Partida Rol por web

Calibán retrocedió lo justo para que pudiera entrar uno y que sus compañeros pudieran flanquearlos, pero que no entraran más, así que alzó la espada y se puso en plan defensivo.

Si los guardias querían atravesarlo lo tendrían ligeramente complicado.

Con los guardias acudiendo hacia ellos, la joven hizo un rápido intento de organización:

-Dos a la derecha de la puerta, dos a la izquierda! - dijo señalando alternativamente ambos lados de la puerta. -¡Que sólo pueda entrar uno! - añadió poniéndose a un lado de la puerta.

Habiendo retrocedido, Inari se situó más o menos a unos dos metros de la puerta, justo debajo de una de las mesas, bajo los manteles.

Aquí tumbado, espero que no consigan llegar hacia mí de buenas a primeras.

Tensó el arco de nuevo, listo para lo que podría avecinarse.

Leon no tardó en retroceder nerviosamente ante la caída de Evan, optando por luchar en un lugar más amplio aunque eso tomase algo más de tiempo.

Así pues, sin rechistar las órdenes pertinentes, se colocó a uno de los lados de la puerta con la espada desenvainada en mano, y respiró profundamente esperando a que el primero de los guardias cruzase el umbral para tratar de hacerle caer.

Pyros respiró aliviado al observar que la muerte de aquel individuo y sus gritos, al final habían calado hondo a sus compañeros. Así que, sin más, se lanzó hacia atrás seguido de sus compañeros y tomó una de las posiciones que quedó libre para acabar con los que fueran llegando.

Tras la caída de Evan por el puente, decidisteis volver sobre vuestros pasos. El comedor era el lugar más seguro para combatir, además de que podríais aplicar el típico "cuello de botella". Acabaríais antes y, en teoría, de una sola pieza.

Y así, Inari se colocó frente a la puerta, pero varios pasos atrás, con su arco. Sería la provocación perfecta para los soldados. Ariadne y Cáliban se colocaron a la izquierda, siendo el hombre el más cercano a la entrada, y Leon y Pyros en el lado derecho, ocupando Pyros la posición más próxima a los enemigos.

Y la estrategia empezó bien. El primer guardia entró, viendo que sólo Inari parecía plantarle cara. Justo cuando entra, Leon hace su aparición, haciendo un tajo desde abajo hasta la cabeza de su enemigo. Por suerte para este último, inclinando su cuerpo hacia atrás, consiguió esquivarlo, aunque su camisa no pudo decir lo mismo. El guardia vio lo que le esperaba, dos a cada lado y uno frente a él, y comprendió la estrategia. Un simple gesto a sus compañeros les sirvió para no cometer su mismo fallo. El guardia hizo un bonito movimiento y provocó un corte en el brazo a Leon como respuesta a su ataque. Pero la distracción de los guerreros fue suficiente para que una de las saetas de Inari surcara la distancia que los separaba en menos de un segundo y atravesara su cabeza. El guardia que iba tras él sacó el arco. Su amigo había muerto y clamaba venganza con la mirada. Una flecha en la posición correcta y un disparo certero consiguió atravesar el zapato del arquero Inari, sufriendo una herida bastante fea en el pie.

Ariadne, Cáliban y Leon deciden mantenerse paciente a que los demás caigan en la misma provocación, pero al ver a Inari herido, Pyros, aferrándose al quicio de la puerta, patea en el pecho al guardia, que se queda como atontado, pues no se esperaba este ágil movimiento.

Pyros, ya frente al guardia, lanza un puñetazo a la nuez de su enemigo y retrocede, esperando que la provocación sea ahora suficiente. Y, por detrás, Inari consigue encontrar un hueco entre los brazos de su compañero para disparar una flecha, aunque nada efectiva. Y, en ese momento, los otros guardias deciden arriesgarse. Apoyándose en los hombros de su compañero arquero, le saltan y, apoyándose en los resquicios de la puerta, consiguen hacer las vueltas suficientes para caer alejados del combate, colocándose uno detrás de Ariadne, otro tras Leon y el tercero detrás de Cáliban. Con esos movimientos, el arquero rival no consigue acertar con su flecha contra Inari. Cáliban, al ver esos saltos, se prepara y, cuando cae el primero detrás de Ariadne, se gira y con dos rápidos movimientos que el guardia no pudo prevenir, acabó con su vida. Por su parte, Leon hace lo propio con el que quiere atacarle por detrás, consiguiendo atravesar su pierna con la espada.

Inari sigue disparando, pero la herida del pie le hace fallar constantemente, igual que le ocurre al arquero guardia. Cáliban defiende a Ariadne antes de que el guardia pueda atacarla. El combate no se muestra ni feroz ni excitante. Cáliban atraviesa el estómago del guardia de un sólo moviminto y, al sacar su espada, le golpea con ella en la cabeza, matándolo. Pyros decide colocarse tras el guardia que ataca a Leon y aprovechar esa ventaja. Y la sabe usar muy bien. Golpea con sus puños en el cuello del guardia, que se va quedando atontado; sube la rodilla y, clavandola en la cadera, nota como el hueso se fragmenta y suena un sonoro "crack". Pero antes de que pueda notar ningún dolor, Pyros le agarra del cuello y con un rápido movimiento se lo parte. Harta de no poder hacer nada, Ariadne, con la espada apoyada en su hombro, se acerca tranquilamente al arquero. Le mira a los ojos y el pobre guardia no sabe qué hacer. La muchacha le mete un rodillazo en la cabeza y, cuando el hombre se inclina por el dolor, le golpea con el mango en la nuca. El arquero cae al suelo. Da igual si inconsciente o muerto, pues aún estaba en el puente y el viento le arrastra, perdiéndose.

Tras terminar el combate, Caliban se giró hacia los demás para comprender si estaban bien- Bueno, el puente estará libre, ¿Seguimos? -preguntó mientras limpiaba el arma en la ropa de los caídos sin mucho problema.

Inari estaba mal, francamente mal, no era normal que fallase tanto en sus propósitos. Se llevó las dos manos a su pie. Le empezaba a escocer, era normal, la herida había sido profunda.

¿Seguir?, como alguien no sepa curarme esto, no creo que pueda continuar.

El combate dejó mal sabor de boca a Ariadne. En un abrir y cerrar de ojos había muerto el que, supuestamente, había averiguado el emplazamiento del tal capitán. Y otro de los que se habían propuesto detenerle estaba herido, aunque tampoco olvidaba que era el que había asesinado al prisionero indefenso. Sus opciones iban en franco descenso, así como el tiempo del que disponían.

Oteó el puente para cerciorarse de las palabras de Cáliban. Respondió con un asentimiento de cabeza al guerrero.

- A lo mejor entre los pasajeros hay algún médico...- aventuró como ayuda al arquero.

- ...pero de poco te servirá si la nave se estrella, debemos darnos prisa. - calló la reflexión, el herido ya estaba suficientemente machacado.

Efectivamente, el puente estaba totalmente desierto, y no parecía haber nadie esperando en la puerta de enfrente.

Intentaría andar, pero el médico lo necesito sí o sí, salvo que sepáis cómo taponar la herida y que deje de sangrar.

Inari intentó ponerse en pie y caminar. Los dolores eran tales que comprobó que de poco serviría su arco y su destreza si su estado era tan pésimo.

¿Y algún botiquín?, ¿alguien tiene algo de eso?

Rompió un trozo de tela de la mesa de al lado y presionó fuerte la herida para evitar la hemorragia.

Ante las pespectivas de que nadie tomara claras decisiones, Pyros se aventuró a dirigir a aquel grupo. ¡No hay tiempo que perder! Dijo mirando al herido. No podemos quedarnos aquí mucho tiempo, estamos en peligro. Luego miró a la pelirrosa, sus miradas se cruzaron y volvió a sentir ese extraño dejavu que llevaba sintiendo desde el momento en que la había visto.

Tú, por favor. Ve con él. Id al salón donde están todos los pasajeros. Alguno de los allí presentes puede que sea médico y pueda ayudarle. Acompáñale.

Después miró a Calibán y a Leon. Vosotros, venid conmigo. Este ataque por parte de los guardias no ha sido ni medio normal. Vamos a cruzar la pasarela con mucho cuidado. Agarraos bien. Dijo reaccionando y dirigiéndose en primer lugar al otro lado de la pasarela.

Empecé a caminar hacia el salón, esperando a que esa chica me acompañase.

Os alcanzaremos en cuanto me lo dejen listo.

Ariadne acompañó a Inari de regreso a la sala principal, mientras los otros tres atravesaban el puente.
 

Una vez lo cruzáis, os encontráis con un largo pasillo lleno de escotillas por las que se pueden ver las nubes del exterior. No tienen tantos adornos como los corredores de las alas residenciales, pero aun así está hermosamente decorado con una larga alfombra de lino rojo. Pero algo os llama la atención: los arañazos de algo similar a una afilada garra se extienden varios metros por la pared.

Tenéis dos opciones a seguir: La primera es seguir recto. Podéis ver al final de ese pasillo una puerta que os lleva hasta otra plataforma de paso. A mitad del camino, hay una puerta a la derecha y otra a la izquierda, una enfrente de la otra.

La segunda es girar por el pasillo a la derecha. A mitad de este hay una puerta y al final otra.

Volvisteis juntos hasta la sala principal. Inari iba cojeando, a pesar de su vendaje, notaba que no debía apoyar el pie demasiado tiempo.

Al llegar, todos estaban todavía escondidos. Los cuerpos de los guardias seguían allí, desangrándose.

Cáliban asintió al hombre rubio y siguió el camino, pero el problema fue al llegar a la bifurcación de múltiples caminos. Se quedó un instante quieto y se colocó las gafas mientras pensaba- todos los caminos me parecen iguales, ¿tenéis alguna preferencia o seguimos de frente?

Dividámonos. Dijo asintiendo conforme Pyros. Todos habían mostrado una clara destreza para el combate, y no temía separarse de ellos ya que parecía todos bastante habilidosos. En cualquier caso ¿cuántos soldados podrían quedar ya en la aeronave? Aunque claro, estaba el problema de esas garras.

Si alguien encuentra al monstruo que hizo esto que de la vuelta y salga gritando. Imagino yo que nos oiremos. Yo me voy por el camino de la derecha, y vosotros id por el otro lado. ¿Entendido? Dijo sin esperar respuesta alguna y marchándose en la dirección mencionada.