Partida Rol por web

¿O sea que va a meter a un proscrito de la ley junto con ciudadanos de bien? ¡Esto es un ultraje!

Hasta ahora había tolerado la presencia del otro criminal por estar retenido por esas cadenas, pero ese hombre de abundante estatura ha obtenido su tiquete deshonestamente. ¿O es que usted no recuerda el mandamiento de su Dios que reza "no robarás"? Vaya que me he topado con hombres de dudosa moral en este país. De razón mi madre me decía que venir acá sería mi perdición.

Al observar al Predicador escuchando a Boyle, la unica duda que suscita es, ¿le disparará?. Pero por lo que parece el reverendo ha decidido armarse de paciencia en este caso y responde al inglés con más palabras.

"Ese hombre de abundante estatura" como usted dice viene con nosotros y punto, Boyle. Si no le parece bien, la ciudad todavia está bastante cerca. Puede bajar de la diligencia e ir andando a reclamar al Sheriff o al señor Carlson de la Wells Fargo. Nosotros nos vamos.

Cuando dice lo último mira a Bully instándole a que renueven la marcha lo antes posible.

Me subyugo a la decisión del señor Eckhardt, quien es el responsable de que la Wells Fargo haya vuelto a trabajar como es debido y de mi presencia en esta diligencia. Dice el británico haciendo una leve reverencia de agradecimiento. A lo mejor en Bronco SI respetan la ley.

Dakota se mantuvo un tiempo bastante prolongado observando al sujeto de la galera con expresión indeterminada. Sus facciones se mantenían inmóviles, como si semejantes acusaciones no merecieran otra reacción que la más fría apatía. Si bien sus ojos, y cierto aire que lo rodeaba, parecía augurar brutales consecuencias a las palabras del tal Boyle, el indio no movió un solo dedo, ni dijo una palabra. Incluso parecía divertido. Aunque aquella grotesca mueca de sus labios difícilmente pudiera ser considerada como una sonrisa.

- Yo comprar boleto. Veinte dólares. Sheriff de acuerdo. - concluyó secamente, dando por zanjada la cuestión. Luego, hizo un gesto de asentimiento a modo de saludo hacia el Predicador y el cochero y se dispuso a reanudar la marcha. 

Sin hacer mucho caso al hombre elegante con extraño acento, Dakota dirigió su caballo hacia el lateral de la diligencia, ocupando el lugar que mantendría durante la marcha. La evidente conformidad del pistolero contratado y del cochero es todo lo que necesitaba, al fin y al cabo ellos llevan las riendas... y las armas.

Desde su nueva posición, en el lateral del vehículo opuesto al del predicador, además puede echar un vistazo a los pasajeros: en la misma dirección de la marcha se sienta el tipo al que se refiere el pie tierno, el reportero llamado Eckhardt al que el gigantesco indio había conocido anoche en su inoportuna aparición; a su lado hay un individuo cuya cara le resulta familiar: las patillas, el sombrero y la ropa negra encuadran un rostro duro...

...ahora lo recuerda, el tipo que salía en esos nuevos carteles de Se Busca que hay por las calles. La "cara más buscada" en Tombstone. ¿De cuanto era la recompensa por él? 100 dólares por el forastero, Dakota está seguro, aunque no recuerda que el anuncio diera detalles.

Frente a estos dos, en dirección contraria a la marcha de la diligencia, está el perfumado ricachón al que el predicador llamó Boyle, refunfuñando aún; al lado de este, un tipo con aspecto de mestizo chino-americano... ¡el prisionero de ayer! Ese forajido llamado Danny Chang que tan mala impresión le causó y cuyas hazañas narra el Epitaph. Su perpetua sonrisa no se ve afectada lo más mínimo por las esposas que tiene en torno a las muñecas, ni por la cadena que une estas esposas con el suelo, manteniendo sus brazos bien bajos.

Sin duda el alcalde y sus secuaces no han hecho el trabajo mal del todo. Si este viaje acaba en desastre solo tendrán que lamentar la pérdida de un periodista irritante e inoportuno, dos bandidos de mala calaña y del emperchado hombre-importante extranjero; quizá el pisaverde con aspecto de adinerado escapara a las redes del Sheriff y los demás conspiradores... o quizá su afilada lengua le haya hecho pleno merecedor de este asiento en el peligroso viaje.

El reportero escudriña con interés al mestizo indio recien aparecido antes de hablar. En esos momentos el piel roja pasa al lado de la diligencia, ocupando su pretendido lugar en la marcha y haciéndose bien visible para los del interior del coche. Desde luego la estampa del silencioso gigante, con el robusto caballo y un rifle al hombro, impone bastante. Charles Eckhardt se encoge de hombros mirando al inglés y finalmente dice:

No creo que estemos en disposición de discutir con el señor predicador y su Colt, amigo, y el Sheriff ya queda muy lejos como para opinar.

La sonrisa en su rostro parece indicar, como es habitual en él, que calla más de lo que dice y que la mayoría de lo que pasa por su cabeza tiene forma de preguntas. Aún así, la presencia del indio parece poco menos que resultarle interesante por lo que acepta la situación de buen grado volviendo a recostarse en el respaldo.

El vaquero asiste divertido al "rifirrafe" producido entre el tal predicador y el "gentleman". Lo que yo pensaba...: un tipo divertido.

Sin decir una palabra ni moverse lo más mínimo, Frank, que aún no se ha presentado a nadie ni ha abierto la boca, dice con una voz profunda:

Me parece que en esta diligencia el único que no es un criminal es usted, Mr Boyle.

Sin más vuelve a recostarse en su asiento calándose el sombrero sobre sus ojos manteniendo los oídos bien abiertos.

Perdone ud, buen señor. Pero mucho me temo que ha insultado el buen nombre de Charles Eckhardt con esta última declaración. Sírvase usted de rectificarla, si es tan amable. El pobre y confundido Stephen mira al periodista con cara de "cierto?"

El comentario del cowboy parecía haber dejado demasiado pensativo al reportero como para darse cuenta del velado insulto. Cuando Boyle menciona su nombre y le saca de su ensimismamiento, haciéndole notar la alusión, exclama casi instintivamente:

¡Oh! ¡desde luego!

Sin embargo cuando vuelve a mirar al misterioso vaquero de voz inquietante adopta en seguida un tono más conciliador, y recuperando su pose meditativa exclama:

Aunque apuesto a que el Sheriff Eackley concidiría con la apreciación del señor... deja la frase en suspenso, en espera de la respuesta del único de la diligencia que aún no ha dicho su nombre.

El pistolero asiente sin decir palabra con un sutil gesto de su sombrero. Algo así como un: Lo que tu digas...

Tras eso mira al reo que tiene justo enfrente y sin esconderse lo más mínimo le guiña un ojo y le dedica una amplia sonrisa. El vaquero realmente disfruta con esto.

Stephen se dirige al hombre que no ha dado su nombre, después de ver semejante gesto de complicidad con un convicto. Ah, ¿entonces usted se encuentra en esta diligencia bajo las órdenes del señor Eackley? O si es un convicto, como la persona en yuxtaposición a mi lado, ¿por qué no se encuentra atraillado cómo él? Y la verdad os hará libres...

Un leve tirón sacude a los pasajeros. La diligencia reanuda el movimiento bajo el látigo de Hank y sus malsonantes arreos a los caballos. Una referencia al "condenado parloteo" es lo único que se le oye decir al cochero sobre el tema mientras el vehículo vuelve a ganar velocidad rápidamente.

Las ventanas vuelven a mostrar paisajes en movimiento en lugar del estático cielo. En el interior prosigue la conversación y cada palabra o expresión es analizada por todos. Los desconocidos van mostrando algo de sí mismos poco a poco. Mientras, en el exterior, Hank Bully cumple su trabajo y los dos "acompañantes" están más precupados en estar alerta y otear el camino que en conversaciones vanas. 

Tras recorrer la diligencia unas decenas de yardas después del parón, el Predicador se sitúa cerca del mestizo indio. Desde dentro de la diligencia se ve a los dos "escoltas" cabalgando juntos a una distancia en la que pueden hablar sin ser escuchados por los que están dentro.

Frank se divierte más a cada minuto que pasa... Desde luego no piensa contestarle al extranjero. Deja que sea su imaginación la que encuentre las respuestas. No obstante, y dejando claro que no desea hablar del tema añade: Habla con el tal Predicador, y luego cuéntame lo que te ha dicho de mi. Así a lo mejor me entero. Para finalizar dirigiéndose a Eckhardt en un tono grave y ciertamente perturbador: ¿Verdad, señor periodista?

Es cierto que esos de ahí fuera saben cosas que no nos quieren decir...  el reportero asiente y tras una pausa se encoge de hombros hablando hacia todos los del interior de la diligencia

...pero lo que es cierto es que el rostro de nuestro compañero cowboy bien fue noticia hoy mismo. Por no hablar del trágicamente famoso Danny Chang...  y pasando a mirar al inglés o de uno de los Boyle en persona, venido de la Gran Bretaña. Su reputación le precede, señor. Saluda con un gracioso gesto al extranjero.

Lo que quiero decir es que es una suerte para un humilde reportero como yo ser el menos famoso de los viajeros. Ya que tendremos tanto tiempo libre saca una libreta y una pluma dejando la frase inacabada en el intervalo mientras tanto por qué no aprovecharlo. ¿Quién será el primero en contar su historia?

Con una amplia sonrisa mira a sus tres acompañantes, manteniendo la pluma cerca del papel, en la pose tan típica de los de su oficio.

Después de ver como el misterioso cowboy se ha echado la soga al cuello sonríe con sorna Pues, mi buen señor Eckhardt, ¿qué mejor que hablar con el hombre de la primicia primero? Y de paso averiguar su nombre, me sentiría incómodo teniendo que dirigirme a él mencionando sus atavíos.

Sin hacer caso al pie tierno, Danny menea sus cadenas haciendo un ruido metálico quizá destinado a llamar la atención. Su mirada había estado posada más en el siniestro vaquero que en cualquier otro, con una expresión de complicidad con él que le hace parecer poco más que un niño travieso. En el momento en el que Eckhardt toma su libreta la tentación es demasiado grande y rompe su silencio, dedicándole toda su atención al periodista se recuesta indolentemente en el respaldar con una sonrisa amplia.

No hagas caso, Charlie, mi historia es mucho más interesante. Será un placer seguir donde lo dejamos ayer. Cogiendo aire, como un abuelo a punto de empezar un largo y emocionante relato, el mestizo chino empieza a hablar sin permitir que nada a su alrededor se lo impida.

Como te dije, los "productos" como yo no son más que la consecuencia de este sistema podrido, y a mi también me gustaría un mundo donde nadie tuviera que coger un revólver, donde no hubiera que quitarle a los ricos el pan para dárselo a los que no tienen, pero uchan contra nosotros porque somos los fallos del sistema de Gobierno y sin embargo nunca dejará de haber gente como yo mientras la desigualdad y la violencia reinen, y si no me crees, no hay más que ver a los indígenas desplazados de sus tierras por el hombre blanco, que son prueba de que el mundo no funciona y...

El mestizo chino continúa. Incapaz, al parecer, de hacer pausas más largas que una respiración rápida sigue y sigue hablando sin mucho orden ni estructura.

Paciencia señor Boyle, habrá momento para las preguntas a nuestros queridos escoltas.

El reportero responde al británico con una sonrisa en los labios mientras no deja de escribir palabra de la verborrea del chino.

Tambien tendremos ocasión de que usted me narre su llegada aquí, pues estoy seguro de que será de interés para nuestros lectores. Concluye, pareciendo evitar dirigirse al vaquero que le mira de forma fría sin decir palabra. El cowboy no aparentaba ser el tipo de hombre que apreciara la conversación.

Tras reanudar la marcha y situarse junto a Dakota, el Predicador le hace una pregunta que hace mucho tiempo que esperaba ser contestada.

Bueno Dakota, ahora que ya estamos en camino, ¿me vas a explicar de una bendita vez que es lo que nos podemos encontrar en Bronco? Dime todo lo que sepas y también lo que sospechas.