Partida Rol por web

Entre el fragor de la refriega, escuchas claramente la voz del ronin reclamándoos.

- ¡Rápido compañeros, soy Karasu, seguid mi voz! -

Está lejos, y no tienes nada claro que los dos hombres que te enfrentan vayan a estar por la labor de dejarte ir por las buenas...*

- ¡Rápido compañeros, soy Karasu, seguid mi voz! -

Escuchas la voz de Sanzo entre la niebla, y su figura aparece justo detrás de la de Nori tras chocarse con él. El grandote, en cambio, no parece mostrarle atención pues está pendiente de otro posible ataque por tu parte.

- Deteneos Nori-san, Katsumoto-san, hemos sido engañados y la vida del niño corre peligro. Tenemos la oportunidad de hacer algo más grande que nosotros y honrar a nuestros antepasados, ¿Qué me decís? Esto no tiene porque acabar mal entre nosotros, Nori. Si aún quieres sangre, cuando salvemos al niño tendrás una pelea justa contra mi.

Podría intentar enfrentarme a los dos, pero eso es peligroso. Ya he podido probar su filo y no me apetece repetir. Aunque escapar de un combate no me parece lo más honorable, morir cuando tienes que proteger al nieto del emperador me parece menos honorable todavía. Igual podría acabar con ellos, pero eso me retrasaría y podría ponerme en peligro de ser rodeado. Así pues, intentando mantener la guardia, escapo buscando reencontrarme con mis compañeros y escapar hacia el sur.

Tras emprender una retirada... táctica, por no decir que rehuyes del combate, te encuentras vagando en la niebla con aquellos dos individuos pisándote los talones. Totalmente desorientado, por el momento no eres capaz de encontrar a Sanzo.

Poco más que simplemente tratar de escapar de la niebla puedo hacer. Si tengo la mala suerte de toparme con un enemigo me encontraré en problemas, así que espero que esto no suceda pero por si acaso llevo la katana fuera. Ahora mismo ya no sé ni dónde estaba el camino, así que simplemente vago entre la niebla hasta conseguir salir de ella. Espero que no sea en mitad de nuestros enemigos.

Katsumoto solo deseaba seguir. Empuñaba su espada con la anticipación de una bestia que desea matar. La sangre comenzaba a cubrir su visión, el efecto de la bruma y su adrenalina hacen que el combate se convierta en uno contra uno. 

Solo eso importaba. Quitar la vida del otro. Matar o morir.

La voz de Sanzo sonó lejana, pero Katsumoto solo tenía mente y foco para una cosa... Hasta que escuchó unas palabras.

- ¿Qué? ¿Engañados?...

Su concentración se perdía, sus ojos se abrieron confusos - ¿Cómo que engañados...?

Se giró para tratar de ver algo más que no fuese la bruma, buscando el origen de la voz de Karasu, pero sin quitar un ojo cada pocos segundos a su enemigo.

- ¿De qué estás hablando, Sanzo? - dijo controlando perfectamente sus emociones y su sed de sangre.

Viendo su refriega personal interrumpida por las palabras de Sanzo, Nori toma una prudencial distancia; toda la que la niebla le permite, y parece dudar unos instantes en si seguir su cruce de espadas con Katsumoto o no. Al corroborar que su oponente recela al menos por el momento, él hace exactamente lo mismo. Escucha en silencio lanzando puntuales miradas a Sanzo, y responde de forma escueta a su ofrecimiento.

- No te equivoques conmigo, Karasu-san. Solo me pagan para defender a esta gente. - Advierte completamente serio... - Aunque tampoco voy a tolerar que se me tome por un arbusto. - antes de mirar fijamente a Katsumoto. Al parecer se ha sentido insultado. - Cuestión de orgullo.

Situación aclarada, guarda silencio mientras cruzáis palabras, a la defensiva aunque espectante.

Vagando aún por la niebla con tus perseguidores detrás, tan concentrados en alcanzarte que ni siquiera hablan, mientras vas zigzagueando entre arbustos y matorrales escuchas lo que parece ser la voz de Sanzo. Está cerca, pero aún no logras dar con él.

Sanzo surgió de la niebla finalmente, acercándose a una distancia prudencial tanto de Nori como de que pudiese surgir un enemigo de entre la bruma. Aunque estaba a la defensiva, no quería dar la impresión a Nori de que lo estaba ante él, sino ante atacantes surgidos de la niebla. Con un suspiro, comenzó a hablar:

- No estamos salvando al hijo del Emperador, Katsumoto-san, nos han engañado para raptar a un nieto ilegítimo del Emperador de manos de sus protectores. - Pronunció las siguientes palabras con una mezcla entre rabia y tristeza.- Marionetas de gente sin honor, que se atreve a despreciar nuestro sacrificio y nuestra entrega. Y creo que Akiyama y Ryo están al tanto de todo. Hay que sacar al niño y custodiar su seguridad a toda costa. - Miró a Nori.- Sé que eres un hombre razonable, y también de palabra, por eso te respeto. No voy a apelar a tu sentido del deber para con el Hijo de los Cielos, pues no te ata ningún juramento, pero ese niño huérfano y desamparado es la clave para un futuro mejor para todo el Imperio. Te han pagado para protegerle, apelo entonces a tu contrato, a tu palabra de samurai. Otros nos miran con desprecio, mientras luchamos sus guerras como mercenarios o como siervos, pero somos mucho más que eso. Hoy podemos demostrarlo. Aquí, viviendo o muriendo, pero salvando a ese niño, mandaremos un mensaje a aquellos que juegan con el destino de los nuestros. - Esperó hasta este momento para lanzar su última carta para poner de su parte a Nori.- Además, ¿Rechazaríais la oportunidad de tener una vida cómoda con vuestra amada, Nori-San? Salvar a ese niño puede daros eso, además de una gloria tal que os permita una cuota de servicio tan grande que muchos no podrían siquiera pagar. Uníos a mi, a nosotros, os lo ruego de hombre de palabra a hombre de palabra.

Estoy completamente perdido y mis perseguidores parece que no se cansan. Intento varias veces hacer requiebros para perderles pero no consigo nada.

En la lejanía me parece escuchar voces y creo reconocer la de Sanzo. Me dirijo en esa dirección, aunque sigo estando perseguido. Igual debería darme la vuelta y combatir antes que llevarlos a mis compañeros, pero el plan era simplemente coger el muchacho y escapar. Así pues decidido ir a las voces para intentar protegerles mientras escapamos.

Y de la nada y sin previo aviso, una figura sobrepasa a Nori y se frena torpemente hasta quedar junto a Katsumoto y Sanzo. Yoshiaki se incorpora al marujeo, trayendo consigo a dos de los guardias que frenan inmediatamente y se posicionan a los flancos de Nori.

Los tres dan amplias bocanadas de aire. Dos parecen heridos, y uno de ellos es Yoshiaki.

Por su parte, Katsumoto sangra, aunque no tanto como Nori. Sanzo en cambio luciría impecable si no fuera por la sangre que él mismo ha derramado.

Katsumoto luchaba con la confusión que atenazaba toda aquella situación. Estaba desbrodado y confuso, pero en el poco tiempo que viajaban juntos, había aprendido a confiar en aquel hombre llamado Sanzo.

- Está bien... ¿dónde está el niño? Saquemoslo de aquí y luego cuestionaremos la verdad de las palabras dichas.

La bruma seguía dificultando la visión pero más o menso podía intuir hacia dónde estaba su palanquin...

Sanzo vió aparecer a Yoshiaki junto a otros dos guardias, el grupo salvo él presentaba heridas, y la situación distaba de ser sencilla o favorable. Pero podían conseguirlo. Allí. En aquel momento.

- Aprisa, salvemos todos al niño antes de que sea tarde. El anciano monje me ha contado la verdad, y sus palabras han calado en mi. Cuidado con el shugenja y el monje que le acompaña. - Dijo antes de avanzar hacia donde debían estar Akiyama y Ryo.

"Hora de adentrarse en el corazón de las tinieblas, Sanzo"

Espera, ¿qué? Miro extrañado a mis antiguos compañeros sin comprender qué pasa. ¿De qué hablas, Sanzo-san? Estamos salvando al niño alejandolo de ellos. ¿No? Ellos querían sacrificarlo o algo por el estilo.

Me quedo parado sin saber bien qué hacer ahora pero manteniendo la guardia, esperando a que alguien me aclare algo. ¿Ahora qué se supone que pasa?

Sanzo suspiró, deteniendo su paso unos segundos. La incredulidad de Yoshiaki era la misma que la que él y Katsumoto habían tenido:

- No, nos engañaron. No hay ritual maligno. El joven es el nieto ilegítimo del Hijo de los Cielos. Su padre ha muerto, su madre ha muerto también. Y ahora, parece que varias fuerzas poderosas juegan al Shogi con nosotros por diversos intereses. Si ese niño llega a ser adulto con la protección y educación adecuada, algún día será el Hijo de los Cielos, y guiará al Imperio a una edad de luz y prosperidad. Los monjes solo querían consagrar a Onnotangu como protector y padre "simbólico" de este niño. Le di mi palabra al anciano monje que me ha revelado la verdad, que este muchacho no caminará solo por el Imperio ni caerá en las manos de gente sin honor... ¿Juráis protegerlo aún a costa de vuestra vida? Si la respuesta es sí, podemos continuar juntos. Cada segundo es distancia que los impostores ganan de ventaja.

Los guardias se miran brevemente entre sí sin comprender qué diantres está ocurriendo. Tras ver a Nori estático y escuchar las palabras de Sanzo, ya la situación termina de descolocarlos y les escucháis intercambiar un par de frases.

- Entonces... nos atacan... se arrepienten... ¿y ya está?

- Eso o nos matamos aquí y ahora entre los seis... Esto es una mierda.

Nori, que permanecía callado exactamente en la misma posición que antes, expectante de novedes, interviene inmediatamente alzando la voz cortando la conversación de raíz.

- Vosotros dos, silencio.

Y efectivamente, proceden a guardar silencio.

Pero... Pero las órdenes venían firmadas... por nuestro daimyo. ¿No es así? ¿O quizá no las había firmado él y era una falsificación de la mejor calidad? No me puedo creer lo que escucho. Miro a Nori, Sanzo, Katsumoto y luego más allá.

Entonces hemos sido engañados. Vamos pues, tenemos que rescatar al niño. Las consecuencias ya las habrá más tarde.

Poco después de que terminéis de hablar y echéis a caminar sin un rumbo concreto acompañados por Nori y los guardias, que aún siguen un tanto perplejos por lo ocurrido, la niebla escampa y todo vuelve a la normalidad. Rápidamente volvéis a ubicaros, estáis en una zona próxima a la que se encontraban Katsumoto y Sanzo en origen, algo más hacia el norte.

Tras mirar detenidamente en búsqueda de Ryo o de Akiyama, no hay rastro alguno de ellos.

- Han escapado. - Advierte Nori en un tono nada revelador.

Por la otra parte, el palanquín reposa en el suelo. Uno de los porteadores queda sentado junto a un árbol, herido por la flecha de Yoshiaki, mientras en otra parte uno de los sacerdotes atiende las heridas de uno de los guardias malheridos. Otro par más de ellos parecen estar en unas condiciones similares, y, con total seguridad, uno de los monjes a los que atacó Sanzo ha muerto.