Quizá haya sido todo una estrategia del Gobernador para quitarse de en medio a Regnault. A sabiendas de que no era factible una guerra entre bandos, pero que los hombres de Gibs harían algo si el cebo era Regnault. Quizá se hace el "tonto", antes los piratas.
Las cartas habían quedado sobre la mesa y poco más había que hablar. Pese a los infortunios, tu jugada, sumada a la de Aramis, es buena y ahora teníais el favor de uno de los hombres más influyentes de la isla. En el juego de la supervivencia no existían los bandos, por lo que en el futuro quizá tendríais un clavo al que agarraros si las cosas se complicaban. Aun con todo, todavía tenías una deuda pendiente con el Demonio y eso era otro cantar. El objetivo para zanjar eso era el acercamiento con el gobernador y ahora mismo los tratos con tal personaje están en un punto incierto. Khaleb, como le llamaba Aramis, no os había dado plazo, pero si había un botín en juego Laveaux no tardaría en seguir con el plan que había trazado con Fournier antes de su muerte. Al fin y al cabo, tenía los medios y ahora todos los beneficios podrían ser para él.
Ajenos a todo eso, en este mismo momento, el Largo promete a Baptiste ser su emisario e informador, para comunicarse con los compañeros que quedaban al otro lado de los muros del burdel, atentos a la situación. Su recuperación no sería inminente, por lo que convenía amainar la zozobra en los contrabandistas que, sin disciplina y con amplios historiales criminales, tenían a Tortuga como hogar y no estaban dispuestos a ser pasados por horca ha estas alturas por una manada de pisaverdes agabachados.
Tal y como prevés, Ray se marcha pronto para reunirse con el Consejo y disuadir cualquier idea de visita al convaleciente. Baptiste se sumerge en un sueño febril y vuelve a quedar a vuestro entero cuidado. Pese a que las calles vuelven a estar en calma, las mujeres dentro del burdel siguen inquietas, preocupadas de ser victimas de algún tipo de saqueo o de que las puertas cerradas repercutan demasiado en la economía del local. Hacen preguntas y muchas. Paran a Aramis, exponiéndole sus inquietudes y este trata de calmar los ánimos en la medida en que le es posible. No obstante, él no dejaba de ser todavía un extraño y hombre, por lo que otras tantas acaban buscando hablar contigo. Es lo que te expone Ruby a la tarde, tras una mañana calma y sin más novedad que la leve mejoría de la fiebre del pirata que cuidas en su lecho.
- Deberías reunirlas y aclarar cosas. Una mujer dando demasiadas vueltas a algo es un arma demasiado peligrosa. Locas del coño - te suelta sin más, tras tocar a la puerta y pedirte un minuto a solas.
Estaba claro que mi única lealtad ahora mismo era para con el demonio, porque era tenerme lealtad a mí misma. Mientras él quisiera yo gozaría de libertad, o lo que podría considerarse como libertad teniendo en cuenta la vida que vivía.
Paso el tiempo que Baptiste siga con fiebres asistiéndole y tratando de bajársela con paños fríos. Pero no parecía suficiente tener que encargarme de un enfermo que encima las mujeres a mi alrededor parecían cada vez más locas. Parecía que no comprendían que la situación ya era lo suficiente tensa como para añadirle sus locuras. Asiento a las palabras de Ruby.
-Reunidlas, pero dejé claro que estaríamos así hasta que las cosas mejoraran...
- Precisamente, temen por si esto se va a pique o algo. De qué vamos a comer si la situación se prolonga y no tenemos dinero para comprar o reservas en la despensa. Ya sabes - se encoge de hombros Ruby, para después salir del cuarto, tras mirar a Baptiste que duerme, y bajar para abajo.
-No llevamos ni dos días encerradas...- digo ante qué vamos a hacer para comer. Es obvio que tenemos reservas para varios días, pues acogemos cantidad de hombres cada noche. Además que todas tenemos unos ahorros, más lo que se ha dado para mantener el burdel.
Las cosas se están saliendo de madre sin razón y sigo a Ruby para reunir a todas y llamar a la calma. Si comenzaban a hacer locuras acabaríamos entre nosotras a puñaladas aquí dentro.
Bajas a la cola de Ruby, que parece la más serena de todas, sin preocupación por lo que pueda pasar. Descendéis ambas dos las escaleras, punto en el que os intercepta uno de los hombres del demonio. Bernard.
- Hay un hombre en el portón principal. No le dejo entrar pero dice que tiene algo que deciros de parte de Ray, madame - te comunica el pirata.
-Y hacéis bien, no debéis dejar entrar a ningún otro que no sea Ray- asiento al hombre del demonio y voy para el portón a ver. No estaba el ambiente para empezar con recados y tonterías ahora mismo. Espero que me siga el hombre del demonio, temía por mi seguridad también. A saber quién había en la puerta.
El hombre del Demonio te sigue de cerca, manteniendo una mano en la empuñadura de su acero, como si de una reacción por inercia se tratara. Estado de alerta. Cuando llegas, ves que la puerta está cerrada, pero Bernard da un par de golpe en el lado del portón desde dentro.
- Te escucha - dice, para que le escuche el supuesto hombre que al otro lado espera.
Pasan algunos segundos...
- El Largo me manda decirle que gobernador izó bandera blanca, madame - dice una voz de hombre, amortiguada, al otro lado de la puerta de madera - Se reunirá con el Consejo cuando Baptiste se reponga.
-Decidle a El Largo que las noticias son recibidas y podéis volver por donde vinisteis- le digo al hombre al otro lado de la puerta, mi tono seguramente no sea amable. Estaba cansada de todo esto, sobre todo de los hombres. Quién me iba a decir que los hombres que más me reconfortaban de este lugar iban a ser los del demonio.
Asiento al hombre del demonio, en agradecimiento, y tomo mi camino de nuevo a hablar con las mujeres. La noticia al menos me ayudaría a darles un día que esperar para poder abrir las puertas de nuevo.
Bernard asiente de vuelta y se queda apostado custodiando la puerta. Tu marchas a la reunión de las mujeres que, como pollos sin cabeza y con cuchicheos, se están reuniendo en uno de los amplios salones que hay dentro del burdel. Cuando apareces, todas se ponen un punto en la boca y se callan, mirándote.
Alzo ambas manos al ver la agitación que traen, y solo tras un día encerradas.
-Ruby me ha hecho saber vuestra preocupación sobre el encierro, pero esta es la mejor opción. Apenas llevamos una noche encerradas y no puede ser que estéis así a estas alturas. Sabéis de sobra que tenemos comida en cantidad, como para aguantar una semana sin racionar, así que no entiendo esta preocupación- les miro a todas. -Pase lo que pase en esta isla no nos importa, como si tenemos que aprender puñetero español porque nos invaden, lo que pase fuera no nos concierne. Pero tenemos que proteger nuestras vidas y eso incluye violaciones y saqueos de hombres despechados.
Me paseo por la estancia.
-El gobernador ha alzado bandera blanca y espera reunirse con Batipste en cuento este esté repuesto. Hasta entonces estaremos aquí encerradas y no quiero tonterías. Aquella que quiera hacer tonterías que se vaya a hacer directamente la calle, pero que no cuente con volver más tarde. ¿Todo claro?
Una voz se alzó entre todas, interviniendo tras tus palabras.
- El problema no es la comida, sino hacer dinero, vivimos de esto. ¿Y si el eunuco está en cama dos semanas, que? - pregunta cruzándose de brazos. - ¿Que pensáis hacer si se prolonga tanto? Los clientes se van a buscar otro chocho donde dejar las monedas - dice. El resto la mira, y luego te vuelven a mirar a ti - ¿Donde está Dupree? ¿Esto es idea suya?
Miro seria a Triz.
-¿Y para qué queréis el dinero si no es para comer sobre todo? ¿Queréis salir a la calle a ser el chocho que buscan para ser violada por una sucia moneda? Adelante, os abrirán el portón con gusto si es así. Espero que os aproveche esa moneda a cambio de no tener techo ni nada que llevaos a la boca- le señalo la puerta y miro a las otras con autoridad. A mí no me saltaba ninguna por encima y la que quisiera hacerlo que se fuera. Chicas buscando techo y comida había por todas partes y con más dientes que Triz. -Baptiste se está recuperando y monsieur Duprée está aquí con nosotras, es cuanto tenéis que saber al respecto.
Antes de que la meretriz de dentadura podrida diga más, una de las compañeras le tapa la boca con la mano para que calle antes de meter más la pata. Ruby se cruza de brazos.
- Ahora vamos a ser inteligentes, no somos hombres. Tomadlo como un pequeño descanso de soportar hombres, sin tener que abriros de piernas al saco de mierda de turno. - dice seria, situada detrás de ti como si fuera tu centinela.
-La que quiera hacer alboroto, o tenga problemas con mi decisión, pueden salir ahora mismo por ese portón. Que ganen las monedas que crean oportunas a cambio de quedarse en la calle. Como dice Ruby debemos ser más listas que los hombres y la que no quiera serlo puede salir por esa puerta- señalo el portón principal. -Ahora, aprovechad este descanso y permaneced tranquilas.
- Todo aclarado, nadie tiene problema con tu decisión - interviene Marion, un poco a nombre de todas. El resto, que apenas se pronuncio para poner voz a algún cuchicheo que otro, acaba asintiendo conforme a la meretriz. Pose total de cabecilla, cual jefe de sindicato en siglos venideros pero impensable en las época que nos aborda. Quizá Marion, de nuevo, debiera ser debidamente vigilada.
A tiempo, se escuchan algunos golpes en las puertas principales. Como si un hombre o par de ellos se estuviera dedicando a aporrear el portón con apremio. No van a tirar las puertas abajo, pero por lo que se escucha parece que quieren entrar y hacer uso de los servicios habituales. Por la voz, están ebrios. "¿!Donde esta una puta cuando se la necesita!? ¡Dupree bastardo!" farfulla uno con tono de voz etílico.
Miro a todas y sobre todo a Marion. Esperaba no tener problemas con ella, porque había decenas de chicas por las calles desamparadas deseando ser acogidas en el burdel, no estaban aquí porque no hubiera ninguna más por ahí.
Al escuchar los golpes hago un gesto a todas para que se replieguen a sus habitaciones. Me acerco al portón principal a escuchar a los borrachos, que quieren entrar al burdel. -Si tenéis que culpar a alguien de esto, que sea a los hombres de Gibbs. Mientas la situación con el gobernador se sostenga así, estas puertas estarán cerradas, messieurs. Pueden volver por donde vinieron- digo de mal humor a los que hay fuera.
"¡Queremos una puta!" Contestan al otro lado. Bernard, el hombre del Demonio que custodia esa puerta, niega.
- Es mejor no contestar, madame. Solo son dos borrachos, mañana no se acordarán de esto. Si acaso se encontrarán con un ojo hinchado si tengo que salir y darles un derechazo - te dice por lo bajo a ti el pirata. Con su aliento espeso, porque esos señores no era Aramis.
Miro al hombre del demonio y asiento levemente. Si él se ocupaba de espantarlos, para mí no era problema que gritaran hasta quedarse sin voz. Estas puertas no se abrirían hasta que Baptiste y el gobernador hablaran, la puta que quisiera salir para atender a aquellos hombres que lo hiciera, pero corriendo todo el riesgo que eso implicaba.
Vuelvo para mi alcoba, para poder seguir cuidando de la fiebre de Baptiste. Con suerte esto no duraría más allá de un par de días.