Partida Rol por web

Varkin golpeó duramente al orco pero fue Nagredog quien lo remató inmediatamente después del golpe de su compañero. Tal cual había dicho el enano, aquel orco conoció el yunque y el martillo.

La caballeria golpeaba tan duramente que nadie a su paso conseguía salir con vida ni mucho menos lograban frenarles. Por ello los orcos, dunlendinos y demás atacantes decidieron poner pies en polvorosa para salvar sus vidas antes de tener que enfrentarse a ellos.

Habían conseguido sobrevivir a aquella batalla, aquel golpe de suerte les había salvados la vida y había conseguido dar un giro inesperado a la resolución del combate. Gracias a aquellos caballeros, que no eran otros que los hombres de Faramis Eketta, guiados por este mismo.

Por la gracia de los Valar. ¡Cómo me alegro de veros! Le dijo Eresgal, pero no había tiempo para celebraciones. Diles a tus hombres que nos ayuden a recoger a los supervivientes. Será mejor que pasemos la noche bajo la protección del cerro.

Exhaustos, magullados y afligidos, la dama Melyanna y los restos de la caravana de Eresgal coronan el último de los cerros desplomados sobre sus monturas o aferrados a los carros de guerra capturados a los dunlendinos, aún manando sangre por sus dolorosas heridas.

¡Por los dioses! ¿Que ha pasado? ¿Donde está errr....Melyanna? Pero... ¡Dimrod! Es bueno verte de nuevo. El gigantesco hombre estrechó la mano de Dimrod con un entusiasmo casi doloroso. Sus ojos miraban a Melyanna, que a su vez devolvía la mirada a la heroica figura que todos adivinan se trataba de Faramis Eketta, el hijo de la baronesa y prometido de la dama.

Mi señora, habéis, errr, crecido. Faramis sonreía y enrojecía, disculpándose con una voz profunda y aterciopelada. Lo siento. Tonto de mi. No esperaba que viajarais más allá de Fornost, o como máximo hasta Bareketta. Pero estoy olvidando que estais heridos y agotados. Venid y descansad. Bienvenidos a Ilmaryen. Podremos llegar a la ciudad a paso lento. Pero será mejor llegar antes de que anochezca, las cosas están muy mal.

Ante el arrollador paso de los caballeros nuestros enemigos huyeron, no me encontraba en condiciones de perseguirlos siquiera, el terreno se había convertido en un campo de batalla, heridos y muertos por doquier.

El líder de este grupo de caballeros iba en cabeza, lo saludé inclinándome un poco y llevando mi mano a la frente, sin duda le debía la vida.

Poco a poco y cojeando me dirigí a aquella edificación, con la mirada busqué a mis compañeros ¿Cómo estarán? Desee que hubiesen sobrevivido todos.

Dimrod que tenía una fea herida de lanza en el hombro saludó a Faramis con una sonrisa que disimulaba una mueca de dolor por la herida.

Hijo, me alegro de volverte a ver. Amigos este es Faramis, el hijo de la baronesa. Les dijo al resto.

Yendo en dirección a la edificación me encuentro con Dimrod, también herido que está saludando al caballero que encabezaba el ataque.

- Saludos noble caballero, mi nombre es Emyr y su llegada ha sido providencial, no tengo palabras suficientes de agradecimiento – con lo poco que le había oído hablar y cuan diferente parecía ser de su madre

Gracias a la última carga de la caballería lso enemigos restantes huyeron. Lunadan por fin alcanzó su espada, aunque no pudo darle uso. Envainó esta última y su daga y recogiendo el arco se dirigió al cerro de la colina para ver a sus compañeros.

Cuando llegó saludó al caballero que había estado a cargo del ataque que les salvó la vida. Yo soy Lunadan. Es un honor, gracias a vuestro ataque seguimos vivos.

 - Gracias, tal vez no hubieramos aguantado mucho mas, eran muy numerosos. Por ello le doy las gracias. Mi nombre es Kâmdur Nagredog, para servirle - dije muy cortesmente mientras con una ligera inclinacion de la cabeza mostraba mis respetos.

Despues espere la llegada del resto de compañeros, pues aun faltaban algunos por llegar. A Arthos y a Yuma aun no les habia visto, Vârkim estaba a mi lado, recuperandose aun de sus dolores y la fatiga. 

- Si, como han dicho ya mis compañeros, gracias por la intervención la verdad es que lo veía todo bastante negro antes de veros - Vârkim estaba agotado del combate y el golpe estaba sangrando todavía justo en la unión de la cota de malla - con vuestro permiso iré con los heridos a lo mejor están allí el resto de nuestros compañeros, necesito un poco de costura en esta herida.

Tienes razón Varkim, deberiamos buscar a Yuma y Arthos, no los veo por aquí.

Esperad. Intervinó Faramis Eketta. Si vais a regresar al campo de batalla haré que varios de mis hombres os acompañen, por si acaso alguno de esos indeseables orcos o sus aliados deshonestos sigue por aquí y os puede causar problemas.

A continuación hizo un ademán y varios de sus hombres se presentaron ante ellos para acompañar al Lunadan y Nagredog.

Ya habiendo agradecido al hombre su valiente actuación – Yo acudiré a donde los heridos, tengo una herida en la pierna que me está matando, con permiso

Me alejé cojeando para ver si alguien me podía ayudar con mi herida y así poder restablecerme cuanto antes.

Me encontraba además algo aturdido, era la segunda vez que salía mal parado en combate, pero por suerte de nuevo con vida, en esta ocasión por un motivo más noble.

Voy contigo Nagredog. El hombre se puso en marcha junto con el enano. Espero que no estén en el campo de batalla y que los hayan llevado donde los heridos.

Lunadan y Nagredog, acompañados por varios de los hombres de Faramis recorrieron toda la ladera que habían tenido que subir luchando y derramando su propia sangre en busca de supervivientes.

Tan solo encontraron a uno de los hombres de la caravana, gravemente herido. El resto estaban muertos. Continuaron no obstante buscando a sus compañeros. Lunadan fue quien dió con Yuma. Había sido cruelmente asesinado, al igual que Arthos, al que poco después encontró Nagredog.

Ambos llevaban tiempo muertos, sus asaltantes se habían encargado de que no sobrevivieran y habían realizado un trabajo efectivo. No hubo remedio. Yuma murió a causa de una flecha fortuita que perforó su cuello. Y Arthos murió combatiendo, las heridas eran numerosas por todo su cuerpo, lo habían acuchillado tanto que incluso sus brazos mostraban rasguños y golpes. Finalmente una cuchillada había sesgado su cuello. El rictus de su cara, era similar al de un ahogado, lo que les dió a entender que se había ahogado con su propia sangre mientras el orco lo continuaba acuchillando.

- Pobre Yuma, era un inocente en busca de la joya perfecta para su amada. Que Eru lo tenga en su regazo - dije observando el cadaver del hobbit. Cuando descubri a Arthos, el corazon tambien se me encogio, si bien no me caia tan bien como el resto del grupo, tampoco merecia esa muerte.

- Llevemos los cadaveres de nuestros amigos, han de recibir una sepultura honorable - dije mientras a duras penas cargaba sobre mi hombro el cuerpo de Arthos, dejando que sus piernas arrastrasen por el campo de batalla.

Lunadan no pronunció palabra, estaba consternado por la muerte de sus dos compañeros. Envolvió lo mejor que pudo el cuerpo del hobbit en la capa de este y siguió a Nagredog cargando con el cuerpo del mediano.

Lunadan y Nagredog regresaron lenta y tristemente cargando los cuerpos sin vida de Arthos y Yuma.

Ambos presentaban las heridas de sus respectivas muertes bien visibles. Yuma murió a causa de una flecha fortuita que perforó su cuello. Y Arthos murió combatiendo, las heridas eran numerosas por todo su cuerpo, lo habían acuchillado tanto que incluso sus brazos mostraban rasguños y golpes.

En una de las caravanas los heridos fueron atedidos como mejor supieron hacer los que de ellos se encargaban. Aunque hubo heridas dificiles, que no pudieorn sanar perfectamente, y heridos graves que no pudieron salvar.