Partida Rol por web

1 de Fuego del Hogar, Mañana, Salón principal

Mientras bebía un trago largo de cerveza, me pareció escuchar algo que me resultaba bastante familiar. Para mi sorpresa, fue la dunmer quien lo dijo, así que la miré de soslayo. Entonces la otra nórdica, que se dirigía a la barra, comentó algo sobre el temperamento y no pude evitar arquear una ceja. Miré a Kaeso y entrecerré los ojos, por si el imperial había hablado de más con los pueblerinos.

-No subestimes a ese mercader... creo que es capaz de venderte un pariente si te descuidas- repliqué al imperial, dando la espalda al salón para apoyarme con los antebrazos en la barra -. Bueno... tenía asuntos que resolver, cosas que averiguar- dije, girando la cabeza y mirando a Kaeso por encima de mi hombro. Al menos había conseguido una habitación, pero tuve que asentir cuando mencionó la conglomeración de gentes en la posada -. Por eso prefiero dormir al raso- dije en voz baja, apurando mi cerveza -. Me siento más segura en terreno de bestias salvajes que entre personas supuestamente civilizadas.

Miré el fondo de mi jarra y suspiré. Dejándola sobre la barra y sacando unas monedas para pagarle al posadero. Me giré de nuevo y miré a Kaeso -Estoy muerta... no hagas travesuras, truhán- le dije, inexpresiva pero visiblemente agotada. Aún recordaba la anécdota que el bretón me contó sobre el imperial y me revolvía las entrañas de sólo pensarlo, mas no quería darle demasiadas vueltas al asunto. Bastante tenía ya encima para aumentar mi carga.

Eché un vistazo nuevamente al interior de la posada y me dirigí a la habitación alquilada, chasqueando la lengua para que el cachorro me siguiera.

1 de Fuego del Hogar, Mañana, Salón principal

Asintió a Rodegar y con un bostezo se encamino hacia donde les señalaba este, tras decirles cuales eran las que debían usar. No tardó en encontrar las puertas y quedarse con la primera de las habitaciones y desaparecer tras la puerta mientras sacudía una mano despidiéndose de Aren y diciéndole que ella se quedaba en esa.

No había mucho que decir del cuarto, normalito con una cama, una mesa y una silla. Suficiente por el momento. Se sentó en la cama, el contraste de dormir al raso durante las últimas semanas al de la cama, casi hicieron que se replantease el salir de nuevo de allí. Si, estaba agotada y seguramente podría dormir un buen rato justo en aquel instante, pero de solo pensar en que las pesadillas le rondasen de nuevo, hacía que se lo replantease una vez más.

De nuevo, volvió al salón principal, esta vez no había rastro de la mochila, ni del nórdico que la acompañaba, pero en vez de volver a tomar asiento en una mesa y pedir algo de beber o de comer, se dirigió a la puerta y salió por esta. Tenía un sitio al que ir.

1 de Fuego del Hogar, Mañana, Salón principal

Kennard no pareció darle pábulo a la actitud de Rodegar, se limitó a encogerse de hombros. Echó el último trago que le quedaba de su bebida.

Lo veo. se encogió de hombros. Yo creo que el respeto se ha de ganar. Como el derecho a ir a Sovngarde para los nórdicos. Al fin y al cabo, la muerte no es más que un paso más y uno ha de hacerse merecedor de un buen destino tras expirar. fue algo proselitista en este punto, pero mantuvo la actitud desenfadada que traía consigo.

Asintió a modo de despedida a los que abandonaban la barra, Kaeso y Hati, volviendo su atención hacia la dunmer con la que conversaba.

1 de Fuego del Hogar, Mañana, Habitación Alquilada

Al llegar a la habitación, ni me di cuenta de que el imperial había seguido mi estela hasta que dejé mis pertrechos en un rincón. 

-No hacía falta que vinieras- dije, quitándome el pesado abrigo -. Podrías haberte quedado en el salón, charlando con la gente- no estaba para saciar las necesidades sociales de Kaeso, quien durante largo rato de nuestro viaje, casi no había guardado silencio. Lo adoraba, pero también adoraba el silencio y la tranquilidad.

Me senté al borde de la cama y me dispuse a quitarme las botas.

-El hechicero de la Fortaleza me dirá mañana cuándo estarán las dos lunas llenas- comenté en voz baja, sombría -. Tengo miedo- alcé la mirada hacia el imperial, arrugando la frente -. Me he arriesgado demasiado al indagar, sólo para proteger a otros cuando llegue el momento.

Botas fuera... y cachorro privado por ir a catarlas. Me había olvidado de comprarle una mientras estaba en el mercado para que se entretuviera y, sin embargo, sonreí mientras observaba su acecho, aunque fuera una sonrisa cansada.

-Tenemos que ponernos a trabajar, Botitas- dije, acariciando su cabecita -. Si vamos a quedarnos aquí, debes comportarte.

Tras almorzar, me dedicaría a adiestrar un poco al can. Tendría que hacerlo durante varias jornadas seguidas, pues era demasiado joven aún para obedecer. Sus impulsos e instintos primaban, pero poco a poco, haría de él un compañero leal y eficaz para mis cacerías.

Me incorporé un momento para acercarme a Kaeso y lo besé con infinita ternura. Estaba cansada, aunque era algo más mental que físico, pero aunque delante de desconocidos y otras personas no le diera muestras de afecto, no significaba que mis sentimientos hacia él cambiaran, al contrario: cada momento se hacían más fuertes.

Sonreí, acaricié su mejilla sumergiéndome en su mirada y me aparté para dejame caer sobre el lecho. Con los brazos cruzados tras mi cabeza, a modo de almohada, suspiré. Cerré los ojos y me dejé abrazar por el sueño -Sólo un poco- me dije mentalmente -, lo suficiente para no sucumbir a la locura.

1 de Fuego del Hogar, Mañana, Habitación Alquilada

Kaeso fue a responder con algún comentario jocoso de los suyos, pero no dijo nada. Dejó que te pusieras cómoda mientras te escuchaba, y cuando reflejaste tu preocupación se acercó a ti y te abrazó con absoluta convicción.

Todo irá bien, te lo prometo. susurró en tu oído mientras no abandonaba el abrazo. Puede que sea así.. pero por estas cosas demuestra la clase de persona que eres, y porque te amo.

Se separó de ti unos centímetros, te dejó espacio para que terminaras de ponerte cómoda. Botitas respondió a tu comentario con un giro de cabeza y un gemidito de queja, pero por la profusión de sus lametones a tu mano cuando se acercó no parecía, para nada, molesto. Kaeso recibió tu beso con una sonrisa y te observó tumbarte, a su vez el imperial se sentó al borde de la cama y te contempló con calidez.

Descansa, mi cazadora. Descansa.. susurró mientras se inclinaba sobre ti y besaba tu frente a la par que acariciaba tu cabello. Su voz te acompañó en sueños, allí donde nada ni nadie pudiera alcanzaros.

1 de Fuego del Hogar, Mañana, Habitación Alquilada

Hati avanzaba por la nieve que se amontonaba a las afueras del bosque, sin apenas producir sonido alguno. Su olfato captaba más de lo que sus ojos y su oído percibían, y es que Hati no era humana... Hati era una loba.

De pronto, escuchó el llanto de un bebé y ralentizó su paso, echando las orejas hacia atrás, alineando el perfil de su cabeza con su lomo mientras se dejaba guiar por el sonido de la criatura.

Avistó un campamento en la linde del bosque y olfateó el aire, captando los aromas que la brisa arrastraba hasta sus fosas nasales. Normalmente, las bestias no se acercan cuando hay fuego, pero Hati, a fin de cuentas, era en parte humana.

Entonces lo vio: un hombre sujetando algo entre sus brazos, sentado al abrigo de una cueva, acunando al bebé para calmar su llanto. Frente a él, la hoguera los protegía del frío y, a su lado, descansaba una espada fuera de su funda, por si el peligro se presentaba.

Al ver a la loba gris, el hombre pronto llevó su mano a la empuñadura y Hati se detuvo, mirándolo fijamente. Kaeso sostuvo la mirada del cánido hasta reconocer un resplandor jade en los ojos de la loba. Relajó su brazo y sonrió.

Hati se acercó muy despacio a ambos y olisqueó con al bebé antes de rozarlo delicadamente con el hocico, que el pequeño urgó con sus manitas, dejando así de llorar. Kaeso murmuró un "Bienvenida a casa" y ella se acurrucó a su lado, apoyando su cabeza sobre el regazo del hombre, cerrando los ojos. 

Ya estaba en casa... ya estaba con su familia.

1 de Fuego del Hogar, Mañana, Habitación Alquilada

Abrí los ojos, parpadeando varias veces al ver el techo de madera sobre mi cabeza -Sólo fue un sueño- pensé, girando la cabeza a un lado y a otro para observar la habitación. Botitas estaba enroscado a los pies de la cama y Kaeso inclinado sobre el escritorio. Sonreí, incorporándome poco a poco para no alertar al imperial. Sin embargo el cachorro movió la cola al verme y lo miré con los ojos entrecerrados, llevándome un dedo a los labios. Me había visto hacer ese gesto varias veces, las suficientes para entender que no quería que ladrase.

Posé mis pies descalzos en el suelo y caminé muy despacio hacia Kaeso. Lo abracé por detrás, deslizando mis manos hacia su pecjo y aspiré su aroma, rozando mi nariz por su nuca -Mmmm... he tenido un sueño precioso- susurré, coronando su cabeza con un tierno beso -Voy a dedicarle tiempo al pequeño, ¿vale?

Me aparté con una sonrisa en los labios y miré al cachorro, cruzándome de brazos -Bien, Botitas... vamos a enseñarte un par de trucos- empezaría por lo básico, sin salir de la habitación. Busqué en mi bolsa varios trocitos de cecina pequeños para compensar al animal cuando lo hiciera bien. Ya practicaríamos trucos más avanzados en el exterior, pero por ahora, con que se quedara quieto a mi orden, bastaba. Además, viendo su fijación por las botas... esa orden primaba y mucho.

Me acerqué y acaricié su cabecita, antes de situarme al otro lado de la estancia y chasquear la lengua para llamarlo. Una vez junto a mí, le hice un gesto con la mano abierta hacia él -Quieto- dije, empezando a retroceder hacia atrás, sin bajar la mano y mirándolo fijamente. 

Tuve que corregirlo -No- caminando hacia él, obligándolo a retroceder a la posición inicial y repitiendo la orden original, mismo gesto, misma palabra.

Adiestrar requería mucha paciencia, aciertos que premiar y errores que corregir. Cada vez que Botitas se quedaba en el sitio, esperaba un poco y me acercaba despacio, premiando al cachorro con una golosina. Cada vez que desobedecía, se quedaba sin premio y empezaba de nuevo. Era improbable que el perrito aprendiera la orden en una sola tarde, necesitaría dedicarle otras para que la memorizara. Poco a poco, jornada a jornada, haría de él un compañero leal y obediente, que no sólo cazara a mi lado, sino que fuera capaz de defenderse.

Pero antes, debía aprender lo básico.

1 de Fuego del Hogar, Mañana, Habitación Alquilada

Mientras seguía escribiendo, Kaeso alzó la mirada hacia arriba cuando le otorgaste el beso en la coronilla, él te lanzó un beso en el aire mientras siguió escribiendo. Botitas, contento ante la perspectiva de salir de la habitación, te siguió raudo evitando caer en la tentación de las botas que lo rodeaban. Pero para su frustración no iba a salir, soltó un suspiró largo de resignación, pero mantuvo su atención en ti.

Aunque Botitas se había mostrado generalmente anárquico a tus órdenes, quizá a razón de su naturaleza salvaje, quizá esa parte de perro que tenía lo hacía más afín a la obediencia. Fuera como fuera tus instrucciones fueron asimiladas por el cachorro, ya el tiempo que llevabas con él había servido para fortalecer tus lazos con él y no te fue complicado aplicar cierta disciplina al cachorro que parecía atender bien a tus instrucciones.

Al menos, habías empezado con buen pie.

5 de Fuego del Hogar, Media Mañana, Salón principal

Estaba siendo una mañana bastante tranquila, poco a poco se iba acostumbrando a aquello y a la nueva rutina de despertarse con la salida del sol, que en realidad esa parte no era tan nueva, lo que era nuevo era el lugar y el trabajo. Realmente el trabajo era similar al de mercader, con obvias diferencias, pero nada que no se pudiera aprender con la práctica. Por suerte para ella contaba con un juego de ropas a las que le había quitado algunos accesorios innecesarios y las usaba para desempeñar aquella labor. No eran las que más le gustaban, pero prefería no estropear las otras. Además acompañaba el cambio de vestimenta con uno de peinado, ya que tenía dos trenzas que reposaban sobre sus hombros. Así le molestaba menos el cabello.

Aunque los primeros días, más bien había sustituido a la hija y a la esposa de Rodegar. No podía culparlas, comprendía por lo que estaban pasando y que no estuviesen en sus mejores momentos para atender al personal. No se podía decir lo mismo del dueño y del otro hijo, que en apariencia parecía que no les afectaba, aunque estaba segura de que era simple fachada. Tampoco es que ella tuviese un aspecto del todo saludable. Aún tenía alguna que otra pesadilla, pero podía conciliar algo mejor el sueño.

Había terminado de recoger unas pocas mesas que acababan de quedarse vacías, apenas había gente en el local, hasta Aren parecía aburrido. Pero quien no lo estaría a esas horas cuando estaba prácticamente todo el mundo ocupado con sus labores y aún quedaban unas horas para la comida, que sería seguramente cuando volviese a haber algo de actividad en la posada. Había terminado de dejar los utensilios sucios en la cocina y ahora volvía al mostrador y dejaba la bandeja en el extremo por donde salían para servir. Dejo escapar un bostezo de aburrimiento e iba a hacer un comentario al respecto cuando la puerta de la posada se abrió, haciendo que ella dirigiese su mirada hacia esta para ver quien entraba.

- Bienvenido a la posada “El final del… la frase quedo sin acabar al ver de quien se trataba. Ni más ni menos que el súper rastreador. Ala, ¡hola! Saludo con algo más de énfasis cuando le reconoció.

5 de Fuego del Hogar, Media Mañana, Salón principal

Haming era un muchacho taciturno, bastante silencioso, que apenas pasaba tiempo en la posada. Solía entrar con afán de vender alguna pieza de caza a Rodegar y, en esta ocasión, no parecía ser distinto. Cuando lo interpelaste, se quedó algo sorprendido y te miró unos instantes en silencio.

Buenos días. dijo escueto, el muchacho tenía una gran fama como cazador, no tanto como por su don de gentes. ¿Está Rodegar? Traje carne para vender.. preguntó mirando más allá de ti, aunque Rodegar no se encontraba en ese momento en la posada.

5 de Fuego del Hogar, Media Mañana, Salón principal

Torció la cabeza a un lado cuando se le quedo mirando. ¿Acaso había dicho algo raro? No había sido demasiado efusiva ¿no? Cuando por fin hablo y prácticamente paso de ella, le palpito la vena de la sien. Ni que se le fuera a morder o algo.

- No, el dueño no está. Salió a hacer unos recados. Puedes esperarle si quieres, seguro que no tarda mucho en regresar.

Mientras hablaba y a pesar de que se había sentido un poco ofendida por como prácticamente la estaba ignorando, se movió por detrás de la barra, tomando una jarra limpia y llenándola de cerveza, para luego servírsela al joven, mostrando una agradable sonrisa. No sería mucho en comparación con la ayuda que él le había prestado, pero de alguna manera quería agradecérselo y por el momento aquella era una de las formas que tenía.

5 de Fuego del Hogar, Media Mañana, Salón principal

Haming asintió en silencio, vio como le servías una bebida y al principio no se inclinó en acercarse, pero al final así lo hizo.

Gracias. agradeció escueto mientras miraba a todos los rincones, como si esperara una inminente emboscada. Finalmente se centró en ti. ¿Ahora trabajas aquí? podía ser una pregunta obvia, pero parecía tratar de entablar una especie de conversación contigo. Desde luego no parecía muy ducho en esas lides.

5 de Fuego del Hogar, Media Mañana, Salón principal

Arqueó una ceja mirándole con curiosidad. No parecía estar muy a gusto en el sitio, como si fuera todo una gran jaula a la que le fueran a cerrar la puerta y el estuviera en alerta para escabullirse antes de que eso pasase.
Sonrió radiante cuando se quedó en la barra y acepto la bebida.

- Por el momento si contesto asintiendo con la cabeza Esta... bien comento encogiéndose de hombros, su tono delataba que no estaba del todo encantada con el trabajo, a pesar de que no parecía molesta en absoluto ni mucho menos desubicada. A veces es un poquito agobiante si hay mucha gente. ¿Y tú? ¿Estás solo de paso por Helgen? De hecho si lo pensaba, era la primera vez que se lo cruzaba desde que habían llegado.

5 de Fuego del Hogar, Media Mañana, Salón principal

Hamming te escuchó sin responder al principio, bebía en silencio y casi podías pensar que intimidado por ti, aunque nada más lejos de la realidad. Simplemente era silencioso y observador, cuando le preguntaste por si estaba de paso alzó la mirada hacia a ti respondiéndote con la boca pequeña.

No, yo soy de Helgen. dijo el joven cazador con convicción. Pero.. prefiero los bosques, solo eso. se encogió de hombros. Se quedó en silencio, sin saber o sin querer continuar, bebía lentamente.

5 de Fuego del Hogar, Media Mañana, Salón principal

Tenía la sensación de que el joven era del tipo tímido, sobre todo si recordaba cómo se había puesto colorado cuando le dedico aquellas palabras de admiración. Le resultaba bastante tierno. Sonrió ampliamente tanto para sí misma, como por sus palabras, para luego cambiar su semblante a uno más de confusión y curiosidad. Torció la cabeza a un lado mientras le seguía observando.

- Oh…¿no… te gusta la gente? Había cierto tono apenado en su voz, y podía ver como ella ponía cara de cachorro triste.

5 de Fuego del Hogar, Media Mañana, Salón principal

No se me da bien la gente. repuso breve mirando la bebida, echó un trago breve. Te miró de soslayo al ver esa cara de cachorrito, no pareció que aquello lo perturbara lo más mínimo, o si lo hacia no lo apreciabas. 

Haming era un hueso duro de roer, a pesar de la iniciativa inicial por dar algo de conversación no parecía ser esa clase de personas que la tomaban, sino que iban a rebufo. Parecía nervioso, atento, desde luego no parecía cómodo estando entre paredes.

Aquello pareció animarla de nuevo y enseguida estaba sonriendo de nuevo mientras daba una palmada, dejando las manos juntas y dando un pequeño y casi imperceptible saltito, para luego darse cuenta de que estaba siendo demasiado efusiva, recuperar la compostura y carraspear. Pero sin deja de estar sonriente.

- Oh! Eso ya es otra cosa Le resultaba gracioso porque ella era prácticamente lo contrario, no es que fuera alguien extremadamente social, pero si podía hacer amigos allá por donde iba no perdería oportunidad. Siempre y cuando se encontrase de humor para ello, como aquel día.  Ah! ahora que me doy cuenta... creo que no nos hemos presentado como es debido dijo extendiendo el brazo y ofreciendole la mano Me llamo Eldrid ¿Y tu? Al menos me gustaría saber el nombre de quien me libro de esas cosas hace varios días pregunto amable.

5 de Fuego del Hogar, Media Mañana, Salón principal

Las efusivas reacciones de Eldrid se ganaban ocasionales miradas de soslayo de Haming, no es que le molestaran o las rechazara, pero las encontraba curiosas. Una suerte de opuesto en comparación a su carácter más introvertido.

Haming Arco Antiguo. asintió presentándose, luego negó con suavidad. No.. no fue nada. A veces quedan draugr en criptas olvidadas, me.. alegro que pudiera ayudarte. procuró sonreír un poco, pero estaba claro que era algo que no estaba acostumbrado a hacer. Luego se recostó un poco en la barra, te miró con detenimiento.

¿De dónde.. venías? preguntó ahora con curiosidad, quizá animado por tu forma de ser.

4 de Fuego del Hogar, Mañana, Salón principal

No era precísamente temprano cuando Seretide descendió las escaleras que conducían a las habitaciones de la posada. Bostezaba tapándose la boca, arrebujándose en su capa. Llevaba el pelo trenzado hacia un lado, y parpadeaba, cansada, llevándose la mano a la cabeza, como si le pesase. 

Miró hacia un lado, y hacia otro, dejando la estela del ruido de sus pasos y el de su cayado al apoyarse en el suelo al caminar mientras se dirigía hacia la barra en la que una de las mujeres nórdicas que había visto días atrás atendía a los clientes. Tomó asiento, apoyando el codo sobre la misma, y la barbilla sobre la mano elevada, suspirando.