Partida Rol por web

En ese momento, Bright y Langley llegaron procedentes de la armería y vieron a Brochard y al perro.

El resplandor de una fuente de luz hizo que Brochard entornara los ojos, cambiando su objetivo y que apuntase al lugar que la emitía. Instantes más tarde pudo diferenciar las siluetas de Bright y Langley, las cuáles habían acabado dándo con él. Aquel chucho le había retrasado más de lo que creía. Una vez cercionado de quienes eran, volvió a apuntar al perro.

- Este perro estaba encerrado tras aquella puerta - Brochard la señaló con un gesto de la cabeza.- Estaba completamente sellada, y no había nada más dentro. Ni de coña lleva casi 80 años vivo. O alguien lo metió ahí antes de llegar nosotros, o... o los nazis descubrieron la puta fuente de la juventud. ¡Yo que sé!

Amartilló el arma, claramente nervioso, apuntando a la cabeza del animal. Sentía cómo su mirada le atravesaba.

- Debemos matarlo.

Ni cinco segundos después de que Brochard dijese aquello, el perro empezó a temblar y a sangrar por la boca y y toda la carne que rodeaba el hocico se abrió como si se tratase de la piel de un maldito plátano. Pero lo peor de todo era que el perro... o lo que fuese, continuaba vivo, al menos en apariencia.

Una dantesca pesadilla, una imagen salida del mismo infierno. Gruñidos y crujidos pronto se tornaron en un ser extraño, abierto, que reemplazó a lo que instantes antes había sido un perro cualquiera. Brochard sintió cómo el pánico se hacía dueño de él, cómo cualquier medida que había tomado para mantenerse sereno se iba por el sumidero. Ya no tenía motivos para aparentar serenidad.

Tras un grito de terror que le dejó con el restro desencajado, el médico descargó el cargador de la P38 sobre aquel mounstruo, esperando impedir que se acercara más hacia él. No sabía si iba a conseguir matarlo, eso poco le importaba. Tan sólo quería salir de allí.

Brochard apretó el gatillo y continuó disparando bala tras bala, que impactaron en el cuerpo del perro una tras otra, sin que los temblores desaparecieron o el perro cayese al suelo.

Mientras, Bright y Langley observaban absortas todo el tiroteo y como el perro parecía deshacerse a cada segundo que pasaba... y no precisamente por los disparos.

Nada más ver a Brochard Thalassa fue a decirle algo, que se tranquilizara y que eran ellas, pero entonces vio al perro... y la extraña escena que ambos formaban. 

¿De dónde mierda ha salido ese perro?

No tuvo mucho tiempo para preguntárselo, porque dos segundos más tarde, el animal empezó a sangrar y a temblar, y pareció abrirse en canal, como si algo estuviese explotando en su interior, y Brochard empezó a agujerear al perro con una sarta de balazos.

-¡Mierda, mierda!

Justo cuando encontramos al doctor, nos encontramos con una escena muy extraña, qué estaba haciendo un perro en medio de la nada en un lugar que se suponía nadie había encontrado antes, estaría habitada esta base con algún nativo de estas tierras, mi momento filosófico se fue desvaneciendo cuando veo como lo que hacía unos segundos era un perro, ahora parece una planta carnívora, abriendo sus fauces para alimentarse, -¡pero qué mierda es eso!-

Brochard no lo piensa ni un segundo y descarga su pistola contra la cosa mutante, Bright se disponía a acercarse, pero la tomo del brazo haciéndola hacia atrás, quedando a mi espalda, pongo una pierna delante, buscando estabilidad, sin pensar abro fuego contra la criatura. –Quédate atrás Thalassa, si esta cosa no cae es mejor que corras- digo mientras disparo.

Al ver que el perro no caía, Thalassa recordó el lanzallamas que todavía quedaba en la armería. A pesar de que había sido la causa de la muerte de Kleist, aquella cosa no parecía morir con las simples balas, así que decidió volver y arriesgarse con él.

-¡Anika, Doctor! ¡Voy por el lanzallamas!

Y echó a correr de vuelta a la armería.

-¿Por el qué?... ay no, no quiero ver volar en pedazos a nadie más- pongo alto al fuego, mi piel se eriza completamente bajo el traje, voy retrocediendo poco a poco, cuando creo estar a una distancia prudente me giro rápidamente y corro tratando de seguir el haz de luz que deja la linterna bamboleante de Thalassa. -Espere, no creo que sea buena idea hacer eso señorita Bright-

McQueen comenzaba a impacientarse

-Parecéis más humanos inferiores, ¿queréis tomaros esto en serio?

Señala a Ford

-Hay uno de los nuestros atrapado en una de las salas. Liberalo. Así estaremos igualados con los humanos en número y podremos contar con un elemento sorpresa. Dejaremos a los del laboratorio como reserva si fallamos.

Mira a sus compañeros

-Si fallamos lo prioritario será sobrevivir, acudir al laboratorio, liberar a nuestros congéneres, reagruparse y volver a intentarlo.

Bright llegó a la armería, que estaba empezando a arder, aunque por suerte, el lanzallamas seguía intacto. El calor era sofocante y sin duda, el fuego acabaría llegando a la munición, convirtiendo aquello en un infierno. Sin pensárselo dos veces, Bright entró, cogió el lanzallamas y salió, encontrándose con Langley, que llegaba corriendo.

-¿Qué ha pasado? ¿Qué haces aquí? -preguntó Thalassa mientras se colocaba el lanzallamas. 

Estaba sudando, fruto de la carrera, pero también del fuego que ardía en el interior de la habitación.

-Será mejor que nos alejemos. Con tanta munición esto puede explotar en cualquier momento.