Partida Rol por web

- Leoncitos… - Exclamó Mediastintas en voz baja. Alargó la mano con extrema rapidez y agarró una piedra del suelo.

- Ven bonito… - susurró a uno de los cachorros. Antes de que el pobre animal pudiera emitir el más leve sonido, el rufián movió la mano con rapidez y bajó la piedra contra el cráneo de la criatura una, dos, tres y… Bueno, perdió la cuenta de las veces mientras la sangre salpicaba todo, incluso la cara del rufián, que se relamió con la mirada perdida.

Coger un cachorrillo de león. Criarle, hacérselo suyo, que creciera a su lado, una mascota, pero una mascota fiel y letal. Así pensó la Quinta cuando comprobó los esfuerzos de Sabandija y Preocupado para echarse encima de uno y silenciarle. No con el cuchillo o la piedra, sino con sus brazos. Pero... quizá no había que silenciarle con eso, sino con astucia.

Se arrastró hasta el único que quedaba, después de la matanza, con los ojos entornados y el cuerpo pegado al suelo, silenciosa. Y empezó a ronronear por lo bajo, como sabía que podría calmar a la cría, asustada ahora mucho más que antes.

He de atraparle con artimañas, no con fuerza. He de demostrarle que está bien conmigo, que no ha de gritar, que no ha de llorar. Mejor que con su manada, mejor que con su madre...

Si el leoncito confiaba en ella, ella le salvaría. Ahora. Y puede que algún día él la salvara a su vez.
 

A diez yardas de distancia, Rastrojo no les prestaba atención, y desde luego no llegaban a sus oídos los temerosos y discretos susurros de Preocupado. El Chamán seguía con semblante serio en lo alto del camello Mancillado, ajeno a lo que pasaba en las hierbas altas.

Matagatos y Mediastintas habían acabado con tres de los cuatro cachorros con la similitud de la noche y el día. Uno preciso, profesional... el otro rudimentario, recreándose... La piel del león del cráneo aplastado estaba en perfectas condiciones para desollar, sin ningún corte. Aunque no era un leopardo, claro.

Y entre medias, la última cría se estremecía de terror, viendo el trato dispensado a sus difuntos hermanos. Estaba a punto de gruñir lastimeramente y alertar a la manada, cuando el ronroneo de Khadesa le hizo aproximarse. El pequeño león... o leona... buscó refugio bajo el cuerpo de Khadesa, obligándola a despegar el vientre de la tierra caliente del mediodía y ponerse a cuatro patas.

Esto es algo que no se ve todos los días-dijo Ikharus, maravillado con el encanto de Khadesa.

Un K'Hlata no lo diría en el mismo sentido, pero el caso es que los embrujos demoniacos de la Oscura funcionaban.

Con todo el corrillo de gente parada en torno a Khadesa, a Rastrojo le chirrió por el rabillo del ojo la falta de actividad de los trabajadores que debían segar las hierbas. Arreó a Mancillado para que su montura le llevase hasta el resto del grupo, y sonrió maliciosamente al ver al león con Khadesa.

Cambio de planes. Matagatos y Khadesa llevarán a ese cachorro al norte, a lomos de Hechizado. Alejaos una milla. Después desmontad y haced que esa bola peluda aulle de dolor. Montad de nuevo, y dad un rodeo a caballo para reuniros con nosotros junto a ese collado.

Rastrojo señaló un cerro, del otro lado del llano con el cadáver del búfalo y los seis leones adultos. No lo especificaba en sus indicaciones, pero el mestizo daba por obvio que tendrían que abandonar al león para que siguiese atrayendo a la manada. Si Khadesa pudiese verse dos meses en el futuro, junto a ella no habría ninguna mascota felina.

Necesito que otra persona lleve el carro de Khadesa en su ausencia. Cualquiera menos Campaña. Aún recuerdo aquel incidente con Escarabajo. El grueso de la caravana pasará al lado del búfalo, y nuestro rastreador, Ponzoña, tendrá la ocasión de demostrar si de verdad es tan bueno como nos mostró junto a la acacia.

Ahora... venga, poned en práctica el plan.

Mediastintas aún tendría unos minutos hasta que Khadesa y Matagatos llegasen hasta la posición acordada. Tiempo suficiente como para cumplir todas sus perversiones con un cuchillo afilado y la piel del cadáver de un cachorro de león. El resto del plan salió poco después a pedir de boca, sin ningún contratiempo, y Ponzoña tuvo unos minutos para retomar el rastro en el comedero de los felinos.

Mediastintas se apresuró en despellejar partes del cachorro con su cuchillo afilado. Desde luego que no era un leopardo, y con el tamaño del cachorro no le daría para una capa, pero quizá unos guantes, o unos calcetines para el invierno. Algo se le ocurriría.

Enrolló las tiras de piel como pudo y se las metió en el macuto. No era un experto tratando pieles pero si lograba que continuaran sin deteriorarse hasta que regresaran al campamento, seguro que podría hablar con Carpintero, Tendero o alguno de esos mentecatos para que le hicieran algo bonito.

El plan continuó y el rufián observó a Ponzoña comenzar su escrutinio del terreno. Ésta vez ni se molestó en mirar y buscar él mismo un rastro. Se limitó a acercarse a Sabandija y Preocupado. Y, tras dar a ambos un leve codazo para llamar su atención, les susurró.

- Mirad, mirad… Mirad cómo ubica la selva. La palpa, la recorre. Trata de identificarla, rastrearla, sumergirse en ella. – Dijo señalando al K'Hlata nombrado como rastreador.

- Mirad cómo la habita, la estudia y la comprende. Él sí que sabe. Luego la asumirá como propia, como la razón de ser de su mundo… - Lanzó una rápida mirada a Khadesa. – Sin ofender, querida. –

Y volvió a mirar a Ponzoña: - El milagro de la naturaleza en su expresión más completa. –

Mediastintas observó y asintió a cada paso que daba el enorme soldado K'Hlata.

Le preocupaba la facilidad con que la pitonisa había embaucado al pequeño león, el único que había sobrevivido.

Seguro que lo ha hechizado de alguna manera. Una mujer peligrosa esta Khadesa...

Y mientras Rastrojo explicaba el plan que debían llevar a cabo la Quinta y su hombre, Preocupado siguió atento a cualquier movimiento, tanto de algún posible enemigo como de los leones adultos que seguían entretenidos con su comida.
El plan no le pareció ni bueno ni malo, por supuesto le preocupaban muchas cosas, pero eso era habitual. Fue mientras pensaba en todo lo que podía salir mal cuando Mediastintas se acercó y llamó su atención sobre Ponzoña. No tenía claro si aquel hombre hablaba en serio o por el contrario estaba fastidiado porque el Hiena le hubiera arrebatado el puesto de explorador del grupo e intentaba ridiculizarlo. Le preocupaba que Khadesa, Matagatos o Ponzoña se pudieran molestar, no porque le importara mucho aquel hombre, si no porque quería mantener la cohesión del grupo lo máximo posible.

Sí, seguro que Rastrojo me llamó por eso, no solo por mis cualidades de guerrero.

Si el aprendiz del chamán confiaba en él, no podía hacer otra cosa que corresponder esa confianza haciendo las cosas lo mejor posible.

-Se crió en la sabana. Seguro que no es la primera vez que rastrea algo, si Rastrojo lo escogió como guía podemos estar tranquilos, lo hará bien.

Le seguía preocupando que no hubieran llevado a ningún explorador o que Matagatos siguiera sin mostrar el mínimo interés.

Para matar cachorros si que se apuntó rápido. Espero que los malos espíritus no se lleven su alma como a su padre, aunque con esa madre y esa hermana... Lo tiene realmente difícil, ojalá se pudiera hacer algo, me preocupa que un mando y guerrero capaz acabe mal.

A lo lejos, un sonido imperceptible hizo que la manada de leones levantara la cabeza del búfalo que se estaban comiendo. Lo que ocurrió, quién hizo daño al cachorro (si Khadesa en su fanatismo oscuro a la Diosa o Matagatos haciendo honor a su nombre) y cómo hicieron al cachorro gritar fue un secreto que quedó entre los dos hermanastros. Lo importante fue que los leones se pusieron en marcha, hacia el norte, y la explanada quedó desierta.

Ponzoña se adelantó al grupo, para evitar que las huellas de carro y los cascos de los animales de tiro complicasen aún más la tarea de recuperar el rastro. Y sí, se sumergió. Como un virgen en las marabuntas de la vegetación. Aquello no era como hacer el amor a Khadesa. Rastrear no se le daba ni la mitad de bien. Pero parecía tener la suerte de cara, y eso le permitía salir al paso de la situación.

Los secuestradores habían dejado el pesado cuerpo de elefanta en el suelo. Unas ruedas de carro habían maniobrado cerca del cadáver del búfalo antes de que los leones lo abatiesen en ese lugar. Seguramente, el carro estaba esperando al cargamento en el mismo cerro en el que ellos iban a esperar el regreso de Khadesa y Matagatos, o en alguno similar.

Cuando Ponzoña amplió el rango de acción encontró mucho más. Unos restos de ceniza demostraban que los secuestradores habían acampado aquí. La caravana era más grande que un simple carro. Había huellas de cuatro camellos y de un elefante. Eso suponía seis o siete jinetes. Con uno o dos que viajasen en el carro, se podía determinar que sus enemigos formaban una cuadrilla de entre siete y nueve enemigos. Y todos marcharon en dirección noroeste.

Aguardaron en silencio el regreso de Khadesa y Matagatos. Hechizado apareció como un fantasma, y sus cascos no hicieron ningún ruido ni levantaron ninguna polvareda. El grupo volvía a estar reunido, y ya podían partir. Unas horas de viaje después, lo escucharon...

¡TUTURUTUTUTURUUUUU...!

Era el inconfundible sonido de la corneta del Cabo Kallmall. Salvo para Khadesa, Bimbawa, Usurero y sus dos Rufianes, sin instrucción militar, aquel sonido ordenaba cargar. Al poco rato, el toque de corneta mandaba reagrupamiento, esta vez acompañado por una nube de polvo en el horizonte, aproximándose por el norte.

La situación era peliaguda. Estaban entre la espada y la pared, ya que si bien había un Pelotón de Caballería dirigiéndose a toda velocidad hacia ellos desde el norte, al sur se extendía un acantilado nada halagüeño.

Sin embargo, había una agrupación de árboles que acababan de dejar atrás. Era demasiado densa como para dar cobijo a Hechizado, Mancillado o a alguno de los carros, pero perfecto para no ser embestido por jinetes.

Más adelante, al oeste, un río descendía desde la montaña hacia el sur, hasta caer en una catarata. Los datos de Ponzoña indicaban que los secuestradores ya lo habían cruzado hace un día. Era un buen lugar para cruzar sin peligro... si se iba en un carro o a lomos de alguna montura. Los que trataran de vadear el agua a pie corrían el riesgo de ser arrastrados por la corriente.

¿Qué mierda es esta? Saben que somos nosotros, ¿verdad? ¡¿Verdad?!

Ikharus se puso la palma de la mano sobre las cejas para otear el horizonte.

Están demasiado lejos como para habernos visto. Si se dirigen hacia aquí es porque están persiguiendo a alguien... o huyendo de él. En la llanura estamos al descubierto. Si nos vamos a quedar aquí, tenemos tiempo de alinear los carros para que nos proporcionen cobertura. Si no, debemos ponernos en movimiento. ¿Qué ordenas que hagamos, Rastrojo?

El labio inferior de Rastrojo tembló, amagando con decir algo. Pero de nuevo el peso de decidir le bloqueaba. Si los demás no actuaban por su propia iniciativa, los caballos les cogerían allí parados sin que Rastrojo se hubiese decidido aún.

-¿Y qué pasa ahora? ¿Qué significa esa corneta aullando?

Había tenido que ceder con el cachorrillo, y ahora estaba de un humor de perros. Lo había hecho porque Matagatos le había dejado claro que era para conseguir el objetivo del grupo, y confiaba en su hermano. Pero ahora resultaba que habían salido del fuego y habían ido a caer en las brasas.

-Yo no me meto en ese torrente, ni hablar. ¿Y quién persigue a quién? No lo entiendo, el rastro y el cuerpo de Elefanta marcan clara una dirección, ¿Qué es esa polvareda justo al otro lado? ¿se nos van a echar encima? ¡Pues si colocamos los carros de parapeto los van a destrozar!

Bufó, y se revolvió inquieta, la paciencia ya completamente perdida.

-Metámonos en el bosque. Por lo menos los árboles nos pueden dar cobertura, ¿¿no??

La pregunta no era retórica, y buscaba la experiencia de Ponzoña o la de Matagatos. Del resto, el chamán incluido, no se fiaba ni un pelo.

Y allí estaba. Rastrojo simplemente no valía, y les habían condenado a todos a eso. Pero para eso estaba él ahí, para su desgracia. Y los nervios de Khadesa no ayudaron a calmar la situación.

-Es la corneta del cabo Kallmall, primero ha tocado carga, y después retirada. No sé si saben que somos nosotros, pero eso tampoco creo que importe ahora-explicó, con tono firme Matagatos.

-Hay que cruzar el río. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de perder el rastro, además de que se nos eche encima aquel del que huye la caballería. Los más débiles deben ir en los carros para vadearlo, o en las monturas disponibles. Si alguien debe cruzar a pie, esos son los más fuertes. 

Mediastintas escuchó la corneta y levantó la cabeza. No tenía ni idea de lo que significaba hasta que el propio Matagatos se decidió a explicarlo.

Levantó su mirada y se fijó en Usurero. Él pagaba y él decidiría.

- ¿Qué prefiere, jefe? - Preguntó. - El agua es vieja pero se pueden comprender sus colores. - Dijo lanzando un vistazo al río. - La arboleda también es vieja, pero no tanto como el agua de quién depende. - Continuó. 

- Y los carros... los carros están hechos por el hombre, seguramente con maderos arrancados de arboledas como ésa. -

Dejó que su vista se perdiera en la arboleda.

- Me da mala espina... - Dijo con la mirada perdida.

Tras resolver el asunto de los leones siguieron el rastro. Al final Ponzoña estaba demostrando ser un buen explorador.
Tras algunas horas siguiendo el rastro un sonido vino a interrumpir la tranquilidad con la que viajaban. Preocupado lo reconoció de inmediato y miró a su alrededor para encontrar a la caballería, pues era la corneta del Cabo Kallmall lo que había sonado.
Le preocupaba que los hubieran confundido con enemigos y cargaran contra ellos. De inmediato otro toque ordenaba el reagrupamiento. El soldado no sabía muy bien lo que estaba pasando, pero tras ignorar los comentarios de la Quinta y asentir a los de Matagatos que por fin parecía querer intervenir, decidió hablar.

-Creo que será mejor que crucemos el río, nuestra misión es seguir el rastro y capturar a Elefanta, dejemos que la caballería cumpla con la suya. Si se acercan a nosotros enseguida verán que somos amigos y no pasará nada y si hay enemigos cerca es mejor poner el río de por medio.

Miró de reojo a Mediastintas mientras conversaba con Usurero, aquel tipo estaba loco, definitivamente, aunque debía admitir que algunas cosas que decían tenían sentido. Después se quedó mirando a Rastrojo esperando su decisión final.

Una vez solucionado el incidente de los leones Ponzoña pudo seguir estudiando el rastro de los captores de elefanta. ¿Tantos eran? Sabandija no entendía qué podía tener la mujer para suscitar tanto interés...Su mente voló de nuevo a la dulce y sabrisa entrepierna de Sierra. Se moría por volver a disfrutar de ella pero no sabía si tanto como para osar raptarla. Rechazó aquella estupida idea y se dijo a sí mismo que seria por la información sobre el campamento que la prostituta conocía. Si había sido amante de Rastrojo debía conocer muchas cosas.

El comentario de Mediastintas acerca de Ponzoña le puso incómodo. No captaba bien el sarcasmo y su boca se retorció en un amago de sonrisa que contuvo con un disimulado gesto que tapó su boca. no hubo tiempo para más pues, cuando Matagatos dijo que los más débiles subieran a los carros, Sabandija ya estaba subido en uno. Había vadeado ríos en las partidas de caza,no era mal nadador, pero no le apetecía mojarse el pelo.
 

Sacamantecas, Mediastintas, Bimbawa... subid al techo de mi carro. Si el precio de meterse entre los árboles es abandonar mi carro fuera, prefiero cruzar el río.

Y como el vagón del carro iba lleno de provisiones, el único sitio que le quedaba a Sabandija para subirse fue el carro de Khadesa. Algunos empezaron a moverse hacia el río. Otros aún seguían quietos. Sabandija no se movía porque la Quinta no estaba convencida de hacer tirar a sus cabritillas del carro atravesando el río. Preocupado aún esperaba la decisión de Rastrojo, llevado por la cadena de mando y su respeto ancestral por los chamanes.

Usurero detuvo el carro, y echó un vistazo a su exempleado Ikharus.

Ikharus, tú también pued... nada, déjalo.

Viendo que el grupo se desbandaba, Rastrojo al fin se puso en movimiento, hacia el río, desde la comodidad de seguir las decisiones de los demás. Rastrojo también miró accidentalmente al anciano. Sus miradas se cruzaron.

Oye, leñador... no esperarás que te lleve en mi camello, ¿verdad? Lo siento, pero... ehm... yo ya voy a llevar a Preocupado.

Desde luego prefería llevar a un K'Hlata en lugar de a un Oscuro. El caballo de Matagatos también podría llevar a un pasajero, aunque Ikharus no las tenía todas consigo teniendo en cuenta que el Cabo podría decantarse antes por Ponzoña.

En estas dudas, la nube de polvo se seguía acercando. El primero en meterse en el agua del río fue el carro de Usurero. Cuando todo iba bien, ocurrió una vicisitud bajo el agua. Una de las ruedas resbaló sobre la superficie curva de una gran piedra del fondo, haciendo que el carro se inclinase y su rueda quedase atorada. Sobre el techo inclinado del carro de Usurero, Sacamantecas se desequilibró tumbándose boca abajo para no caerse. El cuerpo más liviano de la prostituta simplemente se deslizó al borde...

¡AAAAAAH! ¡SOCORRO!

...y quedó colgando del borde del tejado solo por las manos. En cuanto a Mediastintas, había tenido la precaución de agarrarse a la trampilla del techo, así que se mantuvo de rodillas en perfecto equilibrio. Ante él, Sacamantecas estaba indefenso, ofreciendo como gran blanco su Oscura espalda. La tentación de dejar caer a Bimbawa también era grande... perdón, de dejar caer no, de agarrarla y subirla para que no cayese al río.

Mediastintas miró primero a Sacamantecas... y luego a Bimbawa. ¡Por la Diosa qué indecisión!

¿Qué hacer? Multitud de pensamientos pasaron por el cerebro de Mediastintas en tan sólo un segundo.

Finalmente masculló entre dientes y se lanzó a por la prostituta agarrándola del antebrazo para intentar izarla de nuevo al carro. En fin, Usurero se enfadaría si mataba a Sacamantecas de una forma tan descarada... debía ser más sutil, más elegante. Lo tenía claro.

Y la prostituta... bueno, la prostituta seguro que le estaba muy agradecida, y al rufián se le ocurrían muchas maneras en que podía agradecérselo más tarde... en privado.

- ¡Vamos pequeña! - Animó a Bimbawa mientras ésta colgaba como un jamón del borde del tejado. Sonrió a la muchacha y con cuidado la subió de regreso hasta el techo, o al menos ésa fue su intención.

- ¿No pensarías que te iba a dejar caer, verdad? Puedo estar loco pero soy un caballero... - Comentó.

Finalmente cuando Preocupado se disponía a cruzar el río por su propio pie, escuchó la conversación de Rastrojo con Ikharus. Le preocupaba que aquel anciano no pudiera cruzar bien el río, pero las órdenes eran las órdenes así que se acercó al camello de Rastrojo con la intención de subirse.
Mientras lo hacía el carro de usurero hizo un movimiento extraño y brusco dentro del agua que agitó su estructura y como resultado Bimbawa casi sale despedida, la meretriz tuvo la agilidad suficiente para agarrarse al borde del tejado, pero estaba claro que no aguantaría mucho. Entonces Mediastintas apareció para salvarla.

Al final no va a resultar tan inútil como parecía...

Quizás era pronto para un juicio así, pero de momento era más competente que su amigo Sacamantecas y por supuesto a su jefe que se limitaba a dar órdenes sin hacer nada, que pena que no siguiera el ejemplo de Rastrojo, él si que sabía organizarlo todo y entrar en acción.
Subió como pudo al camello intentando no importunar ni tocar al aprendiz de chamán, pero una vez arriba resultaba un poco difícil por el estrecho sitio. Para evitar cualquier roce inoportuno se le ocurrió interponer el escudo entre Rastrojo y él.

-No te preocupes Rastrojo, puedes apoyarte en mi escudo para tener una mayor estabilidad. -Era una buena excusa para que el aprendiz de chamán no sospechara ni se enfadara.- Crucemos el río, la nube se acerca.

A Sabandija no le quedó otra que subirse al carro de la Qunta. un escalofrío recorrió su cuerpo pero el miedo a que lo arrollaran era superior a sus supersticiones e incluso a la posible reprimenda de Rastrojo por haber tenido contacto con Khadesa.

Me lavaré luego en el río para quitarme su ponzoña.-Ojalá fuera todo así de fácil. lo peor de todo era que el carro no se movía.

- Ejem...- Carraspeó para llamar la atención de Khadesa.- ...hay que moverse...- El explorador K´Hlata miraba visiblemente nervioso a el pelotón que se les acercaba a toda velocidad. Tenso como un guepardo a punto de saltar sobre su presa, Sabandija estaba listo para saltar del carro y pasar el río a pie si la mujer no s emovía.