Partida Rol por web

Si, supongo que una misión no es demasiado diferente a la propia vida.

Adaptarse a lo que le había tocado a cada uno, potenciar lo que mejor se te daba y pulir tus defectos... si, eso era muy fácil de decir, hacerlo era una cuestión bien diferente.

Ya, hay bastantes cosas, yo he estado explorando por ahí, y la verdad es que hay casi cualquier cosas que se te ocurra dijo sin esconder la admiración que le suponía el hecho hay hasta una planta con todo tipo de templos para las diferentes religiones, y no templos pequeñitos... se calló, seguramente aquello no le interesaría a Richard.

Bueno, gracias por tu ayuda de nuevo cogió el rifle y lo levantó para que quedara clara su referencia voy a ver si sigo con esto, me gustaría terminar pronto hoy ayer se pasó de la hora con los dichosos ejercicios de natación y hoy todavía estaba renquante si alguna vez te apetece charlar o entrenar me encontrarás por aquí, suelo venir a diario era muy raro el día que faltaba a su sesión de tiro.

Me alegra haberte conocido.

Le tendió la mano a modo de despedida.  

Nivel 56, Restaurante Novus, Hora de cenar

- ¿Zona catastrófica? – Silke sonrió divertida – Entonces tendremos que brindar por los acctidentes. Te queda bien – Respondió quitándose la chaqueta antes de entrar. Llevaba un vestido corto por encima de las rodillas, sencillo y de corte casual que contrastaba con el cuero de la chaqueta y las botas de estilo militar. Un poquito más rock&roll, aunque probablemente menos glamurosa que en la fiesta, pero se sentía mejor. Más como era ella. Antes de mudarse, Keyla había tenido una especie de premonición y segura de que la cagaría, se había encargado de hacerle la maleta. Como no podía ser de otra manera, se había pasado un pelín con los vestidos de fiesta. En el fondo tampoco podía culparla, los temores de su hermana distaban mucho de ser infundados. El historial de Silke con los trabajos estables era más bien un thriller para no dormir.

– Me alegra que te guste – Siguió sin perder la sonrisa ante el cumplido del soldado - Es que, piénsalo bien, ¿quién en su sano juicio llevaría zapatos de tacón a 50 pisos bajo tierra? – Se quejó colgándose la cazadora del brazo.

No había que ser un maestro en la interpretación del lenguaje corporal para percibir la inquietud de Richard después de su comentario sobre el restaurante. No había sido su intención incomodarle por lo que en seguida, la pelirroja agitó la mano restándole importancia.  – ¿Y perderme la grastroexperiencia que prometen en su anuncio en el directorio? Ni hablar, llevo una semana cenando cheerios. – Sentenció dramáticamente, cogiéndole del brazo para instarle a entrar. No parecía nerviosa, al contrario, se la veía bastante cómoda, espontánea y dicharachera como siempre.

– Cuando me dijiste donde quedaríamos, me tomé la libertdad de investigar un poco – siguió inclinándose ligeramente sobre el hombro del soldado para poder hablar en voz baja mientras observaba con curiosidad la decoración del lugar. – Por lo visto es un de esos sitios que llaman “gastronómicos”, ya sabes, donde el metre suele hablar en francés y de repente te entran ganas de ser más culto – Silke ladeó la sonrisa de forma traviesa – chorradas – aclaró. – Pero está bien, por lo visto tienen una política basada en criterios de sostenibilidad y respeto a las materias primas bastante chula. Muy en la línea de todo este sitio – siguió haciendo referencia al conglomerado empresarial que representaba Titán. – Además, me parece que tenemos una conversación pendiente. No vas a librarte de mí tan fácilmente. – Terminó sin poder evitar ladear la sonrisa un tanto maliciosa.

Sala de entrenamiento de Titán, campo de tiro

Richard asintió ante las observaciones de Hilv acerca de lo que tenía Titán, a él también le sorprendía y hasta se había permitido un paseo ocasional por esa zona, muy breve, eso sí.

Tengo constancia de ello. respondió al asunto de los templos. No he ido pocas veces allí, aunque no lo hago todos los domingos. se encogió de hombros como si con ello se excusara.

Claro, no hay problema. asintió tranquilo. Yo creo que por hoy he terminado, supongo que nos iremos viendo por aquí. sonrió levemente. Para entonces, espero que ambos estemos mejor aclimatados a Titán.

Le dio la mano que le tendía, la estrechó con profesionalidad.

Lo mismo digo, Hilv. Cuídate. Nos vemos por aquí. se despidió con un asentimiento.

Escena Richard y Arabelle. Bar de Titán, dos meses antes

-Algunas veces me gustaría ser una aburrida persona normal – comentó sonriendo – Creo que a la Arabelle del pasado le habría ido algo mejor… pero quizá en un sitio como este no sea necesario. Este no parece un sitio normal.

Titán parecía justo el lugar donde no necesitaba convertirse en algo que no era para encajar. Aquella había sido una de las cosas que la habían llevado a dejar todo atrás para aventurarse allí. Sentía que podía desarrollarse como científica, expresar libremente sus sueños y ambiciones. Quizá incluso acabar sintiéndose al fin parte de algo.

Cuando Richard mencionó a Dios, Arabelle buscó con la mirada algún símbolo que identificase su religión. Su familia era protestante, había crecido educada en esa religión, pero esa había sido una de las cosas que había dejado atrás al aventurarse en Titán. 

-Así que creyente… yo acostumbraba a serlo también, pero hace tiempo que Dios y yo separamos nuestros caminos – comentó enfatizando el pasado – Llegó un momento en que… digamos que había demasiadas cosas en mi vida que no encajaban con la fe. Durante mucho tiempo intenté encajar todas las piezas, pero al final no pude. En ocasiones aun vuelvo a darle vueltas, pero siempre acabo llegando al mismo punto - se encogió de hombros dándole un trago a la copa - Creo que se fue junto a parte de mi fé en las personas. Quizá haya sido un poco la misma cosa. 

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La respuesta de Richard ante el cumplido de Silke fue una sonrisa contenida, circunstancial, aunque agradecida. Movió la cabeza un tanto antes de responder.

Supongo que no hay mal que por bien no venga. dijo al final mientras echaba un vistazo a la entrada del restaurante, luego se encogió de hombros ante la cuestión de los tacones. ¿Alguien con una necesidad imperiosa de ganar altura? preguntó con la ambigüedad que le dotaba la incertidumbre de la hipótesis que lanzaba, miró a Silke y rió un poco.

Pensó unos instantes en la dieta que le contaba que había estado llevando con aplicada diligencia. Bueno, entre los cheerios y el rancho de los barracones, creo que nos podemos compadecer mutuamente. dijo lanzando una nueva risa, ahora más cómodo ya, parte de sus nervios habían desaparecido ya.

Algo me dices que no puedes evitarlo, ¿eh? le respondió divertido al escuchar el profundo estudio de campo realizado por el restaurante. ¿Te viene de familia o saliste así de la escuela? le preguntó entre broma y curiosidad. Pues lo único que sé decir en francés es.. oui, así que espero que tú sepas hablarlo. comentó como si se enfrentaran a un gran problema.

Richard mostró una sonrisa leve al camarero, dio el nombre de la reserva y este les acompañó hasta su mesa. Sin perder el buen humor ganado hacia unos instantes, acuñó la respuesta con algo de picardía.

Y yo que tenía esperanzas de que te convenciera por otras razones. se lamentó con fingida resignación, bromeando. Pero bueno, eso de que no me voy a librar de ti tan fácilmente, ya suena bien. rió un poco mirándola a los ojos. ¿He de temer por algo? ¿Me vas a mandar mensajes amenazadores de madrugada? ¿Espiarme cuando salgo a pasear? 

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La pelirroja tomó asiento, dedicándole una sonrisa cordial al camarero cuando este le ofreció la carta.

- Tampoco tengo mucha idea, la verdad. “Trés bien, c’est la vie y croissant”, puedes añadir esas tres a la lista.– admitió ella con un leve encogimiento de hombros mientras echaba un vistazo a las sugerencias del chef. Mirepoix, verduras que por lo visto fueron chiffonaded, ternera hongroise…– Va a ser una cena interesante – añadió con una media sonrisa divertida, devolviendo la atención al soldado. –

La pregunta sobre su faceta de “corre-ve-y-dile” fue recibida con una sonrisa suave. Antes de responder se apoyó sobre el respaldo y bajó los brazos de la mesa, aprovechándo para colocarse la servilleta en el regazo. - Mis padres eran cooperantes. Cuando era pequeña no pasábamos mucho tiempo en el mismo sitio. Seis meses en el Congo, tres en Kenya, un més y medio en Guatemala...- Volvió a encogerse de hombros - Supongo que podría decirse que me viene de ahí. A mi hermana, por el contrario, le sigue cabreando que de alguna manera, escogiera continuar con la saga familiar. Ella es abogada y lleva instalada en Montreal desde la universidad. ¿Sabes? La verdad es que nunca pensé que yo también acabaría como una esclava corporativa más. – Comentó echando un vago vistazo a su alrededor. Quien la había visto y quien la veía ahora. Hace solo unos meses fotografiaba cuneteros en Ciudad Juarez y ahora conversaba tranquilamente en un restaurante donde tenían vinos por valor del sueldo de varios meses de mucha gente. Hacía que se sintiera un tanto hipócrita.

- Y hablando de esclavos corporativos…- Siguió enlazando rápidamente aquel pensamiento con un hilo mucho más interesante que sus dilemas morales, apoyando los codos sobre la mesa y acompañando el gesto de una sonrisilla traviesa. – Me debes una historia. – Le recordó inclinándose ligeramente hacia delante, otorgándole a la conversación un aire más íntimo. - ¿Qué es lo que haces aquí exactamente? -

Ante las últimas elucubraciones de Richard, Silke no pudo evitar ensanchar la sonrisa de forma enigmática sin admitir ni desmentir ninguna de las hipótesis – Si te lo dijera perdería toda la gracia. Creo que basta con que sepas que puedo ser muy persuasiva si me lo propongo. –comentó ladeando la sonrisa divertida, siguiendo con la broma que compartían. - No te hacía como alguien aficionado a los paseos, de todos modos. - 

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Richard sonrió levemente al escuchar la clase maestra de francés, movió la cabeza como si fuera un estudiante aplicado, pero terminó riendo del mismo modo corroborando la reflexión de Silke.

—Eso espero que sea —sonrió mientras se acomodaba en la silla.

Escuchó sobre la historia de la familia de Silke con atención, una vida bastante más movida que la suya en bastantes aspectos, mostró sincero interés, hacia tiempo que no conversaba con alguien en esos términos.

—Comparada con la tuya, mi familia es más del montón —bromeó mientras se acariciaba la barba fantasma —. La mía no era dada a muchos viajes, nací en Richmond y tuve que alistarme al ejército para que me pagaran los estudios, y creo recordar que no fui, ni de lejos, el mejor de mi promoción —no parecía importarle, había asumido quien era, que lo extraordinario se demostraba en otras circunstancias.

Cuando el tema de la conversación derivó hacia aspectos más especiales, Richard correspondió al gesto de Silke para alimentar esa intimidad mutua que era requerida. Pero se temió que no tenía buenas noticias para la periodista.

—He estado haciendo preguntas, y me temo que no puedo decirte exactamente mi papel en esto —admitió el militar con cierta resignación —. Puedo decirte que ejerzo labores de contención y protección para los equipos científicos, pero no quiero inventarme una patraña tomándote por tonta —movió la cabeza con pesadez —. Te contaría más, pero sé que para este asunto, nos monitorizan y si suelto alguna palabra de más tendremos a los cifrados encima.

Ahí estaba siendo totalmente sincero con ella, no tenía nada que esconder a Silke, a su pesar, pero antes estaba salvaguardar de las posibles consecuencias a la periodista. Aunque una intuición le susurraba que las cosas podían no acabar ahí.

—Me hago cargo que puedes ser muy persuasiva —afirmó el militar, la miró un instante a los ojos para volver la cabeza hacia el primer plato que ya les llegaba —. Ya ves, al final soy un hombre gustos sencillos, así puedo invertir mi dinero para ocasiones especiales —alzó la copa de vino ofreciendo un frugal brindis.

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Silke asintió con expresión pensativa. No parecía especialmente sorprendida o decepcionada, llevaba ya unos cuantos meses lidiando con los protocolos de Titan y el secretismo de Richard no le venía de nuevas. Por otro lado, los desafíos le resultaban estimulantes y el soldado no era una excepción.

- Está bien – Concedió. Al contrario que el antiguo capitán, ella parecía más pragmática que resignada - No hablaremos de lo que haces aquí, no quisiera meterte en un lío - Añadió ladeando una pequeña sonrisa tranquila. Verdaderamente no lo pretendía. - Pero me gustaría saber más cosas sobre tí – continuó. Había dejado de bromear y ahora observaba a su acompañante con sincero interés - ¿Qué pasó? - Se animó a preguntar por fín – En Armenia, quiero decir. -

La interrupción del camarero cuando les presentó los primeros platos le resultó un tanto corta-rollos. También les había servido sendas copas de vino y había dejado la botella a un lado. Eso estaba mejor… No entendía mucho de maridajes, pero Silke olisqueó el liquido rojizo igualmente por pura fuerza de la costumbre. Después levantó levemente la copa, correspondiendo al gesto de Richard con una nueva sonrisa - Por las ocasiones especiales, entonces - Coincidió.

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En cierto modo agradeció la reacción pragmática de Silke, la miró con cara de circunstancias mientras correspondía a su sonrisa tranquila con otra parecida.

—Que cosas, yo tampoco quería meterte en un lío a ti —le tiñó al comentario una actitud algo más desenfadada, que buscaba lidiar con la probable decepción que pudiera haber tenido la mujer, pero también era por la comodidad que le generaba Silke.

—En Armenia.. —era justo que ella tirara por otro camino, que se interesara por ese aspecto. En otro tiempo hubiera callado como una tumba, hubiera lanzado una evasiva o, sencillamente, se hubiera levantado de la mesa para no tratar ese tema. Pero el tiempo sana, y si no sana, al menos, lo hace más fácil de hablar —. Muchas cosas, la verdad.

No era una pretendida evasiva, sino la obertura a la conversación que estaba dispuesto a darle a la periodista. Iba a decir algo más cuando el camarero intervino, contempló la sonrisa de Silke con sincera admiración. Le gustaba esa sonrisa.

—Por las ocasiones especiales —brindó con ella, bebió un sorbo muy breve dejando a continuación la copa sobre la mesa. Sin querer parecer esquivo, miró a los ojos de Silke, suspiró largamente en silencio.

—Te contaré lo que sucedió en Armenia. No quiero que te vayas con las manos vacías.. —dijo el militar mientras acariciaba el cristal de la copa, nervioso —. ¿Por dónde quieres que empiece?

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Silke le dio un trago corto a su copa, espectante mientras Richard parecía ordenar las palabras en su cabeza. No le quitaba ojo de encima y ella hacía lo propio, sosteniéndole la mirada sin vacilar, tranquila y paciente.

Cuando le preguntó por donde prefería que empezara su historia, se encogió levemente de hombros - Por el principio, claro. - Respondió esbozando una pequeña sonrisa alentadora. - Y tranquilo, solo tienes que decir que es extraoficial y no podré utilizar nada de lo que me cuentes. No he venido a cenar contigo por trabajo – Aclaró. Parecía nervioso y no quería que pensara que intentaba mangonearle. - Es solo que … - la chica suspiró – No lo se, hay algo … detalles de la versión que nos dieron que no encajan. - continuó negando con la cabeza - Solo quiero saber que pasó en ese monasterio. -

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—Por el principio —dijo alargando un silencio a continuación, pensativo, la miró a los ojos y sonrió ligeramente cuando se apresuró a aclarar aquello. Movió la cabeza lentamente —. ¿Así que casi podemos considerar esto una cita? —bromeó para desengrasar un poco el agarrotamiento que tenía en la garganta al tratar del tema armenio. A continuación se puso más serio, con serenidad.

—La verdad es que hay días que yo tampoco sé exactamente que pasó allí —confesó Richard mientras seguía acariciando el cristal, algo perdido en recuerdos, pero regresó pronto —. A veces es difícil recordar, como si mi cerebro bloqueara algunas cosas, ¿sabes? —sonrió a Silke con naturalidad, se apuntaló en la silla, relajó la espalda.

—Ya sabes lo que sucedía en Armenia en esa época, los rebeldes de Demirkol que atentaban contra civiles en el Cáucaso —introdujo el contexto para asumir la explicación que vendría a continuación —. Finalmente decidieron claudicar, o eso dijeron, con la condición de que los intermediarios de su desarme fueran las fuerzas de la OTAN desplegadas en el país —chasqueó la lengua con una sonrisa sardónica —. Una jodida excusa para mandar su mensaje al mundo. 

Tomó un trago de la copa de vino, un sorbo apenas, se quedó mirando los colores rojizos de la cabellera de Silke por un instante antes de reaccionar.

—Fuimos a Tatev, un monasterio casi inaccesible. Nos mandaron allí con la fe que no pasaría nada, yo formaba parte del equipo de zapadores que limpiaría la zona y desactivaría cualquier explosivo si fuera necesario —hasta el momento no contaba nada nuevo, la historia oficial, hablaba con serenidad y convicción —. Era una trampa. Cuando las balas empezaron caer junto a las explosiones de mortero murió el capitán Talbot y la teniente Shanton, también otros soldados hasta que nos pudimos replegar al monasterio. De las montañas cayeron hasta cien de esos bastardos.. como una enjambre de abejas aullando y disparando —negó con la cabeza lentamente, viviendo esa imagen de nuevo, pero aguantando con firmeza. Miró a los ojos de Silke, en ellos pudo ver una solidez frágil, el coste de esa experiencia enjaulada en el autocontrol del militar —. Nos acorralaron dentro, atrancamos las puertas, nos fortificamos.. y cuando pudimos hacer un recuento de bajas.. yo era el único oficial que quedaba vivo en la unidad. Tuve que asumir el mando —acarició la mesa con la mano tendida sobre ella, abría y cerraba la mano lentamente, tenso —. La verdad es que yo no quería, estaba aterrorizado.

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- ¿Una cita? - La pelirroja ladeó la sonrisa, divertida y desenfada – Creía que la gente había dejado de tener citas en los 90 – bromeó, quitándole también hierro al asunto.

Durante el relato del soldado, Silke se mantuvo atenta y concentrada en cada una de sus palabras. De vez en cuando, asentía con seriedad, invitándole a proseguir sin interrumpirle. Aunque probablemente no era comparable, creía comprender el miedo al que Richard hacía referencia. Sin darse cuenta, se descubrió pensando en los atentados de 2017 en Mogadiscio, por su propio bien, atajó el recuerdo eficazmente con un trago a su copa. – Lo raro habría sido que no lo estuvieras – Comentó con sincera empatía, alargando una mano sobre la mesa en un gesto cercano de apoyo. - ¿Qué pasó después? – Intiuía que había algo más. Después de todo, hasta ahora no le había contado nada que no supiera ya.

Ella también había estado en Armenia como corresponsal y aunque en aquella ocasión se había limitado a la documentación fotográfica, la noticia del regreso del héroe se repitió durante días prácticamente en bucle, en todas las cadenas. Por aquel entonces el asunto ya le mosqueaba, pero sin ninguna fuente fiable que pudiera corroborar sus sospechas, se había visto obligada a dejarlo correr. Ahora el reencuentro con Richard había vuelto a despertar su curiosidad. Un atentado era difícil de preveer, pero el ataque de una milicia de más de cien guerrilleros… ¿De verdad había sido una cagada de inteligencia? No era militar, pero sabía algo de ajedrez, cosas como que a veces se deben sacrificar peones para ganar la partida etc. Puede que lo suyo fuera pura paranoia o puede que no, pero el caso es que la emboscada a la OTAN en el monasterio se convirtió en la excusa perfecta del gobierno en funciones para endurecer la represión contra los grupos rebeldes y renegociar el armisticio desde una posición fortalecida internacionalmente.

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—Supongo que soy un hombre clásico —acompañó a la broma de Silke con una sonrisa leve, cómoda.

Aunque el ánimo decayó un tanto mientras narraba lo sucedido en Armenia, Richard no escondía que era complicado para él contar las cosas, pero se mantenía firme y sólido. Había cosas que no quedaban atrás, pero aprendías a sobrellevarlo.

—Después —empezó, respiró profundamente —. Organizamos la defensa, al menos como zapador sabía bastante de estas cosas, ¿sabes? —se permitió la luz de una sonrisa fugaz, aunque algo vacía —. Las horas fueron días, los minutos horas, es tirar del tópico, pero era así. Cuando escuchábamos el silbido de los morteros caer sobre el monasterio, el suelo temblaba, a cada oleada de ellos los rechazábamos con alguna baja.

Dudó un instante, miró a Silke a los ojos donde ella pudo ver un brillo muy tenue de reflejos rojizos, quizá el efecto del cabello de la mujer en su iris.

—En ese monasterio había una cripta, osarios y catacumbas donde enterraban a los monjes. Era un lugar laberíntico, oscuro, había una cantidad enorme de huesos.. no sé si todos ellos eran de los monjes, ¿sabes? —la narración iba tomando tintes algo sombríos, más de lo que había tenido hasta el momento —. Quizá fue el estrés del combate, pero algunos de.. nosotros.. empezamos a tener alucinaciones. Veíamos una mujer fantasmal recorrer los pasillos llenos de nichos, hacia un frío inapropiado para lo que había, algunos de los chicos.. —se mojó los labios de vino —. Perdió la cabeza, fue a perseguir a esa.. mujer. Antes de que pudiéramos reaccionar, escapó, giró en uno de los pasillos y disparó su arma. Se había volado la cabeza.

Hizo una pausa, sabía que la historia había pasado de un cuento bélico a uno de.. ¿fantasmas? Richard era consciente del efecto que solía tener en la poca gente que había escuchado la verdad.

—Cuando estás al borde de la muerte, las alucinaciones pueden ser algo natural. Dudas de tu propia cordura, y crees que vas a morir. Aceptas la muerte, es liberador —reflexionó, hablaba lentamente —. Entonces nada sucede como tenías pensado. La muerte no te alcanza, la esquivas, entonces.. ¿cómo vuelves de aceptar el hecho de que vas a morir a la vida? Te preguntas porque yo, y no él. Y te haces otras preguntas, otras que los psicólogos califican de.. estrés postraumático.

Puso una sonrisa cínica, recordando algo que no dio voz, echó un trago acabándose el vino de su copa enteramente. Miró a Silke, contemplando su reacción.

—¿Es la historia que esperabas? ¿Una historia de fantasmas?

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Según Richard avanzaba en su relato, Silke se iba inclinando progresivamente hacia delante hasta terminar apoyando los codos sobre la mesa y olvidarse del plato de nombre impronunciable que aun ni había tocado. Al principio había creído que el soldado le estaba tomando el pelo, pero conforme hablaba, la pelirroja descartó la idea. La historia era demasiado estrafalaria para tratarse de una simple broma o una burda mentira para que dejara de meter las narices en sus cosas. Claro que el que le estuviera diciendo la verdad, no significaba necesariamente que la historia fuera real. Por otro lado… ¿Porqué invertiría Titán en un lunático?

- No, la verdad es que no…- Silke esbozó una pequeña sonrisa un tanto abrumada, como era lógico. Aunque se le pasó enseguida con otro trago de vino.

Después, dejó la copa nuevamente sobre la mesa y mantuvo un dedo acariciando el borde del cristal de forma distraída mientras observaba a Richard con expresión evaluadora – He visto a tíos confundir las aspas de un ventilador con un blackhawk o el petardeo de un coche con el fuego de trinchera pero… - la mujer cabeceó, no demasiado convencida – Se algunas cosas del estrés postraumático pero ¿una mujer?. Como mínimo es extraño – Concedió.

Tras la reflexión, dejó de entretenerse con la copa y volvió a cruzar los brazos sobre la mesa, inclinándose nuevamente hacia delante. - ¿Crees que fue real? - Preguntó directa al grano. No se andaba con remilgos.

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Richard dejó que digiriera lo que le había contado, era consciente de lo extraordinario que podía sonar y que, la mayoría, se tomaba esa historia como una broma de mal gusto. Era algo que le había dejado de importar, algo que había dejado de contar, pero de aquella incertidumbre había pasado a la indiferencia. No le importaba contar la verdad, aquel que quisiera creerla lo haría, y quien no, no le importaba.

—Suelo causar esa impresión en la primera cita —esbozó una sonrisa leve, dulcificadora, ante el comentario de Silke. Buscaba distender el ambiente tras la "historia de fantasmas".

Escuchó la reflexión de la periodista, comprendía lo que decía, él también había tenido episodios como los que describía. Quizá se había vuelto genuinamente loco, o quizá había algo más, quien sabe el qué. Cuando lanzó su incisiva pregunta, Richard se quedó mirando a Silke unos instantes, como si también él la evaluara.

—¿Qué consideras real, Silke? ¿Lo que sucede? ¿O lo que te cambia? —le preguntó volviendo la tortilla por un momento, antes de que respondiera, aclaró —. Digamos que fue una alucinación, histeria colectiva como una vez me lo describió un psicólogo, esa mujer nunca estuvo ahí. Pero la vi, la vimos, y eso nos afectó. Nos cambió de algún modo. Para nosotros, en ese momento, fue real. Tan real como te veo aquí frente a mi —hizo una pausa, la midió con la mirada unos segundos —. Su impronta fue real en mi. El miedo, la inquietud, las pesadillas, quien soy yo.. fue todo real. ¿Eso hace que crea que hay fantasmas, espíritus, hombrecillos verdes? No lo sé, solo puedo hablar por lo que a mi me sucedió, lo que vi.

Las escenas entre vosotros están abiertas de nuevo.

Os recuerdo que me podéis pedir escenas privadas si el pj busca algo o simplemente queréis rolear cosas mas "cotidianas" o conocer el complejo. Quizás os encontréis una sorpresa. 

Tras salir de la cuarentena, volví a mi rutina de entrenamiento en combate. Mis instructores decidieron que había mejorado lo suficiente como para no necesitar entrenamientos mañana y tarde durante todos y cada uno de los días de la semana. Iba a disponer de algo de tiempo libre desde mi llegada. Así que le pedí a mi supervisor que me reubicara algunos de esos días en el hospital, necesitaba poder volver a suturar algún corte sin la presión de que un alien iba a despedazarme mientras lo hacía. Sabía que mi salud mental lo agradecería.

Los días en aquella casa me habían dado tiempo para pensar. Y me había dado cuenta de que aunque en mi antigua vida no era ningún problema necesitar siete u ocho cafés diarios ahora se había convertido en un problema. La cafeína me mantenía alerta y ayudaba a concentrarme, pero la falta de ella podía hacer que cometiera un error fatal.

Pedí consejo y un compañero me dio una tarjeta, me dijo que era una solemne tontería tratar de desengancharse del café, pero que si de verdad estaba interesado que acudiera a ese terapeuta.

Tras posponerlo un par de veces, había llegado el día. Tras terminar el entrenamiento en la galería de tiro fui a la dirección de la tarjeta.

Un mensaje al comunicador o teléfono de River llegó al poco de acabar el funeral, era un mensaje de voz de Samuel en el que se le escuchaba respirar pesadamente, seguramente fumando, de tanto en tanto se escuchaba el tintinear de los hielos contra el vaso. ¿Estaría bebiendo alcohol? A saber, su voz sonaba cansada y triste pero firme.

  - ¿Como va todo renacuaja? No pudimos juntarnos durante la ceremonia de .... Steve, siento no haber estado ahí para darte un abrazo cuando hacía falta y creo que ambos necesitabamos nuesta forma de expresar como nos sentiamos, en fin, como disculpa no es muy buena lo sé, pero nunca se me ha dado bien esto ¿Verdad? - Hubo una pausa, larga. Y tras el silencio comenzó a hablar con algo mas de empuje intentando sonar con menos tristeza - River, creo que deberíamos despedirnos de Steve a nuestra manera. Él hubiera preferido que sucediera de una forma mas animada y con algún juego de cartas o una cerveza de por medio. Además, me gustaría ver como va todo tras las misiones que hemos "sufrido" por así decirlo y hablar. En fin, si necesitas algo ya sabes que puedes contar conmigo, como siempre he hecho y haré.

Antes de acabar el mensaje, se escucho un suspiro largo y un pequeño golpe a su mesita, hasta que el mensaje se cortó con un sonido de chasquear de lengua de fondo, seguramente de molestia o de frustración del joven.