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19 de Helada, Mañana, Los Siete Mil Escalones

Parados en la posición en la que estabais la montaña permanecía silenciosa, pero el viento ululaba entre los árboles que la envolvían y guiaban las escaleras de subida. Ante vosotros había dos rutas; la primera y más obvia, seguir ascendiendo por los Siete Mil Escalones, la otra desviarse hasta un presunto nido de arañas congeladoras.

La temperatura seguía siendo agradable, pero de nuevo el cielo, cada vez más negro, hacía resonar los truenos en la lejanía. Desde vuestra posición podíais ver como esa tormenta lejana se había formado sobre el Mar de los Fantasmas, al norte, y parecía arrastrarse hacia vosotros desde esa posición lentamente.

19 de Helada, Mañana, Los Siete Mil Escalones

Entre las cosas que encontró Eldrid en los cadáveres, nada llama mi atención como aquella gran hacha de gran brillo y aparente calidad. La tomo, pidiendo permiso a los presentes para que no se me considere autoritario en quedarme con aquella pieza de equipo y la examino.

Nunca había tomado una de estas, pero creo haber oído rumores de guerreros más veteranos que empuñaban armas mágicas. Me gusta su peso y balance, sin considerar su poderoso filo, por lo que me la quedo en las manos, mientras guardo en mi espalda mi vieja gran hacha.

Una vez estoy listo, le hablo a los presentes:

 - "¿Les parece si vamos a investigar? Creo que no deberíamos dejar esto de lado."

Aquella huella como si arrastraran algo me hace pensar que quizás queda algún sobreviviente y no me quedaría tranquilo pensando en que lo ignoraremos y seguiremos subiendo. Además, la presencia de las telarañas no descarta la posibilidad de que por ahí se hayan ido quienes perseguimos, pues pueden haber acabado con las arañas y usado su territorio como refugio. Al fin y al cabo, nadie los seguiría allá.

19 de Helada, Mañana, Los Siete Mil Escalones

Seretide escuchó el relato del joven mago, en determinados momentos perdiendo inevitablemente la paciencia, y evidentemente exasperada, pero mayormente quieta, muy quieta. Como si se hubiese quedado helada mientras lo escuchaba, olvidándose de cómo se parpadeaba, o de cómo se respiraba.

Su rostro denotaba, sin ningún atisbo de duda, que lo que había dicho Trik la había turbado, y durante un instante trató de recobrar la compostura, mirando primero hacia el suelo, luego hacia los cadáveres que Eldrid estaba inspeccionando, y finalmente hacia el cielo, donde la estrella azul brillaba y la tormenta arreciaba, amenazante. Se acercó, pensativa, demudando poco a poco la expresión hacia una más bien meditabunda, mientras se acercaba a la joven nórdica y examinaba, con la mirada, cada uno de los objetos, prestando especial atención a la piedra que la misma había arrancado de las manos agarrotadas de uno de aquellos desdichados, entrecerrando los ojos. 

Malpas se había posado sobre su hombro, agitando levemente las alas y encogiéndose, aterido de frío. La dunmer le dedicaba una caricia a su familiar, mientras sopesaba la piedra, como si tratase de decidir algo- Lo que has dicho es considerablemente grave, Trik.-expuso, apretando ligeramente los labios, antes de seguir hablando- Sabéis que soy dunmer. Y que mi pueblo, durante muchos años, rindió pleitesía a la daedra Azura. Volvió a hacerlo, de hecho, en gran parte, tras la caída del triumvirato que se autoproclamó como cabeza divina de nuestra gente.-tomó aire, muy despacio, mientras pronunciaba aquello- Pues bien... Estoy aquí porque, en mi vagar, fui advertida en sueños. Algo... Debía ocurrir, en este lugar. -alzó la mirada, posándola sobre el brillo de la estrella azul- La misma Azura me confesó que el aedra Akatosh no es capaz de ver lo que debe suceder a continuación, y lo que está a punto de ocurrir ya no puede evitarse. El Perdido, regresará. Y la herida que dejó Alduin en Nirn, se ensanchará. -expresó, con el mismo tono ominoso con el que había escuchado aquellas palabras- Y en el cielo brilla hoy Mnemoli, la Estrella Azul. La misma estrella que brilló cuando mis ancestros contemplaron la desaparición de los dwemer. La misma que brilló en lo alto durante la implosión de la Montaña Roja. - suspiró, estremecida- La tormenta arrecia. Poseen el poder que confiere el sacrificio de muchos desdichados, y el corazón de un dragón. El ritual ha comenzado. -apuntó, mirando entonces a sus acompañantes, y seguidamente hacia el lado del camino donde se encontraban las telarañas- Ahí sólo encontraremos muerte y distracción. Si quedaba algún alma errante en los alrededores, ha debido perecer bajo las bocas hambrientas de las arañas. Y no debemos retrasarnos más. Si podemos evitar algo... Lo más mínimo. Si podemos recuperar cualquier cosa que nos haya sido arrebatada, lo haremos al llegar a nuestro verdadero destino, que no es otro que el que sigue hacia arriba. A lo largo de estos siete mil escalones.

19 de Helada, Mañana, Los Siete Mil Escalones

Será mejor no dejar nuestro camino – se pronunció por fin el bretón, que agradecía contar con el apoyo de la dunmer y aparentemente del cazador – desviarnos para investigar un nido infestado de arácnidos sería un gasto de tiempo y energía inútiles

Evito mirar a Eldrid mientras decía esas severas palabras, pues el rastro que llevaba al nido parecía indicar que la victima arrastrada podría seguir con vida y de corazón esperaba que no fuera su padre o la joven no perdonaría a ninguno de los presentes. La dunmer de nuevo hizo gala de su elocuencia y serenidad, aunque momentos antes esta se viera claramente afectada por su relato.

Trithik y Seretide le habían dado demasiado en lo que pensar, su camino ahora parecía aún más inquietante y peligroso que antes. Pero sobre todo se había tornado en algo crucial el ascender los siete mil escalones para poner fin a los actos del sacerdote Akatosh.

No veo prudente el separarnos pero en lo que a mí respecta pienso seguir con el ascenso. Así que la cuestión es ¿ascendemos todos junto o no? – separarse no era una opción y estaba seguro que incluso el legionario comprendería que era mejor unir fuerzas y proseguir el camino sin separarse.

La pregunta era sencilla y esperaba que la respondiera con prontitud, la tormenta que los acechaba en el horizonte los alcanzaria tarde o temprano, pese a su lento avance, y lo prudente sería haberse alejado de aquel lugar lo más posible.

19 de Helada, Mañana, Los Siete Mil Escalones

No esperaba ni por asomo encontrar objetos como aquellos, que fue pasándole a Sere para que le dijera que eran. Ya sabía que no estaba muy bien hacer aquello, pero sinceramente, ellos ya no iban a darle uso y le parecía una tontería desaprovechar aquella oportunidad. Al final se quedó con el anillo, que resultó ser mágico también. Y, a pesar de lo serio de la situación no pudo contener una ligera risa traviesa. No podía esperar a probarlo.

Cuando ya por fin se repartieron el botín y Trik se puso a contar todo aquello… No supo que pensar, ni que decir o cómo reaccionar. Sonaba tan… fantasioso, pero entendía por su cara y por la seriedad del rostro de la dunmer que aquello no estaba siendo una broma, que era realmente serio y que lo que se avecinaba era el fin del mundo.

¿El perdido? Preguntó mirando a la elfa ¿Te refieres al Sangre de Dragón? ¿El que dicen que desapareció tras su lucha con el dragón Julkooruth? Se quedó un rato pensativa, aun no teniendo muy claro que pensar de toda aquella historia. Si lo que contáis es cierto… siguió mientras echaba un vistazo hacia la zona del nido de arañas, quería pensar que su padre no estaba con aquel grupo, que tal vez había llegado arriba y aun podía encontrarle. Tal vez… Lo más seguro es que sigamos adelante y tratemos de detener lo que sea que están haciendo ¿no? No sonaba muy convencida, y dudaba mucho de que pudieran hacer algo remarcable para enfrentarse a aquellos tipos que estaban resultando ser cada vez más poderoso a cada palabra que se decía sobre ellos. Dejó escapar una risa nerviosa, mirando al suelo Parece que de repente nos hayamos convertido en los elegidos para salvar el mundo, como en esas historias que se cuentan en algunos libros. Es todo tan… inverosímil…

19 de Helada, Mañana, Los Siete Mil Escalones

El relato de Trik son muchas palabras que no termino de entender pues muy poco sé de aquellas cosas como la magia o los daedra. Solo tengo claro que no parecen ser buenos augurios. Pero soy un hombre simple, de los que solo manejan lo que tienen enfrente y confío en mi hacha para ayudarme cuando llegue le momento. Hasta entonces, no me haré más problemas de los necesarios de esas cosas cósmicas o lo que sea que signifique.

Entonces Viggo menciona que esto es obra de los hombres que buscamos y a las arañas, por lo que le respondo lo que pienso:

 - "No estoy seguro. Si Volkar hizo esto y arrastró algo hacia allá, puede significar que este camino nos llevará a él. Ya sea porque haya un desvío hacia las arañas o porque Volkar haya matado a las arañas para limpiar su camino. Sea como sea, no temo a unas arañas congeladoras si con ello me aseguro de encontrar la pista de esos infames."

Seretide comienza a hablar con Trik y muchas palabras que no entiendo vuelven a sonar. Me despejo de aquello mirando al camino de las telarañas hasta que escucho que la dunmer menciona aquello como una pérdida, lo que es avalado por Aster. Les miro a ambos y les pregunto sin dudar:

 - "¿Y si es el padre de Eldrid? ¿También es una pérdida de tiempo? Dijeron que el rastro es fresco y quizás aún haya una oportunidad."

Haré lo que el grupo decida, pero no dejaría pasar tan a la ligera la posibilidad de salvar una vida, sobre todo si es la que Eldrid busca con tantas ilusiones. La misión es importante, para mí más que nadie, pero no podré mis fines por encima de personas que pueden necesitar mi ayuda.

19 de Helada, Mañana, Los Siete Mil Escalones

- Einar, todos sabemos que eres muy valiente. Pero, cielo, de verdad, no hay nada que ganar ahí. Incluso si fuese el padre de Eldrid.-suspiró, mirando a la interpelada, con un gesto de disculpa- Sería más probable encontrarlo vivo ahí arriba, que aquí. Y como he dicho, ese ritual ha empezado. No van a esperar por nosotros. No van a esperar a que lleguemos para que podamos tratar de detener la herejía que pretenden perpetrar, cualquiera que sea. Puede que cuando salgamos de ese nido, si es que salimos, sea demasiado tarde. Y eso sí que no nos lo podemos permitir. -dijo, sin esperar ya más a que el legionario terminase de decidirse, ascendiendo por los escalones

19 de Helada, Mañana, Los Siete Mil Escalones

Había comenzado a caminar, y apenas había dado unos pocos pasos en dirección hacia arriba, siguiendo el camino de los escalones, cuando se paró. Se quedó completamente quieta, sintiendo un nudo en la garganta escuchando la discusión, apretando los puños. ¿Por qué demonios tenía que haber dicho aquello? ¿Por qué no se lo podía haber callado? Ella ya había contemplado aquella posibilidad, y si bien le habría encantado investigar, sabía que Seretide tenía razón. Que ahora tenían algo mucho más grande entre manos, que de no pararlo significaría perder mucho más que a su padre, si es que de verdad estaba ya muerto.

Le temblaban los puños y necesito tomar varias bocanadas de aire para calmar sus nervios y secar la humedad que empezaba a amenazar sus ojos. No, tenía que ser fuerte, no podía venirse abajo ahora.

19 de Helada, Mañana, Los Siete Mil Escalones

Eldrid, como Aster, habían comenzado a ascender de nuevo los peldaños. Cuando Einar lanzó aquellas preguntas. Viendo detenerse a la joven nórdica maldijo por lo bajo, negando con la cabeza, al observar las reacciones de esta, sus dudas y su impotencia.

Aster realmente apreciaba al legionario, lo consideraba un hombre con nobles intenciones y noble corazón pero en el momento que abrió la boca mencionando al padre de Eldrid, le habría gustado ser un hombre violento y arrearle un mamporro.

El druida había jurado a la madre de Eldrid que su hija regresaría de una pieza e iba a mantenerlo. Se apoyaba en la esperanza de encontrar al padre de esta al final de su camino, tal y como la dunmer expreso en voz alta; si al regresar tenía que recuperar el cuerpo del hombre dando caza a cada uno de los malditos arácnidos lo haría con sumo gusto.

Finalmente se decidió a proseguir el camino. Soltando una bocanada de aire avanzó.

Eldrid…-llamo a esta, que al escuchar su nombre de voz del bretón se giro a verlo – lo siento – mientras ascendía directo y sin apenas detenerse, cargo con ella sobre su hombro.

No esperándose una acción así por parte del druida y tomándola con la guardía baja, la apreso por las piernas impidiendo que le pateara con ellas y dejando que el torso callera sobre su espalda.

No podemos arriesgarnos a que hagas alguna tontería – sin esperar a nadie prosiguió el ascenso de los siete mil escalones.

Sabía perfectamente que no tardaría en tener que soltar a Eldrid, bien fuera por el peso extra que lo cansaría rápidamente o por los golpes y protestas que estaba a punto de recibir en cuando ella saliera del shock inicial.

19 de Helada, Mediodía, Los Siete Mil Escalones

La mayoría del grupo había decidido seguir adelante. Dejando atrás los tres cuerpos, el ascenso empezó a hacerse más pronunciado en una de las secciones que subía sobre una pared vertical, a lo lejos se seguían escuchando los truenos de la tormenta en ciernes, aun lejana, pero que parecía avanzar de forma inexorable. Todo aquello debió ser un problema para vosotros, pero gracias a la guía de Viggo el camino se hacía más llevadero, pues parecía conocer la montaña con detalle o, en su defecto, ese ambiente.

En la pared vertical ya no se apreciaban las telarañas que ya habíais dejado atrás, parece que habíais dejado atrás a la amenaza arácnida, pero aquel clima fresco se iba volviendo cada vez más frío por los metros de ascensión que acumulabais a vuestras espalda. Una gelidez que ni el sol del mediodía había sido capaz de atajar, como si la estrella azul que ahora brillaba junto al astro rey le robara el propio calor.

19 de Helada, Mediodía, Los Siete Mil Escalones

La pilló por sorpresa y para cuando se dió cuenta se encontraba colgada como un saco, sobre el hombro de Aster. En poco tiempo empezó a patalear y darle con los puños, exigiendo que la bajara al suelo, que no iba a hacer nada estúpido. Pero al parecer el Bretón decidió no hacerle demasiado caso hasta que no consideró que estaban a una distancia prudencial de la zona del campamento para dejarla de nuevo con los pies sobre la tierra.

A medida que avanzaban, se hacía más complicado el camino, ahora parecía que estuvieran escalando más que subiendo unos escalones. Al menos el cazador parecía saber lo que se hacía. Eso sí, hacia cada vez más frio y eso empezaba a notarlo a medida que ascendían.

Alejo cualquier pensamiento que no fuera llegar a la cima cuanto antes y se concentró en ello. Y eso la ayudo a continuar, o al menos eso parecía.

19 de Helada, Mediodía, Los Siete Mil Escalones
Viggo y Garrosh intercambiaron miradas, pero convinieron no interferir en la decisión del grupo, al pasar junto a la rubia el cazador no se atrevió a darle la cara quizá por vergüenza o porque no tenia la menor idea de que podría decirle, así que el nórdico de ropas gastadas y arco terciado escoltado de cerca por su amigo encabezan la caravana una vez mas.

Las zancadas de cazador son rápidas, tanto tiempo vagando por las montañas le habían dado preciosa experiencia para afrontar esta prueba, le evitaba caer en charcos congelados o bancos de nieve demasiado blando como para no soportar su peso, el terreno se mostraba amigable para sus paso y los de aquellos que le acompañaban, pero a medida que seguían el ascenso no podía evitar sentir como la temperatura comenzaba de decender peligrosamente, y como su propio cuerpo lo estaba resintiendo.

Al mirar los rostros de sus compañeros reconocía los rasgos de los nórdicos, gente de montañas y heladas, si no hubiera visto fluir su sangre en batalla se podría decir que hielo era lo que corría por sus venas, pero al notar como se sentía de agitado el cazador se descocía a si mismo, aprieta sus dientes y trata de mantener la marcha pero la nausea de al montaña comenzaba manifestarse, sin embargo era orgulloso y no quería ser el primero en pedir un descanso.

19 de Helada, Mediodía, Los Siete Mil Escalones

Claramente desacostumbrada al frío de la montaña, la dunmer había comenzado a abrazarse a si misma bajo su ropa de abrigo al poco de reanudar el ascenso. Su avance se veía acompañado por el temblor que poco a poco comenzó a sacudir su cuerpo, y su piel comenzó a palidecer, mientras notaba cómo los pulmones le ardían por respirar el aire frío, y los dedos se le agarrotaban en torno al cayado, que en aquel momento era más sostén que elemento bélico. 

Los dientes acababan por castañetearle, sin que pudiera hacer nada por evitarlo, y su caminar iba volviéndose un tanto errático y lento cuando el sol se encontraba en su cenit. 

19 de Helada, Mediodía, Los Siete Mil Escalones

Al parecer todos están de acuerdo con que es más importante subir que hacer lo correcto. Pienso que me estoy perdiendo algo al no entender todo ese asunto que discutieron Trik con Seretide, algo de un ritual y no sé qué, por lo que me mantengo en silencio y sigo avanzando con ellos. Yo prefiero simplemente hacer las cosas que esperar que pasen cosas buenas pues la experiencia me ha enseñado que nada bueno sucede si uno no lo causa. Espero que el padre de Eldrid esté bien pero me atormenta la idea de que hayamos dejado pasar la única posibilidad de salvarlo.

No me gustó la jugada de Aster pues es desconfiar de la chica, pero no dije nada pues supongo que jamás sabré cuan fuerte es el lazo padre-hijo y no puedo imaginar qué siente ella, pero supongo que él sí. Lo dejo en sus manos, pero sin estar del todo de acuerdo.

Me acerco a Seretide, a quien le confieso lo que pienso:

 - "La verdad es que no entiendo ni mierda de lo que está pasando. ¿De qué ritual hablas? A todo esto, creo que esta hacha es especial pero no sé mucho de estas cosas. ¿Sabes qué tiene de especial esta arma?"

Le digo mientras le muestro el arma para que la examine, mientras espero una respuesta que me haga entender un poco más la importancia que todos parecen tener de subir rápido.

El ascenso se hace más difícil, pero gracias al trabajo de Viggo, no es más que un paseo por el campo para mí. Lamentablemente, veo que a varios de nuestros compañeros parece jugarles una mala pasada la combinación de frío, altura y cansancio. Avanzo a su ritmo, para no separarnos y atento a cualquier sorpresa que intente atacarnos.

19 de Helada, Mediodía, Los Siete Mil Escalones

El haber cargado con Eldrid durante unos cuantos minutos no mermo la energía o determinación del bretón a la hora de ascender hasta su destino. Agradecido por la guía del cazador, pronto se vieron fuera del territorio arácnido aunque ahora deberían enfrentarse a un ascenso aún más dificil en unas condiciones poco favorables. Sobre todo para aquellos que no estuvieran acostumbrados a los caprichos de la naturaleza.

Recorrió con la mirada a cada uno de los presentes y sin bien parecían avanzar, comenzaba a ver signos de claro cansancio en alguno de ellos. La piel de ébano, normalmente reluciente de la dunmer había palidecido por el frió que parecía no arreciar pese a caminar bajo el sol de mediodía. Instintivamente saco una de la pieles extra que cargaba para hacer noche y la coloco sobre los hombros de esta. 

No me gusta ese sonido - dijo sin dar mas atención de la necesaria al gesto hacia la dunmer, con la mirada fija en el horizonte donde provenian aquellos lejanos truenos - deberíamos avanzar lo más que podamos y pensar en buscar un refugio por si no alcanzamos nuestro objetivo antes del anochecer

Las palabras de Seretide me preocupan aun más, a la vez que en parte siento cierto alivio al comprobar que ella también tiene ciertos conocimientos que podrían esclarecer algo más mis visiones.
Pero confirma mi temor de que quizás el terrible suceso se adelante. Y la sospecha de que en la cumbre de Alto Hrothgar se esté llevando a cabo el ritual que lo comenzará todo, hace que mi ansiedad crezca.

Asiento a seguir adelante, aunque en mi interior no puedo evitar sentir un gran pesar por el temor de que quizá el padre de Eldrid se encuentre en la ruta que dejamos atrás.
Obviamente no soy el único en pensarlo, pues el comentario de Einar cae cómo una espada, y veo asombrado el movimiento de Aster. A mi entender es algo excesivo, pero el conoce mejor a Eldrid que yo.
Le dirijo una mirada de comprensión a mi amiga cuando paso a su lado, pero no me atrevo a decir nada, no es el momento.

Continuamos la ascensión, el viento y el frío cada vez resultan más intensos, afortunadamente, estoy acostumbrado a las nieves eternas de Lucero del Alba e Hibernalia, y puedo sobrellevarlo. Aunque mi humor está de capa caída y apenas articulo palabra mientras avanzamos, con la mirada fija en el suelo del camino.

Algo perdido en mis pensamientos, pues sigo temiendo que todo esto me venga demasiado grande y que defraude a mi maestro y a todos los que han depositado su fe en mí.

19 de Helada, Mediodía, Los Siete Mil Escalones

Mientras el cansancio se apoderaba de algunos, la ascensión se iba haciendo cada vez más pesada para todos. Esos Siete Mil Escalones lo eran, a conciencia, incluso sospechabais que empezaban a quedarse cortos. El paisaje, eso sí, era espectacular, desde la cara oeste de la Garganta del Mundo teníais una vista privilegiada de la comarca de Carrera Blanca y su capital, mientras la tormenta arreciaba al norte, la claridad grisácea era predominante.

Habías seguido unos doscientos metros más cuando, sin lugar a dudas, escuchasteis un alboroto más adelante. Afinando el oído parecía un grupo de gente armada que descendía rápidamente desde algún lugar por delante de vosotros, sus gritos se podían escuchar fácilmente, aunque en un idioma que no comprendíais.

¡Sore no tame ni iku! Esukēpu shinaide kudasai! poco después otra voz pudo escucharse, no era una voz cualquiera, era una profunda, grave, que evocaba un poder inmenso.

WULD.. fue apenas un susurro, pero llegó a vuestros oídos con una nitidez absoluta. Llegasteis a notar como el suelo tembló ligeramente al escuchar esa palabra, pero de inmediato ante vosotros emergió la figura de un anciano de luenga barba y ropajes grises.

El anciano no parecía esperar encontraros allí, detuvo su huida, pues detrás de él le seguían hasta diez de esos misteriosos atacantes que habías venido a buscar. Todos dispuestos para el combate, armados con sables delgados y armaduras con motivos dracónicos. Sin detenerse a decir nada, pudisteis ver en su rostro la absoluta resignación y angustia en su mirada, se volvió hacia los perseguidores y susurró otras dos palabras que hicieron temblar el suelo.

FUS.. una onda expansiva se proyectó hacia los atacantes que los impactó de lleno, todos retrocedieron ante el impacto invisible de la Voz del anciano, y hasta cuatro de ellos salieron despedidos montaña abajo incapaces de anclarse al suelo. Tras el despliegue de poder, el anciano se tambaleó debilitado ante vosotros, cayó al suelo incapaz de sostenerse respirando con pesadez.

Los perseguidores iban a recuperarse pronto, os miraron con intenciones claramente hostiles, el combate era inminente. Afortunadamente para vosotros, estabais en una sección de la ascensión amplia que no iba a suponer un peligro para vosotros para moveros en combate.

Nuestro ascenso termina cuando ocurre aquella situación, una que no me esperaba. Los atacantes que buscábamos están atacando a un monje, que puede que sea los famosos monjes que viven en la cima de esta montaña. Veo el poder de la Voz que produce y es algo impresionante, pero no lo salvará ahora.

No miro a mis compañeros pues todos pensamos lo mismo: Es el momento de luchar y acabar con esos tipos. El anciano no está en condiciones de luchar y los atacantes no son pocos, por lo que no será una batalla sencilla. No puedo evitar recordar el paso por las montañas, como solo cinco de ellos acabaron tan rápidamente con un pelotón. Rompían filas sin ninguna dificultad, como si todos aquellos legionarios fuesen solo niños de pecho. Es difícil olvidar aquello.

Pero esta vez será diferente y el brillo de mi hacha me brinda energías para comenzar esta lucha, que puede que sea la última de algunos de nosotros, pero que es lo que hemos buscado. Ahora acabamos de encontrarla.