civilizados. Monstruos, demonios, fantasmas ... todas las historias de terror parecen haber salido de sus libros para habitar en los oscuros paramos del exterior.-

El hombre camina por la sala contemplando los libros expuestos.

-Los héroes de antaño han desaparecido y la gente teme salir de sus casas, mucho menos viajar de un lugar a otro ... los caminos suelen ser seguros, suelen, pero día a día se vuelven mas peligrosos y los bandidos se van haciendo con mas coraje.-

Finalmente Vrlaus se detiene delante de un mapa colgado que muestra a la ciudad.

-Este muro de aquí, el del sur, está casi completamente desmoronado ... ya hemos tenido algún que otro problema con bandidos que asaltaron las casas de este barrio, o alguna que otra monstruosidad que provocó el caos.-

-La ciudad cuenta con un destacamento de 60 soldados, normalmente unos 20 están fuera de servicio ... lo que deja 40 para defender la fortaleza de la Adularia, las murallas y los caminos cercanos.-

Se os queda mirando con cara de pesar.

-No tenemos suficientes hombres, la población disminuye día a día ... y Faren ... dejemoslo que su tendencia al placer personal hace que deje ligeramente descuidados sus deberes como gobernante-

Me marcho de la sala algo asqueado; que poco dinero... esperaba 50 por cabeza, como mínimo.

Con un poco de curiosidad ojeo los lomos de los libros de las estanterías buscando algún ejemplar interesante.

Escucho las interesantes palabras del clérigo. Parece que no es un mojigato luminoso, como tantos otros que había conocido...

-¿Que ley os impide a vos ser el gobernante? Es obvio que Faren no parece tomárselo muy en serio... además, tenéis cara de pagar mejor. Me encojo de hombros y añado rápidamente- Bah, mejor olvidadlo. Si empezamos a pescar terminaré lleno de barro. 

A propósito - Digo pasando por el dedo sobre los tomos de los libros  ¿A quién pertenecía dicha torre? 

Vralus sonríe con cierto pesar.

-Simplemente el es el primogénito.-

-La torre pertenecía a Fallcrest, pero quedó en el abandono cuando durante las guerras de la secesión tuvieron que retirar a la guardia de allí por otros motivos-

Aún me movía inquieto, ya que las viejas historias locales y las instrucciones detalladas no me interesaban lo más mínimo. Lo único que había necesitado saber desde el principio, era dónde estaba la guarida de esas asquerosas bestias para ir a separarles la cabeza del cuerpo. El oro de esa recompensa era irrisorio comparado con las ganancias que tendría si se rehabilitaba el comercio entre Hammerfast y Fallcrest.

- Bueno, pues movámonos de una vez -dije, comprobando toda mi panoplia-. Cuanto antes vayamos allí, antes acabaremos con los orcos y antes podré volver a casa. Luego ya se encargarán los de vuestra guardia de recuperar esa torre, si es que os sirve para algo.

No tenía el más mínimo interés en ocultar mi rudeza, aunque estuviera en presencia de nobles o gobernantes. Mi valía la demostraba en dos lugares: la forja o el campo de batalla. Y echaba de menos ambos.

Enarco una ceja ante el descuidado comentario del mediano. ¡Eso si que es arriesgar!

- Yo no diría tanto lleno de barro como en el fondo del río... con una piedra atada al cuello, claro. ¡No lo conozco de nada! - digo señalando al mediano mientras lanzo una risotada para quitarle plomo al asunto 

El enano parece tener prisa y no lo culpo. Este sitio apesta a complots y traiciones. De todos modos quedan cosas por resolver antes de ir a ciegas:

- Está claro que tenéis un problema y nosotros ganas de solucionarlo. - le digo a Vralus - Pero no contestasteis a mi pregunta: ¿hubo supervivientes que pudieran dar más información sobre esos orcos? ¿Cómo están organizados quizás? Los orcos no son muy listos... ¿podrían tener un líder de otra raza que organizase los secuestros? Puestos a preguntar: ¿han pedido rescate por la gente secuestrada? Son criaturas viles pero seguro que les gusta más el venado que la carne de mercader. ¿Para qué secuestrar gente en vez de matarla, que da menos problemas?

-No hay supervivientes. Ni han pedido nada.- Responde el noble.

-Y ... no subestimes a los orcos. Puede que no vayan a escribir un libro, menos un poema ... y desde luego no van a crear una obra de arte.-

Vralus camina determinado a una serie de libros, acaricia sus lomos y saca uno que abre con mano habilidosa. Finalmente coloca el libro en la mesa, abierto en unas paginas que están llenas de palabras arcaicas.

-Como decía, puede que no sean refinados pero han dedicado toda su vida a la guerra ... caoticos y desorganizados, si, pero astutos y tramposos.-

-Ya han actuado así en el pasado, cortar rutas comerciales, sembrar el miedo, atacar casas y villas apartadas-

Vralus habla en un tono ciertamente monótono, como si estuviera dando clases.

-Debilitar al enemigo para después atacar con toda la fuerza posible. Aquí en el libro lo cuenta ... las escaramuzas de Colmillo Rojo, casi derrotaron a Fallcrest en esa ocasión.-

-Durante meses los gobernantes habían ignorado los sucesos individuales ... hasta que fue demasiado tarde. Tuvieron que reconstruir media ciudad.-

Miro el libro con curiosidad. Parece que nuestro interlocutor es todo un erudito.

- Eso me suena ¿no? Es justo lo que está pasando ahora mismo si no me equivoco... ¿Podría ser que usasen a los cautivos como esclavos para crear máquinas de asedio? ¿Son capaces de llegar a ese punto de organización?

Ojeo el libro intentando recordar lo que he estudiado sobre los orcos en el monasterio y buscando similitudes con la situación actual. De pronto esto toma un cariz más serio de lo que esperaba.

Hay decenas de historias en distintos lugares del mundo donde orcos organizados han estado a punto de aplastar civilizaciones (y en algún caso, lo han conseguido enteramente). Estos puntos de auge de los orcos suelen estar precedidos por la aparición de alguien ... normalmente un orco mas listo que los demás y especialmente fuerte que une a las diversas tribus bajo su mando.

La naturaleza caótica de los orcos hace que sus intenciones expansionistas no lleguen a su fin y terminen acuchillándose entre si, mas o menos al mismo tiempo que el resto de razas se unen contra ellos. Pero eso no quita que por el camino han arrasado extensas tierras que tardan siglos a recuperarse.