Partida Rol por web

Cuando estuvieron lo suficientemente lejos como para estar segura de que habían perdido a sus perseguidores, Petrushka redujo el paso hasta pararse por completo. Como era de esperar, no había sido difícil escapar de aquellos hombres. Sin embargo, Petrushka sabía que no había que confiarse: en los suburbios, el konglomerat les estaría buscando... y ya no sólo a Sestra, sino probablemente también a ella.

La conversación anterior con Sestra le había creado confusión. No entendía bien sus palabras, ni sabía interpretarlas del todo. Sintió deseo de seguir preguntándole, pero... no era momento para ello. Por el contrario, decidió descubrir más de otra forma más sutil.

—¿Dónde vivías con la humano? —le preguntó—. ¿Hay algo de utilidad que quieras recuperar? Éste ya es un lugar hostil para ti, más incluso que antes. Sin embargo... puedo llevarte a un sitio seguro.

Ese sitio seguro era la cúpula. Con ello, habría terminado mi misión. Además, la aparato no tenía otra opción... quedarse en los suburbios, sin la humano, era un peligro. Debía estar confundida ahora. Pero tenía a Petrushka... o eso creía ella.

^{Apartamento de Viktoriya. Carretera Likhov Pereulok. Al atardecer.}

El apartamento de Viktoriya se encontraba en la carretera Likhov Pereulok. Lo que venía siendo el pleno centro del territorio controlado por el Odonov Konglomerat. La vivienda se encontraba en el mismo edificio dónde estaba el local del club Katyusha, pero afortunadamente tenía una puerta de acceso completamente independiente.

Las escaleras del interior del edificio eran túneles sumidos en la oscuridad, orientados más en el sentido de la anchura que en el de la altura. Aquello era el deprimente piso cero y la zona disponía de algo parecido a un servicio eléctrico rudimentario; restos de algunas de las redes de suministro piratas que habían florecido años antes.

Tras demasiados escalones encontraron la puerta; un rectánculo acostado sobre su lado más largo, con un número del orden de los cientimuchos apenas visible debajo de las capas de pintura esparcidas con un espray.

Sestra tuvo que flexionar su cintura para acercar su rostro a la rejilla metálica instalada a unos centímetros del agujero de la cerradura.

—Soy yo —dijo intentando simular una voz que no era la suya.

Un diodo rojo empezó a parpadear al lado de la rejilla.

—¿Te conozco? —Una voz enlatada, la hembra carente de emociones que residía en la mayoría de los chips de los pequeños electrodomésticos. —No violes mi integridad, por favor. Vete y deja esta puerta en paz.

—Viktoriya nunca añadió mi voz a la interfaz de reconocimiento —Dijo a Petrushka y cerró los ojos, dominada por la frustración. Por un momento estuvo a punto de golpear la rejilla con el puño.

Lo último que necesitaban ambas era perder el tiempo tratando con una cerradura recalcitrante.

Esa cerradura parece que no va a querer abrir.

Vas a tener que buscar la manera para entrar en el apartamento de Viktoriya.

¿Qué haces?.

Parecía difícil poder entrar allí sin tener que usar la fuerza bruta. En cualquier caso, Petrushka lo intentó... Ella tenía la posibilidad de hackear sistemas que usaran huellas dactilares. Por desgracia, aunque abundantes en las torres de las élites, dudaba que en el piso cero recurrieran a ese tipo de seguridad.

—Está bien, no te preocupes —le contestó a la aparato.

Si no había manera de hacerlo por las buenas, lo haría por las malas. Aunque aquello haría ruido y probablemente atraería más atención de lo que debía...

—¿Hay algo de utilidad que quieras recuperar? —preguntó una vez más, no quería correr el riesgo para nada.

La situación era la siguiente: si la aparato le decía que sí, destrozaría la puerta de una patada si es que no había manera de hacerlo de forma... sigilosa. Un minuto le daría para que cogiera lo que quisiera, con ese minuto Petrushka tendría el tiempo necesario para analizar el lugar y saber más de la aparato que le acompañaba. No necesitaba más tiempo. Tampoco tenían más tiempo. Luego huiría con ella a la zona de élite. El gobierno estaba al tanto de la situación... querían a la aparato, y Petrushka se lo daría...

Aun así... y aunque sabía que no debía, por alguna razón Petrushka sentía curiosidad por aquella aparato.

—Si, hay algo que me gustaría recuperar —respondió—. Antes mencionaste un lugar seguro al que querías llevarme. ¿De qué lugar se trata?.

No había más que hablar entonces. En cuanto Sestra dijo que había algo que quería recuperar, Petrushka observó detenidamente la cerradura tratando de ver el patrón que seguía. Con suerte, podría tratar de improvisar una ganzúa con la que abrir la cerradura sin forzarla más de la cuenta. Si no había suerte, habría que arriesgarse y recurrir a la fuerza bruta.

—En cuanto abra, ve directa a por lo que quieras recuperar —le dijo—. No tendremos mucho tiempo.

Sin embargo, ante la pregunta del aparato, Petrushka cesó en su actividad y le miró al rostro.

—En la situación en la que estás ahora, cualquier lugar es más seguro que éste —luego hizo un pequeño silencio mientras volvía a fijar su atención en la cerradura—. Te llevaré a mi hogar.

—Suena bien —respondió. Después prestó especial atención a los movimientos que Petrushka pensaba perpetrar sobre aquella maldita cerradura.

Petrushka sabía suficientemente bien que cableando los cables del sistema de seguridad, podría hacer que aquella puerta cediera. Era algo más lento que otras opciones, pero sería silenciosa y segura. Descartaba, por tanto, la opción de abrir la cerradura de manera tradicional... pues, aunque estaba en piso 0, aquel edificio tampoco era tan pordiosero como para usar cerraduras tan básicas.

Con mucho cuidado, trató de buscar por donde estaba la caja con el cableado. Una vez encontrado, trató de detectar cada uno de los cables y deducir su función.

—¿Qué es lo que quieres recuperar?

No la miró cuando preguntó, por el contrario seguía atenta pelando cables y manipulándolos con sumo cuidado. Sabía que un fallo podía hacer que saltaran las alarmas... o que acabara chafando por completo el sistema eléctrico de aquel edificio. No es que le importara... pero prefería evitarlo.

La frente de Petrushka descendió hasta quedar apoyada justo encima del minúsculo agujero que daba acceso al cableado. Rebuscó en el pequeño espacio interior hasta encontrar el verde y el azul. Luego apareció el cable rojo. Cortó uno de ellos y…

—Violación de integridad detec... —la voz enlatada se extinguió.

Un seco chasquido metálico resonó en el interior de la rejilla. El aparato apenas tuvo tiempo de erguirse para evitar caer dentro de la habitación que había al otro lado de la puerta cuando ésta se abrió de golpe.

Cerraron la puerta tras ellas. Las ventanas tenían unas persianas color beige claro cuyas láminas se encontraban completamente cerradas, por lo que el interior estaba más oscuro de lo normal. Cuando activaron el conmutador de la luz  Sestra pudo distinguir unos cuantos muebles que le resultaban familiares, restos de existencias vividas cuando compartía aquel lugar con Viktoriya: un sofá colocado junto a una hilera de cuadros de un pintor famoso enmarcados, figuritas de porcelana sobre una de las estanterías del salón, una lámpara de techo de horroroso mal gusto. Y la puerta de la cocina del apartamento, que estaba entornada, revelando una nevera con la puerta llena de imanes abierta.

—Lo tengo —anunció el androide. Apenas había tardado un par de minutos en encontrar lo que había venido a buscar—. Cuando quieras podemos irnos. Estoy impaciente por conocer tu hogar.

La silueta de Sestra estaba allí, de pie. Y se recortaba contra las franjas de luz que se colaban sin invitación a través de las láminas de metal. Frente a la persiana beige, la forma de la figura del aparato era totalmente indistinguible a la de cualquier un humano. Aquella imagen quedó grabada para siempre en el almacenamiento interno de Petrushka.

—Pero antes me gustaría mostrarte algo —su mano robótica aún sostenía lo que había venido a buscar—. ¿Vienes?.

¿Qué sostiene Sestra en su mano?. ¿Que vino a recuperar aquí?. Quiero que me digas tú de que se trata.

Parece que antes de que la lleves a tu “hogar” quiere enseñarte algo.

¿Sientes curiosidad?. ¿Quieres ver de que se trata?. ¿Vas a acompañarla?.

Petrushka se quedó absorta durante un segundo mirando a Sestra. Por un momento, pensó que sus sistemas de visión fallaban, pues aquella aparato parecía haberse transformado en una humano. Sí, era cierto que, debido al contraluz, sólo podía ver claramente la silueta del aparato... pero por alguna razón, sintió que estaba viva y radiante. Algo imposible para un aparato.

En cualquier caso, cuando le dijo que quería mostrarle algo, ella se limitó a asentir y a musitar algunas palabras.

—No tenemos mucho tiempo, pero... está bien. ¿Qué quieres mostrarme?.

Sentía curiosidad, y eso era extraño. Ella no debería sentir curiosidad. Quiso no pensar demasiado en ello, achacándolo a una reacción lógica dado que su misión era conocer más de aquella aparato. Que, a decir verdad, había decidido perder un tiempo valioso que podía hacer peligrar su integridad física simplemente por un... ¿osito de peluche?.

¿Tan valioso es eso?

—Aquí no puedo enseñártelo, pero no está lejos —dijo mientras bajaba las escaleras del cochambroso edificio aún con el osito de peluche en la mano.

Sin saber muy bien a dónde la llevaba, Petrushka seguía de cerca a Sestra. Había renunciado a preguntarle a dónde iban y por qué; "tienes que verlo con tus propios ojos" era la única respuesta que había obtenido. Juntas cruzaron con apresurado paso las calles del territirio del Odonov Konglomerat. Y allí, tras una esquina, apareció: El neón sin vida que anunciaba VIDEO Redux casi todo en polvorientas mayúsculas de tubos de vidrio descolorido. 

Petrushka echo un vistazo alrededor de la calle tranquila. Una rata cruzó delante de ellas. En el callejón trasero del VIDEO Redux una puerta clandestina pedía una clave numérica. Sestra la tecleó a toda velocidad. El led indicador se convirtió en verde. La puerta se abrió para adentro y el olor a polvo viejo escapó fuera. Estaban en una especie de corredor donde restos de cableado colgaban del techo y montañas de basura adornaban el suelo. Oyeron el ruido de la puerta que se cerraba detrás de ellas. Cuando llegaron al otro lado del pasillo se encontraron en una estancia luminosa de paredes blancas y plásticas.

La mujer que apareció delante de ellas parecía haber sido creada en un sueño psicodélico. Tras las gafas digitales sus ojos tenían un aspecto felino, y el marco de su piel blaquecina resaltaba uno labios rojos que dejaban en otro plano la camaleónica chaqueta de rombos multicolor que daba dolor de cabeza mirar.

Llevaba en la mano izquierda una pistola de algún tipo. Examinó a ambos aparatos con la mirada, parpadeó, y dejó caer la pistola en un bolsillo de la chaqueta.

—Necesita entrar —dijo Sestra.

—Tu conoces la tarifa, aparato —respondió la mujer.

La "trastienda" del VIDEO Redux no era lo que parecía desde fuera. Sus paredes mal pintadas albergaban en su interior tecnología punta:; Un puente de conexión clandestino que iba directamente al corazón de Velo. Conectarse allí era como mirar a través de la mirilla de una puerta sin ser visto.

Sestra cogió el brazo de Petrushka y lo giró en un ángulo que parecía imposible. El aparato gubernamental contempló por primera vez la numeración grabada en aquel remoto lugar de su piel de metal: M-003 / 85743.

—Estamos en un locutorio seguro. Todo el lugar es como una enorme jaula de Faraday —explicó. —Debes conectarte. Busca tu numeración.

Sestra quiere que veas algo. Quiere que te conectes al velo y que busques lo que te quería enseñar.

Si te conectas tendrás que hacer el movimiento Alzar el Velo. Quiero que me cuentes como lo haces y cómo es entrar en el velo para Petrushka. Quiero saber que ve y que siente.

¿Qué haces?. ¿Vas a conectarte o prefieres pasar?.

Aquel lugar era más de lo que aparentaba en un principio. Por supuesto, infringía más de una ley nacional, de ahí que todo fuera tan clandestino. Pero Petrushka mostraba curiosidad. ¿Qué quería Sestra que viera?. ¿Había algo allí que le haría entender mejor el mundo en el que vivía, y que tanto desconocía?. Por muchos datos e informaciones que introdujeran en su I.A. en cada actualización, Petrushka veía aquel mundo como algo totalmente extraño y ajeno a ella.

Sin embargo, también sentía duda. Sabía que no debía conectarse, pues aquello sobrepasaba su misión y comprometía su integridad física. Además, estaría expuesta a un posible hackeo...

—Esta bien.

Pese a todo, su curiosidad, impropia de un aparato, hizo que diera un paso adelante y decidiera conectarse. No fue difícil hacerlo, pero lo que vio a continuación fue caótico y extraño. Se vio desbordada de información que no era capaz de controlar, menos aún contener. Era como si una manguera eyectase agua a toda presión sobre el rostro de una persona a escasos centímetros de distancia. Dolía. No sólo dolía, quería gritar pero no podía... ni siquiera sabía cómo podía regresar, ni si podría hacerlo. No sabía controlar aquello. No había sido programada para saber controlarlo. Sin embargo, en todo aquel dolor, sintió algo nuevo... una sensación de... ¿dependencia?. Un placer extraño. Dolía, era un dolor insoportable que le presionaba la sien de su cabeza, pero... de algún modo, era un dolor satisfactorio que le hacía no querer separarse de él.

Pronto, imágenes de su pasado se abrieron frente a ella. Veía sus primeros momentos de... ¿despertar?, ¿de vivir?. No sabría bien que palabra elegir para describirlo. Veía al científico Ilyanin manipulando su interior mientras era asistido por Vasíliev. En Ilyanin notaba regocijo y orgullo, pero en Vasíliev duda y miedo. Ilyanin murmuraba algunas palabras, y Vasíliev asentía. Luego la volvían a desconectar.

¿Era eso lo que quería Sestra que viera?. ¿Su despertar?. No, no tenía sentido... ella no sabía nada de Petrushka.

Sin embargo, antes de que pudiera tratar de entender mejor sus visiones, las imágenes cambiaron repentinamente. Ahora no estaba en el laboratorio del Ilyanin, sino en otro lugar diferente. Era otro laboratorio, pero menos sofisticado que en el que había sido creada Petrushka. En una camilla, reposaba Sestra. Su cuerpo estaba abierto, pudiendo ver los mecanismos de su interior... Había alguien a su lado, pero su rostro era apenas una mancha negra y difusa. ¿Se trataba de la humano que le acompañaba?. Por alguna razón, creía que no...