La operación clandestina de Ruby se resuelve de manera satisfactoria. Para cuando Ninette vuelve a cocinas, estas están despejadas y Ruby, que cubrió el mordisco que le dio el difunto cliente en el cuello, camina a sus aposentos seguida por el hombre del Demonio que le ayudó en la labor. Vuelven así las aguas a su cauce, una vez más. Otra noche de ganancias que en algún momento debían de ser repartidas, como bien había indicado días pasado Aramis y de hay las prisas por dejar hechas las cuentas.
Para cuando puedes dejar el burdel, la luz del crepúsculo matutino ya ilumina la calles de Tortuga. Muchos de los borrachos que echasteis hace una horas, aun siguen tirados en la plaza, dormitando su borrachera entre sonoros ronquidos. Mientras, los soldados del Gobernador aún sigue impertérritos apostados allí, en la semi penumbra de aquellas horas tempranas. Cuando les flanqueas te saludan con un gesto de cabeza y una sonrisa. No son los mismos que había a primera hora de la noche, seguramente por rotación.
Tras algunos minutos de paseo por calles todavía tranquilas, acabas llegando a la casa de Aramis, de la que emana una tenue luz a través de una de las ventanas de la planta de arriba. Era demasiado temprano como para que la criada ya estuviera en casa.
Camino, con el poco fresco que pueda haber a esas horas por las calles. El espectáculo matutino de borrachos tirados por el suelo y demás chusma no me pilla de sorpresa. Era lo común. Es por eso que agradezco los guardias que hay en la plaza, a los que sonrío de forma coqueta al pasar por su lado. Cuando no nos convenieran ahí bastaba con invitarlos al interior, a un trago y lo que le siguiera. No sabía cómo pensaba operar el demonio una vez supiera dónde estaba el cuaderno, pero en caso de que tuviera que venir algún pirata indeseable, sería fácil que no vieran lo que no había que ver.
Al llegar a la casa veo que hay luz y frunzo levemente el ceño. Es imposible que Aramis siga con las cuentas, si se encargaba de ello Barlow no debía ser tan complicado. Comenzaba a pensar que era un hombre que le daba demasiadas vueltas a las cosas. Entro en la casa y subo las escaleras. Quizás se quedó de nuevo durmiendo sobre el escritorio.
Subes las escaleras que ascienden al primer piso y la luz del cuarto permanece. Ya cuando estás en esa planta, ves que procede de los aposentos de Aramis. La puerta está abierta y le ves sentado en su escritorio, de espaldas a la puerta. Escribe algo, iluminándose con varias velas depositadas en la superficie del escritorio. Se acompaña de una copa de cristal medio llena y una botella de vino empezada, a su derecha. Está despierto.
Frunzo levemente el ceño, extrañada de verle ahí a esas horas. ¿Escribiría cartas? ¿Libros?
-¿Qué hacéis despierto a estas horas?- digo en un susurro para no sobresaltarle, aunque suponía que me habría oído entrar. Eso si no estaba demasiado enfrascado en sus menesteres. A veces los hombres no podían prestar atención a más de una cosa a la vez.
Se vuelve cuando le hablas, pareciendo que le has sacado de algún tipo de trance. Tarda un poco en reaccionar, en vilo.
- Desperté hace un rato y no podía dormir. Me entretenía con unos trazos.... - te dice, aun mirándote, vuelvo en la siga. - Vos...¿todo bien? - mira la ventana, viendo que ya está amaneciendo del todo, y los rayos del sol se cuelan cada vez más abundantes por la cristalera de los aposentos. Él tiene papeles en la mesa, como con garabatos o eso ves de lejos.
Miro lo que hace y luego a él. Se acababa de levantar y yo estaba molida, la noche había sido demasiado larga. Sobre todo porque Ruby había hecho unos trabajos extras demasiado desagradables.
-Fue una noche larga... Tengo más noticias para el gobernador, se habla de que habrá una revuelta de los piratas de Tortuga, porque capturó al capitán Gibbs. Estoy intentando que nada de eso salpique a las chicas- miro de nuevo los garabatos, no quería interrumpirle. -Siento importunaos, seguid con lo vuestro y yo iré a dormir.
Lo que ves, si miras lo que hace, es esto:
Lo traza a carboncillo y tiene los dedos negros, a consecuencia. No aparta el pergamino donde dibuja, aunque lo mires. En su lugar escucha lo que le dices.
- No, no...- niega cuando dices eso de importunar, como si no lo hiciera - ¿Por qué va a salpicar lo de Gibbs a las mujeres del burdel?
Miro los garabatos, pero no me conciernen y miro hacia otro lado. No quería mirar entre sus cosas, menos si se ponía a dibujar. Ya que supiera dibujar era algo extraño. Sin duda Aramis no pertenecía en nada a este mundo.
-Una revuelta en la isla puede acabar de mil y un formas que no nos sean favorables. Pero independientemente de eso, nos cubro las espaldas en caso de que pase cualquier cosa. Mejor que todos sean nuestros aliados a nuestros enemigos...- digo pensativa. Solo me faltaría conocer a Baptiste si es que tenía tanta influencia y más o menos el resto sería fácil. Al fin y al cabo, cuando cumpliese con el demonio, me tenía que seguir quedando en esta isla y convivir con todos ellos el tiempo que durara. -Voy a descansar y os dejo con lo que hacíais...
Se levanta de la silla y se acerca a donde estás unos pasos, con su cojera. Lleva el camisón interior típico, que llega por las rodillas en los hombres, a modo de ropa interior.
- ¿Y qué vais a hacer? - pregunta preocupado y luego te tiende el pergamino de garabatos, con trazos que tomaban las formas de una mujer desnuda de espaldas.- Sois vos, quedaoslo. Ya lo acabé.
-Haré lo único que sé hacer, aliarme con el diablo- le miro seria, voy a continuar pero me corta con que el dibujo es para mí. Mi expresión cambia de inmediato, primero tengo una de incredulidad y lo siguiente es media sonrisa al ver el dibujo. Aquello era extraño, nunca me habían... dibujado. -¿Soy yo de verdad...?
- Me inspiré en vos... Me gusta dibujar, pero hacía mucho no lo hacía. Perdonad si es un poco osco... - te mira un poco y luego vuelve a la silla - Id a descansar, debéis estar molida, con todo. Ha sido un día largo. Mañana hablamos del tema de la revuelta y vemos en que os puedo ayudar, como Dupree. No os voy a dejar sola.
Miro el dibujo mientras habla. Aquello era raro, lo normal es que me dieran cosas de valor en oro, no dibujos. Y aun así aquel trozo de papel me gustaba. Sonrío y solo asiento de forma automática a lo que dice. Cuando calla me acerco a él y le doy un beso en la mejilla, sintiéndome aun confusa con todo eso.
-Gracias...- susurro de camino a la puerta, sin mirarle y subo para mi habitación. -Marion desea que vayáis a verla- digo parándome antes de salir del todo de su habitación y luego continúo mi marcha. El demonio ya me confundía, pero Aramis era demasiado singular incluso para mí. ¿Me había dibujado nada más despertarse?
Aramis no dice más. Tampoco al asunto de Marion y sus requerimientos. Por lo que simplemente te marchas con el dibujo entre las menos y él se queda de vuelta en su escritorio. Asciendes por la escalera de caracol hasta tus aposentos y encuentras el cuarto en semipenumbra, por los pequeños rayos de sol que ya se colaban a través del ventanuco.
Puedes echarte en el lecho, descansar o hacer lo que te plazca. Aunque lo que el cuerpo pedía, después de un día de vaivenes, quizá fuera lo primero.
Lo primero que hago es guardar aquel dibujo, busco un cajón en algún mueble donde dejarlo a buen recaudo. Luego me quito el vestido, los zapatos y me dejo caer en la cama. Necesitaba dormir, unas horas. Hasta mediodía sería suficiente. No dormía demasiado en el burdel, ahora casi tampoco podía permitírmelo. Sigo dándole vueltas a lo del dibujo y demás, porque me extrañaba un gesto así.