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8 de Fuego del Hogar, Mañana, Cerca del lago Ilinalta (bajo el agua)

El explorador se posiciona junto al cuerpo de la enorme bestia, y al hecha un pequeño vistazo sobre el monstruo le sorprendió su forma, era la primera vez que estaba junto a un dragón. sin embargo había asuntos mas apremiantes que el asombro.

el cazador aprieta sus puños sobre la inprovizada lanza, y atento a los movimientos que se pierna dar en las penumbras de aquel cuerpo de agua custodiaba el preciado premio, escudriñando sacude la cabeza con violencia de un lado a otro para buscar algun rastro allá donde el encantamiento luminiscente de permitía ver.

mientras los otros se alejaban el aguardaba por su pronto retorno preparándose para batallar con los bien llamados peces asesinos.

8 de Fuego del Hogar, Mañana, En el lago Ilinalta.

Sus reflejos no habían sido lo suficientemente rápidos, pero los del nórdico proveniente de Cauce Boscoso si que lo habían sido, pues de un ágil movimiento ensartó al pez asesino instantes antes de que el mismo clavase sus colmillos en el orsimer por segunda vez. Con una mirada y un asentimiento rápido, Garrosh agradeció a Viggo por su intervención, e hizo una nota mental en su cabeza: recompensar al explorador si alguna vez surgía la oportunidad. Acabó por arrugar un poco el gesto al darse cuenta del destino del pez, pero no podía decir que le sintiese mal. Reanudó las brazadas.

La búsqueda acabó por ralentizarse, más por el reflejo de ascender a buscar aire y luego tener que volver a donde lo habían dejado que por otra cosa, pero tras unos buenos 10 minutos de búsqueda, el grupo finalmente logró discernir a la majestuosa bestia entre las piedras del fondo del lago. Garrosh sonrio, feliz y asombrado a la vez, al poner su mirada sobre el premio. Probablemente, piensa el orsimer, se hubiese ahogado de la emoción de no ser por el conjuro del argoniano, que acabó por agradecer pese a su desconfianza previa.

El orco acaba por acercarse un poco al dragón, lo suficiente como para extender sus brazos y tocar, con la palma de sus manos, las fuertes y resistentes escalas del mismo. Recorre varias con la punta de sus dedos, sintiendo la caída y forma de cada una, antes de hacer caso a la señal de Tee-Lei. Utiliza el cuerpo inerte de la sierpe para proyectarse hacia la superficie del lago, al mismo tiempo que empieza a bracear, todo eso sin dejar de observar a los alrededores por si algún pez asesino decide probar carne orca.

8 de Fuego del Hogar, Mañana, En el lago Ilinalta

Afortunadamente para todos, ningún pez asesino asomó las fauces cerca vuestro. Cuando Garrosh asomó en la superficie, se descubrió a unos veinte metros de la orilla, desde esa posición mandó señales a los peons de Volkar que emprendieron la marcha con barcas hacia donde se encontraba el orsimer. En la orilla se quedaban varios más, sujetando la cuerda reforzada de la Ciénaga Negra, listos para tirar.

Junto al dragón todo estaba tranquilo, Viggo podía apreciar las escamas verdes que refulgían en esmeralda con la escasa luz que les llegaba. Casi daba la sensación de que dormía, que en realidad no estaba muerto, porque lo estaba, ¿no?

8 de Fuego del Hogar, Mañana, En el lago Ilinalta

El argoniano se dirigió a Garrosh mientras se mantenía con facilidad en la superficie.

Cuando lleguen con la cuerda, coge uno de los cabos, yo cogeré el otro, para amarrar al dragón. indicó Tee-Lei. Al cabo de un par de minutos las barcas ya estaban ahí, el argoniano tomó uno de los cabos y, tras esperar que te hicieras con el otro, se sumergió de nuevo hacia el cuerpo del dragón.

Sin mucha dificultad, el argoniano ató al cuello del dragón la cuerda, pudisteis ver como unos pequeños zarcillos negros se desprendían entonces de la misma aferrándose a las escamas del dragón, fijando la cuerda a la bestia. En ese momento un pequeño banco de burbujas salió de las fosas nasales del dragón, pero este no se movió.

Tee-Lei se quedó algo desconcertado mirando lo sucedido, pero prosiguió las indicaciones para que Garrosh atara su cuerda del mismo modo.

8 de Fuego del Hogar, Mañana, Cerca del lago Ilinalta (bajo el agua)

Si estuviese en la superficie una gota de sudor helado se hubiese deslizado por espalda ante la desconfianza que le comenzaba a causar la situación, ya desde antes de que sus compañeros descendieran con las cuerdas el rostro de viggo mostraba una duda cada vez mas creciente, el rostro del nórdico mostraba cierta incomodidad pero no se atrevía a hacer nada de momento.

Sin embargo cuando las burbujas se escaparon de las fauces de la bestia el corazón de viggo casi se detiene y no fue el único, las expresión en los ojos de Tee-Lei mostraron que la sospecha del cazador quizá no estaba del todo infundada. Rápidamente hace una seña al orco para que se detenga, el explorador se acerca al cuerpo del dragón y revisando de cerca el presunto cadáver trata de encontrar las heridas del cuerpo del monstruo, y evidentemente preocupado por su seguridad y su grupo revisa los signos vitales del enorme reptil.

si resultaba que el dragón estaba en letargo seria una amenaza no solo para los improvisados buzos sino también para la gente del campamento en la superficie y las lanzas del pesca poco o nada podrían hacer contras las escamas de un dragón.

Tras dar las indicaciones a los peones del sacerdote de Akatosh, Garrosh asintio a las indicaciones dadas por Tee-Lei. Le costaba un poco mantenerse a flote, casi se le había olvidado que tenía que respirar para hacerlo, pero poco a poco le iba costando menos. Cuando llegaron los botes, el orsimer tomó uno de los cabos tal y como le habían indicado, y utilizó la parte inferior del bote para impulsarse hacia el fondo del lago.

Claramente, el argoniano llegó a su objetivo primero, y tras atar el nudo alrededor del cuello del dragón, un pequeño banco de burbujas emergio desde las fosas nazales de la bestia. Aquello hizo a Garrosh recular, y contempló, estupefacto, a la bestia, al argoniano y al nórdico intercaladamente. Recibio señales por parte de ambos, pero su pago vendría por parte del argoniano, no del nórdico, por lo que, con más cautela que antes, procedio a atar el cabo que tenía en sus manos alrededor de lo que vendría a ser el pecho de la bestia, justo por debajo de sus alas. Eso si, en ningún momento dejó de observar los ojos y las fauces del dragón.

«Si el dragón todavía está vivo, nosotros dejaremos de estarlo en poco tiempo...» pensó el orco, cada vez más arrepentido de haber dejado todas sus armas en la costa.

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Tee-Lei se quedó a la expectativa del examen del cuerpo del dragón que realizó Viggo. No es que el nórdico fuera un experto en asunto draconiles, pero pareció lo suficientemente mañoso como para descubrir que esas burbujas que habían salido de la boca del dragón había sido una falsa alarma, el dragón estaba muerto. Al mover a la sierpe para atar las cuerda, el poco aire que quedara en los enormes pulmones del dragón escapó ascendiendo a la superficie causando el simulacro de respiración que os puso en guardia. El argoniano esperó a que Viggo asegurara que no había peligro.

El explorador revisa el cuerpo del dragón, solamente el tacto con las escamas del poderoso monstruo hacia que el joven sonriera impresionado, la luz proyectada por el encantamiento del argoniano le permitió ver con más claridad las formas de la sierpe encontrándose con marcas de la batalla, antiguas cicatrices y un sinfín de rasgos propios de esta raza antigia.

Finalmente para su tranquilidad confirma la muerte del dragón, sus pulmones parecían albergar un último respiro y esto les causó un susto de muerte.

Las cosas parecen relajarse un poco. Sin perder más tiempo ayuda al orco a asegurar las cuerdas para sacar el enorme reptil en dirección a los cultistas.

Mira al humanoide con forma de reptil para que indique a los de la superficie que tiren para extraer el cuerpo.

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La confirmación de Viggo hizo que el orco dejara salir un largo y muy aliviado suspiro, y hasta su semblante parecio cambiar tan pronto el nórdico notificó que, en efecto, el dragón estaba muerto. Garrosh se tomó un último momento para admirar al dragón, sus escamas y en general el porte de la bestia. Sin duda podría hacer mil maravillas con las escalas de semejante animal, siempre y cuando lograse contener su emoción al trabajar con dicho material.

Tras asegurarse de que las cuerdas estuvieran en posición una vez más, el orsimer empezó a ascender para dar señal a los peones de que su momento de trabajar había llegado.

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Con poca dificultad amarrasteis al cadáver del dragón con las sogas especiales del argoniano. Una vez estuvieron sujetas, disteis la señal para empezar a tirar. Los peones de la orilla empezaron a extraer el colosal cuerpo dracónico lentamente, pero lo que debiera ser una bestia pesada, casi inamovible, por tamaño y resistencia del agua se demostró bastante liviana. Sin duda en esas cuerdas obraba magia de alguna clase.

Escoltasteis la extracción a la superficie. En ella pudisteis la veintena de hombres tirando, diez por cuerda, con esfuerzo. Detrás, alejado de la orilla y elevado por la inclinación del suelo, estaba el sacerdote de Akatosh junto a su escolta armada. Tee-Lei nadó fuera del agua, se sacudió la túnica y avanzó hacia Volkar para informarle. El cuerpo del dragón casi estaba fuera, en el cielo seguía brillando el sol y reflejando un azul celeste perfecto. Solo vosotros faltabais por salir del agua, y cuando el dragón arribó a la orilla, Volkar se acercó con pasos lentos al cuerpo.

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Con esa actitud hosca que había demostrado en todo momento, el sacerdote acarició las escamas del dragón muerto lentamente, murmuró algo para si mientras dos de sus caballeros lo flanqueaban. Los peones estaban agotados, pero satisfechos con el éxito, la mayoría se habían acercado a la bestia sacada del agua asombrados. Probablemente, la mayoría jamás había contemplado un dragón.

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sabiendo que el agua de lejos era un lugar seguro y que los peces podían sentirse curiosos por la carne nórdica, así que siguiendole el paso al argoniano nada a la orilla mientras están tirando de las cuerdas. para cuando llego al borde del lago y la mayor parte de su cuerpo estaba en la superficie lo único que podía hacer era jadear, el cazador ve como los peones tiran con fuerza mientras este se sienta un momento a reponer el aliento.

Esas sogas en realidad eran algo impresionante, poder soportar el peso de un dragón y los tremendo tirones de los peones debían tener algo de magia, en ese momento da una mirada al orco que se acercaba a la orilla y le felicita por su trabajo: -supongo que no estamos ganando la paga hasta ahora, como esta esa herida? esos endiablados peces pueden morder muy fuerte cuando se lo proponen.-  agrega mientras saca una capa de sus cosas para secarse.

el cazador se pone sus ropas antes de pescar un resfriado o que una flecha saliera de la espesura se le clavara en algún lado, no le sorprendería que alguien mas quisiera el botín del lago y eso comprometería su paga. el nordico se acerca a Tee-Lei y le pregunta: ¿el sacerdote esta satisfecho? quizá no sea mi asunto pero tal vez deberían desplazar el cuerpo a un asentamiento, aquí afuera no se que tan factible sea mantener la seguridad de la cuadrilla y el premio, helgen no esta muy lejos, pero es su decisión-.

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Poco a poco el dragón emergio de las profundidades del lago, y Garrosh dio gracias de que no era precisamente el dragón saliendo por cuenta propia, si no por los tirones de los peones de Volkar. Ansioso por volver a respirar aire fresco, el orco ascendio lentamente, al mismo tiempo que los peones subían al dragón hasta la costa. Una vez en la superficie, el piel verde tomó una profunda y larga bocanada de aire, feliz por volver a estar en su elemento natural y también emocionado porque su premio estaba cada vez más cerca. Con ansias contenidas, nadó hasta la superficie.

— No me molestaría si decidieses incluir un poco de esa soga en el trato, sacerdote —bromeó, o quizás no, Garrosh al mismo tiempo que ajustaba las correas que sostenían la cota de mallas. La pregunta del nórdico le hizo soltar una pequeña carcajada, aunque en el fondo estaba un poco nervioso —. Es una herida superficial, bichos más grandes que ese maldito pez han intentado arrancarme un pedazo y no lo han logrado... —dijo, restándole importancia al asunto—, _{aunque admito que tuve suerte...}—murmuró por lo bajo.

La preocupación de Viggo era acertada, pero a Garrosh no le preocupaba mucho —. No creo que alguien se atreva a atacar a un grupo tan numeroso y tan bien armado —dijo, lanzando una mirada al sacerdote, a su escolta mejor dicho—, por no decir que nosotros mismos somos bastante capaces. Tú tranquilo, ahora lo que queda es esperar el pago y podremos hacer lo que queramos.

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Antes de que el argoniano respondiera a Viggo, otro acontecimiento interrumpió su respuesta. Phyleas desenfundó una daga de estilo arcaico y penetró en la gruesa piel escamosa del dragón, una desagradable mezcla de agua y sangre coagulada brotó de la herida causándoos arcadas, pero el sacerdote ni se inmutó.

Tee-Lei se acercó sumiso a este, aguardando a que su señor terminara el procedimiento, pues a continuación Phyleas introdujo los brazos, casi con impaciencia, por la herida cortando algo más dentro de las entrañas de la sierpe. Ante vuestra atónita mirada, extrajo el corazón del dragón que chorreaba ese líquido ya negruzco que debía ser sangre, lo dejó en manos de Tee-Lei que, mediante un hechizo, envolvió al órgano vital de una aura protectora.

Esta hecho, mi señor. dijo el argoniano con un asentimiento, Tee-Lei se volvió hacia vosotros, pero el sacerdote intervino avanzándose él mismo.

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Volkar apenas dio un par de pasos hacia vosotros, os miró con unos ojos carentes de toda calidez humana, algo en ellos os helaba la sangre y os encogía el corazón.

Estoy satisfecho. respondió entonces el sacerdote con una voz grave que casi os pareció que retumbara, ni siquiera inclinó la cabeza, un mero gesto de la mano hizo que los caballeros que lo escoltaban se encararan hacia los peones agotados por tirar del dragón.

Fue repentino, los caballeros empezaron a matar de forma indiscriminada a los peones. Ensartando inmisericordes a esos desgraciados indefensos. Antes de que pudierais reaccionar, Phyleas susurró algo.

Liss Slen Nus.. de su boca se proyectó una onda expansiva de filamentos helados que os impactó de golpe. Vuestros cuerpos empezaron a paralizarse, una sensación de frío intensa os agarrotó los músculos y vuestra piel quedó envuelta en una gruesa película de hielo. Phyleas os había convertido en estatuas de hielo solo susurrando unas palabras, y en ese estado pudisteis ver impotentes como los hombres del sacerdote empezaban a masacrar a los peones y, aquellos que huían, eran carbonizados por relámpagos mágicos de Tee-Lei.

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el dinero fácil no existe y hasta ahora las cosas marchaban de maravilla, al escuchar las palabras del orco sobre la recompensa hacia que viggo se viera satisfecho, las palabras del sacerdote de akatosh hiceron que el explorador se girara hacia este para replicar, pero la vision antes su ojos le dejo sin habla, pero que daedras creen que...? paso por su mente mientras su mano se lanzo sobre el mango de una de sus hachas.

la sensación del frió rodeo el cuerpo del nórdico, aunque habia vivido toda su vida en zonas heladas su cuerpo se engarroto en medio de un sonido que hacia crugir todos sus huesos, viggo trataba de recuperar el control de su cuerpo pero las palabras dichas por Phyleas Volkar aun retumbaban en sus oidos e impotente veia la horrorosa vision de la masacre de los peones.

en el interior del cascaron en que se había convertido su cuerpo el hombre solo acato implorar a Talos: señor dame la fuerza para moverme y sobrevivir una vez mas, no permitas que muera como un borrego. las cosas a su alrededor eran una retorcida visión de lo que se suponía seria un trabajo para un grupo de religiosos.

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Tenía que haberlo sabido. De hecho lo sabía, pero una parte de él, una parte mayoritaria, había conseguido convencerse de lo contrario. Esa parte que anhelaba la oportunidad de trabajar con los huesos y las escamas de un dragón, esa parte crédula que aceptaba lo que le decían sin rechistar, todo por el simple hecho de una suculenta recompensa. Garrosh se maldijo a sí mismo mil veces y una por haber permitido a los religiosos el salirse con la suya, más teniendo en cuenta que en el fondo él lo sabía.

Sinceramente los peones no le importaban del todo, eran adultos y si no eran capaces de defenderse por sí solos, entonces quizás no merecían vivir, aunque por otro lado el hecho de enfrentarse a caballeros enlatados y fuertemente armados, por no mencionar al mago argoniano, hacía que se encendiera en Garrosh una pequeña chispa de lástima, o tal vez piedad. Pero lo que realmente hizo que al orco le hirviera la sangre fue la traición, por lo que sin pensarlo se abalanzó sobre Phyleas durante los pocos instantes que tuvo pleno control de su cuerpo. Fue entonces, cuando se vio preso en aquel ataúd de hielo, donde explotó.

No moriría allí, se rehusaba a tal cosa. Hizo acopio de todas sus fuerzas, pidio a Malacath, Talos y a muchas otras deidades que le dieran la fuerza suficiente como para librarse de su helada prisión y echarle mano al cuello al maldito sacerdote de Akatosh. Quizás moriría a manos de sus caballeros, o debido a un rayo del argoniano, pero eso le importaba poco, quería venganza.

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Con todos los testigos muertos, Phyleas se volvió hacia vosotros dos convertidos en estatuas de hielo, ni siquiera mostró satisfacción o burla en su mirada. Sus dos ojos parecían estar vacíos de toda emoción humana. Aunque el crujido del hielo que contenía a Garrosh le llamó la atención, el sacerdote se puso delante vuestro, inspiró llenándose los pulmones. Sentíais la inminente muerte encima vuestro al escuchar las palabras de Phyleas emerger de sus labios.

Fus Ro Dah.. el empuje de una fuerza inconmensurable os impactó de llenó, ambos salisteis despedidos decenas de metros atrás hasta el corazón del lago. Impelidos por vuestro cautiverio helado, rebotasteis sobre la superficie del lago hasta frenaros en su centro, donde empezasteis a hundiros de forma fatal.

Garrosh se aseguró de mirar fijamente a los ojos al sacerdote, se aseguró de grabar su rostro en su mente, de recordar por siempre esa mirada desprovista de toda emoción y sentimiento. Su traición había sido peor que el engaño, logró que el orsimer se engañase a sí mismo con la promesa de una generosa recompensa, y por eso el nórdico tendría que pagar. Quizás no en ese momento, pero Garrosh se aseguraría de sobrevivir para cobrar venganza.

Phylas separó sus labios de nuevo, y tras pronunciar las palabras en Dovahzul, una onda de puro poder chocó contra los cuerpos helados del orco y el nórdico, y les llevó hasta el corazón del lago donde, lenta pero inexorablemente, empezaron a hundirse. Garrosh se rehusaba a morir, quería venganza, y la tendría. Ya sabía que el hielo no era indestructible, había logrado resquebrajarlo un poco en la superficie, así que aprovechó la debilidad que sufre el hielo dentro del agua para intentar escapar una vez más.