Partida Rol por web

Ford, Victoria y McQueen pasaron la sala de calderas y torcieron a la derecha, para dirigirse a las escaleras más próximas. Cuando llegaron, vieron que el suelo estaba cubierto por un gran charco helado, al igual que el muro que tenían a un lado.

Lentamente, comenzaron a subir. 

Cuando llegaron arriba, se encontraron en la zona que tantos problemas le había dado últimamente: la bahía de submarinos, en donde les esperaba precisamente uno, congelado para siempre, atrapado en el hielo para no salir jamás, dentro de la bahía central (existe espacio para tres submarinos pero solo hay uno), el que veis.

Brochard hincó las rodillas en el suelo instantes después de que Langley y Bright se alejaran del lugar en busca del lanzallamas. Allí parado, aún empuñando la pistola con fuerza, tenía los ojos clavados en la masa sangrante que instantes antes había sido un perro. Un perro que había decidido partirse por la mitad y enseñar una especie de ser en su interior. Era la primera vez que veía algo así, y no encontraba referencia ninguna en sus dilatados años de carrera. Aquello, simplemente, no era posible.

Aún temblando, consiguió alcanzar uno de los cargadores de P38 que había cogido de la armería, expulsando el gastado e introduciendo el nuevo. Amartillo al segundo o tercer intento el arma. Los dedos no le respondían. La vista, a momentos, se le estaba nublando.

- Vamos a morir aquí. - Susurró Brochard para sí mismo. En lugar de asustado, parecía profundamente cansado. - Ellos murieron también. No debimos entrar, no debimos venir...

Lentamente, elevó el arma, sostenida con su mano derecha, hasta que alcanzó la altura de su sien. La idea de ser devorado por una de esas cosas se había alojado en su mente cómo una bacteria carnívora que, poco a como, estaba devorando su razón. Dirigió el cañón a su cabeza. Aquella era la única salida que les quedaba. Sin embargo, no hubo ningún disparo.

Brochard dejó de apuntarse a la cabeza, para incorporarse algo tambaleante. Sentía cómo estaba a punto de perder el control, pero un leve hilo de esperanza algún se resistía a morir en su interior. Estaba desorientado, el miedo le hacía pesar las articulaciones. Pero sin embargo, había algo que le empujaba a dar un paso más hacia una dirección desconocida.

Algo que había hecho "click" en su cabeza, y no volvería a cambiar.

Dándose media vuelta, dejó atrás el cadáver del "perro", alejándose en dirección contraria a Langley y Bright. Su linterna bailaba ritmicamente. Ahora tocaba caminar.

Brochard se alejó del monstruo, y a cada paso que daba, los sonidos guturales de aquella criatura que hasta hacía poco parecía y se comportaba como un perro, se fueron desvaneciendo. Llegó hasta el final del túnel y torció entonces hacia la derecha, para encontrarse con...

una bahía de submarinos formada por dos espacios vacíos, con el agua congelada, y un submarino alemán atrapado en el hielo.

La salida de la base estaba también obstruida por el hielo, así que parecía evidente que por ahí no se podía salir.

Pero había algo más.

Justo al lado había unas escaleras y allí se encontraba McQueen, Ford y Victoria, estos dos últimos, terminando de subir.

Ford, Victoria y McQueen observaban el submarino encallado cuando un ruido les llamó la atención. Del fondo del túnel apareció corriendo Brochard, pistola en mano.

Langley y Bright avanzaron deprisa hasta llegar a donde se encontraba el perro y Brochard, aunque no había rastro de éste último. Si del perro, que se había transformado en una masa extraña, indescriptible, y aterradora.

Cuando vimos a Brochard mis ojos se llenaron de sorpresa-Brochard amigo ¿Estás bien?¿Qué ha pasado con los demás?- le pregunté preocupado-Ésto es una jodida ratonera ¿Has encontrado alguna salida?-dije alertado mirando a mis compañeros de exploración-Tenemos que salir de aquí cuanto antes-

McQueen se encontraba observando el submarino cuando Brochard apareció. Escuchó las palabras de Ford y se adelantó

-¿Que ha pasado doctor?, ¿y los demás?

Se cruzó de brazos esperando una respuesta mientras miraba de reojo a los demás y lanzaba alguna mirada hacia el submarino.

Brochard apenas reparó en los diques congelados y el submarino atrapado hasta que una voz familiar le sacó de su trance. Allí a un lado, sobre unas escalares, Michael Ford le hablaba.

Brochard amigo ¿Estás bien?¿Qué ha pasado con los demás? Ésto es una jodida ratonera ¿Has encontrado alguna salida? Tenemos que salir de aquí cuanto antes.

El médico se quedó plantado en el sitio, mirándolo fijamente. Un enorme sentimiento de incredulidad le invadía. Apenas habían sido algunas horas, pero para el habían sido días. Encontrar a Ford, Hasan y McQueen era la piedra que necesitaba para volver a cimentar sus pensamiento. Una débil estructura de adobe que, aunque recién alzada, sería derrumbada en cualquier momento. Aún en shock momentaneo, oyó la voz de McQueen.

-¿Que ha pasado doctor?, ¿y los demás?

- Kleist ha muerto. - Consiguió decir al final. Aún le costaba encontrar palabras. - él, Langley, Bright y yo encontramos una armería y... bueno. - Pensó si contar la locura de Kleist, y de si era necesario enturbiar el recuerdo que tenían los presentes de él. - Kleist trató de accionar un lanzallamas defectuoso, pero no salió bien.

Guardó la P38 en el bolsillo, cogiendo el Kar 98k que tenía colgado al hombro.

- Hay algo aquí abajo. - Dijo enigmático, asegurándose de que el fusil permanecía cargado. - Lo de la enfermería era sólo una pequeña muestra, hay algo mucho más grande. Abatimos a uno allí atrás. Bright y Langley han ido por un lanzallamas para quemar los restos.

Brochard apuntó con la linterna por dónde había venido, esperando ver a Langley y a Bright llegar.

- Yo... me adelanté a explorar. Y aquí estoy. Tenemos que encontrar una puta salida. Si hay más de esas cosas...

McQueen se adelantó

-Tranquilo Brochard. Tiene usted razón, hemos de salir de aquí. Encontré el laboratorio y había varias de esas cosas en unos contenedores, creo que estaban vivas. No sé que coño hacían los putos nazis pero está claro que nada bueno. Por un mensaje que encontré parece ser que parte de la dotación había desaparecido.

Se cruzó de brazos

-Al menos estamos casi todos juntos. Conviene que localicemos a Langley y a Bright ya que corren peligro, y hay que hacerlo cuanto antes. También un modo de salir de aquí y enviar un mensaje ya que si no acabamos con esas cosas conviene que el alto mando sepa lo que pasa. Hay una antena pero está inutilizada aunque tal vez Ford pueda apañar algo.

Miró a todos

-Si no podemos acabar con esas cosas....tendremos que pensar como dejarlas encerradas aquí. Por lo que también buscaremos un medio para volar la base si es necesario, o al menos sellarla.

Se acercó al grupo

-Además, parece ser que hay algo alguien en el submarino. Tendriamos que comprobar que es y si es peligroso dejarlo allí encerrado.

Miró el submarino

-Mmmm....¿tal vez nos pueda servir para escapar de aquí?, ¿que le parece Ford?

McQueen sonrió a Brochard y pronto su sonrisa se engrandeció mostrando una hilera de dientes mientras sus dedos tomaron una forma tentacular que se introducían en el hombro de Brachard.

-No durará mucho, será rápido....hermano

Lo que era el brazo de McQueen se introdujo por el cuerpo de Brochard, usando todos los orificios naturales por un lado, y abriéndose paso entre la carne y el músculo cuando era necesario. McQueen se apartó contemplando el espectáculo mientras su brazo recuperaba su forma normal.

Brochard gritaba pero no tardó en estar completamente cubierto por la criatura, siendo asimilado por ella. Los gritos se apagaron y tras unos minutos, la criatura recuperó su forma, la forma de Brochard.

La forma de Brochard se deshizo mientras era fusionada con la parte de McQueen/cosa, transformándose en un amasijo de sangre y tejidos y que poco a poco se reordenó para volver a dar a Brochard.

Cuando lo hizo, todos sus conocimientos, dudas y temores, también estaban con él, pero también nuevas aspiraciones y deseos, por sobrevivir y también por salir de allí.