Partida Rol por web

Sonreí mientras avanzaba por el pasillo, escuchando lo que me decía Bester. - En Himalia firmé un contrato de "cooperación". Era la única forma de salir del lugar, así que supongo que si negocio con Kaiju y esta misión es un éxito, puedo conseguir que desaparezca el papel a cambio. - Suspire suavemente. - No es que sea el mejor plan, pero estoy retocando algunos flecos y espero que mi carisma natural ayude lo suficiente como para que entienda que joderme, precisamente a mí, no suele ser sano para los que quieren morir de viejos. - Era una broma, en parte, pero sabia que el agente podría pillarle la gracia. Si no, bueno tampoco era importante.

Asiento a las palabras de Bester.

- Deportes... claro - le digo pensativo. Por mucho que entrene en el gimnasio o salga a correr siempre que tengo la oportunidad (y una gravedad estable) no se puede decir que sea un seguidor de ningún deporte en particular. Pero bueno, tampoco soy una persona a la que le guste hablar demasiado de temas intrascendentes.

- Sólo un detalle sobre el Agamenón - comento, dejando la decisión final en su mano. - Si fuera una nave de transporte o contrabando no necesitaría de un artillero - le digo con respecto a la supuesta posición de Riddick. - Y no tengo muy claro cuántas naves armadas pueden atracar en esta estación. Tal vez un puesto no tan marcadamente marcial llamaría menos la atención de la gente, si finalmente nos vemos obligados a entablar conversación - sugiero. Sin embargo, después de la fútil discusión anterior, lo intento hacer en un tono totalmente neutro para consideración del agente de la ONUG. Por otro lado, cualquier otro puesto de una nave podría hacer las veces de artillero si fuera necesario en una nave armada.

Miró a Riddick. - Mucha cara de Ingeniero no tiene... pero nos tendrá que valer. Riddick, ingeniero. Y si no es sobre deportes... ¿De que hablan tres hombres encerrados en una nave comercial? - Él estaba acostumbrado a conversaciones de otro nivel, la verdad.

Escuchar a los dos hombres mientras hablaban sobre que puesto debía ocupar en su ficticia nave, o de que debíamos hablar me parecía de lo más gracioso. Dudaba que nadie se interesara tanto por nosotros, además de que si alguno de los hijos de puta que pululaban por la nave me reconocía, sin duda la tapadera de que era ingeniero saldría volando por los aires... sin contar claro, que esa era justamente mi especialidad como ingeniero. Volar las cosas por los aires. Suspire mientras la puerta estaba cada vez más cerca.

- Si son la mitad de cabrones de lo que se creen, no hará falta que digáis nada sobre los puestos que ocupamos... y si preguntan sobre cuál es mi puesto -me encogí de hombros mientras una sonrisa depredadora asomaba a mi rostro- ya me encargare yo de decir el que ocupo, estoy seguro de que lo pillarán enseguida... - Modulé ligeramente mi voz para hacer sorna del tipo de gente que habría allí dentro. - Somos piratas, contrabandistas, los cabrones más duros del espacio... - Tras eso volví a poner mi voz normal. - Además, todo el mundo necesita a su animal particular. - Sabía exactamente de qué tenía pinta, e intentar cambiar eso no serviría de nada. Baje la voz tal y como nos acercábamos a la compuerta, no era plan de que alguien me oyera. - Son capullos, lobos del espacio profundo, pero no gilipollas. Tratarlos como tal solo nos traerá problemas, así que no intentéis comportaros como hacéis con la gente del Aurora. Porque no servirá.

Tan pronto como cruzan la siguiente compuerta, los tres infiltrados de la tripulación del AURORA desembocan en una enorme sala atestada de gente que se arremolina en torno a un vehículo desde el que parecen estar repartiendo algo... aunque para descubrir de qué se trata habría que acercarse y esa no es vuestra actual prioridad.

En una de las estructuras del fondo, dirección a la que parece estarse encaminando Alfred Bester como si supiera perfectamente a dónde debéis dirigiros, hay algo que sin duda llama vuestra atención: dos tipos armados que cortan el paso, como si estuviesen montando guardia ante una sección muy concreta de la estación orbital.

Ambos tienen el inconfundible aspecto de los soldados de fortuna, mercenarios a sueldo de gatillo fácil, el tipo de gente que no tiene demasiados escrúpulos en hacer lo que haga falta mientras haya un beneficio económico por medio. Con todo, son sólo dos y mantienen las armas enfundadas o en bandolera, seguramente podríais reducirlos sin demasiados problemas.

Claro que plantearse un enfrentamiento ante semejante multitud de testigos no sería una gran idea...

Era posible -bueno, no... era lo más seguro- que de los presentes Riddick fuera el que tenía más idea de como actuar en un lugar así. Rogers no tenía mucha pinta de haber salido muchas veces de la cuna junto a la cama de su padre, y él mismo tendía a visitar sitios mucho más civilizados que aquel. - Tampoco parece una mala cohartada. - Acabó por añadir, con cierta gracia en dirección a Riddick. Tras eso, señaló hacia una dirección en concreta, siguiendo el camino hasta encontrarse con aquellos dos gorilas que les cortaban el paso. - Yo me encargaré. - susurró a los dos enormes hombretones que le acompañaban.

- Quereis dinero. Mucho dinero. Acompañadme y lo tendreis. - afirmó con convicción, mirando primero a los ojos de uno y después a los ojos del otro, fijamente, para después mirar hacia la puerta.

Y tras eso... puso mano sobre mano, como si esperara algo.

Uso mi poder psiónico para condicionar sus mentes a que todo lo que diga es correcto.

Para ello se le habla de lo que más les gusta -el dinero- y ordenes sencillas que no contradicen su naturaleza.

Me acerco a Baltar evidentemente enfadado por lo ocurrido- Será mejor que lo arregle. Y rápido. Localice al atacante, desármelo y obtenga toda la información posible sobre él. Ya hablaremos más tarde de lo ocurrido -ordeno tajante pero controlando la ira.

- Saúl, vamos a tratar de monitorizar todo lo que ocurre en la nave, el ataque puede hacer que nuestros enemigos nos detecten o que nuestros sistemas se vean gravemente afectados -indico entonces a mi compañero dirigiéndome al cuadro de mandos.

Gaius Baltar no es de fiar. Sé que juega a dos bandas y que ya me engañó con anterioridad. Debemos tenerle vigilado, aunque no me queda claro que trabaje para las corporaciones...

La compuerta se abre dando acceso a una sala enorme, mi mirada se pasea por el lugar sin quedarse demasiado tiempo en ningún sitio. Observando, analizando y pasando al siguiente lugar. Sin embargo no lo hago de manera obvia, más bien como alguien que está acostumbrado a sitios así y cuya necesidad de prestar atención parece más por entretenimiento que otra cosa. Al fin y al cabo demasiado tiempo en el espacio hace que te aburras de ver siempre lo mismo. El hecho de que estén repartiendo algo atrae mi atención, aun así no es el momento. Bester parece bastante fijo en su objetivo, así que sin decir palabra esquivo a todo el que se me cruza delante, y si alguien se me queda mirando demasiado tiempo le dedicare un larga mirada y una sonrisa de lo más agradable, que sin necesidad de ser acompañada de palabras diga exactamente por donde tiene que irse, si quiere seguir conservando ambos ojos en su cara.

Nos acercamos al fondo del lugar, donde dos putos mercenarios guardan la puerta. Qué asco me dan este tipo de individuos... pero más me vale guardarme mis comentarios y mis gestos faciales para otro momento. En este lugar habrá muchos como ellos y lo que menos queremos ahora son problemas. Respiro hondo sin mirarles durante un segundo hasta que Bester les habla, entonces reviso mí alrededor como quien no quiere la cosa, atento por si alguien se da cuenta de algo. Sin duda el agente sabe lo que se hace, solo falta ver cómo reaccionan. Mis manos están tranquilas, mis músculos relajados. Y eso significa que estoy listo.

El tipo del cabello rizado y las pobladas patillas parece llevar la voz cantante, algo que se denota con cada gesto e inflexión de la voz, y resulta evidentemente reforzado por su actitud chulesca y arrogante al encararos:

- A ver, puto enano, pero tú qué coño...

Sin embargo, en ese instante parece detenerse, justo cuando el hombrecillo comenta lo del dinero. La respuesta se antoja forzada, todo está siendo demasiado brusco para tratarse de algo natural... pero la realidad es que Bester no ha mostrado un fajo de billetes para atraer su atención, de hecho no parece haber hecho absolutamente nada más que hablar. Y ahora se limita a contemplarles sonriente con una enguantada mano sobre la otra.

Aguardando en silencio a que se produzca la respuesta deseada... que no tarda en llegar.

- Mucho dinero ¿eh? -lanza una mirada furtiva a su compañero, como dudando si incluirlo en este negocio, pero ya que está siendo testigo de todo tendrá que meterlo para que mantenga el pico cerrado- Vale, has conseguido captar mi atención durante un minuto, pero más te vale que esto me salga a cuenta... ¿dónde vamos?

En este inoportuno momento te llega un nuevo mensaje telepático de Adama:

Gaius Baltar no es de fiar. Sé que juega a dos bandas y que ya me engañó con anterioridad. Debemos tenerle vigilado, aunque no me queda claro que trabaje para las corporaciones...

Una lucecilla parpadea en el panel de control, indicando un mensaje entrante. El mayor Tigh cruza una mirada con Adama solicitando su autorización para abrir el canal, que por lo visto no está codificado y ocupa todo el ancho de banda. Nada sutil, desde luego. Nada más activarlo, el holograma de un gigantón de aspecto excéntrico ocupa el proyector central.

- Bienvenidos a nuestro pequeño rincón del espacio. Por aquí no solemos recibir muchas visitas de la categoría de un Crucero de Combate, así que les agradezco mucho que primero enviasen a tres de sus soldaditos con una pequeña lanzadera, como pueden ver estamos tratando bien a nuestros invitados -mueve la cámara para que enfoque a Pentecost, Ochoa y Agathon, que están atados y amordazados pero por lo demás parecen encontrarse en perfecto estado- Espero que sepan corresponder a nuestra cortesía de forma acorde. Será mejor para todos que nos llevemos bien. Y que intentemos llegar a un acuerdo mutuamente satisfactorio -reorienta la cámara para que le enfoque de nuevo directamente- Por cierto, mi nombre es Hannibal Chau, pero aquí todos me conocen como Kaiju... ¿con quién tengo el placer de hacer negocios?

- Por ahí. - Le dijo el hombrecillo a Toombs, señalando la misma puerta que estaban custodiando. Entonces miró a Rogers y Ridick, esperando que le siguieran. - Con buenas palabras, se puede llegar a cualquier lado. - Se encogió de hombros, sin más.

Inexplicablemente, los mercenarios acceden a la petición del menudo hombrecillo, introduciendo ellos mismos el código que abre la puerta que vigilaban y acompañándoos de buen grado a la pequeña sala que hay al otro lado. Sala que por cierto está desierta, algo muy conveniente para negociar un soborno... o para quitar de enmedio a cualquiera sin llamar la atención.

El tal Toombs, con una candidez impropia en alguien de su calaña, cierra la compuerta con suavidad para dejaros aislados de la muchedumbre de ahí fuera, mientras sus ojillos brillan con una avaricia primaria y desarticulada, como si no fuera capaz de resistirse a la pulsión de enriquecerse a cualquier coste, sin reparar en medios... ni en riesgos.

- A ver ese dinero...

Bester, con toda la calma del mundo, con toda la tranquilidad y paciencia, tomó asiento en uno de los salientes que tuvieran su altura. Era como... si tuviera total conocimiento de lo que estaba pasando, antes, durante y después. Por eso, tomó asiento, cruzó una pierna sobre la otra y de la chaqueta sacó una carta. El dos de rombos. Carta con la que jugó entre sus dedos mientras sus labios formaban una mueca destinada a ser una sonrisa. - Claro, Señor Toombs. - ¿Como sabía su nombre? - Aquí, mis amigos, se lo mostrarán de inmediato. - Miró a Riddick, con una media sonrisa y le entregó la carta con la que jugaba.

Y entonces miró a Rogers. - A veces, capitán. Solo es cuestión de saber jugar la carta apropiada, en el momento apropiado... aunque sea la más pequeña de su palo. - Y le dedicó una de esas sonrisas que escondían cierto conocimiento de lo que decía, aunque escapara a la comprensión de los demás. - Nunca fue una simple comedia de feria, ni un juego de cartas. -

Seguimos a Bester mientras dos tipos duros, acostumbrados a lo peor y que rara vez se dejan "robar la cartera", permitían que se les condujese mansamente hasta un lugar apartado, discreto y sin testigos. No había que ser un genio para saber qué es lo que esperaba de nosotros el agente. Y no es que me agradara demasiado la forma en que se está desarrollando todo, pero sin duda cuanta mas prisa nos diéramos, mejor... y bueno, un mercenario es un mercenario. Los odiaba, así que un par menos no serian ningún problema, ni tampoco una excesiva molestia para mi escasa conciencia.

Seguí el juego de Bester mientras lentamente me colocaba en el flanco del mas cercano de los dos, con tranquilidad, como si no fuera conmigo la cosa. Apenas "dio la señal", saqué mi cuchillo casi como si fuera lo mas natural del mundo, levante el brazo del mercenario mas cercano y clavé la hoja en su costado, directa al corazón. Rápido, silencioso y mortal.

Había poco mas que añadir, a la espera de que Rogers hiciera lo propio con el suyo. Tras eso me quedé mirando fijamente a Alfred Bester. No me molestaba matar, pero me disgusta enterarme del plan a mitad del camino.

Rogers reacciona con presteza tan pronto como se presenta la oportunidad. Con una rapidez que no parece posible en alguien de su corpulencia se abalanza sobre el mercenario que tenía enfrente y le golpea varias veces en una rápida sucesión. Primero en la tráquea, para acallar cualquier posible grito de auxilio, luego en el brazo con el que podría haber intentado desenfundar su arma para incapacitarlo temporalmente... y finalmente le agarra por el cuello forzándole a dar la vuelta mientras le asfixia manteniendo una presa firme con el brazo derecho, al tiempo que con la mano izquierda retira la pistola de la funda de su contendiente y la empuña trazando un arco para controlar el perímetro. Mantiene a su contrincante literalmente en vilo, sin permitirle tocar el suelo para evitar que obtenga ningún apoyo por mucho que patalee. Es decir, que está sosteniendo con un solo brazo a un hombre adulto, que sin duda supera los 80 kg de peso, ignorando sus desesperados esfuerzos por revolverse y liberarse.

Realiza un barrido de seguridad con el arma que acaba de obtener en alto, trazando un giro lento y metódico. Cuando ve caer en un carcho de sangre al otro mercenario, apuñalado por Riddick, tuerce el gesto con disgusto pero mantiene un profesional silencio. Tampoco tiene ningún sentido decir nada ahora.

Al cabo de unos instantes el hombre al que retiene deja de patalear y cae inconsciente.

En un abrir y cerrar de ojos, los dos hombres estaban en el suelo, uno muerto y el otro inconsciente. Bester no borro la sonrisa, ni hizo mueca alguna. Se limitó a observar y quedarse mano sobre mano. Así cuando sus compañeros acabaron su trabajo, los miró. - Que.... sencillo ¿no? - pregunto con una sonrisa. - Necesitaría descansar, un solo minuto. Esto es agotador. - ¿Bromeo? - Bien... uno esta vivo, así que hay que asegurarse de que no nos supone ningún problema inmediato. Y su intercomunicador... mejor cojámoslo. - añadió, moviendo la mano en círculos

—Estoy en ello, Comandante —responde lacónico con los ojos clavados en la holopantalla—. Estoy en ello…

El doctor Baltar vuelve entonces silenciosamente a sus quehaceres, tratando con ahinco de repeler la fuente del ataque invasor. Ya informaría al comandante de ello cuando la situación fuera… más estable.

Pero de repente la imagen de un hombre de mediana edad aparece ocupando todo el canal de comunicaciones. Gaius no deja de prestar atención a sus palabras, mientras vigila de reojo la reacción del Comandante y de su segundo…

Así que tienen a los marines de la lanzadera pero no saben del comando de infiltración. Interesante.  Eso les daba una opción, desde luego. Y la negociaciones le compraban a él más tiempo para lidiar con… su pequeño problema. Así que dejó que el Comandante tomase las riendas de la negociación y continuó presto con su tarea.