Partida Rol por web

Según el transporte Aquila se aproximaba a Kar'Thir pudistéis ver cómo la ciudad se hacía más y más grande a vuestros ojos como si fueran poniéndoos delante sucesivas lentes delante de los ojos. Era ciertamente hipnótico y la razón, a todas luces, era la distribución del pueblo alrededor del cenotafio de Achilus como sectarios ante un altar, como adoradores de un ídolo faliforme. El contraste entre las construcciones no podía ser más acentuado: por un lado el majestuoso monumento, una muestra de poder, un lugar de culto, una imagen permanente del logro de las tropas Imperiales, construído en un mármol negro tan pulido que uno podía mirarse en él como en un espejo. A su alrededor se desperdigaban antiguas y ajadas casas de madera que se alternaban con solares vacíos de tierra removida o hierbajos secos. Era frecuente ver también los esqueletos de edificios a medio construir, abandonados al paso de los años y las inclemencias del tiempo, mientras que aquí y allá algunos camiones de carga se aprestaban a cumplir su cometido, ensuciando la atmósfera con grandes nubes de polvo. El conjunto en sí mismo da sensación de abandono, de olvidados sueños de grandeza, de grandes proyectos y mayores fracasos, de resignación, de derrota.

Una vez en tierra, el panorama no mejoró visiblemente. El Aquila había aterrizado en una de las múltiples extensiones de tierra baldía, a no mucha distancia del Cenotafio. De cerca, las casas de madera paracían aún más pobres y desgastadas. No os costó mucho daros cuenta de que la tecnología de la ciudad, aun con ciertos contrastes, era de una época remota, medieval, y que imperaba un sistema de clases definido. Las actividades fundamentales de la ciudad parecen estar relacionadas con materias primas, a saber, leñadores, cazadores, curtidores, pescadores, recolectores, etc. En contraste con la poca sorpresa relativa que los habitantes habían mostrado ante el vehículo que os había traído aquí, vuestra presencia causó un furor y un pánico inauditos en los impresionables habitantes. Algunos de ellos habían huido espantados  nada más veros cómo si fuéseis seres mitológicos o demoniacos. La gran mayoría guardaban una respetuosa y temerosa distancia, sin salir al descubierto cuando estábais presentes o incluso, si hacíais ademán de acercaros o simplemente les mirábais fijamente se apresuraban a esconderse en sus chozas o a ponerse fuera de vista. El pequeño porcentaje restante, en un acto completamente opuesto al de sus semejantes, se arrojaba sobre vosotros, se arrodillaban y canturreaban alabanzas en un Bajo Gótico con fuerte acento, o incluso intentaban tocaros cómo si el tacto de vuestra servoarmadura diese buena suerte o como si de vuestros enormes guanteletes emanasen bendiciones.

A primera vista era una ciudad extraña

Marev no estaba especialmente complacido, toda pesquisa sería más complicada cuando se veía reducido el nivel tecnológico local. Pero uno no elegía sus campos de batalla, sino que cumplía con su misión fueran cuales fueran las circunstancias. El primer impulso era el de visitar el templo local al ser el edificio más destacable, pero dudaba que el tráfico ilegal de objetos y el culto herético estuvieran centrados en aquella zona.

-Llevadnos ante la Autoridad Local-vocalizó a través del altavoz del casco a los atemorizados habitantes. Esa devoción hacia ellos le estaba resultando francamente molesta. Sólo Él en el Trono Dorado se merecía tales atenciones-¿algo más que añadir ahora que estamos aquí, interrogador?-preguntó a Schneider por el comunicador, tal vez la visión del lugar le hubiera hecho recordar algo, o ubicara algo mejor lo comentado a lo largo del viaje

-Estemos atentos hermanos, este lugar con gente concentrada es idóneo para un ataque a traición-recordó a sus compañeros por el canal de escuadra mientras observaba los alrededores, esperando que los aldeanos respondieran.

Grigori bajó después de Marev, no le sorprendió el hecho de ver un poblado tan exento de tecnología, le sorprendió el hecho de que a miles de kilómetros existiera una ciudad baluarte que representaba lo que era el Imperio... diferencias en un mismo planeta, mal asunto; o eso creyó Grigori enfundando en su imponente servo armadura. Avanzó tras Marev oteando el lugar, observando a sus gentes, como unos huían y otros observaban a la par sorprendidos que asustados.
Pobres mortales... deseó poder decirles que se relajaran que eran amigos y no un enemigo dispuestos a masacrarlos a todos, pero aquel sentimiento inocente se esfumó tan rápido como surgió... Ellos representaban a la inquisición, a una rama especializada en el exterminio de xenos y de culturas humanas que han sido tocadas por los abominables alienigenas que tanto deseaban ver a la humanidad ardiendo hasta los cimientos de su historia.

Se mantuvo firme, a la espera... si alguien tramaba algo, habría que estar atentos... "nunca subestimes a tu enemigo", pensó para sus adentros repitiéndose esa sencilla frase que tantas vidas había costado y salvado.

El desolador paraje que nos encontramos al llegar a Kar´Thir no era nada sorprendente. En parte porque tan alejados como estábamos de la colmena y centro neurálgico del planeta era lógico que el nivel tecnológico fuera muy inferior debido al coste que eso conllevaba. Y en parte también porque siendo como era un punto estratégico de mercado negro cuanto más desapercibido pudiera pasar mejor. Y nada mejor para ello que una comunidad de salvajes como esa.

Si se refiere a si tengo algo que añadir que pudiera ser de relevancia para la investigación ahora mismo me temo que no, que lo que dije durante el transporte son todos los conocimientos que poseo y puedan ser importantes le respondo a través del microcomunicador pues los marines ya se habían puesto sus respectivos cascos, lo cual no hacía sino aumentar la presencia que emanaban aquellos tres gigantes. Aunque sin duda un lugar tan majestuoso como este debe de tener historias o leyendas que tal vez puedan estar relacionadas con nuestras pesquisas. Intentaré recordar alguna mientras somos guiados hacia la autoridad del lugar.

El ángel sangriento se desabrochó el arnés de seguridad con parsimonia y bajó del trasporte en último lugar inspeccionando el lugar tras el visor de su casco. Como esperaba, nadie había acudido a recibirles. 

De pie en la rampa de descenso decidió iluminar a sus hermanos - El planeta ya estaba habitado cuando llegó la Cruzada, y anteriormente, incluso había pertenecido al Imperio. Cuando la Cruzada llegó de nuevo, los nativos, dirigidos por el Príncipe Allewis LXXXIII, reintrodujeron el culto y la tecnología imperial. A cambio, el Príncipe adoptó el título de Prefecto.

Paró un segundo, se notaba que el bibliotecario no era del gusto de las charlas informativas-  La fe de los nativos en el poder y la bondad del Imperio era absoluta. Las cosas han cambiado, la confianza es menor y el herético sentimiento anti-imperial - el profundo asco que siente al pronunciar esa palabra es perceptible incluso a través de la voz distorsionada que se trasmite por los comunicadores. -se ha difundido lentamente entre la población que erróneamente se siente ignorada, utilizada o esclavizada. Sobre todo desde que el Barón Taeg fue condenado a muerte por sedición

En estos momentos, esta ciudad se hunde lentamente en la miseria y solo el Cenotafio mantiene algo viva su economía, al menos la legal. Mientras el Prefecto Allewis LXXXIII pasa sus días cómodamente en Citadel Primaris.

Los nativos os miran entre sorprendidos, asustados y confundidos. Se miran entre ellos. Durante un momento no se atreven a contestar, a llevar la contraria.

Son gente menuda, flaca, de piel oscura y pelo aún más oscuro, en general liso, cortado por delante y por detrás a una altura parecida que hace que parezca que tengan un extraño sombrero. Sus ropajes, si es que pueden llamarse así, están hechos en lino o una planta similar, y en su mayoría empuñan burdas y primitivas herramientas de trabajo, la mayoría hechas por ellos mismos. Por supuesto, el enorme choque tecnológico entre ambas culturas ha provocado disparidades tecnológicas, por lo que algunos de ellos empuñan un arma laser, o tienen otro tipo de utensilios de tecnología imperial. Os preguntáis qué será para ellos tener esos objetos, de qué forma les sorprenderían inicialmente. Es un mundo extraño.

Finalmente os contestan. Hablan Bajo Gótico fuertemente acentuado, aunque si hablan entre ellos es francamente difícil de entender. Siglos de aislamiento han hecho que su idioma evolucione por sus propios derroteros y, sobre todo para la fauna y flora autóctona tienen palabras totalmente diferentes.

— Anuk, anuk, buscan anuk —se miran entre ellos, como explicándose—. No anuk, oh poderosos dioses hijos de Atai. No anuk desde que el Erl Taeg muerto. Khased. Erl es khased... mmm... mmm... maldito, eso es. Quienquiera que ser nuevo Erl será khased. Él aún vivo, vengativo ouwl que matará a aquel que quiera sustituirle como erl.

Y como para constatar sus palabras señala un edificio de piedra en lo alto de una colina, en uno de los extremos de la ciudad. El edificio parece amurallado, con dejes góticos que os hacen pensar que se trata de un edificio imperial...* o de que al menos lo fue algún día, dado que se halla en la ruina, y parece que el paso del tiempo ha sido especialmente inclemente con él. No podéis apreciar mucho desde aquí, pero podéis contemplar al menos que su torre central está medio derruida y que en ciertas zonas parece un tono verdoso que bien podría ser la naturaleza recuperando lo que le pertenece.

El nativo parece tenerle un respeto supersticioso, pero no parece verdaderamente asustado. Otros dos, los pocos que se han acercado de momento a vosotros, parecen asentir como dando por buenas y sabias sus palabras.

Aquella población estaba demasiado atrasada, haciendo su comprensión algo espantosamente difícil. Por ello Marev se armó de paciencia e intentó desentrañar el significado de lo dicho por el nativo. Por lo que parecía la superstición apuntaba a que el dirigente ejecutado por sedición había maldito el puesto y mataba a cualquiera enviado para sustituirle. Obviamente eso era una patochada primitiva, el traidor estaba muerto y su sustituto había elegido otra ciudad, por motivos obvios ahora que habían puesto pie en tierra.

-Bien. Si nadie es Erl, porque Erl está Khased...¿quién hace función de Erl sin serlo? ¿Qué hombre sabio juzga y dirige?-El Guardia del Cuervo había imitado la pronunciación de forma más que aceptable, e insistió en su objetivo de obtener respuestas. Siempre podían subir a la antigua sede del poder imperial y ver qué encontraban, pero de momento prefería obtener toda la información de los nativos aunque costase.

Por el momento contaba con su colaboración, incluso ellos parecían creer que no era más que una leyenda. De no serlo el ouwl no iba a tener planeta para esconderse de la Furia de los Justos.

Miró a donde señalaba el extraño hombre que los había llamado Dioses... aquella blasfemia le hizo sonreír levemente aunque en realidad no le gustó, sencillamente la pasó por alto y comprendió que la falta de cultura e intelecto le hacía hablar así, por no decir de la impresión que supondría para alguien de ralea ver a un astartes. Observó la estructura con detenimiento buscando algo en ella y sin apartar la vista de la misma preguntó después de Marev - ¿habéis visto más astartes? - luego se dio cuenta de que ni si quiera sabría lo que eran - es decir, más como nosotros

Para Astramael parecía claro que nadie dirigía la ciudad en aquellos momentos. De todas formas, le pareció una buena idea intentar sacar la mayor cantidad de información de aquellos primitivos nativos.

Volvió a quedarse nuevamente en completo silencio, mientras desde dónde se encontraba echo un vistazo a la plaza, esperando encontrar algo fuera de lugar.

Inmerso como estaba en tratar de recordar alguna historia sobre aquel lugar y aquella imponente estructura no atendí mucho a la conversación entre los Astartes y los nativos. Por desgracia a mi memoria no vino ninguna historia que pudiera sernos de utilidad en este caso. Tal vez debí de haber leído algo sobre ello en Erioch en lugar de sobre la propia fortaleza.

Si que preste algo de atención cuando el indígena señalo a una estructura lejana, al parecer lo que en un tiempo debió de ser la sede del poder imperial en esta zona. Sin duda el siguiente paso lógico a seguir, ya que dudaba mucho que los indígenas nos dijeran algo de interés. Aún así observe la escena algo apartado y divertido, la diferencia entre los aborígenes del lugar y los Astartes realmente era comparable a la de un mortal y un dios. Además con su atención centrada en los tres gigantes dudaba mucho que fueran a hacerme mucho caso si intentaba intervenir en la conversación. Más adelante sería mi turno de entrar en acción sin duda.

No hubo respuesta para las preguntas de Marev. O al menos no hubo respuesta hablada, pues los nativos, aún con la mirada de adoración en sus pupilas, se miraron y encogieron de hombros y al parecer lo consideraron una respuesta bastante acertada. Sin embargo las palabras de Grigori tuvieron más impacto sobre uno de ellos que agitó repetidamente la cabeza en un gesto universalmente aceptado como "sí". El hombre, que había permanecido callado hasta entonces, al ver que todas las miradas reparaban en él y que finalmente gozaba de vuestra atención (en todo el sentido del término) se apresuró a hablar:

— Sí, así fue ¡loados dioses! —la gracia es que probablemente se refiere a vosotros—. Otro pfalusí estuvo aquí hace tan solo unos días y me pregunto ¡¿qué misterio, m'hairak o ouwl ha sido capaz de traer grandeza de Astartes no una si no DOS veces a Kar'Thir tras tanto tiempo eb'oid-id?! ¡¿Hemos sentirnos temerosos o halagados, oh poderosos Mar-hin'ex?

La respuesta a la pregunta del indígena era un depende. Si como parecía era un buen ciudadano imperial temeroso del todopoderoso Emperador, lo más probable es que no sufriera ningún daño por nuestra parte y lo más razonable sería sentirse contento por estar en presencia de los benditos ángeles del emperador. Si no lo era, descargaríamos nuestra justiciera ira sobre él y bien podría desear caer muerto ahora mismo en lugar de esperar a vernos en acción.

¿Donde fueron nuestros hermanos marines?- preguntó el bibliotecario centrándose por primera vez desde que bajo del trasporte en el hombre que tenía delante.

Aquel extraño dialecto tribal resultaba total y completamente desconcertante. Aquellas extrañas palabras no dejaban de resonar en mi cabeza. Tal vez no fueran más que palabras sin más, pero algo me decía que podían llegar a sernos de utilidad así que me concentre todo lo que pude para intentar sacar su significado.

Aunque las palabras del dialecto de los indígenas estaban bastante claras para el ángel sangriento, concentró su atención aún más en ellos, tratando que no se le escapara ningún detalle.
 

En realidad, el idioma no parecía tan distinto a ciertas versiones de Bajo Gótico que habíais oído antes. Era de suponer que los nativos habían hablado antaño Bajo Gótico antes de que toda la expansión cayese en el aislamiento y la sombra. Desde ese momento su lenguaje había evolucionado de forma distinta y desigual. Mientras que la mayoría de la estructura se mantenía, algunas palabras se habían modificado significativamente, sobre todo aquellas que representaban conceptos comunes en la realidad diaria de los habitantes del planeta, y donde más significativo sería el cambio —era de suponer— sería en la flora y fauna.

No érais lingüistas, pero la evolución de los idiomas tampoco os era algo totalmente ajeno, pues esas peculiaridades las habíais observado en ocasiones al tratar con individuos procedentes de toda clase de sistemas planetarios. Habitualmente las palabras conservaban su estructura pero se modificaban, paso por paso, fonéticamente.

Los nativos se agitaron, nerviosos. No parecía que tuvieran una respuesta:

— Nosotros no saber, hijo de Atai. Ellos no pararon a hablar como vosotros. Ellos no hablaron. Ellos no dijeron. Ellos no detenerse en esas cosas. Pero seguro que son'wan lo sabe. Son'wan tiene que haberles visto.

Los miró inquisitivo con el yelmo puesto, aunque no pudieran ver sus ojos, la faz del casco de un marine siempre era perturbador - ¿Son'wa? - repitió con cierta languidez - ¿Dónde esta? - le preguntó 

— Son'wan —dice, mientras frunce el ceño. Luego señala enérgicamente a sus compañeros uno por uno y luego a algunos de los que están observando desde lo lejos, al parecer aleatoriamente—. Son'wan, son'wan.

Durante la conversación os da tiempo a echar un vistazo un poco más concreto y detallado a lo que es Kar'Thir, lo que era originalmente y cómo ha influido el paso de los años en su estructura.

Como ya habíais observado, el grueso de las edificaciones están construidas con una tecnología muy primitiva, casi medieval. Se trata de pequeñas casuchas —chozas es quizá la palabra más adecuada— construídas en madera y techadas en paja. Alguna, perteneciente quizá a ciudadanos algo más acomodados o, mejor dicho, más pudientes, tienen los cimientos de una mezcla de piedra y adobe y el techo tiene algo de madera. Son de formas irregulares y achaparradas y están distribuidas de forma no ordenada aquí y allá como si fueran colonias de hongos brotando del suelo, sin ninguna clase de planificación. La casualidad o quizá la necesidad había, no obstante, dado lugar a una especie de camino que se abría entre ellas, una especie de "calle principal" que no era más que un sendero de barro en el que no había casas y que desembocaba en una de las paredes del risco sobre el que se sustentaba el Cenotafio de Achilus.

La posición del monumento era curioso. El risco en el que estaba situado era alguna clase de formación natural, aunque había sido trabajado más tarde hasta tener la forma que tenía ahora. Dicho risco empezaba abruptamente en medio de Kar'Thir y condicionaba (o había condicionado) su distribución de viviendas. El risco tendría unos 15 m de alto (y mucho más largo y ancho, como una especie de pequeña meseta) y era, por obra humana, liso en su parte superior, donde se había ¿trasladado? ¿construido? el enorme monolito. Su base había sido aprovechada para construir casas con menos material aunque solo en las caras sur y oeste. El risco, una vez pavimentado y alisado, parecía haberse aprovechado como plaza, pues ya desde abajo podíais ver pequeños puestecillos que parecían ser tiendas.

Los intentos de modernización de la ciudad en los tiempos de prosperidad, antes de la traición del Baron Taeg, consistían fundamentalmente en un par de grandes conjuntos de viviendas de manufactura imperial que contrastaban radicalmente con la arquitectura nativa. Se encontraba al este de vuestra posición y estaban semiderruidos. Eran varios bloques de apartamentos de mecahormigón (evidentemente importado) que se alzaban más alto que cualquier edificio nativo, aunque no tanto como el imponente megalito. Su abandono era evidente, y aun desde lejos podíais apreciar zonas resquebrajadas y grupejos de escombros. Aquí y allá de los bloques principales, que formaban un triángulo y eran los únicos acabados, reposaban olvidados los esqueletos de otros proyectos de construcción similares que nunca llegaron a terminarse, y entre ellos destacaba lo que parecía, por su decoración y planta, una basílica imperial.

El resto lo podíais intuir vagamente y requeriría acercarse a los límites de la ciudad. Al norte parecía haber una colina natural con alguna clase de edificio solitario en ella. Lo lógico era pensar, dado la organización pseudofeudal de esas gentes, que se trataba de la vivienda del gobernante o líder de los nativos y sumando dos y dos daba que seguramente sería la mansión del tal Barón Taeg. Al oeste se extendía un bosque espeso y bastante tenebroso, con árboles retorcidos en poses agonizantes como si estuvieran muriendo asfixiados por la contaminación atmosférica del planeta, que tan repentinamente había llegado. Cerca del bosque, aunque más al norte, había algunos edificios más grandes que las casuchas de los oriundos del lugar. Fábricas, factorías, pero una versión primitiva, extraños engendros resultantes del choque tecnológico. En las cercanías también podíais oír un río.

Y al nordeste, perdiéndose en el olvido, un fallido intento de autovía, de conectar Kar'Thir con la modernidad. O algo por el estilo