Partida Rol por web

Lo que más le jodía a Steve cuando jugaba a poker, era que le descubrieran con un farol. Y menudo farol. Despues de unos segundos desencajado, tratando de buscar el equilibrio o salvar la situación, se rindió. Esta mujer era un experta, y lo peor, venía prevenida. Steve tomó aire y se relajó totalmente. Cerró los ojos, y cuando los volvió a abrir ya no había inseguridad, miedos, o verguenza, sino solo Steve. Su rostro normal, relajado y sonriendo de manera levemente sardonica.

- Bueno, no me culpe por intentarlo. Supongo que me han entrenado tan bien aqui en Titan, que ya no se separar la vida personal de la profesional.

Steve escuchó las demandas de la dama.

- Es decir, que debo revelarle lo que ya he revelado docenas de veces durante las sesiones de terapia que recibí desde los siete a los 12... 13 años. Y luego a los 16 tambien, unas cuantas. Y con Simon. Si, si la he entendido bien le tengo que revelar a, no se ofenda, usted, una serie de datos medicos confidenciales. Bajo amenaza de que si no lo hago, me dejarán sin empleo.

Steve rio un momento sosteniendo la mirada.

- Mire, yo tengo una oferta mejor. Resulta que tengo mis sospechas de que si, todo fue causado por el coagulo. Pero a diferencia de ustedes, yo creo que el coagulo no ha sido, en absoluto, algo accidental. Yo le voy a pedir que me confirme un dato, y luego le cuento sobre mi traumatica experiencia de los siete años, justo antes de venir a Titan. ¿Le parece bien?

Steve ni siquiera la dejó asentir, siguió como dando a entender de que no había otra salida. A fin de cuentas, el que más perdía con su baja era Titan. Steve era un profesional con un alto grado de especialización que les había llevado quince años formar debidamente para dedicarse a los saltos. Steve perdía su vida, pero Titan perdía una importantisima baza.

- No se preocupe, mi pregunta es sencilla. Quiero saber que mi doctora, la doctora que me atendió al llegar aqui, Elisa Aure, se encuentra bien. Hoy no ha aparecido y quiero hablar con ella.

La sonrisa de Steve se había esfumado. Tambien su actitud fragil o sensible. Era un jugador que había lanzado sobre la mesa dos ases y se guardaba tres cartas. Jugaba duro y contra una apuesta aparentemente simple.

¿Que le dejaría sin empleo? Inocente cordero. La mujer pareció sorprenderse ante tus palabras- No voy a quitarle de su empleo...no sea estúpido por el amor de dios. Sabemos que es una valiosa persona dentro de Titan...- y por ahí no iban los tiros. Te sentías ligeramente encerrado en una trampa de la que aun no habías visto ni huella. Aquello olía mal. 

Escuché su oferta mientras bajaba la mirada a la tablet, con paciencia, infinita paciencia- veamos, Elisa Aure, si, está bien. Solo que hoy y mañana son sus días de descanso. Los médicos también descansan señor Richards. Y ahora- se cruzó de piernas primero, todo normal, pero la presión que ejercía era demasiada.

Por favor- hizo una pausa con una de esas miradas no de falsa pero si de semi fingida preocupación- ¿me puede contar que es lo que no quiere decir? - miró por un segundo hacia la puerta que estaba a tu espalda y te pareció escuchar un pequeño click sordo- o si quiere, podemos hacer esto en un lugar mas...privado- murmuró. El cepo, quería llevarte a otro lugar, pero ¿por qué? 

Segura, muy segura de si misma. La preocupación... sincera. Un click en la puerta. ¿Un arma encañonandose? Posible. Su matón estaba afuera, no se ha escuchado ningún jaleo... ¿El arma es de su hombre? Incluso si lo hubiesen tomado por sorpresa, habría causado un ruido de mil demonios solo cayendo al suelo.
...
Distancia al peine, asumible. Fuera de su vista. Explicaciones sobre la doctora, incompletas. Ahondar...

Steve sonrio con dureza y se recostó. Era un movimiento calculado para poder coger el peine lo antes posible. Calculó la resistencia de la superficie de la mesa, preguntandose con una mirada que calibre sería capaz de detener y si sería conductora de la electricidad. Y que peso podría suponer, si la podría levantar en vilo a modo de escudo... o si estaba anclada al suelo. Despues volvio a levantar la vista.

- Mire señorita. Usted tambien es una manipuladora muy buena. Casi tanto como yo. Es refrescante enfrentarse, por una vez, con un igual. No me voy a ir con usted a ningún sitio mientras no sepa que es lo que está pasando. En condiciones normales cooperaría con cualquier oficial de Titan, pero no son condiciones normales. Lo que han dicho que fue un... accidente, una mala "praxis" fue, a mi modo de ver y por razones que desconozco, un intento de asesinato. O de manipulación de mi persona. Y creo que podría identificar al responsable. Que es una persona real, de eso estoy seguro. Las razones por las que estoy seguro de ello no son importantes. Lo se porque soy un espía cojonudo, y punto.

Dejo un momento para comprobar como afectaban sus palabras a Megan.

- Dije -reanudo, levantando un dedo rápidamente para sobresaltarla interrumpiendola cuando iba a comenzar a responder, tactica para descarrilar sus pensamientos y conducirla a un desliz- que quería hablar con la doctora, no saber de ella y de sus planes de fin de semana. Quiero hablar con ella. Y hasta que no lo haga, no habrá ninguna cooperación por mi parte.

El balón quedaba en el lado de su contrincante. Steve quedaba listo para defenderse con el peine y la mesita a la que se encontraba sentado.

La mesa estaba bien anclada al suelo, no sería una opción. Escuché su disertación sobre un intento de asesinato encubierto perdiendo un poco la paciencia con el tema, cuando por fin me dejó empecé a hablar- Señor Ri-me cortó, levantando un mísero dedo. Aquello me molestó, era obvio, pero lo dejé terminar, incluso le di un par de segundos extras con las cejas alzadas por si acaso no lo había soltado todo. 

Y creo fervientemente en lo que dice...por eso le estoy proponiendo un encuentro menos casual...pero no me lo pone fácil- Clavé mi mirada en la suya, para ver si comprendía que aquello se le escapa, por ahora, de sus manos. 

Apagué la tablet y me levanté con cuidado tras recoger el maletín del suelo. La misma sonrisa del comienzo, afable, segura de sus gestos- ha sido un placer conocerle señor Richards, no se preocupe, hablaré bien de sus respuestas- le ofrecí la mano un poco mas cerca de lo que sería normal, perdiendo parte de ese trato poco personal de cual debería de hacer gala. 

Steve parpadeó un par de veces, confundido. Revisó mentalmente los ultimos segundos y trató de dar una segunda explicación a lo que había visto. ¿Había errado en su juicio?

Opción A. Estaba aliada con la persona que quería herirle o matarle. No tenía sentido. No tenía sentido irse a otro lugar para hacerlo, cuando podían hacerlo en casi cualquier sitio. Si el desaparecía ella sería la ultima persona que lo vió.
Opción B. Era ignorante de sus sospechas, pero sus palabras y su lenguaje corporal parecían negarlo.
Opción C. Ella sabía de sus sospechas. Estaba de su lado.

Calibró sus posibilidades y se levantó de la silla, arreglandose las mangas de la camisa, en las que, por arte de prestidigitación, había desaparecido el peine.

- Señorita Maxwell... -volvió a su sonrisa diplomatica y cautivadora- va a tener que disculpar mis modales. No ha sido mi mejor semana. Y si, entiendo su... enfado con mi actitud. Creo que me iré ahora a casa. El aire limpio me despejará, estoy seguro. Tendré la mente más clara. Si no le importa acompañarme, podría responder a algunas preguntas de camino. Si le va bien.

Y cuando se despidió y se acercó un poco de mas, Steve invadió su espacio personal, hasta quedar a unos incomodos centimetros de su rostro.

- Su hombre de ahi fuera -musitó-, ¿es de fiar? ¿No ha escuchado nada? Hace un segundo...

Solo sonrió ante tus disculpas, bajando la mirada al suelo por un segundo- Claro, puedo acompañarle a su casa sin problemas, quizás quiera comunicarme alguna otra cosa, o simplemente charlar- sus hombros se relajaron ligeramente. 

Había creado la situación a propósito, una cercanía extraña. Se fijó en la punta de tu nariz mientras le susurrabas- lo es, pero le aconsejo que- pasó un dedo por sus labios llevándose parte del carmín que depositó en el cuello de tu camisa- que tenga cuidado con los bastones que tengan el mango de marfil...*

Megan aprovechó ese segundo en el que tuviste que pensar para robarte un beso en la mejilla y separarse con tranquilidad- vamos- te hizo un gesto para que la siguieses- tendrá que decirme en que planta está.- Salisteis al pasillo donde solo estaba su hombre con las manos recogidas a la espalda. No había mucha más gente, solo el trasiego normal que tendría una zona hospitalaria cuyas paredes tenían dibujadas decenas de paisajes, la mayoría con poca credibilidad. 

Tras salir de la fiesta. 2-3 meses después del accidente con el psicólogo. 

Mucha gente salía del ascensor pero poca o nula subía. La marabunda de parejas, grupos de gente y niños, sobretodo niños salieron despedidos de aquella jaula de metal. Poca gente subió, pero entre ellas estaba Azazel- Ei- se puso a tu lado, apoyándose en la pared del ascensor apenas a un par de metros de ti. 

No dijo nada, solo esperó a que la gente se fuese bajando que fue apenas un par de plantas mas abajo. Ahora estabais solos, en un recinto cerrado, espacioso pero no en exceso, y unos 53 segundos antes de llegar la cuenta atrás hasta tu planta. La muchacha ladeó el cuerpo hasta quedarse mirándote de frente con la cabeza en el espejo y la cadera en el posamanos. Una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro- ¿de que color es tu bañador? - pregunto en un murmullo con esa melodiosa voz. 

Steve se sentía fatal al entrar en el ascensor. Se preguntaba una y mil veces que había hecho, lanzando así, tan descaradamente un cebo a una niña. Apenas una post adolescente.

Y la sorpresa fue mayúscula cuando la vio entrar en el ascensor, cruzando la mirada con ella por un instante, casi perdiendo la respiración. Una parte de su ser, la mas oscura y mezquina, saltaba de alegría. La perspectiva de un revolcón la enturbiaba la cabeza, pero aun así, había otra parte, otro lado de su ser que oponía resistencia a lo que empezaba a dibujarse como una conclusión inevitable.

Poco a poco se fueron quedando solos.

- ¿De que color es tu bañador? -le preguntó ella, provocativamente.

- Color carne. Supongo que has venido a ayudarme a buscar... -la respuesta se dejaba ya de sutilezas. El juego de la seducción había terminado. Solo que en su interior sentía que en aquella ocasión era Steve la presa y no el cazador. Y el sentimiento no le terminaba de gustar.

De pronto se dió cuenta de que, a menos que la chica tuviese acceso a poderes de teleportación, no podría haber cogido su mismo ascensor. Aquello era extraño. No había forma física de que se hubiera subido al mismo... a menos que hubiese corrido detrás de el. A menos que ella también hubiese plantado a Arabelle.

Recordó entonces la ultima vez que estuvo con una mujer en aquel ascensor, aquel mismo ascensor, rumbo a su apartamento. Megan, una mujer. Tan bella pero tan mujer que no ponía dudas a ninguna de sus dos mitades. Recordó su conversación en...

De pronte Steve se quedó frío. Quieto, helado por un simple respiro.

"Cuídese de los bastones que tengan mango de marfil...", la escuchó de nuevo, en su mente.

Azazel, hija de Amoel... Amoel. Que no cojeaba, pero aun así, llevaba un bastón... con la cabeza de marfil.

Giró la cabeza hacia Azazel, escondiendo todas sus emociones, reemplazando todo por una mascara de seducción y lascivia. Se aproximó a la muchacha, con el pecho alzado, los ojos fijos en los de ella, las piernas separadas, los labios entreabiertos. Invadió su espacio vital y aproximó su rostro al de la joven. Aspiró su perfume y la tomó las manos. Ambas. Jugó con sus dedos, finos y delicados. Aproximó sus labios a los de Azazel, rozándolos apenas. Continuó deslizándolos por la mejilla, hasta el lóbulo y finalmente, la porción de cuello justo debajo.

La que por experiencia sabía que en todas las mujeres era uno de los puntos mas erógenos, mas sensibles, mas excitantes. La besó con un gran juego de lengua, mientras no dejaba de sostener sus manos, excitándola, rozando el bulto de sus pechos con los pulgares.

Y trató de deslizar el misterioso anillo en su mano, sin que la joven lo notase... hasta que ya estuviese en su poder.

El momento era perfecto, nos habíamos quedado a solas en el ascensor y ante mi pregunta inocente del bañador me encontré con...un hombre que se acercaba a mi con todas las intenciones de conquistarme, como en las películas que alguna vez veía. Sus movimientos eran ligeramente animales, el olor también, por debajo de su perfume, había otra cosa. 

Me miraba poco mejor a como se le mira a un trozo de carne jugoso al que estás deseando hincarle el diente 

El momento era perfecto, se habian quedado a solas en el ascensor y ante su pregunta inocente del bañador ella se encontró con...un hombre que se acercaba a ella con todas las intenciones de conquistarla, como en las películas que alguna vez veía. Sus movimientos eran ligeramente animales, el olor también, por debajo de su perfume, había otra cosa. Steve era así. 

Ella dejó que se acercase, con una sonrisa que poco a poco se iba ampliando. La mirada como un trozo de carne, como algo a lo que hincar el diente, como piensan las adolescentes que será un momento de pasión con alguno de sus actores o cantantes favoritos. Canela, y ambar, lirios y...tierra mojada. Olía a esa mezcla que embotó por unos segundos los sentidos de aquel que urdía en su mente un plan para con el anillo. Y era fácil, la dejaría al borde para que perdiese la concentración, centrándose solo en las ganas de morder los labios del asesino en mitad de ese armazón metálico. 

Cedió, dejó que jugase con sus dedos, mientras ella hacía lo mismo con mucha menos práctica desde luego. Ladeo el rostro en el momento justo donde los labios igual se encontrarían aunque él quisiera solo rozarlos, para pasar a zonas de si no más interés mejores tacticamente hablando. Pudo ver la chispa en los ojos, como una de esas bolutas rojizas parecía perderse en algún lugar para luego volver. Más cuando intentó besarla, de verdad, ella se echó para atrás.

-No quieres mis labios...como yo no quiero los tuyos-musitó con cierta decepción, como si acabase de dar cuenta de aquello y estuviese un tanto enfadada. Ladeo el rostro con cierta tristeza mientras uno de sus mechones se deslizaba por los hombros hasta quedar pendiendo al aire- ¿Qué quieres?- otro paso atrás, no con miedo, solo intentando averiguar que es lo que estaba pasando. 

Cambio de tactica...

Steve negó con la cabeza, puso cara de decepción al tiempo que sonreía con tristeza.

- Es culpa mía -le dijo, acariciándole la mejilla, justo antes de separarse-. Es... perturbador, ese aire que tienes de madurez. No he sabido darme cuenta de tu verdadera edad. Casi cometo un error terrible.

Volvía a sonreírle, la miraba de lado.

- Que hubieran pensado tus padres -negó con la cabeza, de lado a lado-. Sabes, creo que cogeré finalmente ese bañador. Aún puedo volver a la fiesta. Arabelle también parece una chica interesante pero supongo que es más de mi edad. Nos podemos encontrar allí abajo, o no encontrarnos en absoluto. Pero mejor que no te vean aparecer conmigo. Tengo fama de, bueno, ya sabes... Casanova.

Intentaba, por todos los medios, hacerla sentir como una niña, lanzando dado sobre la herida del orgullo.

- Disculpa si te pregunto, pero... ¿porque has intentado seducirme? ¿es un reto quizás? ¿un juego de esos de atreverse a hacer algo loco? ¿probar que tú primera vez era con...? Oh, lo siento... No he querido decir eso.

Sólo que si quería. Ven ratita. Sigue al gato a su apartamento.

Pestañeó de forma confusa.- La edad es solo un número, no importa. ¿Perturbador dices? Es la primera vez...- bajó un poco el tono de voz- que me lo dicen así...- desvió la mirada al suelo por un segundo. 

Más la mirada que te ganaste al mencionar a sus padre te dejó claro que era un camino que no querrías tomar si querías evitar un enfrentamiento- Ya me he dado cuenta de que te gusta, y como la miras...-suspiró meneando la barbilla de un lado a otro de forma inocente mientras el ascensor recorría su camino.

Te miró de reojo con su fortaleza recuperada al mentar que eras un casanova- lo se, se quien eres, pero no me he acercado a ti por eso, si no por las cartas. Ya te dije que me gustaba la magia...a mi también se me da muy bien- ibas logrando lo que te proponías, al menos poco a poco. Aunque lograse aparentar una dignidad férrea lo que mas parecía haberle afectado era la palabra que usaste al principio "perturbador" 

Entrecerró ligeramente los ojos con aire de decencia herida, casi insulto con tus preguntas- Yo no he intentado seducirte...solo me acerqué porque olías como yo, ya sabes, de esa forma tan- alzó los dedos- "perturbadora"- un ligero amago de buffido mientras se apoyaba en el espejo de nuevo.- Pensé que me entenderías...no que te me echarías encima en el ascensor- ahora si apretó los brazos en torno a su cuerpo. La tenías entre enfadada, herida y con las defensas bajas. Un combo peligroso, pero tremendamente efectivo si se jugaba bien. 

Las puertas del ascensor se abrieron. Tu planta. 

Steve puso cara de profesor comprensivo. Ahora tenía que ganarla a su terreno. Aceptó con un cabeceo serio cada reproche. Tenía que asumir culpas y cargas, que ella se fuese sintiendo ganadora, y liberada.

- Entiendo casi todo lo que me dices... -la puerta se abrió y le hizo un gesto con la cabeza-. Ven, no hemos terminado de hablar. Entiendo que creas que me gusta tu madre. Pero hay una diferencia entre atracción y simple admiración de la elegancia. No solo soy un casanova, soy un esteta -dijo, señalando a su traje inmaculado-. Por gustarme, me gusta tambien el estilo de tu padre. Ojala tenga yo tanta clase como tiene el cuando alcance su edad.

Había dejado claro que mama no era una rival. Siguiente punto.

- Me apasiona conquistar. Es como un divertimento, como... demostrar que no hay nadie que se resista a mi carisma. En parte solo entreno y en parte... me aterra estar solo, pero no quiero... no quiero que nadie sufra por mi, ni sufrir por nadie. Es una comida de olla, lo se. Pero soy asi, y en vez de cambiarme a mi mismo, he decidido conocerme a mi mismo, sin mas.

Ahora se estaba abriendo, exponiendo su corazón, aunque sin dejar de ser sincero, aquello no era más que parte de su táctica. Avanzó con paso firme hacia el pasillo que conducía a la fila de puertas grises numeradas. Tenía que alargar la conversación para que ella llegase hasta la suya. Aquel sería el desafío.

- Lo unico que no entiendo... Lamento haberme echado encima de ti. Y lo cierto es que jamas me he comportado asi con nadie. Nunca lo he necesitado. Siempre han dado el primer paso ellas. Pero... ¿como explicarlo?

Se quedo serio y pensativo. Todo fachada, pero ahora pretendía darle un poco de lastima y desarrollar su empatía. Ningun joven era ajeno a sentirse confuso.

- Nunca -la miro a los ojos y se detuvo. Miro a ambos lados para ver que no había moros en la costa-. Jamas me habían seducido a mi. Nunca me había pasado. Y tu lo has hecho -apoyó su mano derecha en el hombro de la chica. Nueva invasión del espacio personal, con el objetivo de hacerla sentir vulnerable y tentarla-. Tienes... algo. Es... son tus ojos, o tu manera de hablar. No se lo que es, pero en circunstancias normales jamas habria hecho lo que hice en el ascensor. Y menos con una mujer tan joven -el "mujer" fue lanzado con toda la intención. Recordarla que estaba en su derecho de hacer lo que quisiera-. Dices que somos iguales. No lo entiendo. No se a que te refieres. Y me lo tendrás que explicar porque no me explico lo que ha sucedido hoy.

Sonrió de manera tierna. La mano dejó el hombro y la tomó por la barbilla, obligandola a mirarle, con suavidad.

- No se me ocurre de ningun motivo por el que ningún hombre no quisiera besarte. Yo solo... no se lo que me... Nada -soltó su barbilla y miró hacia atras-. Esta es mi puerta. Voy a recoger mis cosas y vuelvo a la fiesta.

Se giró y abrió su puerta de par en par. La puerta se cerraría sola gracias al muelle. Tendría solo unos pocos segundos para pensar. Tendría que ser impulsiva.

Si había conseguido sembrar la duda en su cabeza, Steve sabía con total seguridad que Azazel entraría en su apartamento. Estaba seguro.

Lo escuchó, embelesada como una rata que sabía que al final de ese pasillo, detrás de esa puerta, estaba el queso como premio. Pero también algo le decía que estaba envenenado...pero le importó poco. Lograste que te siguiera, que reaccionase, que te escuchase por encima de todo, aunque no comprendiese exactamente el porque de tus palabras. 

La contrariaste cuando hablaste de su madre, la confundiste cuando dijiste que ella te había conquistado, notaste cierta tristeza cuando acudiste a sus ojos como razón de su encanto. Su barbilla se alzó con cierto orgullo cuando la llamaste mujer y la dejaste con la duda de que era lo que te hacía en esa frase a la mitad que habías desechado a conciencia. 

Entró, se coló por la puerta, y se apoyó luego en ella como si acaso fuese una guardiana- Olemos igual, te reconozco porque ambos tenemos el mismo problema de atraer gente...¿no te han hecho análisis? Produces y emites hormonas, feromonas que atraen al sexo opuesto...en mi caso es por mi madre. Sus genes.- miré al suelo tras suspirar- sus genes son muy buenos...-oteé el apartamento o lo que podía de él- Pero tu sabes controlarte, o deberías al menos. Por tu trabajo digo- un pequeño dato de información.

Se que juegas conmigo...y yo no se como jugar a tus juegos, porque no soy buena en ellos, solo observo, aprendo y asimilo...-dudé ante las siguientes palabras- quiero que me enseñes. 

A cambio, yo te puedo ayudar con otras cosas...que tu no dominas ni por asomo. - lanzó la carta, la carnaza, pero estaba segura de que lo que sea que podía darte tu no lo tenías ya.