Partida Rol por web

Venatrix

ACTO IV: EL LABERINTO DEL MINOTAURO

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10/07/2012, 18:41
Iniciador

Avanzas por un oscuro pasillo en cuyas paredes hay multitud de teselas que forman coloridos mosaicos. Cuando los alumbras con el farol que ganaste en la cena de las Flavias, ves que en todos se representan escenas de los doce trabajos de Hércules. Sigues por el pasillo, atento a los dibujos, que a modo de historieta muestran al héroe griego descendiendo a los infiernos y capturando al terrible perro tricéfalo, Cerbero. Entonces recuerdas por qué estás en ese oscuro laberinto: debes matar al Minotauro. Tu querido hermano Gayo lo intentó, pero fracasó. Ahora solo tú puedes acabar con ese monstruo. Sin embargo, no llevas armas, solo un ovillo de plata que vas desenrollando mientras caminas. El ovillo es un regalo de Flavia Maior; ella te lo dio antes de que te adentraras en el laberinto, para que pudieras encontrar la salida. El silencio es terrible; temes encontrarte en cualquier momento con la bestia. ¿Cómo vas a matarla? Entonces escuchas sus bufidos y sus pisadas al otro lado de la pared. Tienes mucho miedo, pero no tienes más remedio que enfrentarte a ella; así que no te detienes, y continúas abriéndote paso en medio de los oscuros pasillos del laberinto con la ayuda del farol. Llegas a una cámara circular, y allí yace un cuerpo boca abajo. Es el de tu hermano Gayo, asesinado por el Minotauro, y aún sostiene la espada con la que luchó. Entonces oyes un bufido detrás de ti; temes darte la vuelta, pues ya sabes lo que te vas a encontrar. En un alarde de valentía, das un salto y arrebatas la espada de la mano rígida de tu hermano antes de encararte con su asesino. En ese momento te das cuenta de que estás sosteniendo el farol con una mano y la espada con la otra: ¡vuelves a tener las dos manos! Un sentimiento de superioridad te llena de energía: sabes que derrotarás al fin al monstruo. El Minotauro vuelve a bufar, arrastra hacia atrás el pie varias veces como si fuera un toro, inclina la cabeza apuntándote con sus cuernos puntiagudos y se lanza al ataque. Pero tú lo esquivas fácilmente y le hundes la espada en la nuca. El monstruo cae fulminado, y tú te alegras de poder salir de allí con la ayuda del ovillo, pues sabes que al final te estará esperando Flavia Maior. Así es: allí está esa preciosa y culta mujer, sonriéndote, a la espera de que te fundas en un abrazo con ella. Así lo haces, y además cierras los ojos y la besas apasionadamente. Nunca un beso te supo mejor. En medio de ese interminable beso, notas algo raro: los labios de Flavia están rígidos y fríos. Abres los ojos y das un respingo al ver el severo rostro de Juliana, su madre. Reculas unos pasos, y entonces ves que se trata de una estatua de mármol; y sin embargo, oyes las carcajadas de Juliana, cada vez más fuertes y horripilantes. De la impresión, sueltas el farol, y al caer este el suelo se incendia a tu alrededor. Con horror contemplas cómo el fuego va dando forma a miles de escorpiones; miles, millones, miríadas de ellos te rodean en un valle sin fin, sin que las carcajadas de Juliana dejen de resonar por todo él. Los escorpiones avanzan estrechando el cerco en torno a ti. Vuelves a tener una sola mano, y ya no tienes la espada. Empiezan a picarte; todo ha terminado.

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10/07/2012, 18:42
Criado

Abres los ojos y te levantas bruscamente. Lo primero que ves es el rostro de tu criado, Medo, que se echa hacia atrás con temor. Apenas hay luz, y te sientes muy cansado. No has pegado ojo en casi toda la noche, y cuando lo has hecho ha sido para sufrir una nueva pesadilla.

"Amo" dice Medo en voz muy baja. "Debía despertarte antes del alba" añade a modo de disculpa, como si él hubiera sido el culpable de tu mal despertar.

Efectivamente, ayer le pediste a Medo que te despertara a estas horas tan tempranas. Tienes una cita con la verdad en los jardines de Salustio.

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11/07/2012, 14:40
Quinto Casio Dánico

Los fragmentos se disipan como la niebla al amanecer al despertarme. Entorno los ojos hacia me esclavo con una mezcla de rabia y desazón. Desoigo sus palabras en un primer momento, molesto y hastiado por la falta de sueño, pero tardo sólo unos segundos en recomponerme y responder afirmativamente a sus palabras.

"Es cierto... Casi lo había olvidado" replico. ¿Olvidarlo? Para ello deberían degollarme primero.

Refresco mi rostro sudoroso con una garfada de agua y los recuerdos del sueño vuelven a sentirse nítidos en mi cabeza, aunque me causan la misma confusión y desazón de siempre. Esta vez es Gayo el que más me conmueve, su cuerpo frío y rígido tendido en el suelo; una visión sobrecogedora para mi fatigado corazón y mi atormentada cabeza. Hace años de aquello, pero me causa pavor recordar a mi hermano mayor, una persona digna de admiración en mis memorias. Luego, mientras me brindan ayuda para vestirme, repaso el resto del sueño con ojos de serpiente. Un laberinto, tan intrincado y desalentador como el misterio que envuelve mi vida últimamente. Flavia Maior, tan hermosa y secreta como la noche anterior. Su recuerdo había sido muy vívido, igual que el beso y la sensación de sostener algo en la mano izquierda. Echo un breve vistazo al desagradable muñón que queda, y casi me parece ver de nuevo la silueta de mis dedos largos y nudosos. Sacudo brevemente la cabeza para apartar esos pensamientos.

Después... ¿Qué más? ¡Ah! Juliana, marmórea como los bustos del sueño anterior, y el fuego dando forma a mis acosadores y asesinos, con aquellos finos aguijones que me hacen estremecer de nuevo. Palidezco de enfermedad de tan solo recordarlos, aunque la oscuridad de la noche me protege de ser descubierto. Pero, por encima de todo eso, lo que más angustia y rabia me causa es la estridente risa de esa señora. Me cuesta pensar que una vez fue mi amante y locamente quise conquistarla. ¿Ocurrió realmente así? ¿No podría ser, mejor, Flavia Maior? Tan bella, con esos ojos inteligentes y esa voz encantadora... Pero me obligo a pensar que muchas veces las apariencias engañan. Demasiadas. ¿Qué querrá mostrarme, me pregunto una y otra vez? Pues la pregunta principal es esa, y las dudas que me revuelven el estómago son esas.

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11/07/2012, 16:21
Iniciador

Con tus pensamientos aún inmersos en tu particular versión del laberinto del Minotauro, y ya despejado después de lavarte la cara con la bacina de agua fresca que te ofrece Medo, te dispones a marchar en busca de tu destino. A las Parcas a veces les gusta entretejer complejos giros con las madejas de la vida de los mortales; un asunto ocurrido catorce años atrás y, quién sabe por qué razón, desterrado de tus recuerdos, vuelve ahora, cuando tu vida es un completo éxito, para perturbarte e invitarte a pasear por las tenebrosas regiones de la locura.

Te recibe la noche que ya retira su oscuro manto de estrellas dando paso al carro de fuego de Apolo, que empieza a asomar tímidamente en el horizonte inundando de luz el mundo. Caminas solo, pues nadie, ni siquiera tu fiel y despierto Hýlax, puede inmiscuirse en un asunto tan personal. Esperas y deseas encontrarte con Flavia Maior; después del sueño, te apetece muy poco volver a ver a Juliana. Ella, la de los ojos fascinantes, la de la dulce voz... desde que la viste en el banquete de anoche casi que deseas haber tenido algo especial con ella, e incluso no te importaría seguir teniéndolo después de tantos años. Si fue ella el objeto de tu amor, debía ser muy joven entonces, apenas una adolescente; pero ahora es una mujer madura, inteligente y preciosa. ¿Qué más puede pedir un hombre? La castidad y la obediencia vendrían por sí solas, si es la digna matrona que te pareció.

Pero no puedes dejarte engañar. A esa mujer no la conoces de nada; si tuviste algo con ela, ni siquiera lo recuerdas. No quieres acabar como Helvio, a merced de una mujer que le empuja a un abismo de perdición. Ya eres algo mayor para estos juegos. Pero la curiosidad es tu punto débil, y cuando alguien te habla de la verdad, no puedes resistirte. ¿Te conoce esa mujer lo suficiente como para saber que vas a tirarte de cabeza con un mensaje como el que te envió? Ojalá que todas las dudas se disipen al fin, porque te están volviendo loco.

A estas horas, y en estos días de calor, es de agradecer el placentero frescor que emana de la vegetación de los jardines de Salustio. En cuanto entras, te envuelve el canto de las aves exóticas, el sonido del agua que corre por los canales y las fuentes y es recogida en los estanques amenizados con multitud de estatuas. Es un área inmensa en la que es muy fácil perderse, así que te limitas a aguardar en la entrada, esperando que aparezca alguien. Pasan por tu lado algunos patricios que gustan de levantarse temprano para dar su paseo matutino por los jardines antes de acudir al foro para cumplir con sus obligaciones; algunos te reconocen y te saludan. No quieres llamar tanto la atención, pero no te queda más remedio que permanecer bien visible para cuando llegue la persona que estás esperando. Supones que te hará alguna señal para que la sigas y os reuniréis en un lugar apartado, o que te mandará un criado para indicarte el lugar de reunión.

Pero el tiempo pasa, y nada ocurre. Nervioso, te mueves por las inmediaciones de la entrada, buscando alguna señal que hayas pasado por alto, pero nada. El sol está ya bien alto, y la gente empieza salir de los jardines para acudir al foro. ¿Qué es lo que pasa? Estás seguro de que en la nota ponía que debíais reuniros en los jardines de Salustio. ¿Acaso te están tomando el pelo? ¿O es que la persona con la que te debías reunir no ha podido acudir por alguna razón? En cualquier caso, ya estás harto de jueguecitos. Tal vez sería mejor que olvidaras este asunto, si tan peligroso es como te advirtió Espurino... aunque tu curiosidad no te permite dejar las cosas como están. Sea como sea, está claro que nadie va acudir.

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11/07/2012, 18:17
Quinto Casio Dánico

Flavia Juliana; pienso. Todo una treta de esa endemoniada mujer, seguro. De algún modo u otro ha debido ingeniárselas para dejarme en evidencia o hacer que me descubra. Oteo el horizonte, entrecerrando los ojos a causa de la intensa luz que empieza a alzarse por encima de las colinas. Aprieto el puño y me dispongo a abandonar el lugar, hundido por la decepción y la falta de sueño. ¿En qué demonios estaba pensando para aceptar semejante citación de forma tan dudosa? La necesidad de saber me está haciendo perder el juicio y la razón. Cierro los ojos con fuerza y me obligo a mí mismo a olvidar todo: Flavia, Gayo, el laberinto, faroles, mensajes, banquetes... Tengo cosas que hacer, asuntos que tratar y demasiadas responsabilidades como para comportarme de forma infantil, persiguiendo una quimera endiablada que me tortura huyendo cada vez que parece que la alcanzo. No puedo olvidarlo, claro, pero he de mantenerme fuerte en mi decisión y continuar.

Y con la fragua a máxima potencia, enturbiando mi carácter, me encamino de regreso a casa.

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11/07/2012, 19:42
Iniciador

La decepción es tu compañera más notable en tu amargo camino de regreso a casa. Al menos es una mañana alegre y soleada, y tus obligaciones como cuestor te mantendrán la cabeza ocupada... hasta la tarde.

Al llegar, te extraña ver las puertas de tu casa abiertas de par en par. ¿Dónde está tu portero? Tendrás que hablar seriamente con él más tarde; no se puede dejar la puerta abierta de esa manera y sin vigilancia. Sin embargo, ni siquiera entras, y te limitas a llamar a voces a Hýlax, que te estará esperando, como le ordenaste; él es quien administra el trabajo en tu casa, así que en cuanto acuda, él se encargará de poner a alguien en la puerta y de, más tarde, azotar al portero. Pero, por más voces que das, Hýlax no acude a tu llamada, y por lo que se ve, a ninguno de tus esclavos le da por llamarle. Lo despertaste muy temprano; tal vez se haya quedado dormido, pero, ¿por qué ese silencio en la casa? ¿Donde están esos condenados criados tuyos? Entras, molesto por la poca diligencia de los esclavos de tu casa. Pero para lo que presencias a continuación no estabas preparado.

El primer cadáver que ves es precisamente el de Hýlax. Está en el suelo del vestíbulo, tumbado boca arriba y con una herida certera en el corazón. Su cuerpo está rígido, y todas sus articulaciones en tensión. Más adelante, en el atrio, cuatro de tus esclavos yacen también sin vida: uno arrodillado y aún agarrado a una columna; otros dos en el suelo, y uno de ellos tiene una flecha clavada en el pecho; el cuarto en el impluvio, boca abajo, con la cabeza totalmente sumergida en el agua.

En el peristilo encuentras a las mujeres, dos de ellas con sendas flechas atravesándole a una la garganta y a otra la cabeza. Y... no, ella no... Sira está boca abajo en la entrada, con un cuchillo en la mano. Cuando le das la vuelta, su mirada de terror se te clava en medio del alma. Seguramente intentó defender valientemente a las mujeres de quienquiera que las estaba atacando. No puedes evitar soltar una lágrima por Sira, que era lo más parecido a una madre para ti, y abrazar su cuerpo sin vida, desconcertado por el terrible espectáculo que estás presenciando.

¿De verdad está pasando esto? ¿Es que aún no has despertado de tus pesadillas? Pero, ¿por qué? ¿quién? Contemplas el peristilo, el lugar donde Espurino ofició el último sacrificio. Él creía que tus anfitrionas te traerían problemas. ¿Han sido ellas? ¿Han sido las Flavias? Pero, si es así, ¿por qué? ¿Por venganza? ¿Como advertencia de algo? No han robado ninguno de tus objetos más valiosos; no han tocado nada. No lo entiendes; y esta incertidumbre tan terrible y los nervios a flor de piel van dando paso a la ira, un fuego en tu interior que cada vez se aviva más y más, consumiendo tu tristeza y la poca cordura que te quedaba. Quien haya hecho esto debe pagarlo.

Entonces la ves. Cerca de la fuente hay otro cuerpo del que no te habías apercibido. Reconoces esas formas, ese vestido, ese tocado... ¡Es Flavia Maior! Pero parece que está muerta, como todos los demás. ¿Qué hace ella aquí? ¿Por qué yace junto a tus esclavos? Entonces, observándola desde lejos, crees percibir un movimiento en su vientre. ¿Aún respira?

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11/07/2012, 21:03
Quinto Casio Dánico

El tiempo se detiene, avanza y retrocede de forma extraña y antinatural, creando una eternidad para recrearme en lo insólito y absurdo de todo aquello. El aroma metálico que impregna el aire, los tonos escarlatas salpicando mi hogar, el silencio roto, los cadáveres rígidos y fríos como el mármol… Nunca antes había presenciado la muerte de aquella manera, tan real y tangible. Regresan a mi memoria los innumerables juegos entre gladiadores que he presenciado durante toda mi vida; la sangre jamás me había parecido tan real. Durante la milicia también vi cadáveres y aprendí a blandir espadas para crearlos yo mismo; muñecos frágiles y endebles, eso somos los humanos. Más tarde, a mi regreso, presencié la muerte muy de cerca. Pude observarla en los ojos vacíos de mi hermano, y también en los de mi madre. El silencio era abrumador, saber que sus voces se apagarían en mi memoria hasta extinguirse por completo. Hasta el olvido.

Si mis pasos resuenan no soy capaz de escucharlos. El eco de mis vertiginosas pulsaciones llena mis oídos mientras los ojos van y vienen de un lado a otro, incapaces de detenerse en ninguna parte. En algún recodo de mi mente sé que todos yacen sin vida, pero la esperanza palpita en mi pecho y trato de aferrarme a ella como si fuese la única tabla capaz de mantenerme a flote en este mar de dolor. Cada cuerpo nuevo es un estigma permanente grabado a fuego. Una vocecilla hilarante me repite incesantemente que esto es culpa mía, por jugar con fuego con cosas que escapan a mi comprensión. Un castigo por desoír a la razón y al sentido común. Gente inocente que no tenía culpa de nada, sólo compartían un hogar conmigo y servían mis deseos y peticiones con diligencia. Hýlax, que fielmente siempre me acompañó en mis quehaceres con su mente brillante y ordenada, reteniendo detalles y procurándome opinión certera siempre que lo solicitaba. Era un muchacho joven y prometedor… Y Sira, tan servicial y atenta. Su rostro desencajado termina por hundirme, sacándome de la incredulidad para hacerme fallar y caer a su lado, ahogado en un sinfín de lágrimas amargas. Tiemblo como una hoja arrastrada por el viento, balbuceando cosas inteligibles, deseos que jamás serás verdad, venganzas imposibles y delirios propios de locos. ¿Y es que no es para volverse loco, atacado por la culpa y la desesperación? Mi pobre Sira… Todavía vislumbro su figura trayendo platos de comida hace dos días para Helvio, goloso como un niño al verla. ¿Qué culpa tenía ella? ¿Qué daño le había hecho al mundo? Pienso y a la vez grito, no sé si en voz alta o para mis adentros.

El tiempo se detiene, avanza vertiginosamente y luego se fragmenta en mil piezas. En ese tiempo soy capaz de romperme y recomponerme mil veces hasta reunir las fuerzas suficientes como para incorporarme. Enloquecido, miro hacia todos los lados sin ver nada, llamando al vacío en silencio para que me trague. Y, como un haz de luz descendiendo de la clara mañana, distingo un vestido nuevo y a la vez viejo. Un peinado, una figura, un rostro.

"Flavia…"

Quiero creer, pensar y racionalizar todo aquello, pero no soy capaz de hacerlo. Mi mente se ha vuelto férrea como una piedra, y sólo sería capaz de responder ante fieros martillazos que desencajasen la realidad, como ese. ¿Qué hace Flavia Maior aquí, en mi casa, muerta como todos los demás? Una vorágine de sentimientos me abate nuevamente, sumiéndome más, si es posible, en la desesperación. Avanzo, aunque en ningún momento soy consciente de que lo hago, y me arrodillo junto a ella. ¿Parece que respira? Un nuevo achaque me sobrecoge.

"¿Flavia…?" murmuro de nuevo.

Alzo la mano temblorosa y la poso sobre su cuello con cuidado. Su visión me horroriza a la vez que asombra, alimentado esa mecha de esperanza ya consumida.

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12/07/2012, 00:49
Flavia Maior

En el suave cuello de Flavia aún late el pulso, aunque muy débil. Contemplas su bello rostro, y luego examinas con la vista su cuerpo ensangrentado, atravesado por varias heridas en el pecho. De repente, notas que el pulso se le acelera y gana mucha fuerza; en ese instante, te agarra la mano con una fuerza tremenda y tira de ella para que acerques tu rostro al suyo. Te resulta imposible escapar de su presa; te da la impresión de que podría zarandearte como un muñeco de trapo si quisiera. Entonces abre de par en par unos ojos totalmente blancos y vacíos, en los que faltan el iris y las pupilas, y posa su otra mano ensangrentada sobre tu frente. Comienza a susurrar unas plegarias en un idioma parecido al latín, pero no entiendes nada de lo que dice; tampoco es que te importe demasiado en este momento, pues tanto el miedo como Flavia con su fuerza te mantienen paralizado. Cuando termina, pierde toda la fuerza, dejándote libre de nuevo; las pupilas vuelven a sus ojos, y entonces, mirándote por última vez, susurra antes de expirar:

“Protege a tu hija...”

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12/07/2012, 00:50
Iniciador

Te levantas de un salto instintivamente. ¿Qué ha sido eso? ¿Tu hija? Observas tu mano, y ves en ella un pasador con forma de espigas de trigo; te lo debe haber entregado Flavia cuando te agarró la mano.

Pero antes de que tengas tiempo de pensar en todo lo que está ocurriendo, empiezas a sentirte muy mareado. La cabeza te da vueltas y la vista se te nubla. Crees que estás empezando a perder el sentido, pero en lugar de eso, la vista se te vuelve enfocar; aunque ya no te encuentras en tu casa.

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12/07/2012, 00:51
Iniciador

Estás en una gran habitación. La oscuridad lo envuelve todo; solo la luz de un brasero en el centro ilumina tenuemente los rostros de las personas que te rodean. Todas ellas son mujeres, y van vestidas con ropas ceremoniales, parecidas a las de las vírgenes vestales. Al otro lado del brasero, diez mujeres sentadas en tronos y vestidas de manera distinta acaparan toda vuestra atención. El murmullo intenta ser acallado por algunas compañeras cercanas a ti.

“¡Ssssh!” chista una de ellas. “Las heras van a hablar.”

Cuando se hace el más absoluto silencio, una de las mujeres se levanta de su trono y se dirige a todas vosotras:
“Dóminas, la hermana Domicia ha regresado de su viaje y nos ha traído el mensaje que le ha sido confiado en el oráculo de Delfos: la mayor de las rubias pronto dará a luz a aquella cuyo destino hilarán las Parcas en oro*, engendrada por aquel que condena al suplicio los crímenes contra Venus. Flavia Maior, acércate.

Obedeces y te acercas a la mujer que habla hasta verle el rostro. Es muy anciana, está surcada por miles de arrugas y los pocos dientes que tiene lucen amarillentos en unos finos labios; y a pesar de todo, se yergue poderosa frente a ti, sientes en ella una vitalidad especial.

Notas de juego

* Se dice que los hilos, manejados por las Parcas, que representan las vidas de los héroes, no son como los del resto de los mortales: son de oro y mucho más resistentes.

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12/07/2012, 00:52
Hera

“Flavia” te dice la anciana. “Tú eres la elegida. Tú llevarás en tu vientre a la persona que está llamada a cumplir la voluntad de Juno. Tú eres la mayor de las Flavias* de nuestra congregación. Pero de ti depende todo. Sé que serás juiciosa y sabrás interpretar las señales; sabrás elegir al hombre adecuado, el progenitor de la niña que traerá la luz al culto y al Pacto en estos tiempos tan difíciles. Por eso, la llamarás Lucetia, y crecerá bajo nuestro amparo. Toma” la hera te entrega una pequeña bolsita que contiene unos polvos. “Esto hará que el padre se olvide de todo. Nunca debe enterarse; nadie debe interponerse en el camino de esa niña; ella debe cumplir su destino.”

Notas de juego

* Flavia en latín significa “rubia”.

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12/07/2012, 00:52
Quinto Casio Dánico

La visión desaparece, y en su lugar aparece una gran biblioteca, donde la gente pasea leyendo en voz alta los códices y papiros. Un joven que se encuentra cerca de ti recita unos versos que te llaman la atención:

“Un infame lugar en la noche profunda
yace oculto y resuenan en él negros torrentes;
Tisífone, con fieras serpientes por cabellos,
grita, y por doquier huye la sacrílega turba.
Rechinando sus fauces de sierpes, en la entrada
cuida el negro Cerbero de las puertas de bronce.
Allí, por abordar a Juno, los culpables
miembros de Ixión dan vueltas sujetos a una rueda,
y estirado por nueve yugadas alimenta
Ticio a miles de aves con sus negras entrañas.
También está allí Tántalo, en un lago, mas cuando
va a beber, deja el agua su sed desamparada,
y la prole de Dánao, que contradijo a Venus,
en tinajas sin fondo vierte agua del Leteo.
Que allí termine quien mi amor haya ultrajado
y me haya deseado prolongada miseria.”

Recuerdas las palabras de la hera: “La niña será engendrada por aquel que condena al suplicio los crímenes contra Venus.” ¡Es él! ¡Este es tu hombre! Te pones frente a él para tratar de seducirle, y entonces ves a un Casio catorce años más joven, mientras aprietas la bolsita con una mano que mantienes oculta entre tus ropas.

Notas de juego

He aquí la razón por la que el protagonista no podía ser mujer ;)

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12/07/2012, 00:54
Iniciador

La segunda visión desaparece, y por fin recuperas el sentido. Estás tumbado en tu peristilo, junto al cuerpo de Flavia, que yace ya sin vida. Es extraño, pero no te sientes nada mal a pesar de haber perdido el conocimiento; incluso dirías que estás mejor que nunca. Te embarga una extraña sensación; no sabes explicarlo muy bien, pero tienes la sensación de que ahora puedes comprender mejor las cosas, y de percibirlas con menos esfuerzo que antes. Tu mente está totalmente despejada, te sientes vivo.

Cuando por fin asimilas todo lo que te ha ocurrido, apenas puedes creerlo. Así que Flavia Maior era la mujer con la que estuviste catorce años atrás, aquella para la que encargaste el libro de las elegías de Propercio, y aquella que ha dado a luz a una niña que se llama Lucetia y que... ¡es tu hija! Jamás habías experimentado tantas sensaciones tan intensas al mismo tiempo. Es como si estuvieras en un sueño; ni siquiera puedes asegurar que estés despierto. Es todo tan raro...

Te das cuenta de que Lucetia, la que se supone que es tu hija, esa muchacha que desafió a Juliana con el mismo poema con el que conquistaste a su madre, esa joven temperamental que quería ser llamada Titiana, está en peligro. “Protege a tu hija” han sido las últimas palabras de Flavia Maior. Pero, ¿cómo? ¿Y de quién? En tus visiones no hay ninguna pista de quién puede andar detrás de ella, aunque estás seguro de que debe ser el mismo monstruo que matado a tus esclavos y a Flavia.

Entonces, fijas tu atención en el pasador. De alguna manera, intuyes que pertenece a Lucetia. No sabes por qué lo sabes, pero lo sabes. Y además, te llegan más intuiciones, acompañadas de una sensación muy agradable: sientes a Lucetia, como si su alma estuviera contenida en ese pasador; es como si ese pequeño objeto fuese ella misma y desprendiera su mismo olor, su misma energía. Primero intuyes que Lucetia está lejos de tu casa; luego, te viene a la mente la dirección que debes tomar para encontrarla.

Es todo tan raro...

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12/07/2012, 15:11
Quinto Casio Dánico

Abro los ojos con la sensación de ingravidez envolviendo mi cuerpo, pensando que de alguna forma he vuelto a renacer. La luz que arroja el amanecer parece iluminar por fin los oscuros recodos de mi mente, sustituyendo el miedo y el horror por la certeza del conocimiento. Me aterra, pero de algún modo sé cómo debo actuar y los pasos que he de seguir para recuperar a Lucetia. Puro instinto, como el de los animales. El mismo que me ha llevado hasta aquí; hasta la verdad…

Respiro profundamente y cierro mis dedos entorno al pasador, grabando el tacto y la forma en mi cabeza del mismo modo en que la vivaz mirada de mi hija vuelve a mí. Mi hija… Suena tan extraño en mis pensamientos que temo pronunciarlo en voz alta y que se desvanezca. Y ella, pienso volviéndome hacia el frío cadáver de Flavia Maior, es su madre… Una arruga nace en mi frente desde la añoranza. Si alguna vez tuve tiempo de conocerla y saber de ella apenas lo recuerdo, pero los hados decidieron hilar nuestros destinos por alguna razón; un regalo bien apreciado. Me dio una hija –pensamiento que me sigue pareciendo una tremenda locura- y ha logrado que despierte del sueño en el que he vivido aletargado todos estos años. No sé por qué, pero siento una inmensa gratitud y amor por esta mujer, pero ya no me queda tiempo para demostrárselo, ni siquiera un gracias que poder decirle. Y aun así, este brota de mis labios esperando que de alguna manera le llegue:

“Gracias… Gracias, Flavia Maior.” Musito con la voz rota.

Alzo la mano para cerrar sus ojos y dejar que descanse en paz tras cumplir diligentemente la noble tarea que le había sido encomendada. Notar su piel todavía tibia hace que las lágrimas vuelvan a arremolinarse en mis ojos, pero procuro respirar profundamente varias veces y me tranquilizarme. Le ha dado sentido a una vida vacía, cara y llena de responsabilidades mundanas y absurdas. Me ha dado una hija, sin buscarlo ni pedirlo, y me ha arrebatado todo lo demás. ¿Qué me queda?, pienso. Una enorme casa, dinero, y unos dichosos juegos que preparar para el emperador. Quizá sea hora de recuperar esa chispa de vida que el trabajo consumió hace años y zarpar hacia un nuevo destino.

Me levanto reuniendo las fuerzas que me quedan tras el shock que me ha producido todo. Debo cambiarme para que la sangre no delate los crímenes que me rodean y cerrar las puertas de mi casa, quizá para siempre. Aprieto el pasador. Lo primero es Lucetia, y después... Todo lo demás. ¿Dónde estará Agatocles?

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13/07/2012, 00:54
Iniciador

Con una fuerza y determinación inusitadas, como un soldado que se prepara para la batalla de su vida, te despides de la vida que fue y la que pudo haber sido junto a Flavia, y tras echar un último vistazo a todo lo que has amado, te dispones a partir en busca de algo que, de golpe y porrazo, te ha llenado el corazón y lo ha dejado rebosante, incluso sobrepasa a todos los seres que has perdido en el camino: tu hija. Así que te lavas la cara para limpiarte la sangre de Flavia, te cambias de ropa, sales y cierras las puertas a cal y canto para encaminarte sin más dilación hacia donde el pasador te transmite la presencia de Lucetia*.

Lucetia... ¿Debes llamarla así? Era quería ser llamada Titiana... Pero, ¿qué importa eso en estos momentos? Solo quieres ponerla a salvo, evitar que sufra el mismo destino que su madre. Pero, si al anciana de tu visión está en lo cierto, ella es una muchacha especial; y además, el poco tiempo que estuviste cerca de ella te sirvió para darte cuenta de que es muy despierta e inteligente. Ojalá haya encontrado la manera de ocultarse de su perseguidor. De alguna manera, te tranquiliza saber que, si el pasador te está transmitiendo sensaciones sobre ella, es porque está viva.

Mientras dejas que tus propios pasos te dirijan en la dirección adecuada, impelidos por la fuerza vital que te atrae a través del pasador, intentas analizar todo lo ocurrido y tus visiones para ver si puedes encontrar alguna pista sobre la persona que ha atacado a tus criados y a Flavia, y la que, sin duda, está persiguiendo ahora a tu hija. Durante la cena, todos fuistes testigos de las tiranteces que existían entre ella y Juliana; pero, si la matrona es la madre de Flavia Maior, eso significa que es abuela de Lucetia. ¿Querría su abuela matar a su propia hija y a su nieta? Te pareció una mujer muy fría y calculadora, pero, ¿hasta tal punto de que no le tiemble la mano a la hora de cometer un parricidio? ¿Pertenece ella a esa misteriosa congregación consagrada a la diosa Juno? Recuerdas los murales en su mansión representando a Dido, reina de Cartago, cuya diosa tutelar es, precisamente, Juno. Pero, en tu visión, se supone que esa congregación deseaba la llegada de Lucetia, y la protegería. Aunque, por otra parte, Lucetia renegaba de ese nombre impuesto por esas mujeres llamadas heras; ¿acaso no ha aceptado su destino y está siendo perseguida por ello? No puedes más que hacer conjeturas; nada sabes en realidad, y por ello debes extremar las precauciones. Al menos, hasta que tengas claro quién es su enemigo; vuestro enemigo.

Tus pasos te conducen de vuelta a los jardines de Salustio. Entras presuroso, esperando recibir más impresiones sobre el paradero de Lucetia, pero las sensaciones son ahora muy difusas. Sabes que tu hija está en algún lugar de los jardines, pero este sitio es inmenso; tardarías un día entero, si no más, en rastrearlo por completo. Pero si ha venido aquí es porque este lugar debe tener algo de especial para ella... lo presientes, pues el pasador no deja de transmitirte sensaciones sobre ella, algunas muy claras, otras más difíciles de interpretar. Sin embargo, por mucho que lo aprietas, ya no te señala la dirección que debes tomar. Desesperado, repasas mentalmente los lugares más importantes de los jardines: al norte hay un templo consagrado a Venus, al oeste el complejo formado por palacio, foro y termas a donde suelen mudarse los emperadores en verano, y en el centro el obelisco que trajo el emperador Augusto de África. Existen muchos otros lugares muy visitados: complejos escultóricos, ninfeos, fuentes, estanques, pórticos, templetes... ¿A dónde debes ir?

Notas de juego

* Puedes tomar lo que quieras de tu casa antes de irte.

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14/07/2012, 12:45
Quinto Casio Dánico

Guiado por una sensación que jamás había experimentado antes, sigo mis impulsos cual animal desesperado. He tomado una decisión, la más compleja y transcendente que he tomado en toda mi vida; estoy seguro. Ahora todos esos dilemas sobre los juegos del emperador me parecen una minucia en comparación, algo vacío y negligente que va contra mis principios. ¿Qué principios, me pregunto? Yo no tenía de eso hasta hace apenas unos minutos. Ahora todo gira en torno a una niña: Lucetia. Todo lo que no tenga que ver con ella ha perdido sentido e importancia salvo, quizá, unas pocas cosas. La muerte de Sira y de Hýlax, Agatocles, Flavia Maior…

Trato de repasar con serenidad los acontecimientos acaecidos hasta ahora, buscando en ellos indicios del origen de todo esto. Un culpable, alguien a quien achacar la desgracia que me rodea de repente y el temible destino que parece esperarle a Lucetia. Recaigo en Scylas y temo que él también esté envuelto en todo esto. Su severidad me hace pensar por un momento en el enemigo, pero luego recuerdo la complicidad entre la pequeña y él. ¿Qué pensar? ¿Qué decidir?

Llego todo lo lejos que el pasador me lo permite, de nuevo hasta los jardines de Salustio. Aquí debería haber estado Flavia hacía unas horas. En cambio ahora yace en mi hogar fría como el mármol, como todos los demás. Suspiro apartando los sueños de lo que podía haber sido y no fue ni será, tratando de centrarme en lo que tengo delante. Miro los edificios que quedan en mi campo de visión y me muevo de forma dubitativa hacia adelante y hacia atrás.

“Casio, piensa” me digo, llevándome la mano a la frente y apretando la sien con los dedos.

Cualquier lugar podría valer, pero si hay algo tan fuerte que interfiere… Tiene que ser algo divino, pienso. No es que mi fe haya sido la más ferviente de todas, pero he de creer en ello. Flavia me encontró debido a que yo “condenaba al suplicio los crímenes contra Venus”. Venus. Bien, allí iremos entonces.

Notas de juego

Casio habrá cogido una daga (por el mero hecho de sentirse algo más seguro), y dinero.

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14/07/2012, 18:17
Iniciador

Siguiendo tu instinto, te diriges al templo de Venus, que se encuentra en el extremo norte de los jardines, una espléndida construcción en la que se celebra la fiesta de la vendimia el 23 de abril, a la que asistes cada año. Además, entre sus dependencias se encuentra una biblioteca, aunque no es de tus preferidas.

Entras a la biblioteca y aspiras el olor del papiro. Como siempre, te quedas contemplando los nichos que contienen los rollos etiquetados, los esclavos ordenándolos y transportándolos en cestos, los bustos y esculturas de famosos autores frente a las estanterías con sus obras, los armarios que contienen los nuevos códices en forma de libros; la gente pasea por todo el recinto sosteniendo los rollos y leyendo en voz alta*. En la pequeña sección de literatura griega, Vulso espera con los demás; te saluda afablemente cuando te acercas, al igual que los demás, entre los cuales reconoces a Scylas, y comenzáis a hablar en un extraño dialecto griego.


    

Regresas a la entrada. Te agarras a una columna, algo mareado; era otra visión. Pero, cuando te recuperas, ves exactamente lo mismo, incluido el pequeño grupo reunido en la sección de literatura griega: allí está ese Vulso, conversando con los demás, con la excepción de Scylas, que no está entre ellos. Entonces recuerdas haber oído antes el nombre de Vulso... fue en la cena de ayer; Scylas, Flavia y Lucetia lo nombraban mucho en aquella conversación que mantuvieron en el extraño dialecto griego que apenas podías entender, que es el mismo en el que hablaban Vulso y los demás en tu visión.

Notas de juego

* Al contrario que hoy en día, las bibliotecas eran lugares bastante ruidosos, ya que la gente acostumbraba a leer en voz alta. Tampoco había mesas ni sillas para sentarse a leer, puesto que los rollos se leían de pie, desenrollándolos con una mano al tiempo que se iban enrollando con la otra. Resulta curioso que, cuando se terminaban de leer, igual que las cintas de vídeo, había que volver a enrollarlos en sentido inverso, ya que el texto se quedaba al revés.

Vulso es el hombre de la primera foto.

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14/07/2012, 20:46
Quinto Casio Dánico

Creo que aunque ocurra mil veces, no me acostumbraré jamás a esos fugaces recuerdos de Flavia. Pensé que ya habían cesado, pero no. ¿Qué me hizo cuando me agarró estando en mi casa? Preferiría dejar de recordar su memoria, pues de algún modo me hace sentir mal, como si violase la integridad de alguien, apropiándome de algo que no es mío. Igualmente, es necesario, y es lo único que me consuela.

Tomo aire varias veces y regreso al interior, tratando de aparentar normalidad tras la precipitada salida. Observo a las personas allí reunidas y me acerco. Quizá no sea lo más apropiado, pero me siento tan perdido que espero que mis instintos no me fallen en este punto tan crucial.

"Disculpad. Estoy buscando a un hombre llamado Scylas"

¿Serán estas personas las que traicionaron a Flavia?

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14/07/2012, 21:45
Iniciador

En cuanto hablas, todos ellos guardan silencio y te observan. Ahora que estás frente a ellos, tú también puedes observarlos con más detalle.

Por su elegante vestido y sus adornos, la mujer debe ser una rica patricia; pero hay algo extraño en ella, aunque no sabrías decir exactamente qué es. Su mirada te recuerda más a la de un animal depredador que a la de un ser humano, y hace unos gestos muy raros con la cara, como si tuviera algún tic nervioso.

El hombre regordete tiene pinta de ser muy parlanchín. Te recuerda a uno de esos vendedores charlatanes que se reúnen en el foro anunciando sus artículos.

El tipo de la barba morena te suena, pero no sabes de qué; puede que lo hayas visto antes en algún sitio. Tiene un peculiar brillo de inteligencia en la mirada, y una expresión poco convencional, como si estuviera constantemente concentrado.

Por su parte, Vulso es un hombre cercano a la vejez; tiene el aspecto de un filósofo griego, y una expresión severa.

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14/07/2012, 21:48
Cneo Vulso

Vulso te estudia con detenimiento, mirándote de arriba abajo con cara de pocos amigos; le ha molestado que interrumpas la animada charla que mantenía. Mientras tanto, el resto se mantiene expectante, dejando el asunto en manos de Vulso.

“¿Quién le busca?” se limita a decir cuando preguntas por Scylas.