Partida Rol por web

Entre los tantos heridos está Richard, el extraño hombre de las armas eléctricas que le dio a Dalia algunos problemas con anterioridad. Se encuentra arrodillado en el suelo, con los hombros caídos, muñecas juntas debido a las esposas. Su uniforme está lleno de agujeros. No fue a cobertura, está delante de algunas otras personas: Actuó de escudo humano. Tiene los ojos cerrados y respira con dificultad, cada tanto quejandose un poco, pero para estar hecho un colador lo está llevando bastante bien, eh.

Dalia se quedó con Hieronymous en brazos. Lo atrajo hacia si mientras aún le agarraba la mano. El otro brazo, inerte, caía al suelo como las lágrimas de Dalia. No podía contenerse y soltó un sollozo cargado de dolor. Temblaba ligeramente y no podía parar de llorar. Estaba completamente perdida.

De pronto se percató de que no era la única que lloraba. Escuchó lamentos y llantos por toda la sala. Miró en derredor y vio a gente desconocida junto a cadáveres que no podía nombrar. Notó cómo todos sentían su dolor... no, se sintió parte del dolor de aquél grupo de extraños. Miró a Hieronymous y rescató el poco de valor que le quedaba intacto. Le cerró los párpados con una triste sonrisa y se agachó para besarle la frente. Entonces lo dejó reposar en el suelo y le puso ambas manos sobre el pecho.

Dalia se levantó y buscó a alguien. El tipo que no sangraba estaba arrodillado en el suelo. Parecía haber actuado de escudo humano, pero seguía vivo de alguna manera. Dalia vió que estaba esposado. Fue al resto de cadáveres de soldados y les cerró los ojos mientras tanteaba buscando las llaves de las esposas. Cuando al fin las encontró, fue hacia el tipo.

- Por favor, no te muevas, voy a liberarte - dijo Dalia con un tono calmante que descubría el dolor que sentía -. Necesito tú ayuda. ¿Conoces la estructura de este lugar? Tenemos que salir de aquí.

Dalia le puso la llave en la mano al tipo que no podía ser humano.

Él asiente con suavidad, dejandole actuar con libertad. Alza débilmente los brazos, dejando que le quite las esposas. -G...G... G... Gracias...-, se traba un par de veces, logrando finalizar su palabra tras varios intentos. -... Los... Heridos son... lo primero... Conozco la... la estructura de memoria...- murmura él, mantiene los ojos cerrados y la cabeza baja, temblando débilmente. -... D-debemos salvar a quienes aún no se han extinguido...-

- Espera - Dalia le cogió de los hombros -. ¿Tienes conocimientos médicos? Yo no, así que no puedo hacer nada aquí, pero sé que si nos quedamos mucho tiempo aquí perderemos fuerzas y nos acabaremos consumiendo con los cuerpos. Tenemos que encontrar una forma de salir. Tiene que haber otra salida, seguro. Tengo... en el peor de los casos, tengo algunos explosivos. Si hay alguna pared que dé al exterior, algo, una puerta que podamos derribar para abrir un camino... tengo que saberlo.

Durante su estancia en la organización Richard recordaba haber bajado una vez hasta el piso inferior. Allí lo que más le llamó la atención era que había una muestra de el verdadero mural del caballo con alas de fuego, "Cabalgando hacía la esperanza". Algo resultaba irónico en aquella situación y era que esa planta inferior era antes un túnel por el que venía el cargamento directo de la vieja Cele (Si, porque la base es un antiguo almacén de Cele, abandonado hace tiempo). Por desgracia el túnel se derrumbó aplastando casi toda la maquinaria, pero era posible que más allá de las rocas derrumbadas hubiera alguna esperanza (De aquí la ironía de "Cabalgando hacía la esperanza").

Aún así, a Richard le iban a hacer falta varias horas de arreglos antes de que pudiera ser útil. 

-Se de... Medicina básica, anatomía...-, asiente un poco, abriendo los ojos. Parecían más claros la primera vez que le vio, pero también había más luz antes: Son de color azul marino, algo oscuro. Tiene el cuerpo frío, parecería. Se estremece un poco al rato, aguantando el dolor como puede seguramente.

-Salidas... Existe... Una. Lleva a la vieja Cele... Te dirigiré a ella cuando pueda, pero necesitaremos ayuda para desbloquearla, se ha derrumbado parcialmente...-, tiembla, intentando ponerse de pie. Le cuesta mucho, pero lo consigue, -... Hay trabajo que hacer.-, y tembloroso intenta moverse hacia algún herido que haya sobrevivido, disponiendose a improvisar cuanto sea necesario para evitar más muertes. Tiene un corazón de oro~

Cuando Richard se levanta Dalia no puede evitar fijarse en las heridas de la espalda. Algunas balas se le han quedado enganchadas en la propia superficie del traje, otras han formado agujeros en el mismo. Pero no hay sangre, ni una sola gota, tan siquiera hay carne levantada, algo no iba bien. 

Dalia asintió y comenzó a apartar los cadáveres de sus compañeros. No le gustaba nada la idea de dejarlos ahí, pero lo único que podía hacer era no dejarlos olvidados. Mientras los colocaba al lado de una pared, uno al lado del otro y con las manos cruzadas en el pecho, les quitó las armas y pensó que la habían dejado ahí a propósito. Querían que sufriera y se pudriera junto a los cadáveres de sus compañeros y unos indigentes. El dolor estaba empezando a sanar rellenando los trozos rotos de su corazón con el fuego de la ira. Antes de terminar ya estaba decidida a salir y darle su merecido a ese Leonard.

Se arrodilló y rezó una plegaria por sus compañeros caídos. No podía quitarse a Hieronymous de la cabeza. La idea de no poder volver a estar con él, hablar con él, sentirlo cerca, le resultaba desoladora. Trataba de apartarla como podía, pero notaba un dolor en su pecho mayor que el que ninguna herida le había provocado jamás.

Se levantó y fue con el tipo al que había liberado. Se quedó unos segundos sin saber cómo hablarle y luego le preguntó:

- ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?

-Hay un paquete médico en...-, y le indica como llegar a la habitación donde el equipamiento es guardado. -... Lo necesito...-, trabaja lento y tembloroso, el pulso le falla... Pero aún así hace lo posible.

Así pasaría él un rato, a menos que ella intente entablar una conversación con el hombre del uniforme azul.

Theo se levanta de donde está y a pesar de tener el hombro herido también ayuda a apartar los cadáveres. A parte enciende varias velas que estaban guardadas en una habitación con un chasquido de dedos, con lo que la sala comienza a estar mejor iluminada. El único cadáver que no consiguen apartar era el de Debora, Thale se resistía a soltarla y era imposible comunicarse con él (No hablaban su idioma). Tras un rato pudieron hacer un recuento: Había una madre con su bebe y su hijo, un hombre mayor, otro hombre con una herida muy grave al que una mujer lloraba, tres niños más y una niña. Theo se paró a descansar al terminar y se hizo una venda improvisada para el hombro, no dijo palabra en todo el proceso. 

Dalia se marcha a buscar el botiquín y usa una linterna para ver por donde se mueve. Sigue las indicaciones del tipo malherido que no sangra y vuelve con el botiquín. Se lo entrega y trata de ayudarle con el cuidado de los heridos. Dalia aprovechó el rato para presentarse:

- Creo que hemos empezado peor que con mal pie. Mi nombre es Dalia. ¿Podría decirme el suyo?

-... Muchas gracias por traerlo... Mi nombre es Richard.- dice él mientras trata a los heridos como puede. Poco a poco va consiguiendo estabilizar a algunos, aunque la mayoría de los que fueron alcanzados con balas murieron debido a la cantidad de rafagas disparadas. Cierra los ojos tras unos momentos y luego los abre para continuar con su labor.

-No es tu culpa. Un soldado sigue ordenes, no es responsable por los males o bienes que causa: Es una extensión de quien ejerce poder sobre él, como una herramienta. No se puede odiar al martillo por la mala labor de un carpintero...-, le mira de reojo, apenado, -... Lamento lo de vuestro compañero... Puedo ver que era importante para usted.-

- Así es... - Dalia se paró un momento, pensando en Hieronymous y en que acababan de rebajarla al nivel de una simple herramienta con total normalidad - Disculpe... ¿no está usted herido? Parece haber recibido muchos impactos de bala - comentó Dalia incómoda, pues sabía que algunos serían suyos -.

-... Han dado todas en los huesos. No han conseguido perforar nada grave. Milagroso, ¿No cree?- dice él. Seems legit. No parece que le tome muy en cuenta el que le haya disparado. -... Estaré... Bien por ahora... Luego trataré mis heridas... No se preocupe...-

El proceso fue lento pero juntos pudieron vendar a los heridos más graves. Para uno de los hombres tuvieron que construir una camilla improvisada con material del lugar. Iba a ser una lastima dejar atrás aquella base, pero no podían cargar con más peso del necesario en un viaje de regreso. Tras dejar a todos los heridos listos cogieron armas y provisiones los que podían y se encaminaron todos a la planta de abajo. Tuvieron que dejar los cadáveres allí, quemárlos podría resultar un suicidio y enterrarlos era imposible en un suelo tan duro (Y nadie tenía ya fuerzas para cavar tanto). Todos aceptaron el moverse menos Thale, que se aferraba con fuerza a su hermana aún. Tras intentar que se moviera con gestos y con acciones, al final Theo optó por zanjar el asunto de una manera más tajante. Chasqueo los dedos y un brillo eléctrico surgió en su mano, le puso la mano en el cuello a Thale y este cayó inconsciente. Tuvo que cargarlo a cuestas, a pesar del dolor de la herida. 

La planta abaja era una sala alargada con maquinaria de transporte antigua, polvorienta y en algunos casos aplastada por rocas. En el pasado era un gran túnel de transporte pero ahora estaba cortado a la mitad por un derrumbamiento. Una cosa que llamó la atención a Dalia de aquel lugar es un mural que mostraba un caballo en llamas con alas de fuego. Debajo del caballo ponía "Cabalgando hacía la esperanza". En la misma pared había otros dibujos que parecían haber sido hechos por niños pequeños. En otra pared había dibujadas con spray varias dianas con señales de disparos. 

Era evidente que aunque consiguieran salir de allí la comitiva iba a ser lenta. 

Richard les acompañó hasta abajo, pero una vez estaban todos allí pidió disculpas y volvió a subir, alejandose del grupo. Aseguró que volvería pronto a asistir, pero que necesitaba ocuparse de sus heridas. Niega rotundamente cualquier ofrecimiento de ayuda, partiendo por su cuenta hacia el taller donde él había trabajado hasta hace poco tiempo.

Una vez llega al taller, cierra la puerta y suelta un gemido de dolor. Se quita la chaqueta, mirando los agujeros en su cuerpo mientras tiembla.

-D... Diagnóstico.- dice con el tono adolorido, deja de contenerse una vez está a solas. Tiembla mientras avanza hacia la mesa, apoyando sus manos allí y casi tirando todas las herramientas al suelo por la torpeza de sus acciones. Ve frente a sus ojos la información de los daños... Y gruñe un poco. Comienza a trabajar, recogiendo sus herramientas y desmantelando aparatos del taller para tener las piezas o material que necesita para ejecutar las reparaciones... No tiene piel sintética a mano, aunque sabe como hacerla.

Estará un buen rato trabajando...

Los daños eran muy graves, con los materiales que tenía ahí iba a tardar horas de trabajo tedioso (incluso días) en poder conseguir ser el de antes. La mejor opción sería hacer algún arreglo improvisado, atenuar los sensores del tacto y esperar llegar sano y salvo a su tienda en la zona oscura para trabajar allí con más tranquilidad. Hechos los cambios, su movilidad mejoró un poco, y aunque aún no pudiera ir muy rápido se podría adaptar al ritmo del grupo, que daba por supuesto que iba a ser lento por culpa de los heridos. 

Dalia contempló el montón de rocas que tenía delante. Si esa era la única salida que había en toda la construcción, iban a pasar un buen rato encerrados. Se paseó de izquierda a derecha, comprobando qué partes parecían menos seguras y si podía ver algún indicio de libertad más adelante. Un rayo de luz, algo de viento... cualquier cosa.

Después de trazar un plan para abrirse camino entre los cascotes, Dalia miró a los demás. Algunos hablaban entre ellos, otros miraban el muro de escombros y otros la miraban a ella. Le tocaba ponerse al mando si quería salir de allí. Se aclaró la garganta para llamar la atención de los presentes y no habló hasta que todos hubieron callado.

- Sé que no me tendréis en gran estima por todo lo que ha pasado, pero os ruego que me escuchéis. A pesar del odio que me profeséis, todos estamos aquí encerrados - Dalia se mordió el labio cuando estuvo a punto de decir que todos habían perdido a alguien. Sabía que no había forma de convencerlos de que no acabaran tomándose la venganza con ella, lo que no sabía era por qué no lo habían hecho aún -. No puedo evitar lo que ya ha ocurrido, pero, por favor, permitidme la posibilidad del perdón si consigo sacaros de aquí.

Acompañó estas últimas palabras con hincando una rodilla en el suelo y bajando la cabeza como muestra de servidumbre arrepentimiento y, de esta forma, esperó la respuesta del grupo de gente que la rodeaba.

Él se toma un tiempo extra para intentar hacer lo más posible por su pobre cuerpo: Retira las balas de dentro suyo, hace algunos arreglos provisionales, redirige algunas corrientes para que no pasen por zonas algo dañadas, por si las dudas... Eventualmente, cuando más o menos puede moverse y ya no le queda más por hacer, terminaría volviendo con el resto, en particular si empieza a escuchar disturbios o explosiones.