Partida Rol por web

Pocos pasos antes de tener esta sensación extraña, has notado como una gotita te caía en la cabeza. Sobre vosotros solo quedan las ramas y el cielo entre estas. Al subir la mano para corroborar qué es, descubres poco más que una gotita de una sustancia translúcida-blanquecina y pegajosa.

Los gritos se suceden uno tras otro al igual que las horribles imágenes mientras escapamos del sitio. Poco honorable si todavía fuéramos Grulla, pero necesario pues nuestro destino está lejos de este sitio.

Observo a los tipos que están parados. Corred digo pensando que en cualquier momento esos seres enormes pueden venir y despedazar también a esos guardias.

En cualquier caso seguimos nuestro camino hasta encontrar un sitio de lucha. Quizá porque ninguna de esas cosas grandes está por aquí. No nos entretengamos digo débilmente, todavía aprovechando la ayuda de mis compañeros para caminar.

De echo aprovecho eso para mirar hacia arriba en un momento dado. ¿Qué es aquella sustancia que me ha caído en la cabeza? No parece ser ningún "regalo" de un pájaro.

No nos entretengamos repito, no creo que estemos solos.

Sanzo observó unos segundos la escena con Kengo. El tipo había sido su enemigo, pero había que reconocer su valor ante lo que ellos habían temido enfrentar, pese a la futilidad de su acto, el coraje era un valor del Bushido que había que respetar. El ronin esperaba no cruzar caminos con esa cosa y evitar que alcanzase al niño, fuese cual fuese su profano propósito. Yoshiaki de repente dijo una frase que saltó sus sentidos agudos "creo que no estamos solos", así que observó discretamente a su alrededor mientras se movían, preparado para separarse y rajar a una amenaza que pudiese ser inminente.

- Solos o no, no tenemos tiempo que perder, ya habéis visto lo que ha ocurrido con el viejo sacerdote y sus hombres. - Dijo en un susurro.

Si bien Yoshiaki presiente algo y no sabe qué, pese a ser de noche el reflejo carmesí de la luna llena en el suelo os permite ver algo a los demás. Rastros que de forma abrupta dirigen hacia los laterales. Uno de los dos hombres que os acompañan, temeroso pero curioso, se aproxima al rastro sin pensárselo dos veces. Rastros que le conducen y os hacen mirar hacia los árboles. Rastros que guían vuestra mirada hacia un charquito perturbado por un constante aunque lento gotear. Gotear que os hace alzar la vista hacia las ramas... y las ramas hacia un cuerpo sangrante y oculto en lo alto. Cuerpo que os lleva a descubrir otros dos más, uno de ellos empalado directamente en una rama más alta, pero que no gotea sangre. El otro colgado, simplemente.

Al percibir aquello, el hombre que estaba más cerca del árbol retrocede tras soltar un gritito y se coloca a vuestra espalda. No porta wakizashi, así que probablemente por sus ropas se trate de un mercader. Su compañero, más anodino, se pega de igual forma a él.

- Las Fortunas nos han abandonado. - Murmura uno de ellos, sin duda aterrados por la situación.

Observo la escena extrañado, mirando como uno de los hombres se adentra en el lateral del camino. Sigo su mirada lentamente y entonces lo veo.

A pesar de que el corazón se me encoge, miro con rabia contenida al que ha hablado. No se os ocurra volver a hablar así. Estoy convencido de que las fortunez están ahora luchando una batalla por recuperar terreno en este sitio. Igual que los mortales combatimos en el campo de batalla, también ellos lo hacen para derrotar a la oscuridad. Debemos irnos cuanto antes, eso está claro, si queremos cumplir nuestra misión.

Katsumoto se detuvo de repente, abrió mucho los ojos y dio unos pasos atrás

— No os acerquéis a ellos... alejaos y rodeadlos.

El gunso sentía un extraño presentimiento. Sabía que las criaturas del Jigoku podían adoptar formas muy familiares y vulnerables. Dadas las circunstancias, todo en aquel bosque debía ser considerado hostil... y peligroso.

Sanzo sentía que nada importaba salvo alcanzar una posición desde la que pertrecharse y buscar al niño. Esas cosas no pararían en acecharlo, los Señores corruptos como Kengo no repararían en medios para usarlo como peón en sus juegos de poder, y ahora Nori era su única esperanza de una pista sólida sobre el crío. Esto último le hizo preguntar algo a Yoshiaki mientras intentaba mantener la guardia alta y avanzar hacia la ruta segura.

- Yoshiaki, olvidé preguntarlo, pero... ¿Nori sigue con vida y cumpliendo lo que prometió? Mejor que no entremos en detalles salvo afirmativo o negativo hasta que salgamos, pero necesitaba saberlo.

Luego, sin perder ojo de los dos tipejos que los acompañaban, se paró en seco haciendo caso al gunso, rodeando a los dos tipos, y añadió:

- Las Fortunas favorecen a los mortales, jamás dudéis de ellas en mi presencia. Por oscura que sea la situación siempre brilla en el interior de cada mortal la chispa de la divinidad. Honradla.

Nori... digo casi en un susurro mientras mi cara se contrae en un gesto de rabia. Me traicionó y me atacó. Él me dejó así. Combatimos en un duelo pero ni siquiera fue capaz de concederme una muerte honorable, simplemente me dejó para que muriera desangrado o devorado por alguna bestia.

Pero las fortunas me han sonreído y he podido encontraros. Por eso digo que las fortunas siempre están presentes, aunque parezca que no.

Debemos seguir termino mirando al frente.

Negó con la cabeza, disgustado por el relato:

- Me ha decepcionado, pensé que dadas las circunstancias él podría redimir su error... Ajustaremos cuentas pronto. - Asintió a Yoshiaki.- Las Fortunas disponen un camino para todos, y a los hombres se les da bien seguir el camino, salvo los pocos que consiguen crear su propio camino bajo el auspicio de esas Fortunas.

Ante las palabras de Yoshiaki y de Sanzo, el hombrecillo no puede más que guardar silencio. Rodeando la zona de los cadáveres en lo alto, no tardáis en volver al camino dejándolos atrás. Dejando la conversación sobre Nori para más adelante, poco pasos después escucháis el crujir de una rama y un fuerte golpe a vuestra espalda. Por puro instinto de supervivencia, ambos hombres echan a correr hacia el frente sin mesura alguna.

Tras una corta carrera, al cruzar entre dos árboles, el más avezado acaba cayendo al suelo con los brazos pegados al cuerpo. Da la impresión de que algo invisible lo anduviera atrapando. Apenas le da tiempo a gritar cuando el otro hombrecillo cruza a su vera, el cual lo ve caer y se detiene a los pocos pasos, mirando hacia atrás e intentando comprender qué ocurre.

Tras vosotros, uno de los cadáveres se ha caído del árbol al ceder la rama. El cráneo se ha abierto por el impacto, provocando que los sesos se desparramen lentamente por el suelo. Ahora, desde cerca, podéis verlo con los ojos idos y abiertos mirando a la nada. Su cuerpo queda cubierto por un antinatural entramado negruzco, que podría recordar a una tela de araña si no fuera por su color y su aspecto oleoso.

El hombre que queda en pie puede ver lo mismo que vosotros en su compañero caído, que lucha y se remueve tratando de liberarse, pero con cada movimiento "eso" parece ceñirse y apresarle más y más. Sin haber mayor margen de maniobra, una sombra blanquecina cae encima del primero, empotrándolo violentamente contra el suelo.

Ante vosotros se muestra una terrible criatura con rasgos humanoides y múltiples extremidades. Con el torso, garras y la boca cubiertas de sangre, de entre sus fauces surge una protuberancia del tamaño de una katana que sugiere ser su lengua.

Como si se tratara de un flagelo, la lengua se mueve de forma errática hasta lanzarse contra su víctima aún viva, perforando la ropa y clavándose a la altura del torso. Segundos más tarde, el hombrecillo deja de moverse.

Los gritos de pánico del hombre enredado suenan por todo el bosque, alaridos de terror absolutamente indignos para un samurái... pero que ante semejante pesadilla viviente tal vez solo los Cangrejo serían capaces de tachar la reacción como... desmedida.

Ante vuestros ojos, la criatura comienza a segregar aquella maraña oleosa sobra su otra víctima, a la cual la hace rotar envolviéndola cual araña que acaba de atrapar a su presa.

Con un frío helador recorriéndoos el cuerpo, la criatura os mira volviendo sutilmente la cabeza hacia vosotros. Vuestra presencia no parece ser impedimento para terminar lo que está haciendo. Para cuando os conseguís sobreponer de la impresión, la criatura toma a ambos hombres entre sus brazos y escala con agilidad por uno de los árboles perdiéndose entre el la oscuridad y las ramas en absurdo silencio.

Poco después, dejáis de escuchar los chillidos del hombre.

No tenéis ningún género de dudas.
Más pronto que tarde, volverá a por vosotros.

La criatura volvería a por ellos sin duda, pero esta vez Sanzo estaba en paz con sus demonios internos. La traición de Nori había hecho bullir una fuerza que antes no poseía. No importaba que sucediese con él, sus compañeros deberían salir de allí. Adoptando una posición aparentemente relajada llamada pose del vacío, se preparó para el ataque de la criatura. En cuanto ella fuese a por Sanzo, descargaría un único ataque perfecto, se dejaría ir con todo el peso que llevaba su alma, y las Fortunas determinarían el precio a pagar por luchar contra la criatura. Pero sus compañeros sobrevivirían y cumplirían la misión. Él también confiaba en sobrevivir, pero había dejado de preocuparle todo lo que no fuese ese golpe perfecto... Tras tanto horror creía haber entendido que el lugar donde reside la maestría con la espada es en el interior de aquel dispuesto a sacrificarlo todo por un último golpe perfecto. Sin importar las consecuencias.

Katsumoto desenfundó la espada con lentitud sin dejar de mirar a aquella criatura.
Por una última vez, se fijó en su compañero Daidoji y adoptó la kata de su clan, acariciando el mango de la katana como cuando un jinete acaricia su caballo antes de una carga.

- Vamos a luchar una vez más, como nos enseñaron nuestros antepasados.

Cuando veo esa cosa llevarse a los otros dos con esa facilidad, trago saliva. Seguramente, por heridas, yo sea el próximo.

Pero si se piensa que un grulla de hierro se va a rendir tan fácilmente, lo lleva claro. Saco la katana y me concentro, rezando a todos los ancestros grulla para que me protejan en este momento.

Adopto la posición inicial para La Fuerza de la Grulla (kata) y me preparo para lo que vendrá.

Sabedores de que aquel ser del Jigoku pronto acudirá a por vosotros, os disponéis en círculo mientras los cuerpos se tensan y las mentes se afilan. Espalda con espalda... con espalda, escucháis el silencio. El silencio que os permite oír el crujir de las ramas, el viento surcar por ellas, el roce de las hojas de los arbustos, los sonidos de la naturaleza... pero no de la matanza. Matanza que ya ha debido de acabar y con ella el jolgorio de las criaturas; aunque en estos momentos, no es algo que realmente os importe.

Notáis las gotillas de sudor discurrir por la frente, por la espalda. Puntuales y tenues escalofríos os sacuden mientras Yoshiaki reprime un gruñido de dolor a causa de sus heridas. El tiempo pasa, lento, insoportable. Se os hace eterno.

En algún momento la sentís cruzando por las ramas de encima vuestro, en otros juraríais que se mueve entre la maleza. A veces simplemente la veis de refilón por un instante. Pero lo cierto es que, tras un crujir a vuestra espalda, veis el rostro casihumanoide de aquel ser, desencajado, y su extraño cuerpo con múltiples brazos, saltando con fiereza y con su larga lengua fuera en dirección a Yoshiaki.

Sanzo había esperado pacientemente, sabía que una criatura de su calibre no sería un combate que pudiese esperar ganar con facilidad, de hecho ni siquiera quería cegarse por su orgullo pensando que podría. Pero tenía que intentarlo. Por el joven heredero imperial. Por sus compañeros. Por todo lo que era bueno y justo bajo la luz de Amaterasu. Entonces divisó a la criatura, lanzándose a por Yoshiaki con la impía avidez que caracterizaba a las criaturas del Jigoku. Sanzo sabía a ciencia cierta que si esa cosa impactaba contra su compañero, lo perderían. No podía permitirlo, por lo que se lanzó a por el flanco de la criatura.

Haciendo acopio de valor, atesoró las lecciones que aprendió duramente en el espesor de los bosques donde su padre le abandonó largo tiempo atrás. Él había partido a buscar el camino donde residía la maestría de la espada. Ciertamente Sanzo había buscado con dedicación encontrar ese misterioso lugar del que hablaba su padre, a fin de entenderle. Ahora, enfrentado a una más que probable batalla final, por las cenizas de sus padres y los templos de sus Kami, creía haber encontrado ese mítico lugar: La maestría de la espada residía en aquellos dispuestos a darlo todo por perfeccionar su arte. Con esta última certeza, impactó contra la criatura, sintiendo que en el filo de sus espadas, las de los tres, descansaba el futuro del Imperio.

Esa cosa viene a por mí. Debí haber supuesto que lo haría así, pero si piensa que voy a rendirme pronto descubrirá que no es tan fácil derrotar a una Grulla. O puede que no lo descubra, estoy demasiado herido como para ser un rival adecuado.

Pero si lo entretengo lo suficiente quizás mis compañeros puedan dañarle para que caiga. Sería un final realmente digno morir a cambio de derrotar a una criatura como esta. Un final del que sentirse orgulloso.

Me preparo para recibir el impacto, aplicando todos mis conocimientos sobre esquivas aunque mi cuerpo responde más lento de lo normal. Ni siquiera voy a intentar atacar, en mi situación no merece la pena y sería regalarle la presa al bicho este.

Katsumoto trató de respirar, concentrarse en su respiración.

Aquello no era un samurai, no era un hombre. Pero no podía ceder al pánico, a la pérdida de control. Esperó con paciencia, esperó hasta que el demonio se acercó a Yoshiaki. No permitiría que le volviese a dañar.

Habían comenzado esta historia juntos y recuperarían al niño juntos.

Un paso. Un latido. Y la espada voló al unísono con la de Sanzo, volando para impactar en el cuerpo de aquella criatura.

- ¡ MUERE !

Los aceros silban con virulencia cortando el aire antes de impactar de forma sorda y pesada contra el torso y uno de los brazos de la criatura, la cual se ve arrastrada unos centímetros en la tierra debido a la fuerza de los golpes. De hecho, tenéis la sensación de haber golpeado un árbol, o directamente una piedra. Las Fortunas parecen sonreíros, pues ambos sois sabedores de haber alcanzado a vuestro enemigo probablemente con los golpes más bestiales que hayáis lanzado nunca.

La criatura se antoja seriamente aturdida, tanto que parece costarle ubicar a Yoshiaki cuando finalmente lanza un par de arrañazos contra el pecho del antiguo Grulla de Hierro. Pese a las heridas, este se mueve con fluidez dejando pasar el primer garrazo a una distancia prudencial de su pecho, y se agacha instintivamente cuando ve llegar el siguiente golpe desde el costado, eludiéndolo holgadamente.

Pasan unos instantes mientras corroboráis el daño causado y si Yoshiaki sigue de una pieza; parece ser que sí. Está oscuro, y bajo la luz carmesí del Señor Lunar, aquella tenebrosa criatura sigue en pie.

Entre los fuertes latidos de los corazones, jadeos y el roce de las armaduras, escucháis los gorgoteos y los chasquidos de aquella boca y de aquella lengua que no hace más que moverse erráticamente extendiéndose y contrayéndose de un lado para otro.

A pesar de los brutales ataques que ha recibido, el monstruo sigue en pie y amenazandonos. Observo claramente como cambia de postura, girando hacia Sanzo.

Por un momento pienso en atacar al ser, pero mi cuerpo está demasiado dañado como para poder hacerlo. Pero no está tan dañado como para impedirme defender a mis compañeros.

En el momento que veo que gira hacia Sanzo, coloco mis armas de forma que pueda protegerle, al menos en parte.