Partida Rol por web

Vademécum del mal

Un extraño ejemplar - Escena de Juego

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12/07/2020, 10:34
Sacerdotes Jesuitas

Un ritual, don Raúl... ese muchacho recuperaría la cordura... -dijo uno de los jesuitas-. Luego bajó su cabeza. En realidad no sabía muy bien en qué consistía la celebración. Raul Balsera era la cabeza pensante.

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12/07/2020, 11:45
Virginia Echagüe

Me siento culpable y eso me cabrea. No me arrepiento porque sabiendo lo que sabía volvería a hacerlo una y cien veces. Incluso sabiendo lo que sé ahora ¿de verdad Balsera quería recuperar la cordura del chico, utilizando *ese* libro? ¿O quería que lo poseyera alguna entidad a la que servía? Porque… para un ritual corto de recuperar la cordura… ¿No habría bastado una sesión de "terapia"? ¿Por qué internarlo de por vida?

Claro, pueden haber mil porqués a eso pero… ¿Tengo que fiarme de él? ¿Por qué demonios no nos dio una explicación y por qué no nos pidió que le ayudásemos? Bueno, decidió que era más fácil quitarnos del medio, acusándonos en casa del señor Dato y luego mandando a sus frailes a que nos atacaran. A él no le importó que alguno de nosotros muriésemos en un enfrentamiento así —un mal golpe, por ejemplo— y se equivocó. Vaya que si se equivocó.  

No, no podemos cometer la imprudencia de fiarnos de los frailes.  

—No podemos fiarnos de ellos, Marro. Balsera estaba utilizando el libro en el rito y no creo que esta cosa de algo a cambio de nada. En todo caso hay una posibilidad de que conscientemente o engañado por el texto del libro fuera a hacer una invocación. Visto lo visto no podemos fiarnos de nada que figure en estas páginas. Miren lo que le ocurrió a quien invocó esa cosa.

Señalo a los frailes. No veo otra solución a este entuerto. 

—Los hombres de fe que recen, el padrenuestro, pero nada de letanías raras. Y nosotros encomendamos esa cosa al fuego. Quememos el libro aquí, inmolemos los cadáveres de las víctimas en este mismo cuarto. Quememos esta habitación. Y sólo dejemos con vida a los frailes que nos juren que dirán a las autoridades que fue un accidente. Si luego nos traicionan, vendré a por ellos y les enviaré al infierno con mi arma. O al cielo. Allá cada cual.

Como imagino que aquí nadie tenemos en realidad la sangre fría de ejecutarlos, antes de que uno de mis camaradas de las fuerzas represoras aproveche para dárselas de humanitario, lanzo la amenaza a los frailes, para ver si reaccionan cediendo a mis amenazas y así mis compañeros me siguen en el farol.

Notas de juego

Edito: he añadido el último párrafo.

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13/07/2020, 18:53
José Alfonso Marro Gambin

Si... - Dijo Marro altamente confundido. - No podemos hacer otra cosa que destruir el libro. - Confirmó las palabras de Virginia. - ¿Tiene alguien unas cerillas o algo? ¿Y un lugar donde quemar el libro? 

Virginia parecía la más indicada para tomar las riendas en ese momento. Él solía actuar del otro lado de la justicia. Borrar pruebas del delito no era a lo que solía dedicarse, sino a tratar de encontrarlas. Sin duda, Virginia parecía más ducha en dichas tareas y Beundía, bueno, estaba claro que él colaboraría con la muchacha en todo lo que pudiera. Rocavila era quien más le preocupada. Seguía sin comprender las implicaciones que tenía no destruir el tomo. Sólo esperaba que supiera mantener la boca cerrada.

Vamos a hacerlo, ya... - Dijo agarrando el libro y abriéndolo por la mitad con la clara intención de comenzar a resquebrajar las paginas una por una.

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13/07/2020, 19:20
Director

Los clérigos no dijeron nada más, pese a las reflexiones de Virginia. Quedaron presos de su mirada hacia ella, sabiendo que ésta podía descerrajarles un tiro en la cabeza como hizo con don Raúl. Asique se limitaron a tragar saliva: en realidad estaban en un pazo privado, en una casa grande, alejados del pueblo y en un entorno rural; todo ello eran condiciones bastante buenas para ocultar cualquier cosa, como pretendíais hacer. No tardásteis en encontrar un par de cajetines de "mixtos", cerillas grandes que se encontraban en uno de los cajones de la cocina (situada en la planta inferior, saliendo del despacho de Balsera y bajando las escaleras). En ese tiempo los clérigos seguían mirándoos mal. Entonces, cuando el inspector Marro se dispuso a arrancar las hojas del volumen, simplemente no pudo.

Aquellas finas y antiguas páginas, pese a estar amarillentas y contar con extraños símbolos, bocetos y dibujos por doquier y sin casi sentido alguno, no pudieron arrancarase del lomo. Parecía algo inaudito.

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13/07/2020, 20:18
José Alfonso Marro Gambin

¿Pero qué? - Dijo sorprendido, pero no demasiado. Por alguna razón intuía que destruir aquel tomo no iba a ser tan fácil como podía parecer. - No puedo... Yo... - Alzó la mirada. Dudaba que el fuego pudiera hacer arder a aquel tomo. - Parece protegido por la... - No lo dijo, pero lo pensó. - Magia oscura que esconden sus páginas. - Voy a intentar...

Tampoco lo dijo. Simplemente agarró una de aquellas grandes cerillas y la prendió. Acto seguido eligió una página al azar y trató de prender una de sus esquinas. No esperaba que el fuego hiciera el efecto deseado, pero no podía quedarse con la duda.

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14/07/2020, 18:40
Director

Comprendiendo no podía destrozar aquel volumen, el inspector decidió tomar los mixtos y prenderles antes de acercar la llama al libro. Dato, unos metros más allá, comenzó a seguir con la vista el pequeño fuego y entonces comenzó a prenderse el libro. Las hojas empezaron a arder, pero para sorpresa (o ya tal vez no) del inspector y el resto de presentes... ¡las hojas no se calcinaban! Entonces el libro se cerró de repente, y se elevó en el aire, casi desde las manos de Marro. Finalmente, el volumen quedó allí, en alto, y se abrió solo, quedando suspendido en el aire. Sus páginas, entonces, comenzaron a pasar de un lado a otro, como en un ejercicio de lectura imposible. El vaivén de las páginas formulaba un ruido rápido y desquiciado, y entonces comenzó a brillar... ¡¡COMENZÓ A EMANAR LUZ DE SUS PÁGINAS!! Era como si se hubiera activado (o despertado) por sí solo a raíz de tratar de quemarlo...

Y entonces ocurrió.

No fue aquel monstruo o la aparente vida propia del volumen, sino que toda la estructura del complejo hospitalario del pazo... ¡¡COMENZABA A TAMBALEARSE!! La luz cegadora emitía rayos de luz blanca y potente en todas direcciones, casi dibujando una esfera perfecta a su alrededor, aún allí suspendido a varios metros sobre vuestras cabezas. ¡El suelo temblaba, y parecía un atuéntico terremoto!

Entonces las paredes comenzarón a desprenderser, y el techo a caer. Las cristaleras del despacho estallaron en mil pedazos, y parecía como si el Mal mismo estuviera allí, con vosotros. Los clérigos jesuitas comenzaron a santiguarse, alarmados.

Notas de juego

La habitación (y tal vez el edificio), se hunde.

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15/07/2020, 07:41
José Alfonso Marro Gambin

- ¡Salgamos de aquí! - Gritó Marro. 

Ya nada más podían hacer que tratar de salvar la vida. Aquel libro era demasiado poderoso y ese poder escapaba a toda lógica y su comprensión. Si el pazo de derrumbaba, el tomo quedaría sepultado entre las ruinas, un mal menor y todo lo sucedido en aquel lugar, también quedaría silenciado.

Sin más, Marro puso los pies en polvorosa. No iba a esperar a nadie, como tampoco esperaba que nadie intentara otra cosa que no fuera huir antes del probable desenlace. Tenían que correr y salvar la vida y luego... Desaparecer de aquel lugar para siempre.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Gasto 1 punto de fortuna para superar la prueba. Creo que solo he gastado uno hasta ahora.

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15/07/2020, 12:31
Virginia Echagüe

Parece que el libro tiene sus propios planes. Vale, por mí como si se vuelve al Infierno o se esconde debajo de la tierra a esperar a que otros incautos sedientos de poder lo encuentren. Yo me marcho. Tengo la tentación de apuntarle con la pistola pero el sentido del ridículo me lo impide, además, me podría fulminar con un rayo o algo así. Corro como hacen los demás pero busco en mi huida al doctor, que sé que está herido, por si me necesita para bajar las escaleras y salir de aquí.

Les conmino a todos, sobre todo a los frailes, que me parecen un poco alucinados, a que no se detengan a mirar atrás.

—¡Vamos!

Notas de juego

Busca a Rocavila por si necesita que le echen un cable. Si hay que tirar hazlo por mí, Máster, que no sé qué sería lo más apropiado.

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15/07/2020, 19:53
Director

Notas de juego

Rocavila está a vuestro lado, Virginia, estáis todos juntos.

Marro (y todos): lanzad por FÍSICO  si tratátis de huir. (PERICIA  lo considero más bien como una destreza manual o para cosas relacionadas con la maña; FÍSICO es lo más acertado).

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15/07/2020, 20:07
José Alfonso Marro Gambin
- Tiradas (1)

Notas de juego

Weee! La he pasado!

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15/07/2020, 20:30
Virginia Echagüe
- Tiradas (1)

Notas de juego

Gasto un punto de fortuna para tener éxito (creo que me quedarían 3, corrígeme si me equivoco, máster).

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16/07/2020, 23:32
Dr. Jose Maria Rocavila

Cuando aquel libro empieza a refulgir y elevarse sobre nosotros pierdo todo interés en aquel volumen. No quiero tener nada que ver con él, si Ledesma lo quiere que venga a buscarlo entre los escombros de este edificio. Me doy media vuelta y no to la una punzada en el estomago que me impide moverme con celeridad. Por suerte junto a mi se encuentra Virginia y me ofrece su ayuda al instante sin apenas pensarlo.

Es mas educada que el resto de los presentes en aquella sala. El inspector no duda en salir corriendo como las ratas cuando el barco se hunde. Por suerte aquella señorita ofrece su ayuda para intentar abandonar aquel edificio antes de quedar sepultados. En ese instante miro hacia el muchacho, El pequeño Dato esta paralizado mirando el libro en el centro de aquella estancia y parando le grito.

— Muchacho, tenemos que salir de aquí, este edificios esta apunto de derrumbarse.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Gasto un punto para salir de allí. Creo que me quedan 6, creo que no he usado ninguno he tenido suerte con los dados.

Ya estoy de vuelta, mucho curro estos días.

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17/07/2020, 19:19
Director

Notas de juego

Vamos a esperar hasta el lunes a Valerio, que debe estar un poco liado. El lunes actualizo ;)

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20/07/2020, 17:41
Valerio Buendía

PNJOTIZADO.

- Tiradas (1)
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20/07/2020, 17:55
Director

Todos tratásteis de correr de aquel despacho, salir por su puerta enseguida para, tal vez, abandonar el edificio lo antes posible. La estructura del mismo se derrumbaba, el suelo temblaba como un dulce gelatinoso y algunas ventanas estallaron, en otras salas, fruto de la presión de las paredes. El primero en correr fue el inspector y Virginia, y ésta última trató de divisar al doctor Rocavila, no muy lejos de ella. También alentaba a los frailes a salir de allí, por lo que se levantaron y corrieron en la misma dirección. El militar Buendía hacía lo mismo, pues quedarse allí parecía un suicidio. Durante vuestra escapada, Javier Dato quedo mirando al libro, abstraído una vez más, y no atendió a escuchar el consejo de Rocavila para que reaccionara. Sin embargo, el propio doctor fue el primero en darse cuenta de que un gran bloque del techo se precipitaba y aplastaba en el acto a Javier Dato, y Rocavila hubo de girar la vista para contener los reaños...

Entonces huísteis precipitadamente escaleras abajo. El camino era claro y corto: a través de las escaleras podríais salir por el acceso principal o por la puerta secundaria (la que todos utilizásteis para llegar hasta allí). Una gran mole se desprendió junto a Virginia, que se encogió de sobresalto, y otra similar golpeó las piernas de Valerio solo rozándole, sin causarle ningún daño. Enseguida el inspector Marro y el herido doctor vieron la luz del mediodía, como todos. Uno de los clérigos jesuitas tropezó y trastabilló, y una gran columna perteneciente al porche principal se le vino encima, golpeándole mortalmente.

Instantes después, estando ya a cielo abierto, el edificio entero se vino abajo. Peor lo hizo de una forma artificial, enigmática: estaba claro que su hubiera habido una deflagración en medio de la misma, las alas laterales hubieran aguantado; sin embargo, la segunda planta cayó por completo al mismo tiempo y lo mismo la plantaba baja... En cuestión de segundos, el pazo de la Oca propiedad de los jesuitas en Larache ya no existía. Una gran columna de polvo comenzó a levantarse en todas direcciones. Pronto se convirtió en una cúpula de yeso, piedra y ladrillo molido, y la cúpula de polvo en suspensión atrajo las miradas de muchos a la redonda...

Para empezar los vecinos del pueblo. Quienes pronto subieron a ver qué ocurría a intramuros de la propiedad eclesiástica. Y no muchos minutos después dos agentes de guardia civil. Entraron en la propiedad, armados, preguntándose qué había pasado y porqué se había derrumbado todo. Entonces os vieron y os auxiliaron, claro.

Notas de juego

Haced una última intervención. Posteriormente habrá un post de epílogo y explicación general.

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21/07/2020, 01:52
Virginia Echagüe

Corro como los animales cuando huyen del fuego, trastabillando. El suelo se vence como si el universo entero se hubiera vuelto líquido y fuera a hundirme en él.

Cuando algo enorme me cae muy cerca pienso que esa muerte era la mía y me la he perdido. Es una mezcla de alegría por seguir viva y miedo por si esto es un signo de algún tipo de maldición. Pagar, pagaré, eso me parece obvio, quizá por mi educación de mujer, siempre dispuesta a cargar con una culpa, aunque sólo sea mía tangencialmente.

Cuando veo el cielo abierto es como un milagro, me detengo junto a mis colegas resollando y veo el edificio entero desplomarse. No estoy segura si son las puertas del infierno abriéndose o cerrándose. Eso ahora no me da tanto miedo. Lo que me da miedo es una cosa que leí en un libro de Swedemborg en el que el místico afirmaba que el cielo y el infierno no están limitados por la vida o la muerte sino que más bien son paisajes que uno lleva consigo. Vamos, que lo que tengo miedo es de estar en el infierno y no haberme dado cuenta.

Aparto esos pensamientos cuando llegan las autoridades. Primero temo represalias y me planteo la fuga, luego casi que me hacen gracia, con sus atruendos ridículos, como animalillos amaestrados, marionetas de unas fuerzas que no comprenderán jamás. No van a sacar nada cabal de todo esto. Sólo tenemos que aguantar la compostura un poco más.

Toso y lanzo un escupitajo de polvo, y me doy cuenta de que eso no habrá quedado lo que se dice femenino. Hablo para mis amigos.

—Si nos preguntan no se compliquen con detalles: vinimos para comprobar con nuestros propios ojos que el muchacho del señor Dato estaba en buenas manos. Cuando entramos el edificio se desplomó sin que pudiéramos hacer nada por nadie.

Trago y la garganta me raspa. Tengo que tener la voz de cazallera.

—Compañeros, creo que hemos atisbado el infierno. De esta me meto a monja.

Es una broma, creo que me voy a meter a detective. Les ofreceré trabajo a ellos, por si se apuntan. Me gusta la idea de convertirme en jefa de mi propio negocio.

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21/07/2020, 12:14
Valerio Buendía

Corro como no he corrido desde la vez que los moros nos echaron de aquella estación heliográfica. En los últimos segundos se me han pasado tantas ideas seguidas por el cerebro y he tenido tan pocas opciones de ejecutarlas, que no sé muy bien quien soy ni donde estoy. Mi educación me dice que me asegure de que Virginia está bien, pero ella se cuida admirablemente. Mi responsabilidad me grita -tarde- que nos hemos dejado al pobre demente atrás. Mi inconsciente quería intentar disparar contra el libro del demonio, y mis piernas dicen que si quiero quedarme a oponerme valientemente a la lluvia de piedras con tan solo mi cabeza dura, no cuente con ellas. 

Coincido mayormente con Virginia cuando hace su sugerencia, e indico nuevamente a los sacerdotes que ellos no van a salir mucho mejor parados si contamos la verdad. Si todo va bien, intento ayudar a suavizar todo lo posible las cosas con la benemérita: con un compañero policía y un compañero militar -los dos superiores- implicados, confío en que las suspicacias sean las mínimas. 

- Señorita Virginia: usted con hábito será una verdadera señal de la proximidad del fin de los tiempos

Digo sin darme cuenta de que, como chiste, es tremendamente desafortunado. De pronto la idea de volver a África a disparar contra kabileños no me parece tan mala... pero no puedo hacer como que no he visto lo que he visto. Todo. Quizá se impondría, después de todo, hablar con nuestro común amigo en Madrid. Empiezo a pensar que su interés en el asunto no parecía tan distinto del de los demás buscadores de libros antigüos. 

Notas de juego

Si me veo obligado a abandonar el ejército me apunto a la idea de la agencia de detectives XD

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22/07/2020, 16:12
José Alfonso Marro Gambin

José Alfonso Marro no era un gran atleta, pero cuando tuvo que poner los pies en polvorosa no escatimó en esfuerzos. De pronto rejuveneció diez años y corrió como el gran delantero del RCD Español Martí Ventolrà i Fort, para escapar de una muerte segura. En breve estaba en el exterior viendo como todo se derrumbaba a sus espaldas. Fue consciente sólo entonces de que el joven Dato había quedado en el exterior y de que él mismo, no había hecho nada por ayudarle a él, ni a Virginia o al doctor Rocavila. Eso le hizo sentirse mal, pero ver que ellos también habían escapado le reconfortó.

Pronto llegaron los vecinos de la zona. Algunos curiosos y otros con intención de ayudar y ser de utilidad. No obstante, las labores de recuperación de las víctimas, ya fueran heridos o muertos, no serían fáciles y se requeriría de maquinaria pesada para ello. Marro lo sabía y esperaba por otra parte, que aquel enorme desastre hubiera tapado toda señal de lo sucedido. Esperaba también que el libro maldito no fuera hallado, pues el mal que podía hacer era terrible.

Respondió a las preguntas de los agentes con destreza, siguiendo el camino marcado por la joven anarquista. Aquella joven era una completa psicópata y no le gustaba la idea de tener que regresar con ella a Madrid. De hecho, empezaba a valorar la idea de no regresar a la capital del Reino nunca y coger una ruta alternativa para volver a su querida Barcelona, de donde nunca debería haber salido. No obstante, si algo necesitaban en ese momento para salir de aquella, era una persona con rasgos psicopáticos, capaz de mentir de aquella manera sublime ante las autoridades y esa sin duda, era la señorita Echagüe.

Lo que le faltaba por escuchar a Marro, surgió de boca de Virginia. Bromeó con la posibilidad de meterse a la vida religiosa. Marro no pudo evitar sonreír. Como monja posiblemente no valdría, no a menos que el dios al que adorase fuera el mismísimo Satanás. Si su mujer conociera a aquella joven, sin duda se escandalizaría. Margarita era sin duda una mujer muy chapada a la antigua. Una verdadera devota. Nunca le contaría nada de lo sucedido en aquel lugar. A ella ni a nadie. Eso lo tenía muy claro.

- No saben ustedes las ganas que tengo de volver a casa... - Dijo entonces el sargento.

Notas de juego

Marro sólo quiere volver a su rutina. Si tuviera que involucrarse en una nueva investigación, tendría que tener una razón de peso para ello.

Y con esto finiquito mi intervención por aquí a la espera del epílogo.

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22/07/2020, 23:38
Dr. Jose Maria Rocavila

A pesar de las dificultades consiguieron salir de aquel pazo todos antes de que se derrumbara. Por desgracia nadie mas a parte de ellos consiguió salir junto a ellos. Cuando llegaron al exterior y sintió la seguridad que le daban aquellos rayos de sol que bañaban sus cuerpos miro al militar y le dijo.

— Parece que usted tiene baraka, la ha traído de tierras africanas sin duda y por suerte nos ha salvado a todos. — En ese momento dirigió su mirada al inspector con un gesto mas duro. — Ha visto lo que ha conseguido. Se ha empeñado en destruir ese libro a cualquier precio y estas son las consecuencias, le avise para que tuviera cuidado.

En ese momento se acercaba la pareja de la guardia civil y se cayó de inmediato. No quería hablar nada que pudiera suponer un problema para ninguno de los presentes. Estaba deseando que acabara aquel suplicio cuanto antes, quería volver a sus consultas y sus libros de Roma. Por supuesto no tenía intención de volver a ser detective ni investigador pronto. 

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23/07/2020, 18:50
Director

EPÍLOGO.

Corrísteis todos lo mejor que pudísteis, y lo más rápido que vuestras piernas os daban (el inspector como un buen lateral derecho). El caso es que los dos guardias civiles os auxiliaron como pudieron (sobre todo al doctor), y tras un buen rato de preguntas, interrogatorios a pie de campo (mejor dicho, junto a la escena de los sucesos), acudió una ambulancia y varios agentes más de la Benemérita. Todas las gentes del municipio contiguo al pazo estaba ahora allí, y sin duda el derrumbamiento sería una noticia a nivel nacional, no sólo por lo increíble que era que un edificio consolidado se viniera abajo, sino también porque pertenecía a la orden de los Jesuitas y, sobre todo, por la implicación de ésta en un asunto que no estaba sino a punto de desencadernarse. Y es que logró salvar la vida uno de los clérigos que retuvísteis, lacayo de Raúl Balsera, el administrador del Pazo, y él no fue sino la punta de un iceberg que parecía tener que derrumbarse forzosamente.

Tras llevaros al ambulatorio de Larache, ese día se congregaron allí, en el pueblo, varios vehículos de bomberos, más agentes de policía de la nación, algún que otro ingeniero civil y muchos más agentes de la Guardia Civil para acordonar el pazo. Esa tarde fueron constantes preguntas, unas tras otras, en las que vuestra coartada no era sino el joven Dato y estado de Salud. Alegásteis que veníais a verlo, pues érais un conocido de su padre, Carlos Dato, afincado en la Coruña.

A partir de aquí, las investigaciones policiales no hicieron sino desandar vuestros pasos. ¿De qué conocían a Carlos Dato como para interesarse por su hijo? ¿Qué relación tenía éste con los Jesuitas, cuyo pazo se había desmoronado? Poco a poco, fuísteis relatando a la policía una historia de un encargo, pero sin nombrar el Necronomicón, sino simplemente de unos estudios robados a vuestro amigo Ledesma (parte corroborada sin problema por las autoridades).

En cuanto a vosotros, pese a que no estábais en calidad de detenidos, estuvísteis unos días asentados en un lujoso hotel de la Coruña, pagado por don Ramiro. Éste se había enterado de las noticias en los periódicos, había leídos vuestros nombres en las columnas nacionales y se había interesado, obviamente, por los hechos. Incluso pudísteis verle tras estar confinados en aquel lugar. Sin embargo, nada hablásteis ni nombrásteis el motivo de vuestra empresa, sino que el propio Ledesma se inventó un volumen robado de su biblioteca.

A partir de entonces, la investigación policial comenzó a formularse al margen de la necesidad de que estuviérais "a la espera de los primeros datos", es decir, recluidos de alguna manera. Dichas investigaciones lograron relacionar un sector de la Orden Jesuita con una serie de asesinatos, extorsiones y amenazas por parte de ciertos integrantes de la misma (todo ésto lograron arrancárselo al joven párroco que logró salvar la vida con vosotros). Por lo visto, el muchacho habló a las autoridades de la existencia de la llamdada Orden Negra, una rama de la Orden eclesiástica dedicada a la búsqueda de ciertos elemenos considerados "potencialmente dañinos" para la fe cristiana y católica. Rodrigo Balsera no era sino, según su testimonio, el líder de esta escisión de la que los Jesuitas estaban al tanto. Por supuesto, la Orden Jesuita hizo todo lo posible por declarar a dicho clérigo y sus intervenciones fruto de una "locura transitoria, una fala mentira de alguien incapaz de amar como se le ha concedido con su cargo en la Iglesia". El caso es que la anulación de la importancia del clérigo hizo que la investigación  sobre el derrumbamiento del caso del pazo de la Oca en Larache quedara durante unos meses en el olvido.

El inspector Marro volvió a Barcelona, con su familia, ingresando de nuevo en el cuerpo en la ciudad. A Valerio no se le aplicó ningún consejo de guerra, puesto que don Ramiro había movido los hilos para que la presencia del militar no afectara a la institución bélica del país. El doctor Rocavila se dejó poner en manos de otros médicos personales de don Ramiro, y con el tiempo aquellas puñaladas de pequeño bisturí no hicieron sino sanar, y después pudo seguir ejerciendo su profesión. Y Virginia... fue la única que siguió viendo asiduamente a vuestro benefactor, trabajando como secretaria un tiempo, pues tras esa gran aventura pareció que su mente le pedía ir más allá y conseguir ciertas metas que ella misma tenía planteadas tiempo atrás.

Ledesma os agradeció tiempo después, a modo de carta personal, vuestro intento de recuperar el libro. Os contó que él mismo financió el levantamiento piedra a piedra, muro a muro, del Pazo de la Oca en Larache, con la intención de tratar de encontrar entre los escombros el libro (pues ya le habíais contado, con pelos y señales, toda la historia de vuestro viaje). Sin embargo, de la gran vivienda sólo pudieron recuperarse los cuerpos de Javier Dato, Raúl Balsera, los clérigos jesuitas y un tipo trajeado, identificado posteriormente como André Mallard (el mismo que apuñaló al doctor Rocavila).

Ramiro Ledesma siguió manteniendo el contacto con vosotros duranteo mucho tiempo después.

SOBRE EL ORIGEN DEL LIBRO

Eran tiempos convulsos. En el año 1922 el presidente Eduardo Dato fue asesinado y, tras la derrota en el Rif, la situación en España era inestable. El Gobierno nombrado por Alfonso XIII era muy frágil y estaba a punto de producirse el golpe de estado de Primo de Rivera. El general Fernández Silvestre, derrotado por los rifeños retrocedió ante las tropas del general Abd-El-Krim. En su huída conservó un misterioso libro que encontró en uno de los poblados que habían tomado. Estaba escrito en Latín y otras lenguas ciertamente más inquietantes: era el Necronomicón. Pero el general Silvestre murió y uno de sus oficiales, Ramón Villena se apoderó del libro. Villena se licenció y se dedicó a la profesión de su padre, anticuario y libros antiguos, vendiendo el ejemplar del Necronomicón a Javier Dato, sobrino del diputado conservador Eduardo Dato.

Javier no era sino un niño mimado que vivió la gran vida. En sus viajes conoció a un erudito francés (y ocultista) llamado André Mallard, este despierta en Javier Dato el interés por ciertos mitos extraños. Luego comenzó a leer el Necromicón y al mismo tiempo a perder la razón. El padre de Javier, Don Carlos Dato y Granados, lo mantuvo en su casa en La Coruña bajo los cuidados del padre jesuíta Raúl Balsera, confesor y amigo personal de la familia Dato. Además, don Carlos Dato metió el libro en un baúl con otros volúmenes y le pidió a Jimena Alonso, ama de llaves de la familia, que se deshiciera de lo libros de su hijo. La ama de llaves vendió el baúl con los libros a un librero de Madrid Honorio Lafuente. Este, a su vez, vendió el libro a Ramiro Ledesma, un rico heredero amante de los libros. El resto es la historia de vuestra aventura.

SOBRE LA ORDEN NEGRA

La Orden Negra era una sociedad jesuita formada por el padre Raúl Balsera, confesor y amigo de la familia Dato. Su razón de ser era que formaba parte de una sociedad ocultista secreta dispuesta a cualquier cosa por hacerse con el Necronomicón. Su única intención... Destruirlo. André Mallard, ocultista afincado en Madrid, supo de su existencia, y rivalizó con la propia Orden, ya que el francés quería conocer más de su poder entre sus páginas (y no cabía en su cabeza la idea de echarlo a perder). Su cuartel General: el pazo de la Oca, en Larache (A Coruña), un lugar tranquilo, apartado y espacio donde poder hacer y deshacer, operando en las sombras. Las intenciones para con el joven Javier Dato no era sino esas: curarlo de ese estado catatónico y de trance en el que el infame libro lo había sumido. Sin embargo, la llegada de los amigos de Ledesma (oséase, vosotros) en el momento más oportuno llevó al traste a los planes pacíficos de la Orden. Algunos de sus miembros civiles adscritos eran Juan Garay (criado de Carlos Dato) y enlace secreto de Balsera con la casa de los Dato, y Tomás Belgrano (mayordomo de don Ramiro Ledesma, el cual invirtió muchos años en ganarse su confianza y descrubir el Necronomicón en su hogar, momento en que pudo componer el robo a domicilio del mismo).

FIN