Partida Rol por web

Puedes ver claramente que el hombre llamado Dullahan es una criatura distinta a ninguna otra que hayas visto anteriormente, igual que la magia que lo rodea, que no tiene un origen vampírico. Su presencia trasciende la condena inmortal que mancha a los ghoules que lo rodean, es algo más mágico, elevado, ajeno a este mundo. Se trata de un ser féerico, una criatura en la que estás lejanamente emparentada por el origen de tu sangre.

Parece que la mala bilis de la Príncipe no sólo sirve para echar pestes de sus invitados o sirvientes, sino que también le influye de un coraje muy poco autoconservador. 

Tanto mejor para nosotras. 

Teniendo precaución de tener las manos cubiertas por los guantes, tomo del brazo a Mahé, tratando de divisar alguna puerta lateral por la que escabullirnos antes de que comience la danza de los aceros.

Dullahan: El Señor del Bastión de las Cabezas Cortadas, mi reina reclama las vuestras. La tuya, traidora.

Oh, maravilloso. Eso significa que los demás estamos a salvo. Sin problema, tomadla, nunca me cayó bien.  

Discretamente, comienzo a arrastrar a mi sire hacia un lugar seguro.

Castillo de Fougères, País de Rennes, 24 de diciembre de 1264

—Cerca de la medianoche—

Los acontecimientos se precipitaron en el mismo momento en el que Treveur du Tinténiac reaccionó a traición delante de todos, el toreador empuñó la estaca con un movimiento casi ensayado, perfecto. La estaca se clavó en el corazón de Margawse Menguy que no pudo anticiparse a la traición que le sobrevino. Antes de que ninguna reacción pudiera poner solución al ataque de Treveur, el toreador traidor se movió con una velocidad sobrenatural facilitada por los dones de la sangre y se llevó consigo a la Príncipe de Bretaña hasta la pared, empotrándola contra la misma y él sujetando firmemente la estaca que la inmovilizaba.

Al contemplar aquello, Dominic du Saint-Mathieu se quedó en estado de shock, pero el capadocio enseguida reaccionó dirigiéndose hacia la presa que Treveur para liberarla. A su vez, Leyre y Mahé trataban de huir hacia una de las puertas laterales esperando pasar desapercibidas en medio de la violenta vorágine que se estaba desatando pero no la que estaba siendo vigilada por Edwin du Saint Brieuc. El caballero errante también reaccionó lanzándose hacia la posición de la inmovilizada Príncipe de Bretaña, esperando poder liberarla del estacamiento del traidor Treveur. A punto de que los ghoules cargaran, Artur dirigió una autoritaria mirada a uno de ellos manifestando una severa e ineludible orden.

—Ataca al guerrero de tu izquierda —el poder sobrenatural de la orden se impuso a la voluntad del aparecido, que enseguida se revolvió contra su camarada enzarzándose en una violenta pelea fratricida impulsados, también, por sus instintos asesinos.

Impasible a los acontecimientos que se estaban dando, Dullahan extendió las manos manifestando alguna clase de poder envolviendo su cuerpo con una capa de escarcha parecida a la que se arrastraba por el suelo.

—¡La cabeza de la traidora es mía! —proclamó esgrimiendo hábilmente su espada helada.

El cabecilla del ataque no se movió de su posición en sombras, dejó que el resto de aparecidos gangrel se lanzaran al ataque. Detrás de él aparecieron dos más, pero estos no se movían como meros humanos, estos sin duda alguna eran vampiros. Mientras dos de los aparecidos seguían en su manipulada lucha fratricida, tres de ellos chocaron contra la primera línea formada por el maestre Aethelstan, ser Bohort y Bastian Magloire.

Iban armados con hachas, y el primero de ellos descargó un potente tajo al ventrue Aethelstan que usó su propio cuerpo para protegerse a pesar de no llevar armadura alguna, la potencia de su sangre logró contener un golpe potencialmente mortal hiriéndole levemente. Bohort esquivo ágilmente el golpe dirigido hacia él, pero quien más superó con habilidad a su rival fue el propio Bastian Magloire, el aparecido que pretendía alcanzarlo jamás tuvo oportunidad. Lothaire optó por no lanzar fuego en aquel reducido lugar, a riesgo de provocar una desbandada por el Miedo Rojo, su actuación fue algo más creativa, el tremere extendió ambas manos invocando palabras arcanas a lo que, de repente, las hachas de los dos malheridos aparecidos que se estaban matando el uno al otro volaron de sus manos y se quedaron flotando delante del brujo. Acto seguido lanzó sendas hachas a Aethelstan y a Bohort, que ahora estaban armados.

Armado con el hacha obtenida por Lothaire, Aethelstan se encaró contra su rival descargando un brutal golpe contra su cabeza, pero milagrosamente para el aparecido el golpe se desvió apenas unos milímetros de la testa chocando salvajemente contra el suelo y partiendo el arma. Entonces, apoyando al propio Aethelstan apareció como un borrón la hábil Selin que esgrimía una daga oculta contra el costado del aparecido que se enfrentaba al maestre, en esta ocasión el arma encontró la carne de su rival haciendo que soltara un grito de dolor para después empezar a perder sangre.

Bastian Magloire, que había demostrado una gran habilidad al esquivar a su rival, ahora pretendía agarrarle e inmovilizarle. La maniobra no fue muy diestra, pero lo suficiente como para detener al aparecido por el momento. Por su lado, Bohort du Lac y su sonrisa eterna, enfrentaron al rival que tenía delante, pero su solución fue algo más creativa.

—¿No te tomas las cosas demasiado a pecho, hijo? —de inmediato el ánimo combativo del aparecido gangrel cesó al completo, bajó el arma quedándose indefenso ante el malkavian y su sonrisa.

Sybilla no pudo reaccionar ante la repentina acción de Treveur, por lo que la cainita trató de dirigirse para ayudar a su señora en un frenesí creciente junto a Dominic y Edwin. A pesar de todo, la propia vampiresa avanzaba con cautela, pues no sabía de dónde podrían llegar los golpes. A ella se le unió una paralizada Maëlys, superada por los acontecimientos que se estaban sucediendo a su alrededor, y también Elaine que también se recuperaba del shock provocado por el ataque sorpresa.

Justo antes de que los que se lanzaban a la carrera a salvar a Margawse llegaran, del suelo empezaron a crecer unos zarcillos de oscuridad que pretendían impedir el avance de los que osaran acercarse a la Príncipe y a Treveur. De un charco de sombras líquidas, ascendió la siniestra figura de Firminius de Navarra acompañado de varios tentáculos de oscuridad.

—Lo lamento. No pueden pasar de este punto.

Mientras la lucha se daba a tu alrededor, te preparaste para golpear a Dullahan por sorpresa. No parecía haberse percatado de tu presencia. Pero entonces, cercando el ataque, pudiste ver a los gangrel de la puerta, pero no reconocías a ninguno.

Ingvar, doblemente oculto, observaba el devenir de los acontecimientos con desagrado. A pesar de que los dones de la sangre que Rainier le había enseñado lo cubrían de la mayoría de miradas, el normando recordaba bien sus lecciones de explorador, y se movía empleando toda cobertura posible, intentando acercarse al ser que se había jactado de ser el señor de las cabezas cortadas.

Mientras se movía, encorvado casi como un felino, había dejado que la Bestia de su interior aflorara a través de sus manos, convirtiendo lentamente sus uñas en verdaderas garras de depredador, una sensación que lo llenaba con la necesidad primaria de la caza. Hacía ya tiempo desde su último combate real, y la emoción se revolvía en su pecho muerto. Se preparó. Con refuerzos o no, estaba bien dispuesto a arrancar la garganta a ese arrogante hechicero de orejas puntiagudas.

Pero entonces, todo dio un vuelco inesperado. Treveur, en un sorprendente giro, atacó a Margawse antes incluso de que la matriarca Menguy pudiera reaccionar, enterrando una estaca en su pecho. Sorprendente, pero no irreversible, pensó en Gangrel, mientras veía cómo los valedores de la duquesa acudían en su ayuda. Seguía siendo una prioridad descabezar al líder del ataque.

Al menos, hasta que Firminus emergió de las sombras, bloqueando la ayuda mediante un telón de sombras, y el hechicero se envolvió en una armadura de escarcha. Ingvar maldijo en silencio, dedicando miradas consecutivas a uno y otro, mientras seguía haciendo que su sangre se concentrara en sus músculos. ¿Debía desbloquear el camino a Sybilla y los demás, o tratar de eliminar al mago?

Esa era la cuestión. Un arma solo es válida con la voluntad que se empuña. Y acababa de eliminar a dos de los adversarios. Ojalá hubiera tomado el brujo otras hachas pero en fin... era de esperar que siguieran matándose bastante más tiempo. Eso estaba controlado. Detrás suya, sin embargo, la cosa era notablemente peor.

¿Pero qué demonios hacéis Firminius? se preguntó Artur, quizás con cierto punto melodramático. A pesar de todo, no era el momento de pensar en las implicaciones de la actuación del monseñor, y no podía permitir que alguien terminara el trabajo, eliminando a la reina.

Es casi como el ajedrez, después de todo. Frente a él la situación parecía, al menos hasta cierto punto, controlada. Era detrás suyo, con el traidor Treveur du Tinténiac empalando a la reina, y con Firminius de Navarra evitando que los vampiros pasaran por ese lugar. Aunque quizás había otras posibilidades que usar.

- Si cuando llega mi turno la reina Margawse Menguy sigue viva, Firminius sigue evitando que se pase, y Treveur du Tinténiac sigue allí, invoco brazos de Ahriman, y lanzo los mismos, partiendo de la misma fuente de oscuridad que esté usando Firminius para los suyos (siempre que esté a dos metros como máximo del lugar en donde esté la príncesa y Treveur, si no, otra fuente de oscuridad que cumpla ese requisito). Uso los tentáculos para atacar a Treveur... salvo uno que uso para quitar la estaca del corazón de la princesa.

- Si sigue viva y estaqueada pero Treveur ha huido o sido eliminado, uso uno de los tentáculos para quitar la estaca, y el resto para tratar de apoyar a cualquiera de los "vampiros leales" priorizando, por este orden, a Elaine, a mi mismo, a Sybilla, a Selin, a Dominic, a Leyre... y a partir de ahí, al más necesitado.

- Si cuando llegue mi turno la reina Margawse Menguy no sigue viva, focalizo todos mis esfuerzos en la protección de Elaine, usando los tentáculos para protegerla si está amenazada por cualquier enemigo cercano.

Invoco 5 tentáculos y gasto dos puntos de sangre para que tengan 5 de fuerza y de destreza. Cada brazo acierta con un éxito y hace tres de daño contundente. Aunque lo más importante, recordemos, es quitar la estaca.

Todo estaba pasando demasiado rápido y la poca luz que había no ayudaba en absoluto a saber de dónde provendría el siguiente ataque. A pesar de todo no esperaba nada de lo que estaba viendo.

Se movió junto a un pequeño grupo en dirección a Margawse. No podían dejar que aquello acabase así, necesitaba saber que había pasado entre ambas mujeres y como una no quería hablar, esperaba que la otra lo hiciera. Pero para eso necesitaba evitar el perder a Margawse.

Su sorpresa vino cuando unos finos hilos de oscuridad se interpusieron entre ellos y su objetivo. Pero mayor fue descubrir de quien provenían.

Monsieur Firminius ¿desde cuándo sois parte de este complot? ¿Y por qué? Siempre había sido de la creencia de que si se hablaban las cosas se podría llegar a un acuerdo para todo el mundo y que de esa manera podrían haberse evitado muchas batallas.