El sargento te devuelve la sonrisa, tornándose complacida cuando le deseas el cumplimiento para sus sueño de futuro. Aunque en realidad, vivíais en un tiempo y bajo unas circunstancias donde hablar de futuro era un acto un poco vano. Los ejemplos para consolidar este punto de vista se asientan en casos tan recientes como Regnault, Fournier, Chacal.... Las decenas de cadáveres que aún yacían en el suelo, y que hacen que te llegue a la nariz las primeras notas de hedor. Todos ellos respiraban hasta no hace mucho, seguramente en algún momento pensaron en el futuro... y ahora son alimentos para animales carroñeros.
- Gracias, madame. Vendré a veros cuando todo pase - te dice en modo de despedida.
Ellos no se marchan hasta que tocas el portón y se aseguran de que quedas dentro. Decisión que parece más una iniciativa de Toussaint, que porque haya recibo orden expresa alguna. Al otro lado de las puertas te recibe uno de los hombres del demonio, que vuelve a cerrar según estás dentro. Debido a las horas intempestivas, aquel hombre parece estar solo abajo, o al menos ser de los pocos. Porque hay penumbra y silencio, que se rompe a veces por el baile trémulo y chisporroteante de las llamas de los candelabros que arrojan una luz muy leve al salón. Las mujeres debían estar durmiendo, o en sus cuartos al menos.
- ¿Estáis bien? - te pregunta, mirándote un poco raro - Aramis no ha vuelto...
Despido amable a Toussaint, agradeciendo que se queda hasta que entre para asegurarme mi seguridad. Nada más entrar miro alrededor y luego al hombre del demonio. Frunzo el ceño con lo que dice, porque yo llevaba bastante tiempo fuera.
-Estoy bien...- asiento levemente. -¿No volvió? ¿Y el resto?- suponía que no había ido Aramis solo a encontrarse con el demonio, parecía diestro con la espada pero era una estupidez mandar a alguien que no podía moverse demasiado rápido a una cosa así encubierta.
La respuesta que obtienes es una negación con la cabeza y un gesto sombrío.
- Gates tampoco, madame. Ha debido pasar algo...- añade en un susurro, al tiempo que Ruby desciende por las escaleras aprisa y se acerca a donde estáis, sin pensar si está molestando o no. Simplemente se acerca y se cruza de brazos.
Impulsiva y un poco bruta, era un saco de ventajas y desventajas. Sus maneras bien podían ser beneficiosas para algunas cosas, pero en según qué menesteres, lidiar con Ruby podía ser como intentar controlar una cajón de pólvora cerca de una chispa.
- ¿Y bien? - te mira preocupada - ¿Que pasa?
Miro al hombre del demonio preocupada. Que les pase algo en un asunto así no pinta nada pero nada bien. No sabía qué hacer. No podíamos ir a buscarlos, porque tampoco sabía dónde habían quedado exactamente.
Y mientras que no sé qué hacer, más problemas llegan. Ruby baja corriendo y tengo que sonreírle.
-No pasa nada, acabo de llegar. El gobernador solo quería ciertos servicios...
- ¿Pero estás bien? - Ruby igualmente te hace un repaso visual, para acabar asintiendo. Tampoco pregunta más acerca de tales servicios. Erais meretrices y había ciertas cosas más que claras, además de que ella no sabía la mitad de las cosas que realmente estaban pasando. - ¿Tiene una rebelión en la isla y le pica la polla? Todos los hombres son iguales...
El hombre del Demonio hace voto de silencio, sin añadir más. Ya veía que dejabas a Ruby fuera del problema así que es discreto.
-Estoy perfectamente- saco la bolsa de monedas delante de ella, para que confirme así que me han pagado por un servicio y que no fui a pasearme. No añado nada del demonio, ni de nada porque de momento es mejor que Ruby esté fuera. Solo pensaba meterla como último recurso. –A todos los hombres les pica, sea el momento que sea. Este al menos paga bien, dice que quiere compensar agravios porque hayamos cerrado, pero sin duda quiere tener un trato de preferencia por mi parte. Que vaya cuando me llame.
Los ojos de Rubý se abren como platos ante la visión de la saca con monedas. No te cabía duda de que esa era la mayor cantidad de dinero que habían contemplado sus ojos hasta ahora. No puede reprimir el impulso de coger la bolsa para sentir entre sus manos el paso del tal cantidad de dinero.
- ¿Compensar agravios? - vuelve a mirarte, aun un poco recelosa. No obstante, antes de que puedas o ella pueda añadir más, la aldaba del portón repiquetea. Eso hace que ella te mire, y que el hombre del demonio haga lo propio, llevando por inercia la mano a su acero que pende envainado de la cintura.
Y de pronto, una voz queda al otro lado.
- ¡Abrid! - apremia lo que reconocéis como otro de los hombres del Demonio.
-Eso dijo, creo que quiere caerme en gracia. Usaré esto para volver a llenar las despensas del burdel cuando todo mejore y para acabar los trabajos- digo a Ruby, guardando la saca de vuelta y recuperándola. No me fiaba con tanto dinero por ahí de mano en mano.
Levanto la cabeza cuando llaman y voy a abrir el portón al oír a otro de los hombres del demonio hablar para que abran. Suerte que se habían ido ya los guardias.
Ruby te devuelve la saca de oro sin problema, no es que pretendiera pasearlo por el burdel. No faltarían pretendientas que, movidas por un interés mas personal, estarían dispuestas a hacerse con esa suma de dinero. Las cosas eran como eran, aquello no era un convento de Carmelitas Descalzan.
Pero las monedas pasan a segundo plato cuando tocan a la puerta y la voz es conocida. Te apresuras a abrir y el hombre del Demonio te cubre, asiendo su acero. Al otro lado e la puerta distinguís el rostro de Gates, no obstante, él viene solo. Apremia por entrar y cerrar la puerta para quedar a resguardo. Y tras eso os mira con gesto consternado. Tiene el rostro perlado de gotitas de sudor y su respiración es agitada, de haber venido corriendo.
- Tengo que hablar con la madame. A solas - susurra Gates. Para el mosqueo de Ruby, que frunce el ceño, no muy complacida con que se le esté privado de información así como así.
Miro a Gates con cierta seriedad, más cuando le veo solo. Aquello no me gustaba ni una pizca, porque es evidente que algo pasó con Aramis. Ahora que estamos tan cerca, si me quedo sin una cabeza creíble para el burdel todo se podía ir a la mierda.
-Vamos al despacho- estiro mi brazo en esa dirección y para allá que voy con paso raudo.