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1 de Fuego del Hogar, Mañana, Salón principal

Tras marcharse Korgoth y Hati, entró una pareja de jóvenes, un nórdico y un imperial, en la posada. Tenían un aspecto horrible, de no haber podido descansar en días, pero también bastante enteros.

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Tras seguir las indicaciones de algunos lugareños, resolvisteis que el mejor lugar para pasar la noche por el momento era la posada de El Final del Camino, regentada por un tal Rodegar Tres Dedos. Con un verbilocuaz Titus a tu lado, el interior de la posada se encontraba medio vacío.

Había un imperial de buena planta en la barra charlando con un un hombre calvo que, por la descripción, debía ser Rodegar. Varios parroquianos que no llamaban la atención y, algo más apartados, una pareja de nórdicos con la cara algo mohína.

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Espero que podamos pasar aquí la noche, aunque sea una me gustaría hacerlo fuera unos barracones. comentó el imperial echando una ojeada por toda la posada. Cuando reparó en Eldrid, silbó sonoramente con una sonrisa burlona mientras daba un codazo a su compañero. Bellezas locales, amigo.

El legionario se acercó a Eldrid y a su acompañante con una gran sonrisa.

Ven, Einar. Te presento a mis rescatadores, Aren y Eldrid. Ellos me encontraron con.. ¿dónde está el grandullón? se preguntó al no ver a Korgoth. En cualquier caso.. me encontraron inconsciente junto al río y me trajeron aquí. sonrió mientras guiñaba el ojo indisimuladamente a Eldrid.

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El Final del Camino parece ser un buen lugar para pasar la noche y al entrar, veo que hay un ambiente de calidez que me agrada, sin saber bien por qué. Al entrar, como mi entrenamiento me lo dictaminó, compruebo entradas, salidas, escondites y a todos los presentes, así como su capacidad de combate. Es un acto reflejo, pero luchar contra los Thalmor te enseña a ser desconfiado y preparar siempre la manera de retirarse.

Titus me presenta a quienes le salvaron después de lo del río, Aren y Eldrid. Me acerco y les ofrezco la mano mientras les hablo:

 - "Entonces les debo el que hayan salvado la vida de mi amigo. Soy Einar, Legionario Imperial y pueden contar conmigo para lo que necesiten. Muchas gracias a ambos."

Mis palabras son sinceras pues mi mejor amigo les debe la vida y eso es una deuda que nunca podré terminar de pagar. No sé quienes son ni a qué se dedican pero si tienen el corazón para ayudar a un moribundo sin pedir nada a cambio, tienen buen corazón y eso me basta.

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Abarcó al orco tanto como le daban los brazos, respondiendo al abrazo, dejando escapar un par de lágrimas mientras prolongaba un poco más aquel gesto, queriendo retenerle allí. Pero sabía que no podía ser y que el orsimer consideraba que era su deber irse para obtener más información.

Se limpió la cara con las mangas de la camisa, sin poder evitar algunas pocas más mientras le veía marcharse. Siguió secando con la ayuda de la tela las gotas saladas que surcaban sus mejillas, dejando escapar algún pequeño sollozo que liberaba la tensión del nudo en la garganta.

Sentada como estaba en esos momentos en la silla, se llevó las rodillas al pecho, apoyando los talones en el borde del asiento para darse estabilidad, mientras rodeaba las piernas por la espinilla con los brazos y posaba la frente sobre las rodillas. La nube negra que había sido espantada hacia unos pocos instantes, de nuevo sobre ella y en aquella ocasión no parecía que fuese irse tan rápido. Estaba pensando en salir de allí y tomar un poco de aire. Pero no estaba segura, pues al mismo tiempo que quería quedarse a solas un rato tampoco lo deseaba. Al menos en aquella posición podía aislarse de todo el exterior. Por eso mismo no reacciono a nada hasta que no escucho su nombre ser mentado.

Levanto la cabeza, mirando de donde venía la voz, apoyando la barbilla en las rodillas. Frunció levemente el ceño al encontrarse con la presencia del imperial que habían sacado del rio, y al parecer completamente recuperado.

- Korgoth se fue, contesto escueta y apagada, sin inmutarse si quiera a la sonrisa o al guiño que le había dirigido. Acto seguido sus ojos se fijaron en el que acompañaba al legionario. De alguna manera asintió a modo de saludo al ser presentados al tiempo que encogía los hombros No hay de que le respondió.

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Aren asintió sin darle mayor importancia al asunto a Einar, aunque estaba algo pendiente de la actitud de Titus, puede que algo a la defensiva.

Por su parte, Titus, había percibo el estado de ánimo de Eldrid y, sorprendentemente, se cortó un poco en aquella presión punzante por las atenciones de la joven nórdica.

Seguro que estará bien. dijo el legionario con sinceridad. Se le veía ser un tipo bastante resuelto.. nunca había visto un orsimer con su aspecto, se las apañará.. seguro. comentó sin saber muy bien por donde tirar, aunque tratando de animar a la mujer.

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Sabia mejor que nadie de los allí presentes lo capaz que era el orco. Pero su preocupación estribaba en que aquellos a los que estaban buscando, eran un grupo de asesinos profesionales. Y temía que Korgoth no pudiera hacer nada contra ellos. Y no solo el, Karliah y Dunyn también. Rogaba a los dioses que les protegieran y les dejasen llegar de nuevo hasta ellos dos sin muchos incidentes. Apretó el agarre en las espinillas acercando mas todavía contra su pecho las piernas, sintiendo como las rodillas se le clavaban en el pecho. 

- Ya... pero... susurró a veces eso no basta... terminó por decir con la mirada perdida en el infinito

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Titus habla con Eldrid acerca del orco que le rescató, que parece haberse ido. He oído los rumores de él y de lo temible que parecía, pero si mi amigo dice que es buen tipo, pues así será.

Pero la joven no está de humor para hablar con nosotros y supongo que lo mejor es dejarle espacio. Le miro y le hablo:

 - "Bueno, fue un gusto conocerte. Lo que necesites, me dices sin dudarlo. Nos vemos."

Le doy una palmada a Titus en el brazo para que me siga y los dejemos solos. Busco una mesa en la que sentarnos para poder tomarnos un trago y descansar un momento. Parece que hubiese sido en una vida pasada cuando me tomé el último trago con mi amigo y es algo que en verdad extraño.

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La poca locuacidad de Eldrid no desanimaba a Titus, pero ante el requerimiento de su hermano de armas obedeció siguiéndole a una mesa. Dedicó una sonrisa leve a la muchacha, y Aren le dedicó una mirada suspicaz.

Pasaba esto cuando en la posada entraron dos recién llegados más: un hombre que rondaba los cuarenta y tantos, espada bastarda y amuleto de Arkay visible, con él una exuberante belleza dunmer que portaba un báculo, cada uno llamó la atención por distintas razones, pero en ambos casos iban con ropas de viaje sucias y gastadas.

Como era de esperar todo varón presente en la posada volvió la mirada hacia la elfa oscura, cuya belleza no pasaba desapercibida. Titus abrió los ojos, miró de soslayo a Einar como si le pidiera que le pellizcara para ver que lo que estaba viendo era real.

En la barra, el posadero Rodegar, que también se fijó en los recién llegados, masticaba un pedazo de pan con la cara seria, siguió con la mirada a los que acababan de entrar. Había estado hablando con un imperial de forma distraída, que también había vuelto la mirada hacia la mer de piel de ébano.

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La dunmer miró alrededor, observando distraídamente el ambiente de la posada mientras se retiraba del todo la capucha que cubría aún sus orejas puntiagudas y parte de su largo y cargado pelo oscuro, que agitó al mover someramente la cabeza y abrazarse a si misma, frotándose los hombros, percibiendo cómo la temperatura ascendía de manera agradable a medida que se acercaba al hogar, buscando asiento cerca del calor junto a su acompañante.

Dedicó un breve vistazo curioso a quienes la rodeaban, percibiendo que la miraban. A ella y al sacerdote. Aunque de una manera diferente. Dedicó un asentimiento general a los parroquianos, casi todos rostros nórdicos salvo excepciones, y finalmente ocupó un sitio en una de las mesas, dejando sus pertenencias a un lado, y colocando el báculo que llevaba consigo junto a su muslo, desabrochándose la capa para dejarla también a un lado, para dejar ver una túnica de tonos apagados, ceñida y medianamente abrigada que se pegaba a las sinuosas y delicadas curvas de su cuerpo menudo. 

3 de Fuego del Hogar, Noche, Salón principal

Había perdido la cuenta. Un par de jarras descansaban vacías sobre la mesa, habiéndose despedido de otras, similares, que habían sido recogidas por el posadero a lo largo de la tarde. Bebía sola, sin más. Quizá por aburrimiento, o por desidia. O por la simple idea de tener que permanecer en un pueblo con una única posada, hasta que el señor daedra de los excesos lo decidiera u "ocurriese algo". Y aquellos tres días ya habían estado llenos de horas largas y vacías, y de inquietudes y pensamientos. De ideas que prefería mantener bajo la superficie del alcohol y las distracciones. 

Comenzaba a notar que había rebasado su propio límite, a pesar de que aquello fuera difícil, pero no parecía importarle. Si quedaba inconsciente al final de la noche, a lo mejor se hacía un favor a si misma. 

Levantó la mano, y pidió otra jarra más cuando notó que las últimas gotas de la jarra que había tenido entre las manos hasta hacía a penas unos instantes, descendían por su garganta. Notó la lengua pesada, al tiempo que apoyaba el codo sobre la meza y alzaba la mano, apoyando la mejilla sobre la misma y suspirando, mirando alrededor con ojos brillosos. 

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Me siento junto con Titus y pedimos un par de cervezas, para empezar bien el día. Si bien ya he quedado completamente desocupado hasta mañana, tengo todo el día por delante y no planeo quedarme sentado bebiendo hasta mañana. Tengo intención de salir y conocer el pueblo, puede que sus alrededores también, aunque sin alejarnos demasiado pues esperamos órdenes.

De pronto, entran en la posada un humano y una dunmer. El hombre se ajusta a la descripción del clérigo del que han estado hablando y, considerando que está acompañado por esa mujer que no pasaría desapercibida en ningún lado, debe de ser él.

Intento fijarme en ella lo menos posible para no ser maleducado, aunque sus atributos sean algo difícil de ignorar. Le doy un codazo a Titus y le regaño con la mirada pues él nunca ha sabido contenerse en ese aspecto y no quiero que se arme una pelea solo porque no sabe mantener la cabeza fría.

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Así que estabas aquí. espetó la voz del sacerdote de Arkay con sorna. Ahogando el aburrimiento con alcohol cuando lo puedes hacer con las manos.. sin pedir permiso se sentó frente a ti mientras pedía una jarra para él.

¿Cómo lo llevas? preguntó mientras te miraba con atención. Llevas un buen montón de cervezas.. ¿y ninguno se ha atrevido a cortejarte? Les debes intimidar.. bromeó soltando una leve carcajada.

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- ¿Con las manos?- dijo, enarcando una ceja, mirándolo con ojos brillosos- Pues claro que con las manos. Mira... Agarro una jarra, la levanto, y le doy un buen trago.-comentó, imitando aquel movimiento, para finalmente dar un nuevo trago a su jarra- No sé. Es posible. Pregúntaselo. A lo mejor me ven demasiado oscura, o tienen miedo de que me guste meter báculos por cuevas inexploradas. - añadió, con cierta amargura. 

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Desde luego, la entrada de los dos recién llegados no había pasado desapercibida, y aunque algunos insistían que asegurarse de que Seretide no era una amenaza por la persistencia en cómo la miraban, incluido un dolorido Titus que pareció indolente al codazo de Einar, que siguió mirando a la dunmer.

En la barra el imperial se echó a un lado mientras el sacerdote de Arkay se dirigía a Rodegar, el posadero.

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Por la maldita Dibella.. espetó el legionario por lo bajo, aunque enseguida elevó un mudo "lo siento" al cielo por la blasfemia. ..esa no es nórdica ni falta que hace.. ¿la has visto? ¿Crees que ese tipo es su prometido? ¿Su marido? ¿Su algo? Maldición.. echó un largo trago de su jarra de cerveza, como si con ello se armara de valor.

Creo que la estancia en Helgen se acaba de hacer sumamente interesante.. de veras.. murmuró con una sonrisa burlona a Einar mientras dejaba la jarra sobre la mesa.

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Posadero. Algo de beber, aseo y estancia.. mínimo tendrá una, las otras dos.. toco madera.. le dio a la barra. ..de que también. Llevamos largo camino desde la Marca Oriental y por todos los huesos que colecciona Arkay que estamos agotados. dijo el sacerdote mientras se recostaba en la barra, visiblemente cansado.

Rodegar, el posadero, sirvió dos cervezas en respuesta. Repuso que quedaban algunas habitaciones libres, y algo de que últimamente venían muchos viajeros. Kennard miró a Seretide dubitativo.

Tú eliges. le dijo mientras degustaba la cerveza como alivio de todos los males.

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Kennard se echó a reír sin tapujos mientras echaba su trago, se encogió de hombros a su vez.

Será por cuevas inexploradas que habrán visitado.. bromeó mientras le guiñaba el ojo. Casi pareces defraudada. comentó con una sonrisa burlona.

¿Alguien a quien has echado el ojo y no te presta la deseada atención? preguntó mojándose los labios de nuevo.

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- Bah...-rezongó, tras su primera frase, llevándose de nuevo el recipiente a los labios- No demasiadas. Seguro. Y algunas demasiado familiares.-consideró, pensando en la consanguinidad que solía haber en aquellos pueblos alejados de todo. 

Entonces escuchó su segunda frase y se fijo en cómo se mojaba los labios, emitiendo un suspiro lento, soplando el pelo que le caía sobre la cara- Claro. Me había fijado en el cabrero que vive en la cuarta choza a la derecha. Pero estaba demasiado ocupado atendiendo a sus animalitos como para interesarse en otra cosa. Seguro que tú, como sacerdote de Arkay que disfruta tanto en catacumbas llenas de telarañas y muertos agonizantes, tienes el mismo problema.  

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Kennard sonrió mostrando un gesto burlón mientras ponía a continuación cara pensativa.

Pocas catacumbas llenas de muertos he encontrado últimamente. alzó la copa divagando. De hecho.. ni catacumbas.. suspiró como si eso lo amargara. Pero tienen un cementerio muy acogedor, Arkay los tenga en su seno.

Como si fuera un desliz de la mirada, los ojos de Kennard se dirigieron a tu escote y luego a ti, donde esos ojos se posaron en los tuyos.

Últimamente pienso en los que viven.. que por ellos aun se pueden hacer cosas. declaró mientras bebía, escondiendo todo el rostro salvo la mirada que se aferraba a la tuya.