Partida Rol por web

- No he podido evitar el escuchar la conversación que habéis mantenido con los Consejeros - os comenta Roul mirando al suelo, un pelín avergonzado, mientras estáis saliendo hacia el exterior de la Sala de Justicia - así que estoy al corriente de la propuesta que os han hecho. Yo tengo un amigo que se ha unido no hace mucho al Culto de Almas - comenta bajando la voz - Se llama Fiannan. Tal vez podáis hablar con él si le decís que vais de mi parte y que os de información. Tiene un taller de curtidos no muy lejos de aquí. Se encuentra en la Vía de la Opulencia, cerca de la Puerta de Cobre. Probablemente podréis encontrarle trabajando en su taller. Siento no poder acompañaros, tengo algunas tareas que hacer para el Alto Inquisidor.

Escuchar detrás de las puerta no le pareció al hombre gato que fuese un comportamiento muy acorde con lo que cabía esperar de un sacerdote de la orden de Apolo, el muchacho aún tenía mucho que aprender, no obstante los designios divinos eran insondables; lo que en apariencia podía ser reprochable, en ciertas circunstancias resultaba de lo más pertinente y afortunado. 

Numendil anotó mentalmente que debía ser menos rígido si quería albergar la esperanza de alcanzar el máximo entendimiento acerca de la divina manifestación, solo de este modo podría aspirar a servirla convenientemente y tendría la autoridad moral necesaria para transmitir su mensaje.

Una vez terminaron de escuchar a Roul, el heterogéneo grupo deliberó acerca de las opciones:

Por algún lado hay que empezar -. Dijo el sacerdote que parecía más mundano sin su sagrado medallón -. Sugiero, no obstante, que no vayamos todos juntos a interrogar al amigo de Roul, de hecho, yo debo dedicar algo de tiempo a encontrar otras ropas  para despojarme de la túnica que me distingue como servidor de Apolo. Nos reuniremos más tarde en la posada del León Danzante, allí, con la información que os haya dado Fiannan, decidiremos como es oportuno y razonable proceder.

A punto estuvo de lanzar la bendición de Apolo antes de marcharse, debía prestar atención a esos detalles, de ahora en adelante cualquier error podía conducirles al fracaso, o tal vez a algo aún peor.

Hasta luego, amigos, suerte -. Terminó Numendil de hablar, esperó a escuchar lo que tuviesen que decir y después se marchó a adquirir la ropa que necesitaba.

Me quedé mirando como se iba el gatito bueno con carita de niño al que le habían quitado su caramelo con una sonrisa. Los chicos buenos que tienen que hacerse los chicos malos eran divertidos. Miré al resto sin perder la sonrisa.

-Bueno chicos, creo que os voy a encargar al muchacho a vosotros. Yo iré a buscar por los bajos fondos a ver que escucho.

Dicho esto caminé por la ciudad en busca del lugar mas cutre y al que un padre jamas dejaria acercarse a su hija. Bueno, ni a su hijo.

La reunión con los Consejeros había finalizado y nuestro siguiente paso debía ser localizar el punto de reunión de la secta. El joven Roul comenta que nos ha escuchado y que tiene un amigo que recientemente ha entrado a formar parte del Culto.

-Muchacho, ¿no sabes que no es de buena educación entrometerse en las conversaciones de los adultos? –pregunto con una mirada seria pero finalmente suavizo mi expresión-. Tranquilo, estaba bromeando. Si tu amigo nos puede conducir hasta allí nos ahorraremos tiempo. Yo sí iré a tener una charla amistosa con ese tal Fiannan. Los demás haced lo que tengáis que hacer, seguro que tarde o temprano tendremos que colaborar todos juntos… Y no valdrán de nada las excusas o las idas y venidas a cualquier lugar –termino de hablar al ver cómo el grupo se ha disgregado con la marcha de los dos hombres gato.

Le acaricié la cabeza al muchacho.

-A medida que pase el tiempo te irás dando cuenta de que muchas cosas no son lo que parecen y que a veces hombres buenos tienen que hacer cosas malas para que el orden se establezca-

Luego de eso los dos hombres gato y el bardo dieron su opinión.

-Se nota que tienes buenos dotes para el habla, así que te lo encargo, estaré preparando mi equipo para partir cuándo sea necesario- dije saliendo de allí y yendo a una herrería, necesitaba que todo estuviera a punto.

La charla había sido interesante, y más cuando el rubio resulto ser hijo del Alto Inquisidor. Una sonrisa apreció en mi rostro, a pesar de mi escaso contacto con la gente, todavía podía distinguir quien poseía información y quien no.

Me mantuve callada toda la charla, ya que no tenía intención de mezclarme demasiado con el asunto, más allá de que estaba al tanto de aquella pequeña comunidad de sacerdotes. Lo que me sorprendió fue la acusación contra ellos, teniendo en cuenta de lo que había escuchado en las calles.

- Bien, pues si vamos a separarnos yo creo en la información de primera mano y no en viles chicanas religiosas. Así que iré a la carretera y me presentaré directamente en el culto y veré que pasa. No hay mejor vigilancia que dentro de la organización. ¿no creen?

Eres el primero en tomar una decisión y alejarte de tus nuevos compañeros. Tu primera parada es la Gran Plaza del Mercado. No tiene pérdida llegar allí, tan solo tienes que seguir un reguero de incontables personas que vienen y van. Poco antes de llegar ya te vas embriagando por el olor de carnes y pescados frescos, mezclado con el sudor del gentío, el aroma de las hierbas y perfumes, inciensos y productos alquímicos...

La Gran Plaza del mercado es un hervidero de gente. Los clientes se abarrotan frente a los puestos mientras los mercaderes gritan a los cuatro vientos que sus mercancías son las mejores y están al mejor precio. El ruido llega a ser ensordecedor en el corazón de la ciudad de Figaro y la multitud abrumadora. Entre tanto puesto te cuesta dar con uno que se ajuste a tus necesidades...

Te alejas rápidamente del resto de tus nuevos compañeros y sales del barrio rico de la ciudad, en dirección a los bajos fondos. Te adentras en el barrio de los Mineros donde, en comparación con el barrio de X'ethra, se nota algo más decadente. Las calles son más estrechas, los edificios algo más viejos y, en general, el ambiente más sombrío. 

Preguntas con delicadeza por aquí y por allá y recabas algunas pistas. Sin duda este no se podría considerar los "bajos fondos", pero te indican que tal vez estés buscando la Carretera de los Susurros, que es prácticamente una barriada de chabolas apiñadas unas contra otras a las afueras. Otro lugar que parece encajar con el concepto de "bajos fondos" lo encuentras en el puerto, también fuera de la ciudad. No obtienes nada en concreto pero las insinuaciones de piratas, maleantes y contrabandistas apuntan en esa dirección.

Dejando atrás a tus compañeros te pones en marcha buscando una buena herrería. Todos los habitantes de Figaro y parte del extranjero sabían que no había nadie mejor que Thoradin y su Yunke en cuanto a herrería, situado en el barrio de los Orfebres. Muchos eran los nobles que contrataba los servicios de  este enano, así como reputados aventureros, acaudalados mercaderes e incluso la propia Orden de Apolo. Pero también se sabía que los servicios de Thoradin eran de los más caros de la ciudad.

Por otra parte, en la Gran Plaza del mercado había un puesto algo más modesto, La Fragua Humeante, donde la gente de a pie solía acudir a comprar sus armas y armaduras. Tenía un catálogo más convencional, pero el precio era más asequible para los bolsillos plebeyos.

Te separas de tus compañeros, pues cada uno toma un rumbo diferente, y siguiendo las indicaciones de Roul llegas sin ningún problema hasta el taller de curtidos de Fiannan. Se trata de una casita de piedra con un pequeño taller adosado, donde un joven bastante fornido se afana en tintar de negro varias pieles de cordero entre unos enormes barreños de una sustancia ciertamente apestosa.

El joven para un momento para secarse el sudor que perla su frente y se percata de tu presencia. Saluda educado antes de seguir con su faena.

Te diriges hacia la Carretera de los Susurros, el lugar donde se dice que está la sede de la secta. Para ello tienes que salir de la ciudad, por la Puerta de Cobre. Al dejar atrás los altos muros de Figaro se abre ante ti una barriada de chabolas, echas en su mayoría con barro y paja, apiñadas unas contra otras a lo largo de la carretera.

El lugar es muy decadente, sobre todo en comparación con el barrio de X'ethra del que provienes. Recorres la carretera mientras te cruzas con gente que entra y sale de la ciudad y algunos vagabundos te observan con sus caras sucias por el polvo del camino y te piden una limosna. Tu compañera felina no anda muy lejos y algunos vagabundos se asustan al verla pasar. Un edificio de madera de tres pisos llama tu atención por ser el más alto del lugar. A las puertas de éste hay dos hombres fornidos, vestidos con mandiles de cuero y armados. Parece que están haciendo guardia y, pese a que se percatan de tu presencia en la distancia, te ignoran al igual que hacen con otros transeúntes que pasan por allí.

El hombre felino observaba cuanto le rodeaba tratando de encontrar lo que buscaba, pero también pendiente de cualquier otra cosa que pudiera interesarle. En principio tenía cuanto necesitaba, a excepción de las ropas que había venido a comprar, no obstante mantenía la mente abierta, tal vez hallara algo que pudiese dar más coherencia a su disfraz, o diera con algún vendedor de pociones energéticas, de las cuales nunca se tenían suficientes.

Más tarde, cuando hubiese regresado a la posada, dedicaría el tiempo de espera a meditar sobre el grupo con el que debía trabajar.

La prudencia impone que llegue a conocerlos lo mejor posible.

Con esa idea en mente siguió, bañado en multitudes, mirando puestos de mercaderes con la esperanza de que aquella tarea no le ocupara demasiado.

Teniendo en cuenta que ahora tenía una buena suma de dinero con la cual contar me dirigí a Thoradin y su yunke, con algunas ideas ya en la cabeza de lo que quería, aunque observaría la mercancía, tal vez me podría encontrar con algo fuera de lo común.

Finalmente soy el encargado de entrevistarme con Fiannan. No tardo mucho en encontrar la casa junto al taller, todo de aspecto humilde y sin demasiados lujos. Correspondo con un ligero asentimiento a su saludo para luego adentrarme en el taller.

Una mueca de desagrado se posa en mi cara cuando el hedor de la estancia inunda mis fosas nasales. Desde luego, este no sería el oficio de mis sueños. “Ni el de alguien con un poco de sentido común” –pienso mientras me acerco al joven que se encuentra de espaldas a mí. Carraspeo para llamar su atención y cuando se gira sonrío levemente.

-¡Buenos días! Mi nombre es Rion. Tú eres... Ehmmm –hago un gesto pensativo como intentado recordar-. Eres Fen… digo Fiannan, ¿verdad? Estoy aquí porque un amigo tuyo, Roul, me dijo que has entrado recientemente a formar parte del Culto de Almas y sabes ciertos datos sobre esta secta de la cual tanto se habla últimamente por las calles. ¿Qué puedes contarme sobre ellos?

- Oooh, un amigo de Roul - el joven se detiene - entonces entremos en mi casa. Será mejor lugar para charlar, no todo el mundo soporta los olores de este oficio. ¿Puedo ofrecerte algo? - Fiannan te conduce por una puertecita en un lado del taller hasta su casa.

- Es verdad que desde que me uní al Culto de Almas, mucha gente me ha preguntado por él. Todo el mundo siente curiosidad, sobre todo con todos esos rumores que corren acerca del Culto. Aún no conozco mucho del Culto, sólo puedo contar lo que he visto que están haciendo por la gente y me parece una labor elogiable.

Thoradin y su Yunke, la herrería más prestigiosa del reino, tenía su sede en el barrio de los Orfebres, en plena Vía de la Vida. En la puerta, nada más entrar, encuentras a dos enormes orcos haciendo guardia. No es habitual ver orcos en zonas civilizadas, pero los que se dejan ver a menudo son mercenarios, o como en este caso, guardas personales.

La tienda es amplia, con dos expositores de armas y armaduras comunes aunque con precios fuera de lo común, y un tercer expositor más pequeño con piezas sueltas. Al fondo se puede ver la forja, donde un enano está trabajando ahora mismo. El repiqueteo del martillo contra el acero al rojo vivo es constante.

- Bienvenido a Thoradin y su Yunke, señor - una chica joven de pelo rubio y ojos azul cielo aparece desde detrás del mostrador - Me llamo Elí y soy la dependienta. ¿En qué puedo ayudarle?

A pesar del barullo de gente, te centras unos segundos en escudriñar a tu alrededor y enseguida das con un puesto de telas que se ajusta a tus necesidades. No es que sea el único, pero muchos de los puestos que se divisan a simple vista están plagados de ropas de colores vivos, quizá para llamar mejor la atención de los clientes. Sea como sea, decides acercarte al puesto de ropa menos llamativa.

Es en ese momento cuando te percatas y casi te chocas con algo. Al bajar la vista te encuentras con un niño de pelo alborotado, vestido con harapos, descalzo y la cara sucia, con su brazo acercándose sigilosamente a tu bolsillo. El niño se da cuenta de que lo has visto y sale corriendo antes de que pueda saquearte, y se pierde entre la multitud.