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Tombstone: Dead Lands

Capítulo 4: Perseguidos y malditos

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19/08/2010, 23:53
Director

Contemplado a vista de pájaro, el tren recorriendo el desierto a toda velocidad es una imagen que nunca ha visto el Oeste. Tal vez la máquina sea tan clásica que parece formar parte inseparable del cuadro general de la llanura del oeste americano, pero el humo retorcido y espeso que sale de su chimenea es producto de la Piedra Fantasma. Por si eso no fuera bastante, un tornado se ha formado de la nada, con su centro en el techo de la locomotora, y su viento huracanado que gira y gira a la vez que su eje se desplaza junto con el movimiento del tren, burlando cualquier regla que la física o la meteorología quisiera imponer. El ciclón permanece siempre sobre la locomotora, haciendo del humo una espiral hacia el cielo, burlando y esquivando a los relámpagos, que caen cercanos por doquier.

Además, el tren no viaja solo. La Piedra Fantasma en combustión chilla y aulla, haciendo honor a su nombre, pero chillidos y aullidos le contestan desde fuera. De vez en cuando una mano blanquecina se cuela por alguna ventana de la locomotora, intentando entrar, pero la mayoría de la escolta se conforma con pegarse a las paredes exteriores del tren de hierro o a acompañarle en su travesía. Corren, cabalgan, vuelan, cavan, flotan o reptan en las cercanías, como delfines jugueteando con un barco. Desde fuera, a vista de pájaro, el tren forma una estampa capaz de enloquecer a una mente cuerda.

Afortunadamente, poco de esto es percibido desde el interior, aunque la sensación de no estar solos resulta tan física que más bien es una certeza. Quizá sea por las siluetas blancas que aparecen en el borde de la línea de visión y desaparecen antes de poder ser cazadas. Tal vez sea por las sombras que eclipsan las estrellas, que recuerdan a unas alas negras. En todo caso, la preocupación más inmediata es sobrevivir a los perseguidores, que ya están suficientemente cerca como para poder ver sus caras. A distancia de ser disparados, si es que las balas pueden dañarlos, y desde luego a distancia de disparar, buscando las ventanas para dar con alguno de los ocupantes de la locomotora. Por suerte, Dakota está a cubierto gracias al mismo viento huracanado que amenaza con arrancarle del techo y hacerle volar como una cometa. Frank, el Predicador, Boyle y Eckhardt no son un blanco fácil a menos que decidan asomarse para abrir fuego a su vez, lo cual crea un impasse poco sostenible a largo plazo. Ningún caballo puede sostener el ritmo de un tren por demasiado tiempo, pero tampoco máquina de vapor alguna puede igualar a un buen caballo al galope.

Se escuchan los dos primeros disparos desde la retaguardia. Los estampidos se confunden con los truenos. La Ciudad Fantasma ha quedado atrás, pero lo que encabeza la siniestra caravana que recorre millas por el camino de hierro bien podría llamarse Tren Fantasma.

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24/08/2010, 01:21
Director

Notas de juego

Haced las tiradas siguientes junto con vuestra narración.
 

Dakota: debes hacer una tirada de Agilidad, te basta con no sacar un 1 (que dada la maldición, tendría efectos desastrosos). Además haz una tirada de Vigor dificultad 9. Si pasas esta tirada de Vigor podrías disparar, pero por ahora, si pasaras las anteriores, limítate a tirar también Reflejos.

Frank: tira Vigor, dificultad 5; si la fallaras estás incapacitado por tu dolencia de estómago hasta nuevo aviso (roléalo) y habrá sorpresa.

Frank, Predicador y Boyle, necesitaréis una tirada de Redaños dificultad 5 si y solo si os asomáis hacia el exterior del tren, por ejemplo, para disparar. En caso de fallo, tirada de susto (2d6). Si váis a disparar o algo así, también os toca una tirada de Reflejos junto con la narración.
 

Esta vez haced las tiradas en el mismo post en el que roleáis, todas juntas y públicas.

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24/08/2010, 06:13
Dakota

Como ocurría cada vez que tenía que lidiar con alguno de esos engendros metálicos, los planes de Dakota pronto se fueron al diablo.

Su privilegiada posición se volvió rápidamente un infierno. La velocidad del tren era aterradora, y el terreno se movía con tanta rapidez a su paso que el indio evitaba mirar hacia abajo o hacia los costados. No había viajado nunca en tren, pero creía recordar que se movían con mayor lentitud, no con esa furia desbocada.

Para peor, los atronadores estampidos de la máquina, sumados al ulular extraño y ultraterreno de aquellos seres, se filtraba con saña en el cerebro del mestizo, haciendo que todo su cuerpo vibrara al compás de aquella música macabra.

Dakota estaba aturdido, y con gusto se hubiera arrancado los oídos para no tener que soportar aquel estruendo. Sin embargo, sus manos permanecían fuertemente agarradas a los bordes del vagón, y se negaban a obedecer sus órdenes.

Para peor, el espeso humo negro que despedía la locomotora nublaba todo el paisaje, y se pegaba a la lengua y a los ojos. Tanto que luego de un rato, el indio desistió de mirar hacia los costados, y se contentó con permanecer tumbado sobre el techo del vagón, con la boca y los párpados firmemente cerrados. Desgraciadamente, sus oídos estaban obligados a permanecer alertas.

- Tiradas (2)
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24/08/2010, 15:41
Stephen Boyle

 Boyle escucha los aullidos y observa el tornado. Pero he aquí la diferencia entre una mente brillante y una de un pistolero: En lugar de considerar esto como un mal presagio, Stephen observa los patrones de flujo turbulento y tiene una idea para incrementar la presión interna en los pistones de vapor. Sabe que esto pondrá a prueba su arreglo de la locomotora, pero tal vez les ayude a escapar de la fuente de quejidos adicionales a los del motor.

Afortunadamente Dakota había traido consigo el artilugio flamígero, cuyo patrón de expansión era similar en número de Reynolds al tornado que les acompañaba, esto seguramente les daría un cierto impulso adicional al obtenido con la piedra fantasma, acelerando su reacción.

Unos ajustes a las válvulas del mechero industrial, similares a los que se harían en un Bunsen propician una ignición de flama azul, la cual garantizaría que no habría sobrepresión. Y luego un ajuste de la boquilla en el orificio de regulación de combustible. De acuerdo a sus cálculos llegarían a una fabulosa velocidad cercana a las 80 millas por hora, más de lo que cualquier caballo pudiese hacer.

- Tiradas (2)
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24/08/2010, 19:39
Frank

Frank regurgita ácido sonoramente, escupiéndolo con vehemencia al suelo del vagón en el que se encuentra.

Puaj!

Toma su revólver y recarga el tambor. Sabe que son perseguidos, y sabe que poco se puede hacer. La Gatling es una opción, pero expone demasiado al tirador. Además, nada garantiza que el plomo surta algún efecto.

Así que el vaquero descarga su frustración y su miedo en el pobre Boyle:

- ¿No puedes hacer que este maldito trasto vaya más rápido?

- Tiradas (1)
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24/08/2010, 20:30
Predicador

El Predicador puede sentir que es el objetivo de algún tipo de maldición, no puede predecir de que se trata ni como la ha adquirido, pero intuye que alguno de los compañeros ya la arrastraba de antes. Me tenéis que explicar que habéis estado haciendo hasta que os encontré, creo que habéis traído algo malo con vosotros....Gracias. Luego vio como Frank escupía una flema mas que desagradable. ¿Y a ti qué te pasa?. Después de lanzar la pregunta con la mayor entonación de asco posible, se fue hacia una de las ventanas sin esperar la respuesta con el revolver negro en la mano. Intentaría disparar a los jinetes perseguidores para ver si servia de algo.

- Tiradas (3)
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24/08/2010, 23:23
Frank

El cowboy no replica a El Predicador. Lo que le pase es asunto propio, y más tratándose de algo relacionado con la salud.

Como única respuesta, Frank lanza una mirada agria de desagrado. La mueca del mal sabor de boca queda reflejada en su cara durante algunos seguros.

- Hemos estado haciendo turismo... - dice con sorna el vaquero. Él sabe que parte de lo que ocurre es debido a lo acontecido con los fantasmas chinos y el maldito cofre. Pero por supuesto, no va a dar explicación alguna.

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25/08/2010, 13:33
Director
Sólo para el director
- Tiradas (11)
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25/08/2010, 18:39
Director

El traqueteo del tren mece a todos mientras los disparos resuenan una y otra vez en el exterior. La lluvia poco a poco gana fuerza, y la noche se oscurece de forma que, luna llena o no, dentro de poco no se podrá disparar contra nada más lejano que a un par de yardas. Los perseguidores tratan de compensar eso, pues las distancias se recortan con rapidez. Dentro de poco los más avanzados podrán colgarse del tren en marcha y dejar sus caballos, y en ese momento los pasajeros tendrán problemas.

Dakota, en el techo, ha sido vencido por el vendaval salido de ninguna parte y el tren propulsado a Piedra Fantasma es tan incabalgable como el peor de los broncos*. Boyle no se deja apurar por Frank, pero no puede menos que reconocer la oportunidad de su pregunta. El inglés ha decidido que sí que puede hacer que el tren vaya más deprisa, aunque el riesgo será digno de la urgencia de la situación.

Mientras el británico logra el milagro, el Predicador se asoma por el lateral de la locomotora y abre fuego. Puede ver cómo uno de los jinetes se sacude hacia atrás por el impacto de la bala. Aunque el tipo acierta a permanecer en su silla, rebaja el ritmo y pronto ha abandonado la vanguardia, incapacitado para seguir montando o, al menos, decidido a evaluar el daño. El sacerdote no llega a hacer un segundo disparo, porque responden a su fuego. Hay dos ruidos metálicos de plomo chocando contra el lateral del tren y casi a la vez el Predicador siente el pinchazo de una bala mordiéndole el hombro.

No hay ningún plomo que sacar de la herida, poco profunda. Tal vez haya sido causada por la trayectoria de un proyectil al rebotar, pero lo que es cierto es que los jinetes tienen una puntería de todos los demonios. No parece prudente seguir haciendo de diana, visto lo visto, y además el cura ya ha comprobado lo que quería saber, de modo que se pone a cubierto. Frank mira al Predicador, sospechando que ha sido herido, pero se da cuenta de que solo es un rasguño. En algún lugar Charles Eckhardt dice algo a alguien, pero no se le llega a entender. Cuando Predicador y Frank han vuelto a mirar hacia Stephen Boyle, lo que ven les resulta increible.

Mr. Boyle empuña el lanzallamas, mochila metálica a la espalda, y dirige un chorro de fuego azul hacia la caldera. Sus labios están torcidos en una sonrisa algo demente y sus ojos brillan de emoción reflejando el fuego en las delicadas pupilas azules. De repente, el señor Boyle resulta demasiado parecido al loco germano que trató de matarlos.

No hay tiempo de pensarlo más, porque todos salen proyectados hacia las paredes. Dakota, en el techo, pierde agarre y solo se salva en el último momento de quedar atrás. Colgado entre la locomotora y el primer vagón, el indio vuelve a ver a sus compañeros, desequilibrados, pegados a la pared más cercana a él como si fuera el nuevo suelo. El tren ha acelerado de tal forma que ha parecido que hasta el momento estaba parado. Solo tras unos segundos todos recuperan el equilibrio, y para cuando la caldera se estabiliza y el tren de hierro recupera su velocidad normal, todos los perseguidores - humanos o no - han quedado atrás.

El tren traquetea, hipnótico, relajante. De repente la tormenta ha desaparecido y la llanura está desierta. El viaje en ese ingenio apocalíptico a vapor que Boyle ha arreglado es, de repente, todo lo que debería ser una pacífica travesía ferroviaria.

- Tiradas (1)

Notas de juego

*Caballo sin domar.

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25/08/2010, 22:24
Frank

Las pulsaciones cardiacas regresan poco a poco a los niveles normales propios de una fuga del infierno. Y es que, el experimento de Boyle a Frank no le transmite seguridad alguna. El desconocimiento y la ignorancia hacen de la ciencia un enemigo, y a punto ha estado de disparar (por fin) al eminente inglés.

Cuando el tren acelera tanto que el cowboy cree que va a descarrilar, su mente está demasiado ocupada en no salir despedido del vagón como para ocuparse de Boyle.

Sin embargo, pronto se da cuenta de que lo hecho por el nuevo científico loco, ha sido salvarles la vida.

El traqueteo del tren en la vía, sin balas ni sonidos ajenos, crea un mantra agradable y familiar. El cowboy permanece apoyado contra la pared, recuperando el aliento y mirando a Boyle... agradecido...

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26/08/2010, 01:51
Charles Eckhardt

El reportero yace sentado en el suelo, con la espalda apoyada contra la pared de la cabina. Sus manos tiemblan más que nunca, producto tanto de las penurias psicológicas como de las privaciones físicas. El sueño bien podría vencerlo, en este momento de calma. Sin embargo, aún tendrá que recuperar su ritmo cardiaco normal además de asegurarse de que todos sus huesos siguen en su lugar antes de pensar en sus otras necesidades fisiológicas.

Eso ha sido... dice en cuanto recupera el suficiente resuello ...ha sido increible.

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26/08/2010, 03:17
Stephen Boyle

Los instantes en que el obturador de combustible y propelente descargan el fuego salvador, Boyle tiene una epifanía sobre aquel material purpúreo al fuego. Esos segundos se traducen en minutos de maquinaciones y recuerdos difusos visibles al calor de la llama. Puede ser efecto de la deprivación de sueño, de la apetencia alimentaria insatisfecha y por supuesto, la ausencia absoluta de un servicio de limpieza adecuado.

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26/08/2010, 15:37
Director

Los cinco hombres están exhaustos y debilitados por las privaciones. Aunque resulta difícil hacer memoria en las condiciones actuales, lo cierto es que el día no les ha dado un respiro. No han parado para comer, y apenas han bebido las últimas gotas de sus cantimploras. Aunque hubieran tenido calma para hacerlo, lo cierto es que las provisiones de la diligencia fueron diezmadas por alguien que no quería que abandonaran el pueblo con vida.

En algún momento posterior, Eckhardt les contará cómo el bandido pelirrojo amigo de Danny, al que el Predicador había mandado a Tombstone a por refuerzos, resultó ser un traidor. El tal Bill trabajaba para el mismo haitiano que contrató a los emboscados del carro a vapor, que buscaba acabar con Danny Chang y, de paso, con todos los que le acompañaban. Eckhardt contará cómo el chino venció al traidor en un duelo... pero no lo contará ahora. El reportero no parece en su momento más locuaz, y además hay cosas más urgentes.

Antes de decidir si hacer guardias - por mayor seguridad - mientras el tren marcha, todos comen y beben como no lo habían hecho en días. Hay provisiones como para varias semanas, acumuladas en el vagón más cercano a la locomotora. Además de comida y agua, y de los caballos del compartimento trasero, el transporte lleva cargas más peligrosas: dinamita, nitroglicerina y un cofre. Un cofre cerrado que supone algunas respuestas y muchas preguntas. Frank y Dakota también tienen una historia que contar, pero antes quizá sea oportuno decididir hacia dónde huyen y aclarar de qué lo hacen. Reunidos de nuevo todos en la locomotora, con el estómago lleno y la promesa de al menos de unas horas de paz, todos deciden retrasar unos minutos más el merecido descanso en favor de cuestiones demasiado importantes como para ser retrasadas.

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26/08/2010, 17:26
Frank

Frank elige con mucho cuidado lo que va a comer. El hambre le mata ahora que el descanso permite que afloren necesidades más mundanas. Pero el ardor de estómago y el origen de la comida le hacen ser más que cuidadoso.

- Al menos los fantasmas chinos cumplieron con su parte del trato... - dice enigmáticamente mirando a ninguna parte.

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30/08/2010, 20:17
Predicador

El Predicador comió algo y se miró la nueva herida del hombro con tranquilidad. Al ver que no era mas que un rasguño y al escuchar el comentario de Frank, decidió intervenir.

¿Que es eso de los fantasmas chinos?, ¿tienen algo que ver con la muerte de Danny?, y por cierto, ¿os habéis topado con un tipo llamado Cujo?....creo que es el culpable de todo lo que pasa.

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30/08/2010, 21:16
Frank

- No, los fantasmas chinos no tuvieron nada que ver con la muerte de Danny. Aunque la presenciaron como yo.

Hace una pequeña pausa para cambiar de tercio.

- Cujo... Yo también tengo a algún que otro responsable de todo lo ocurrido. A no ser que el misterioso Jugador de Cartas se llamara Cujo, tenemos a un segundo en discordia. De todas maneras, si hay alguien aquí capaz de armar este rompecabezas del averno es Dakota...

El cowboy no había dicho tantas palabras seguidas sin apretar el gatillo desde que entró a Purgatory, algo de por sí muy significativo.

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30/08/2010, 22:19
Dakota

 

El indio dedicó una profunda mirada al cowboy, y se mantuvo en silencio. Era extraño. Aunque era exactamente la misma mirada imperturbable y vacía de siempre, carente por completo de cualquier atisbo de sensación, o incluso de vida… de alguna forma parecía también la mirada asesina de un ave de presa. Tal vez era la luz que se reflejaba en aquellos ojos oscuros, o quizás solo se trataba de la pintura carmesí que los enmarcaba.

En cualquier caso, la tensa atmósfera solo duró unos instantes, pues de inmediato el apache volvió a su posición original, recostado contra una de las paredes del vagón. Dakota se había echado allí luego de que la amenaza de sus perseguidores se había disipado, y había pasado casi todo el día recostado con los ojos cerrados. Quizás efectivamente durmiera, pero nadie había tenido interés en comprobarlo.

- Dakota no saber nombres… - dijo mientras volvía a cerrar los ojos. – Despertar solo… y no encontrar a nadie vivo… hasta que Frank aparecer.

Continuó luego de un prolongado y ominoso silencio.

- Unos chinos decir algo… pero Dakota no entender… Ellos llorar sobre tumba abierta… donde Danny Chang descansar.

 

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31/08/2010, 01:58
Charles Eckhardt

Charles Eckhardt parpadea con fuerza. Ahora que ha comido y bebido, y que el peligro parece haber quedado atrás, descubre que apenas puede tenerse en pie de sueño.

Yo le salvé. Le salvé la vida a Danny Chang... un enorme bostezo le interrumpe.

Disparé al pelirrojo. Solo le rocé, pero Danny pudo tumbarlo.

La inconexa historia del reportero no hace honor a sus dotes de narrador, pero lo cierto es que apenas está despierto. Sin duda la historia tardará un poco más en llegar. El bueno del periodista recuerda a todos lo cansados que están, aunque no puedan disfrutar de un sueño tan rápido como Charles.

Tras sentarse y apoyar la espalda contra la pared, el plumilla ya se ha quedado dormido.

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31/08/2010, 03:14
Stephen Boyle

 Luego de un entremés que apacigüe su necesidad de ingesta alimenticia y de hidratación, el honorable científico hace lo más sobrio, dadas las circunstancias. Da cuerda a su reloj, y en un vagón aledaño evacua y deposita la ropa utilizada y sucia, la dobla y coloca en el compartimiento de su maleta con este propósito, removiendo y localizando los objetos de valor, tales como las notas del profesor Kirschner y la tira de magnesio en su nueva selección de atuendo, más apropiado para la labor a realizar en las próximas horas: sus atavíos de trabajo de sustancias peligrosas. Los cuales consisten en un cortavientos de lino, impregnado con resina retardante, peto de cuero reforzado, botas y guantes de seguridad y por supuesto, protección ocular para evitar que los restos volátiles impacten sus preciados globos oculares.

Antes de salir, el científico prepara una solución acuosa al 30% de sulfamida usando yodo, trietilamina y anilina agregando jalea de petróleo como emulsificante. Esto servirá para curar las heridas del caballero nativo.

- Tiradas (1)

Notas de juego

 

 

Esta es la nueva pinta del científico, sin la cara de loco (todavía)

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31/08/2010, 22:23
Frank

La gota que falta para colmar el vaso. El aspecto del bueno de Boyle causa en Frank una mezcla de sorpresa, diversión y repulsión.

- Debí haberle hecho un agujero entre las cejas en aquella habitación... - piensa divertido dejándose llevar por el vaivén del tren en las vías y entregando su mente al descanso...