Partida Rol por web

Emyr no durmió bien debido al frío ya que sus ropajes no eran los adecuados para soportar esas bajas temperaturas, por lo menos las rocas le cubrieron del viento haciendo que la sensación térmica no fuera mayor.

Tras un rápido desayuno, retomo su camino, él cual siguió sin encuentros y entre el mismo paisaje. Cada vez que se acercaba más a su destino el eriadoriano veía más casas, pero ninguna que se correspondiera con la ostentación a la que se había referido el mercader, hasta que finalmente llego al cruce y una mansión apareció ante sus ojos.

La propiedad estaba cercada con un muro de piedra de unos 2 metros del que luego sobresalía una verja de un metro de altura y de hierro forjado. La puerta estaba custodiada por unos guardias.

Poseía un gran jardín que por esa época sólo lo albergaban los árboles con sus marchitas hojas y gran variedad de setos de diferentes formas y tamaños. A través de este discurría un camino de arena y grava que daba a parar a una pequeña plazoleta que se encontraba justo delante de la puerta del edificio principal.

La construcción constaba de 3 plantas con dos aleros fácilmente diferenciables, y con una torre que sobresalía del resto en su sector occidental.

La noche fue fría y no muy agradable, tampoco mi mente estaba lo suficientemente tranquila como para dormir con mucha tranquilidad, nada más comenzó a haber algo de luz recogí la cosas y reemprendí la marcha, cuando me fui acercando, con cada casa que veía se me encogía el corazón pensando en si podía ser esa.

Finalmente encontré el lugar que coincidía con la descripción del mercader, era un edificio impresionante, pensé que al menos si mi hermana vivía allí no le faltaría de nada, me acerqué a los guardias – Buenos días, me han dicho que mi hermana vive aquí… - di su nombre y descripción física y les expliqué que hacía años que no la veía, mi corazón latía con fuerza ¿La veré ya por fin?

El guardia al que Emyr se había dirigido se quedo bastante sorprendido y miró al otro guardia sin saber muy bien que decir.

Bueno... verá... Al hombre parecía costarle elegir las palabras. Quizá no debería ser yo quien se lo contará. Venga conmigo. Será el señor de la casa quien lo haga mejor. Al fin y al cabo son familia. Aunque me temó que debo pedirle que deje sus armas aquí, mi compañero las custodiara y las podrá recoger a la salida.

Supongo que debí de palidecer por la manera en la que el guardia me habló, algo malo debía de haberle sucedido, se me hizo un nudo en el estómago, saqué mis dadas y se las di al otro guardia.

- Si, vamos - No me atrevía a pensar en que podía haber sucedido, seguí al guardia para ver que me tenía que decir el señor de la casa, pero me temía que no iba a ser nada bueno.

Espere aquí. Le dijo el guardia cuando llegaron al umbral de la puerta. Voy a avisar al señor.

Cinco minutos después el guardía salía y le pedía que entrara. El señor le está esperando. Dijo.

En un salón de paredes anchas y techos altos, decoradó con tápices ricos en color y otros adornos propios de los dunedain, el señor esperaba a Emyr, estaba sentado en un sillón de respaldo alto e invitó al joven a sentarse en otro que había frente a él. Vestía de negro y era un hombre maduro pero joven, rondaría los cuarenta años.

Asíque usted es el hermano de Erydian...

Estaba impaciente pero esperé sin poder evitar caminar de un lado a otro, cuando me llamaron me fui adentrando en aquel sitio, estaba ricamente adornado, era una casa rica sin duda.

Llegue frente aquel hombre el color de su ropaje no me hacía presagiar nada bueno tampoco o quizás fuese coincidencia, hice una reverencia cortés cuando me habló – Si señor, me llamo Emyr, mi hermana partió hacia estas tierras, me dijo que volvería, pero al ya no tener noticias de ella vine a buscarla… - contuve el aliento, una y otra vez sabía que no me iban a dar una buena noticia

El hombre bajó la mirada por unos instantes y suspiró profundamente.

Veras... Dijo mirandolo con tristeza en los ojos. Cuando tu hermana vino aquí y la conocí nos casamos. Fue un romance muy apasionado y decidimos casarnos en secreto para que mi familia no lo prohibiera. Provengo de gentes nobles, y aunque no somos muy ricos si que tenemos titulos nobiliarios y algo de posición social. Para mi madre casarme con una campesina sería un paso atrás para nuestro estatus, pero Erydian y yo estabamos enamorados y a mi lo demás no me importaba.

Pero.. desafortunadamente. Sus ojos se empaparon de lágrimas que no pudo contener. Volviamos de un viaje cuando... bueno... cuando unos... unos desgraciados orcos. Malditas infectas criaturas, que mil veces les parta un rayo... Nos... nos atacaron y ella... Bueno, ella fue herida gravemente por una flecha. Se llevó las manos a la cabeza cabizbaja. ¡Esta guerra diavólica! ¡Y los otros nobles de Fornost se niegan a reconocerlo! Cada día esta zona es más peligrosa, he tenido que poner guardias en mis puertas como habras visto...

Miró a Emyr de nuevo, una lagrima recorría su cara. No pudimos salvarla.

Cuando comenzó a relatarme lo sucedido una parte de mi sabía que me iba a contar algo así aunque sospecharlo no fue impedimento para que mis piernas temblasen, me tuve que sentar en el suelo, con la mirada baja…

Cuando pude reunir un poco de fuerza y voluntad le pregunté - ¿Está enterrada en algún sitio o fue incinerada? Si está enterrada me gustaría visitar su tumba… - movía mi cabeza de un lado a otro intentando hacerme a la idea de que ya no estaba, recordé su risa su alegría… tantos momentos vividos con ella, me puse a llorar…

El noble aun afligido por el recordatorio de la muerte de su esposa contestó a Emyr.- Esta enterrada en el bosque, en un claro que solíamos visitar con regularidad y del cual decía que se sentía como en su lugar de nacimiento. En un dolmen, justo encima de donde esta enterrada podrás ver su epitafio.- Le dio las indicaciones necesarias para llegar sin perderse.

Pude reunir las suficientes fuerzas como para levantarme de nuevo del suelo, aunque me encontraba un poco como desconectado, me acerqué a aquel hombre, dude sobre la manera de despedirme finalmente opté por un breve abrazo, ambos estábamos sufriendo – Gracias por atenderme, visitaré la tumba y seguiré mi camino – hice una reverencia y me dispuse a salir de allí para recoger mis armas e ir a visitar la tumba de mi hermana

El noble le correspondió el abrazo con otro por su parte, y le realizó una invitación.- Pronto será la hora de comer.  Y sería muy descortés por mi parte dejar que se marche con el estomago vacío, así  que si lo desea será un placer tenerle como comensal en mi mesa.-

El marido de mi difunta hermana me invitó a comer, no quería abusar de su hospitalidad, pero ya que seguramente no volvería no pareció correcto aceptar su invitación – El placer será mío por compartir mesa con usted – por el momento no me atreví a preguntar nada más de mi hermana, por su tristeza se sabía que la quería y por eso supuse que seguro que había sido feliz mientras había vivido allí

La comida discurrió sin tocar más el tema de la muerte de Erydian. Esta se basó en una sopa bastante simple pero de gran sabor seguida de unos riquísimos filetes de venado, y para finalizar un té caliente que le recordó el frío pasado la noche anterior.

En la salida de la mansión- Te acompañaría, pero el volver a aquel lugar me recordaría tanto a tu hermana, que volvería a derrumbarme y caer en un pesar infinito.- Se veía en sus expresiones faciales que no mentía.

- Aquí siempre tendrás un lugar donde serás bien recibido y donde poder hospedarte. Adiós.- Se despidió.

Como habían dicho los guardias le devolvieron las armas a Emyr a la salida de la parcela.

No hablamos mucho durante la comida, pero agradecí sinceramente tu hospitalidad – Lo comprendo, a mi no me vendrá mal pasar unos momento a solas junto a su tumba, gracias por su amabilidad – hice una reverencia y me retiré de allí.

Recogí mis armas y me despedí también de los guardias, me encaminé a aquel bosque que me dijo el hombre, con la intención de despedirme de mi hermana haciendo acto de presencia y recordándola junto a su tumba.

Emyr llegó al claro, en cuyo centro se encontraba el dolmen del que le había hablado el noble, a sus pies se encontraba un ramillete de flores que ya habían comenzado a descomponerse, pero como cosa del destino otras flores silvestres de un color blanco como la nieve empezaban a despuntar encima de donde debía estar enterrada su hermana.

En el epitafio se podía leer:

Erydian

1949 - 1974

"Allí donde ella estaba, era el Paraíso"

Se respiraba una gran tranquilidad en aquel lugar, me arrodillé junto a su tumba, allí tuve hermosos recuerdos para ella y de algún modo intenté comunicarme con su alma, trasmitiéndole que descansase en paz. Retiré las flores marchitas y reuní unas cuantas nuevas improvisando un ramillete, acaricié su nombre en el epitafio y apenas pude contener mis lágrimas – Adiós hermana, te echaré de menos…

Respiré hondo y me dispuse a volver a Fornost, ya ninguna obligación me ataba, quizás volviese a encontrar a mis compañeros de viaje y de no ser así volvería a mi tierra, al menos cuando estuviese el camino más seguro

Emyr con su consciencia tranquila de haber sabido lo que había sido de su hermana en los años que habían pasado separados, pero triste por saber del conocimiento de su muerte, volvió hacia Fornost.

En lo que quedaba de aquel día no se encontró con nadie en el camino, y a la hora que tuvo que acampar se encontraba más o menos a la altura en la que había pasado la anterior noche, al igual que esa las temperaturas serían bajas.

Me preparé para pasar la noche, en esta ocasión las esperanzas no me daban calor por lo que sentía más frió por dentro, los malditos orcos habían acabado con la vida de mi hermana y juré que lo pagarían, ahora mi lucha contra tales bestias sería despiadada, no volvería a sentir compasión por tales seres despreciables.

Igual que la coche anterior busque unas rocas apartadas del camino que me cobijasen del viento helado, me hice un ovillo junto con todas mis ropas y como siempre la daga bien a mano por lo que pudiese surgir. Al amanecer reemprendería el camino a Fornost, estaría bien si pudiese unirme de nuevo a aquel grupo.

Emyr apenas pudo dormir aquella noche, sus pensamientos le atormentaban y le hacían dar vueltas en su saco de dormir, estaba inquieto y no paraba de pensar en su pobre hermana. Cuando consiguió dormir algo tuvo una mala pesadilla en la que varios orcos mataban a su hermana despiadadamente.

Cuando despertó, entre sudores y cansado como si no hubiera dormirdo, el sol rojizo comenzaba a aparecer entre las lejanas montañas del Este.

No había descansado prácticamente, además me encontraba dolorido, cogí mis cosas y rápidamente reemprendí en camino, quería llegar a Fornost antes de que anocheciese, hacía ya dos noches que no disfrutaba de una mullida cama, la sensación de vacío me seguía envolviendo me faltaba algo, me faltaba algo tan importante como mi hermana, no me acostumbraba a la idea de que ya no estaba, pero poco a poco intenté ir asimilando la idea, intenté pensar en otra cosa, en el paisaje, en los últimos orcos que habían caído bajo mi daga.