Partida Rol por web

El escenario es dantesco, parece que la guerra había ignorado hasta ahora este bosque. Los que llevan aquí toda la guerra habrán visto varías veces el proceso gradual de destrucción hasta que todo se convierte en un erial, o lodazal si llueve. Para nosotros es nuevo y a cada paso nos sorprendemos ya que entre los arboles todavía en pie se encuentran los restos de los destruidos por la artillería.

Puede que el sargento Maddox sea el único que ha sido capaz de concentrarse en buscar las huellas sin distraerse del fantasmagórico paisaje que nos rodea.

– Si señor, avisaré a mis hombres.

Retrocedo donde están mis hombres y les digo susurrando. – Hemos encontrado unas huellas y las seguiremos, pero tener las armas a punto por si fueran de soldados alemanes que también se han perdido.

Todos se detienen ante el descubrimiento de unas huellas.  Podrían ser de las compañías perdidas.

Detengo mi paso y me acerco para observar las huellas. Su dirección, para saber si vamos por buen camino, su número, para determinar si pueden ser de las compañías B y D, su frescura, para calcular cuanto tiempo nos llevan de ventaja, y la distancia entre ellas y su profundidad para reconocer si su paso era acelerado o iban en marcha. Observo, calculo, y me hago una idea de lo que puede haber ocurrido allí.

Tengo clara la dirección que tomaron así que con prudencia transmito mis observaciones al cabo Grimm.

- Señor, van en esa dirección - señalo con el dedo - si observa el rastro verá que nos puede resultar fácil seguirlas.

Voy fijandome en el camino para ver si descubro el rastro de la compañía perdida, ya queda menos para completar la misión y poder descansar de todo este infierno. A pesar de que intento fijarme en todos los detalles no consigo vislumbrar nada que me aclare algo.

Si, sigamos adelante. Afirma Maddox mientras toma su brújula. La mira detenidamente, a apenas unos centímetros de su cara. ¡Maldita sea!, gruñe mientras deja su rifle y golpea la brújula contra su casco y acercándola de nuevo a su cara. ¡Se ha vuelto… Pero algo impide que el sargento termine la frase.

Un disparo sordo resuena, y como la luz de la llama de una cerilla vacila y se apaga. En un momento de luz, veis una mancha de sangre en donde antes estaba la cara de Maddox. Os lleva unos segundos daros cuenta de que las motas blancas que visteis volar ¡eran sus dientes! Un siseo se escucha por encima de vuestras cabezas, y de pronto hay una luz cegadora que brilla sobre vosotros. El terreno embarrado, el pelotón completamente desorganizado y el cuerpo de Maddox retorciéndose se vuelven muy claros. Solo cuando suena el segundo disparo os dais cuenta de que estáis de pie en un claro, la zona a cubierto más cercana está a varios metros de vuestra situación. Miráis hacia arriba y veis como la bengala cae lentamente al suelo, y podéis ver la trinchera que ha sido excavada en la tierra, y los soldados apuntándoos. Más disparos y ahora más gritos, una granada explota, poniéndoos en movimiento. Cuando cogéis vuestro rifle escucháis un nuevo sonido, uno que os hiela la sangre; el traqueteo de una ametralladora.

Vamos avanzando siguiendo las pisadas descubiertas por Maddox cuando este se detiene delante mío. Parece que consulta la brújula, pero antes de que entienda que pasa suena un disparo desapareciendo su cabeza.

Apenas he empuñado el BAR cuando una bengala ilumina que efectivamente no ha perdido el rastro, pero era una unidad alemana replegándose a sus líneas. ¡No llego a aprender cómo se usa la brújula!

Me quedo paralizado de rabia y frustración. ¿Cómo hemos de ganar la guerra poniendo niños al mando?

Mis oídos oyen la ametralladora, pero mi cerebro no es capaz de asimilar la alarma.

Me sujeto el casco y voy corriendo a ponerme a cubierto dispuesto a disparar contra cualquier persona que considere mi enemigo.

Nada más comentar a Grimm lo que había descubierto observando las pisadas, el sargento Maddox, atento a mis explucaciones, sacó la brùjula. Parecía que estaba enfadado, pues su brújula no debía funcionar. Me aparté un poco, discretamente. No quería ser el blanco de su enfado. 

Una detonación y su cara quedó destrozada.

- Mierda. ¡Nos disparan!. ¡A cubierto, a cubierto!.

El siseo y la luz de la bengala ofreció una visión aterradora. Se habían topado con una trinchera alemana y ésta llena de alemanes apuntándolos con su fusil. 

Medio agachado, corro para ponerne a cubierto mientras disparo mi fusil contra los alemanes.

Habíamos seguido a Maddox hasta aquí es lo que tiene la cadena de mando, ellos mandan y tu les sigues a la boca del infierno e incluso un poco mas lejos si es necesario. El lugar donde nos encontrábamos podría haber sido hasta bonito antes de la guerra pero la oscuridad no mejora su aspecto, dando al bosque un aspecto mas aterrador si cabe.

Un segundo, es la diferencia entra la vida y la muerte, entre un sargento quejándose de una brújula y que toda la misión se vaya al garete. Del sargento solo quedaba una carcasa espasmódica y de nuestra formación lo mejor sería no hablar, mucho menos cuando todo el pelotón empieza a moverse y yo me quedo ahí en medio de una explanada.

- Mierdaaaaa..... 

Anthony se puso a correr incluso antes de que explotara la granada.-"Mierda, ya estamos otra vez"- Pensaba mientras oía a Martin gritar "a cubierto", "Claro, si no estuviéramos en medio de nada, mira que se lo ponemos fácil a los putos boches"- Anthony no estaba seguro si eso último lo había pensado o lo había dicho, mientras corría como alma que lleva el diablo en busca de un refugio entre los árboles, solo esperaba no empotrarse con uno, era lo que faltaba.

Fué sacando su fusil y amartillándolo como podía mientras avanzaba, disparó a ciegas hacia la trinchera enemiga a modo de disparo de cobertura, con suerte, con mucha suerte, llegarían ilesos a la espesura otra cosa ya era tratar de sobrevivir una vez allí.

Tanto James como William se quedaron petrificados en mitad del claro mientras los disparos levantaban trozos de barro a su alrededor. La bengala se eleva todavía en el cielo y lanzan su luz despiadada sobre un paisaje pétreo, lleno de cráteres y de luz fría, como de luna. Bajo la piel, la sangre se hiela de terror.

El resto de pelotón corre hacia los extremos del claro, huyendo de los disparos, mientras disparan al azar sin ningún aparente. 

Anthony corrió hasta alcanzar el límite del claro, allí buscó cobertura tras un árbol y buscó la trinchera. Avanzó de un árbol a otro hasta que logró tener un disparo más o menos fácil. Ocho alemanes tras el muro de sacos de arena eran los encargados de defender la trinchera, Anthony eligió uno al azar y, después de encañonarlo con su 303, apretó el gatillo con la esperanza de reducir su número.

La distancia, la oscuridad, el blanco en movimiento, los nervios o la puta mala suerte hizo que Anthony errara el tiro, soltó una maldición y comenzó a recargar.

-Desde aquí veo a ocho, maldita sea disparadles ¡que traguen plomo!- La excitación convertía al "ratón de biblioteca" en un fiero guerrero aunque eso no le hiciera tener mejor puntería.

No William, no puede ser que acabes muriendo aquí, no.

Se que debo moverme, o como mínimo dispararles, pero soy incapaz de hacer nada más que verme destrozado en el suelo con los intestinos escapándoseme entre los dedos a consecuencia de una ráfaga de la ametralladora.

Con un gran esfuerzo giro la cabeza mirando hacia el cadáver del sargento.

¡Y todo por un inepto que no sabía cómo orientarse con la brújula! Es evidente que movilizando millones de soldados decenas de miles tienen que llevar galones, pero que vigilen a quienes se los otorgan. Hay veces que creo que lo hacen por orden de alistamiento. Tantos soldados, haber ahora ocho cabos, cuatro sargentos, un teniente…

Corro como un desesperado pensando que cada uno de mis pasos puede ser el último, pero consigo situarme detras de una roca lo suficientemente grande como para cubrirme de los disparos.

En mi huida disparo a un alemán que saca la cabeza de la trinchera, pero creo que no le doy ni de lejos. 

"¡Diablos que mala puntería!" 

Parapetado detrás de esa roca veo que quedan hombres en el claro. "Están sentenciados, tengo que hacer blanco"

Con la cobertura que me da la roca puedo apuntar con más precisión y así lo hago.

"A la próxima no fallo" me digo a mi mismo.

La luz de la bengala aun iluminaba el claro y en estos momentos me sentía al igual que los actores sobre el escenarios del Her Majesty's Theatre, en un monólogo sin palabras, donde en este caso los espectadores podían pegarte un tiro.No me veáis, no me veáis, era lo único en lo que podía pensar mientras mis compañeros corrían de un lugar a otro mientras las balas alemanas volaban entre nosotros. Por mas que lo intentaba, no podía poner mi cuerpo en movimiento para salir de este maldito campo de muerte.

Las bengalas se elevan todavía en el cielo y lanzan su luz despiadada sobre un paisaje pétreo, lleno de cráteres y de luz fría, como de luna. Bajo mi piel, la sangre lleva terror e inquietud a mis pensamientos. Se debilitan y tiemblan, quieren calor y vida. No pueden resistir sin consuelo ni ilusiones; se desorientan ante la desnuda imagen de la desesperación.

“Sin novedad en el frente” Erich M. Remarque

El silbido de la bengala se silenció por el atronador ruido de los disparos y los gritos de los alemanes. Los disparos de la ametralladora describieron un arco por todo el claro a pocos centímetros de los pies de James y William. La suerte había querido que el operador de la ametralladora calculara mal la distancia al apuntan con el alza.

Mientras el resto del grupo se refugió detrás del tronco podrido de un árbol disparando a discreción sobre la trinchera alemana sin éxito alguno. Seis soldados contra ocho soldados atrincherados con una metralleta era una locura, era un suicidio.

Entonces, en la retaguardia, se empieza a escuchar el pisoteo frenético de una treintena de botas. ¿Serán refuerzos alemanes, una emboscada boche?  Pero el acento californiano del cabo Sloane, el cabo del 4º pelotón, despeja cualquier duda.

¡Cargar! ¡Acabemos con ellos chicos!"

La treintena de muchachos del 4º y 3º pelotón se lanzan a la carga sobre la trinchera alemana, muchos de ellos caen heridos pero otros tantos siguen adelante. 

A través del fragor de la batalla y tu bloqueo mental ves como los pelos de tus brazos comienzan a erizarse, no es algo debido al miedo del momento es algo más físico como cuando pasas cerca de un tendido eléctrico. 

A través del fragor de la batalla y tu bloqueo mental ves como los pelos de tus brazos comienzan a erizarse, no es algo debido al miedo del momento es algo más físico como cuando pasas cerca de un tendido eléctrico.