Partida Rol por web

El camarote que te han asignado tiene un diseño sencillo pero elegante. No es una suite de lujo, pero resulta agradable. Toda una suerte, teniendo en cuenta la cantidad de quiempo que tendrás que pasar aquí... gracias a Marcus Weyland.

Y cuanto menos disfrutas de un camarote individual, te consta que tan sólo el comandante Adama, el médico de a bordo, esa dichosa consejera Wray y tú mismo disfrutáis de un lujo semejante en el AURORA.

-Qué cojones querrá el trajeado ese... dijo para sí pensando que, a falta de personal de servicio, le pediría favores "tráigame de la bodega tal cosa" o "por favor, búsqueme a tal persona"... Me hace llamar "a la brevedad" decía mofándose ¿a la brevedad? ¿Pero quién coño habla así?... los putos trajeados, sólo ellos...

Desde luego su experiencia unida a su imaginación hacía que no fuera a la entrevista con la mejor de las actitudes...

-Pero como me pida que le lama el culo... joder le voy a enviar de vuelta a la Tierra de una patada en los mismísimos.. que se lo pida a otro...

Una vez delante de la puerta picó y al momento fue invitado a entrar...

-Señor Smith... ¿mandó llamar? dijo secamente.

-Sí, pase señor Crichton.

-Le he mandado llamar por un asunto que seguro será de su interés, dijo misterioso mientras el soldado permanecía firme a la expectativa.

Con la mano cogió un sobre de la mesilla y lo lanzó en perfecta parábola sobre una mesa justo al lado del soldado.

-Creo que le agradará ver lo que contiene el sobre... vamos ábralo, se lo ruego, dice ante la indecisión del militar que, con cautela y sin saber qué pensar, observa el sobre color salmón y donde, en perfecta caligrafía puede leerse "John Crichton". Agarra el grueso sobre, mira su interior e, intrigado comienza a leer los papeles.

Tras la incertidumbre y desconcierto inicial, su cara muda rápido cuando se hace consciente de lo que tiene en sus manos. Smith va hablando como música de fondo ante la incrédula lectura del militar.

-Efectivamente es lo que piensa, soldado, son todas sus deudas... esa es la de Paolo Ferretti... menuda suma ¿eh?, luego la del tipo ese que ahora está en chirona ¿Matsuoka?... La del Banco de Comercio Euroafricano... Impuestos... ¡qué feo que le retuvieran parte del sueldo por esa causa! ¿no le parece?

Cuando hubo acabado de mirar someramente los papeles se había quedado mudo, ese tío sabía más de sus deudas que él mismo.

-Se preguntará para que le entrego esos documentos... ¿no? pues bien lo hago porque son para usted, dijo seguro de tener toda la atención de su interlocutor. Hemos pagado todas esas deudas... es ya usted un hombre libre... ¡ja! ahora está más ligado que nunca...

Y no, no es que ahora me las deba usted a mí -eso no se lo cree nadie-, simplemente sus deudas están saldadas y ya no debe ni medio centavo de crédito a nadie...

-Pe... pe... pero -atisbó a decir- Pero... no entiendo... Un peso se quitó de golpe de su pecho... ese hombre tenía razón ahora se sentía libre...

-¿Todas mis deudas saldadas? Pero, por... ¿por qué? dijo tras una rápida reflexión.

-¿Qué quiere usted a cambio? Dijo mudándole la cara de asombro a feroz defensiva. Dejó entonces los papeles con fuerza sobre la mesita, avanzó un par de pasos hacia Smith, que mantenía la posición con una seguridad que parecía una estatua de acero, y le dijo cara a cara: Mire, apuesto a que ahora que ahora me pedirá algo a lo que cualquiera se negaría... ¡Coño que no soy estúpido! ¡Desde cuando las grandes corporaciones pagan las deudas de los marines? ¿Acaso es hoy Navidad y no me he enterado? dijo con forzada sonrisa falsa.

Smith se mantuvo impasible, con una sangre fría que helaría al más osado, y con una sonrisa dura se le dijo a los escasos milímetros de la cara de Crichton...

-Pues sí, para usted es Navidad... o te ha tocado la lotería, puede tomárselo como desee entonces se giró regodeándose en la situación a sabiendas que tenía la sartén por el mango.

-Y me ratifico, no quiero nada a cambio de esas deudas saldadas. Eso para usted es ya pasado... Ahora le invito a mirar al futuro... Dijo haciendo que el soldado se calmase notablemente. 

-Viendo su historial, comentó hojeando un pequeño pliego que había en la mesilla, he pensado en usted como... colaborador.

-¿Colaborador? ¿yo? dijo suspicaz.

-¿Y se puede saber en qué cojones quiere que colabore? volvió a ponerse a la defensiva...

-Mire, dijo poniéndose serio... serio como no había estado en toda la reunión hasta ahora, en que parecía hasta relajado.

-Quiero sus ojos, sus oídos, sus manos, su cerebro... dijo señalándole cada parte del cuerpo que mencionaba. No me andaré con rodeos, quiero que me informe de todo lo que pase a su alrededor... Necesito estar muy bien informado, pues creo que entre nosotros hay gente que no es de fiar, gente que le gustaría que esta misión fracasase... y necesito alguien de confianza.

Respiró hondo para dar tiempo al Crichton a digerir lo que le estaba proponiendo.

-He repasado su expediente -de eso podía estar seguro- y creo que usted es la persona idónea. ¿Me echaría una mano?

¿Yo la persona idónea? no se... pensó.

-No... no se... soy el último mono, joder... Dijo reflejando la pura realidad.

-Aunque... dijo después, ¿Por qué cojones le debería ayudar? ¿Qué gano yo con todo eso? ¿No estaban saldadas las deudas? En ese momento se sintió con más fuerza ante Smith, pero éste lo tenía todo controlado...

Al oir "Qué gano yo con todo esto", Smith supo que ya había ganado, era exactamente lo que quería escuchar.

Señor Crichton, usted no tiene deudas ya, pero me consta que anda corto de... efectivo, dijo sabiendo que, sin deudas, el saldo de Crichton ascendía al cero más absoluto.

-E imagino que puede suponer que la Weyland-Yutani puede llegar a ser muy generosa con sus valiosos aliados -ha dicho nada menos que aliado valioso- Así que le puedo asegurar que, si nos ayuda, contará con fondos para lo que desee...

-Y, si me lo permite, le daré un anticipo ahora mismo para sellar este pacto de caballeros. Echó mano a la camisa y sacó un dispositivo móvil... Permítame que le haga la transferencia ahora mismo...

-¿Cinco mil? dijo sin ambajes como un directo que por un momento noqueó al soldado...

-No... dijo ahogadamente el soldado pensando "¡no puede ser verdad!"

-Es usted duro, ¿diez mil le parecería más justo?

-Diez... ¿diezmil créditos? dijo con cara de asombro e incredulidad. Menuda fortuna... y era sólo un anticipo...

-Pero su pasado, su instinto jugador y su avaricia le hizo marcarse un farol. Por menos de doce mil, ni lo sueñe...

-Doce mil, no se hable más. Cuando consulte su cuenta lo verá reflejado. Bien, tenemos un trato, pues. E hizo ademán de despedirlo.

-Tenemos un trato, respondió Chrichton, ofreciéndole la mano y siendo estrechada por Smith.

-Si oigo algo interesante, se lo haré saber. Dijo con cara sonriente, como si hubiese sido él el que ganaba un pulso.

Con la mano todavía estrechada a su interlocutor, Smith acercó su cabeza a la del soldado como para decirle un secreto.

-¿Sabe lo que me parece más... interesante? dijo aprovechando la palabra que acababa de escuchar. La consejera Wray... Quiero saberlo todo de ella, saber con quien habla, qué dice, si va, si viene, si mea, que le meta el dedo en el culo mientras duerme si sospecha que se ha guardado algo... todo. To-Do -remarcó-. Hágase amigo de sus amigos, interrogue discretamente a quien considere... haga lo que crea necesario... créame que sabré recompensarle...

La potencia de las palabras y tono de Smith dejó a Crichton con una sensación rara, como de cierto temor, pero aún así se sentía razonablemente satisfecho.

Soltó entonces la mano del soldado. Buenas tardes soldado.

Y el soldado Crichton abandonó la habitación.

Smith envia un mensaje al Teniente Félix Gaeta solicitando su presencia para una charla sobre el proyecto.

Cuando el joven Oficial de Comunicaciones aparece, lo hace con un indudable aire conspirativo... algo debe saber ya de la naturaleza de los servicios que van a serle requeridos. Y parece inseguro.

- ¿Quería hablar conmigo, Mr. Smith? - pregunta en voz baja nada más cruzar el umbral, tras asegurarse de que nadie le ha visto entrar aquí...

-Sí, Teniente, pase. dice, mirando de manera instintiva a ambos lados del pasillo una vez el militar penetra en la habitación, antes de cerrar la puerta.

-Bien Teniente, imagino que ya se puede hacer una idea de por qué le he hecho llamar, dice apoyando la mano, como quien no quiere la cosa, sobre unos documentos donde se ve claramente escrito su apellido. La Weiland Yutani tiene un programa para el desarrollo de la pobreza muy avanzado, dice con más cara que espalda, y mucha gente necesitada se ha beneficiado durante años de las becas, ayudas médicas, planes de estudio para gentes de bajos ingresos... y muchas otras ayudas sociales... mucha gente... repite y hace una pausa. Proyecto que estoy seguro que usted conoce. Dice mirándole a los ojos de manera penetrante. 

Weyland Yutani hace mucha publicidad de sus planes de ayuda al desarrollo. Cualquiera los conoce, pero resulta difícil, por no decir imposible, conocer a alguien que lo solicite y se lo otorguen...

-Bien, esta misión, como puede suponer, es muy delicada y necesitamos que no se nos escape ningún detalle de lo que suceda. Dice bajando la voz como si pudieran escucharlos. Cualquier información que exista debe ser analizada minuciosamente...  No se si me sigue...

Gaeta se pasa la lengua por los labios con evidente nerviosismo, pero asiente.

- Tengo claro lo que quieren de mí y como bien sabe no puedo negarme - admite - Pero no pienso poner en peligro la nave ni su tripulación, conozco al comandante Adama desde hace una década... y se ha ganado tanto mi respeto como mi lealtad.

Smith se acerca con ademán más amistoso al Teniente y le pone la mano en el hombro.

-Estoy orgulloso de esa respuesta, Teniente. ¿Comorr?

-Precisamente lo que necesita esta misión es gente competente y leal, como usted -dice para regalarle algo a sus oídos- y me alegra oir sobre su lealtad al Comandante Adama. Es una persona digna de todo respeto.

-Necesito, por el bien de la misión, ser informado de toda la información relevante que la nave emita o reciba, en especial toda aquella que haga referencia a Wray o su perrillo faldero. No me fío un pelo de ellos.

-Se gira para volver a mirarle de frente. Yo, más que nadie, deseo que esta misión sea un éxito. Y no puedo permitir que se nos escape nada que pueda dar al traste con la misma.

-Le rogaría que, diariamente, me pasase un informe sobre quien transmite, a dónde se transmite y, someramente, sobre qué se emite. Si necesito ampliar la información se lo haría saber.

-¿Alguna duda?

El joven teniente parece algo confuso, pero se apresura a contestar:

- N-no, señor - asegura, dejándose llevar por el código militar - Tengo claro lo que debo proporcionarle, le aseguro que no tendrá queja alguna de mi eficacia ni de mi discrección - pero luego añade, a modo de sutil advertencia - Mientras mi hermana conserve su beca en la Universidad de Nueva Delhi y mis padres continúen recibiendo asistencia sanitaria...

-Por supuesto, su hermana y sus padres pueden estar absolutamente tranquilos, las cosas seguirán como están. Si todos estamos contentos con la situación actual ¿Para qué cambiarlo? ¿No? Dijo transmitiendo la satisfacción que sentía.

-Bueno, ahora le ruego la máxima discreción al respecto. Pero ya sé que puedo confiar en usted y no me defraudará.

-Buenas tardes, dijo mientras se sentaba ante su mesa de nuevo.

Al cabo de un rato, se presenta tu replicante de asistencia personal, que había quedado en el puente realizando actualizaciones informáticas que los demás sin duda tomarían como diligentes tareas de recopilación de datos.

- ¿Dónde desea que me instale, Mr. Smit? - pregunta con tono absolutamente inocente, como corresponde a una máquina - Porque algunos tripulantes me han preguntado si mi camarote sería este, o el del resto del personal civil en la cubierta principal...

Por un momento la pregunta le pilla por sorpresa, pero cuando comprende su lógica le responde con normalidad.

-Puedes quedarte aquí, Monnipenny. Así puedes trabajar con tranquilidad mientras duermo.

Una leve sonrisa asomó a su cara. Y si alguien se piensa otra cosa, ¡qué carajo!, que se lo piense...