Partida Rol por web

4 de La Helada, Noche, Afueras de Helgen

Negué con la cabeza, restándole importancia mientras sonreía con suavidad.

-Descuida, no estoy acostumbrada a compartir reflexiones, mas ahora entiendo que al imperial le agrade tanto interactuar con otras personas- dije, en un cumplido, pues tampoco es fácil hablar libremente con cualquiera, pero Seretide lo había conseguido... y en poco tiempo de lo esperado, sinceramente -. Además, es interesante conocer otros puntos de vista. Los nórdicos tenemos fama de cerrados... y no sin razón- bromeé.

Mientras la Dunmer se abrigaba cerca de la hoguera, alcé lla vista hacia las estrellas. Mis cabellos rojizos parecían prendidos en las mismas llamas de la fogata debido al reflejo de las lenguas de fuego, aunque aún lucían un poco pardos por la humedad del agua. Entonces bajé la vista cuando escuché a Seretide ofrecerme algo y dudé, pues aquel ofrecimiento con el brillo de sus ojos atrapando las llamas del hogar, por un momento me hizo pensar en los cuentos para no dormir que hablaban a los niños de terribles pactos con daedras, sintiendo casi que aceptar aquel vino, podría socavar mi voluntad o mi alma.

Pero eran cuentos de vieja, ¿no?

Sea como fuera, acepté el brebaje y bebí un pequeño trago -Gracias- antes de devolverle el pellejo curtido.

7 de La Helada, Atardecer, Sur de Helgen

La mujer asintió sin decir nada más respecto a ese punto, avanzó hasta el altar de Kynareth frente a ti, viste como se arrodilló junto a Botitas y le acarició la cabeza, el animal aceptó de buen grado la caricia.

La decisión está tomada. anunció solemne. En este lugar sagrado, envuelta en las estrellas y ante el altar de Kyne. Comparte el vínculo con tu animal. Tú eres el lobo, él es tú. Sus latidos son los tuyos, tus ojos los suyos, su piel cubre la tuya, tu voluntad la suya. se puso tras el altar y puso ambas manos sobre la figura ovalada que ejercía como tal. Ante los ojos de Kyne haces un juramento que repetirás conmigo: Yo soy el lobo de la mujer, él es la mujer del lobo. La ferocidad de mi voluntad, la voluntad de ser feroz. Su padecimiento mi desdicha, su felicidad mi dicha. Ahora no somos dos, no somos uno. Somos todo.

Cumplida la oración, Moura sacó una suerte de colgante con el símbolo de Kynareth, te lo ofreció.

Te protegerá, y te hará recordar quien eres cuando lo que es irracional reclame tu mente. lo dejó tendido, sin presión, a que lo tomaras si así lo deseabas.

4 de Helada, mediodía.

- Tengo la cara muy dura. No sé si te habría valido la pena. Te habrías hecho daño.-dijo, dedicándole un guiño- Anda, vamos, mi pequeña y asustadiza damisela. -añadió, jocosa, antes de darse la vuelta y caminar- Y las manos quietas eh.- advirtió, mirando de soslayo hacia atrás, con una sonrisa. 

4 de La Helada, Noche, Afueras de Helgen

Tomó el pellejo de vuelta, y bebió un par de tragos más, antes de volver a ponerle el tapón- Bueno, cada raza carga con su cruz.-resolvió, pensativa encogiéndose de hombros.- Los mios quizá son más licenciosos y libertinos para determinadas cosas. Pero te aseguro que pueden ser... Muy cerrados para otras. -explicó, volviendo a mirar el fuego, esbozando poco a poco una sonrisa ligeramente maliciosa.

- Bueno, y ahora que nos hemos bañado juntas, y hemos bebido del mismo pellejo, supongo que podemos llamarnos amigas - afirmó, alzando las cejas, mirándola de nuevo- Y las amigas se cuentan las cosas, eso lo sabe todo el mundo.-explicó, con una seriedad que no casaba con sus palabras.- Así que, cuéntame, ¿hace cuánto que tú y ese imperial...? Ya sabes... - preguntó, con un tono sugerente, antes de reírse y añadir- Lo cierto es que tengo curiosidad. No he conocido muchas mujeres nórdicas que me expliquen cómo se suele percibir esta clase de temas entre los suyos. A qué edades suelen iniciarse, si tienen alguna costumbre... Qué importancia suelen darle al hecho de entregarse por primera vez... O qué opinan de los encuentros casuales, sin compromiso. 

7 de La Helada, Atardecer, Sur de Helgen

Respiré profundamente y, aún así, me dio la sensación de que el aire no terminaba de llenar mi pecho. Nervios, supongo, y no sin razón.

-Yo soy el lobo de la mujer- repetí tras Moura -, él es la mujer del lobo. La ferocidad de mi voluntad, la voluntad de ser feroz. Su padecimiento mi desdicha, su felicidad mi dicha- a pesar del nudo en mi pecho, pude pronunciar aquellas palabras, aquel juramento, sin que mi voz temblara -. Ahora no somos dos, no somos uno. Somos todo.

Cerré los ojos un instante, dejando que las palabras calaran en mí mientras el eco de nuestras voces se perdía en el firmamento. Al abrirlos, vi el colgante de Kynareth que Moura me ofrecía. La escuché, asentí con la cabeza y acepté el objeto con delicadeza.

-Gracias.

7 de La Helada, Atardecer, Sur de Helgen

Botitas se mantuvo sentado en todo momento, si tus palabras o acciones tuvieron algún efecto en él o vuestra relación no se manifestó de inmediato. El animal bostezó sonoramente mientras te miraba fíjamente, y por un instante sentiste una oleada de emociones irreconocibles para ti, un instinto que se alojó en tu ser que desapareció tan pronto como apareció.

No fue un cambio sustancial, ni siquiera sonado. De algún modo sabías que Botitas y tú os unía una fuerza mucho más fuerte que el mero vínculo que poseíais anteriormente. Las cosas eran distintas, la certeza de que a partir de ese momento tus palabras serían obedecidas por Botitas y, descubriste con pena, que el cachorro que fue ya había madurado.

7 de La Helada, Atardecer, Sur de Helgen

La mujer asintió satisfecha, solemne a su modo, no se movió junto al altar de la diosa de la naturaleza y el firmamento.

Está hecho entonces. Ahora y hasta que la muerte os reclame a uno de los dos o a ambos. Vuestro vínculo será por siempre. anunció Moura, de algún modo las estrellas artificiales del techo empezaron a refulgir con mayor intensidad. Cada vez con mayor fuerza hasta que inundaron la cueva de luz y te cegaron, no tuviste la sensación de desmayo ni de movimiento, pues cuando recuperaste la visión te encontrabas en el exterior de la cueva con todas tus cosas y Botitas dando vueltas a tu alrededor siendo ya de noche.

4 de La Helada, Noche, Afueras de Helgen

No pude evitarlo y arqueé una ceja -¿"Amigas"?- pensé, incrédula, pues no estaba segura de que fuera algo tan sencillo. Mucho menos teniendo en cuenta lo que me cuesta confiar en los demás.

Sin embargo, antes de que pudiera manifestar mis dudas sobre la amistad, Seretide mencionó al imperial y sentí que el frío abandonaba de golpe mis mejillas a causa del rubor.

-Esto... yo...- balbuceé, clavando mis ojos en el corazón de la hoguera -Surgió sin más...- tragué saliva y arrugué el ceño. Entendía la curiosidad de la dunmer y aunque hablar de mis intimidades con Kaeso me abochornaba, sí podía apuntar aspectos más generales sobre mi raza.

-Los nórdicos no solemos perder el tiempo en largos cortejos o elaborados romances- comencé a decir -. Es más común que los encuentros carnales sean breves pero verdaderamente intensos, y es que los nativos de Skyrim, aunque apasionados, somos tan fríos como nuestra tierra... al menos la mayoría- me humedecí los labios antes de apretarlos -. En cuanto a tus otras dudas... no hay una edad establecida, sino más bien depende de la cuna, aunque siempre se es más tolerante con los varones que con las mujeres- algo muy común, no sóo en aquellas tierras -. Se considera que muchas jóvenes no deberían catar hombre hasta desposarse, mas no siempre es así y ello puede desembocar en graves consecuencias para las muchachas o sus familias- fruncí el ceño, pensativa, guardando silencio incluso.

Finalmente, suspiré y retomé el habla mirando a Seretide.

-Al final, depende de a quién preguntes- me encogí de hombros -. En mi caso, aún estoy sopesando las posibles consecuencias, aunque los intereses de mi familia en cuanto a tradiciones no suelen recoger estos aspectos- comenté -. Mis padres nunca se desposaron, por ejemplo, aunque mantenían sus encuentros en secreto y, no obstante, podría llamarse secreto a voces, más por respeto hacia los demás que por ellos mismos.

Rebusqué en mi mochila, sacando un pañuelo que, al desenvolver, mostraba un puñado de bayas. Cogí una, me la llevé a la boca, y le ofrecí a Seretide el resto, dejando luego el trapo con los frutos sobre una piedra ligeramente plana, justo donde ambas pudiéramos alcanzarlos.

-Hay algo que no entiendo- dije, dubitativa mientras saboreaba el dulce néctar de la baya -. ¿Cómo saber si los encuentros... son algo más? Cuando hay un compromiso de matrimonio, es obvio, pero...- apreté los labios, sintiéndome algo idiota de pronto, pues no sabía como abordarlo. Negué con la cabeza y sonreí -No importa. 

4 de La Helada, Noche, Afueras de Helgen

- Ya bueno. Los hombres siempre han podido hacer y deshacer como consideren oportuno. Eso es cierto incluso entre los mios, que son algo más liberales con estos temas y sin embargo también tienen sus normas... Aplicadas por supuesto sobre nosotras, las féminas.-explicó, con un suspiro- "Graves consecuencias"...-repitió- Sin duda.

Siguió escuchándola, con interés, llevándose de nuevo el pellejo a los labios, ofreciéndoselo acto seguido una vez más, llevándose una de las bayas a la boca con un asentimiento agradecido- Interesante. Por respeto hacia los demás...- Admitió y la observó, percibiendo cómo titubeaba tras formular su última pregunta, esbozando una media sonrisa, esta vez carente de malicia, guardando unos segundos de silencio en los que disfrutó del sabor de las bayas antes de responder.

- Bueno, en primer lugar, debo decir que el matrimonio bien puede no significar nada a la hora de mantener relaciones. Es un rito que puede darse tan solo por intereses comunes, o de la propia familia. Incluso por intereses políticos. Y yacer con una persona en esas condiciones puede ser desapasionado. Puede ser una obligación.- apuntó- Es diferente, sin embargo, cuando escoges yacer con una persona. Y más todavía, cuando esa persona, te llena, o te complementa de alguna manera. Cuando... Resulta ser una persona importante en nuestras vidas.-señaló, sin recurrir a términos complicados como el del amor, o apelar a sentimientos excesivamente elaborados para explicar algo así- Cuando... Yaces con alguien importante para ti, el placer que llega con tal acto se entremezcla con algo más. Algo... A lo que no tienes por qué poner nombre, que te hace sentir a la vez vulnerable y dichosa cuando todo ha terminado y te encuentras compartiendo el lecho y casi hasta el aliento con alguien a quien sin lugar a dudas deseas a tu lado. - explicó, sonrojándose ligeramente ella misma- No es algo fácil de explicar para mí tampoco.-admitió- Pero es más o menos la manera en la que concibo el asunto. 

4 de La Helada, Noche, Afueras de Helgen

Alcé las manos delante de mí, negando con la cabeza mientras sonreía -Me he explicado mal- dije -. Soy consciente de que hay matrimonios de conveniencia, que no todos los enlaces se producen por un sentimiento compartido- mis mejillas se veían muy sonrojadas, quizá por el vino, que había aceptado nuevamente cuando Seretide me lo ofreció, pero más probablemente fuera porque me sentía algo avergonzada.

-Ni siquiera sé qué es lo que quiero decir realmente- comenté, tomando un mechón de mi cabello que empecé a trenzar, nerviosa, distraída -. Quizá es más miedo que duda lo que me atenaza. Miedo a perder... miedo a la traición- fruncí el ceño -. Miedo a depender de otros... 

Suspiré pesadamente, aunque bien podría confundirse con un bufido. Solté la trenza a medio hacer y tomé el pellejo de vino de la dunmer, esta vez sin esperar a que me lo ofreciera. Bebí un trago largo y me limpié con el dorso del antebrazo.

-Kaeso... es el primer hombre con el que he yacido- dije de sopetón, como si aquella afirmación pudiera dar algo de luz a mis titubeos -. Aunque antes de conocerlo hubo un muchacho. No llegué a entregarme a él a pesar de sentirnos mutuamente atraídos, mas las circunstancias nos separaron y sólo quedaron los recuerdos... de lo que pudo ser y no fue- fruncí el ceño, pensativa, pues era difícil no plantearse cuán distintas serían las cosas de haber sucedido de otra forma -. Ese primer... llamémoslo amor, no fue posible precisamente por la diferencia de cuna- sonreí con ironía, pues me resultó curioso dado lo que instantes antes comentaba con la dunmer sobre las normas y lo que nuestras razas consideran "correcto" -. Sin embargo, lo que siento por Kaeso, es diferente. Es algo más allá del mero instinto y del placer.

3 de Helada. Mañana

El buen humor acompañaba aquella mañana al druida que, pese a no haber podido eludir los malos sueños provocados por sus preocupaciones, había logrado dormir la noche de un tirón. Aunque sin duda las rondas de cervezas que había tomado con Einar y Titus habían tenido algo que ver.

El ofrecimiento de Eldrid lo había pillado con la guardia baja, no esperando que alguien tan joven y que a penas lo conocía quisiera cuidar de su hija; tampoco es que le diera ocasión de negarse. Así que levantándose con el alba fue directo en busca de Dorna para un encargo especial, de modo que cuando Eldrid apareció con Danna en el salón principal este tenía todo preparado para un festín.

Le costó convencer a la nórdica de que los acompañara a desayunar en los alrededores de Helgen, asegurando que el lugar que había encontrado al explorar en busca de hierbas sería de su agrado y que así podría agradecerle el haber cuidado de la pequeña. Pero sin duda fue el aroma de los bollitos dulces recién hechos, por las expertas manos de Sanna, lo que consiguieron dar a torcer el brazo de la joven.

Unos minutos más tarde estaban todos sentados sobre unas mantas, con los mejores manjares que Sanna había podido ofrecerles con tan poco tiempo, en un sencillo pero agradable claro desde donde podían observar las montañas nevadas en la lejanía.

Bueno me complace que hayas aceptado mi humilde invitación  – dijo con tono burlón mientras se llevaba uno de los bollitos a la boca 

3 de Helada. Mañana

Había sido una noche difícil, la niña había tenido algunas pesadillas, pero consiguió calmarla, no sin dificultad. A la mañana siguiente no podía evitar esconder los bostezos durante el tiempo que se prepararon para salir de la habitación.

Lo que no esperaba cuando entro en el salón principal con Danna de la mano para desayunar, era que el padre de la cría estuviera ya esperando con una cesta y con una invitación para acompañarles a ellos dos. Algo que acepto un poco a regañadientes pues le habría gustado quedarse por allí un rato.

Pronto se encontraron en un claro donde se dispuso el desayuno. Su estómago gruño, exigiendo sustento. Aprovecho para sentarse con las piernas cruzadas antes de empezar a coger algo de comida.

Pero si casi has tenido que arrastrarme hasta aquí le replico sacándole la lengua 

4 de La Helada, Noche, Afueras de Helgen

- Ohh... El primero...-repitió, estirando aquellas palabras, tomando otra baya, acariciándose con ella los labios, tiñéndolos del color morado de su jugo para luego llevársela a la boca y relamerse, observándola con una sonrisa, dejando que bebiese lo que gustase del pellejo de vino- Bueno eso explica algunas cosas. El primero es... Diferente supongo. Sobre todo si se da en esas circunstancias tan... profílicas.-explicó, arrebujándose en su capa- Supongo que además, a ese muchacho del que hablas lo conociste siendo más joven. Y a Kaeso lo has conocido siendo una mujer. Y te has aproximado a él como tal. Con una visión más... Madura del asunto, a pesar de la inexperiencia. - suspiró- También puede que ese muchacho tan sólo te gustase, pero que la circunstancia haya hecho que encuentres en Kaeso alguien merecedor de tu aprecio y de tus anhelos...-se encogió de hombros.- En definitiva, que ese muchacho te atraía pero al imperial... No sólo lo deseas sino que lo quieres. 

4 de La Helada, Noche, Afueras de Helgen

El primero...

Cuando Seretide repitió aquellas palabras, bajé la mirada en un intento por ocultar mi rubor, aunque probablemente el vino también estaba dotando de color mis mejillas. 

-Supongo...- musité, dándole la razón -aunque dicen que también es el que más duele.

No quise entrar en éso, así que sacudí la cabeza en un intento de apartar los malos pensamientos, zarandeando mis rojizos cabellos que, casi secos, reflejaban aún más el fulgor de la hoguera. 

Suspiré y me comí otra baya mientras escuchaba a la dunmer -Ciertamente, puede que fuera mera atracción, aunque no creas que ha pasado mucho desde aquello. Simplemente, él se marchó de Carrera Blanca antes que yo.

Entendía el punto de vista de Seretide, aunque no estaba tan segura de que el hecho de acercarme a Kaeso como mujer fuera realmente la diferencia, no habiendo salido de mi hogar sólo un par de meses atrás -Creo que, en realidad, fue un cúmulo de circunstancIas- reflexioné -. Lo amenacé con matarlo al conocerlo, luego me asaltó en el camino para salvarme la vida- se me erizó la piel al recordarlo, a la par que una sonrisa involuntaria se dibujaba en mis labios -... viajamos juntos un largo trecho simplemente porque nuestros caminos coincidían. Al fin y al cabo, es más seguro que viajar solo- me encogí de hombros y mi sonrisa se ensanchó -. Supongo que... surgió algo entre los dos, fuera por no tener otra compañía o por atracción... no sé. Pero algo hay.

Sopesé los recuerdos mientras añadía un par de leños y algunas ramas secas al fuego para alimentarlo. 

-Je...- sonreí y negué con la cabeza -La primera vez que salgo de la Comarca en solitario, y me "caza" un imperial... Dibella tiene un curioso sentido del humor, ¿no crees?

3 de Helada. Mañana

El bretón rió descaradamente ante la réplica de Eldrid, mientras le servía leche a la pequeña Danna y luego le ofrecía a ella.

Suena como si te hubiera forzado – dijo sin perder la amplia sonrisa socarrona de sus labios – además en cuanto olisqueaste los manjares preparados por Dorna tus tripas se encargaron de doblegar tu voluntad

Volvió a reír, el buen descanso habían mejorado mucho su humor aquella mañana, sintiéndose más el mismo. Aún no dejo de lanzar una mirada suspicaz a Eldrid, quien no había estado dispuesta a dejar la posada hasta dejar con Rodegar un mensaje para el joven nórdico con el que se la solía ver por Helgen.

Tan solo quiero agradecer tu gesto hacía Danna y a mi mismo, hoy en día poca gente se ofrece desinteresadamente a ayudar al prójimo – tomo un sorbo de su jarra de leche, haciendo que se dibujara una línea blanca sobre su labio superior tiñendo los cabellos de su bigote – y hablando de eso ¿de dónde venís tu y tu amigo? Porque está claro que no sois de Helgen

3 de Helada. Mañana

Ella cogió un bollo mientras el hombretón servía la leche a todos y sin perder un momento, le daba un mordisco, saboreándolo y dejando que el dulce matase el hambre que tenía.

Más bien los ha preparado Sanna dijo riendo ante su error. Aunque la verdad, no podía culparle, esa mujer apenas salía de la cocina con lo que era un milagro que la gente supiera que estaba ahí. Además, aun no habíamos desayunado, así que no vale usar esa táctica, contesto sacándole la lengua.

Mientras seguía comiendo y acomodándose más en el césped, agito una mano, indicándole a bretón que aquello no tenía la menor importancia y que no hacía falta todo aquello para decir un simple gracias. Su gesto cambio ligeramente con aquella pregunta, a la que tardo un par de minutos en contestar pues no estaba segura de que respuesta dar.

Venimos de Peñón de Shor respondió, aquello si bien no era la verdad, tampoco era una mentira. Había optado por ser demasiado literal con respecto a lo que había preguntado.

3 de Helada. Mañana

Mmmm? – trato de preguntar el bretón confuso tragando el trozo de bollito que tenía en la boca – eso Sanna…aun estoy aprendiéndome los nombres de todos los habitantes de Helgen, no serán muchos pero tengo una memoria un tanto selectiva – bromeo limpiándose las migas de la barba y tomando otro sorbo de leche

Un estomago vació siempre es más fácil de sobornar ¿no te parece? Además – observo a la pequeña a su lado – Danna parece estar encantada en tu compañia

La tensión tomo posesión del cuerpo de la joven ante aquella pregunta y su rostro mostro la preocupación, pero cuando hablo no había muestra de engaño en sus palabras. Aun así se notaba que algo no estaba bien con esa chica, la había observado ir de aquí allá como un torbellino buscando permanecer ocupada en algo en todo momento. Parecía que estuviera huyendo de algo pero estaba claro que no iba a confiar en él.

Así que del Peñón de Shor…y…ese chico con el que te he visto es…¿tu hermano? – pregunto curioso alzando la ceja, Eldrid no tendría más de 20 años y aunque las mujeres pudieran ser muy independientes y aventureras era extraño que una jovencita como ella fuera por ahí sin ser acompañada por algun pariente

3 de Helada. Mañana

Asintió con una leve sonrisa al comentario sobre la niña. A ella le gustaba, aunque pudiera ser un poco difícil debido al trauma que había sufrido, pero intentaba ayudarla a que no tuviera miedo, al menos de ella. Luego se quedó mirando un poco perpleja y parpadeando varias veces al Bretón antes de contestarle.

¿Quién? ¿Aren? ¿Mi hermano? ¿En serio crees que nos parecemos tanto como para llegar a esa conclusión? Pregunto todo aquello casi al borde de la risa suave de a quien le parecían graciosas aquellas cuestiones. Pero… no, no tengo hermanos.

3 de Helada. Mañana

3 de Helada. Mañana

Se atragantó con la bebida y tuvo que dejarla en el suelo mientras tosía para despejar el conducto del aire, al mismo tiempo se llevó una mano al pecho dando unos ligeros golpecitos para ayudar.

¡¿Qu-que?! Exclamo azorada por aquellas palabras ¿Qué le pasaba a la gente con el tema del rubiales? Volvió a toser, lo que le daba algo de tiempo para recomponerse y pensar en la respuesta a sus preguntas, que no hicieron más que clavar un cuchillo en su corazón al recordarle a su familia. N-no, no tienen nada que decir, contestó tomando de nuevo la jarra y tampoco me he escapado terminó de hablar antes de ocultar medio rostro tras el recipiente mientras daba otro largo trago, y desviando la mirada a otro lado, escondiendo la incomodidad que le producía aquel tema.