Partida Rol por web

-Si claro, para ser niñera de... ¿Qué? Preguntó patidifuso. No había pillado la broma hasta que era tan tarde que le había dejado como un idiota en frente de la hermosa elfa. Adiós a mis oportunidades de ligar, expresó como una queja en su cabeza.

Cuando volvió a pensar en la misión, lo tenía todo claro. -Bueno, las mismas posibilidades son de morir aquí en la próxima oleada que morir allí arrasando con el origen del mal. Además, nosotros contamos con un arma secreta. Miró a Alessia y sonrió. -No habrá repelente de insectos lo bastante grande, pero tenemos nuestro propio lanzallamas.

La elfa no tardó en responder a vuestra actitud.

- Los silítidos son criaturas insectoides con mentalidad de colmena, no dudarán en arrancaros la piel si entrais en su territorio - os explicó.

- Ya que habéis decidido marchar, recordad que son seres agresivos, así que tened todos mucho cuidado si os topáis con alguno -

- Que Elune os proteja - se despidió de manera firme una vez que os sentisteis preparados para visitar el Aguijón del Infierno.

Decidisteis emprender la búsqueda del aguijón del infierno para así hallar más respuestas. El vasto desierto se abría ante vosotros con una inmensidad desalentadora. Gracias al mapa comenzasteis a tomar un rumbo lento pero fiable, empezasteis a dejar atrás el bastión de Cenarión hasta que finalmente desapareció de vuestra vista.

El camino era agotador, llevabais ya más de media jornada de viaje y aún no había rastro de vuestro objetivo, en el mapa las distancias parecían más cortas pero la realidad era mucho más diferente.

El calor os empezaba a asaltar con violencia, al igual que el desánimo, mirabais a vuestro alrededor y tan solo se apreciaba arena, enjambres inactivos y restos de esqueletos...

Si Un'Goro había sido una tortura, aquél lugar era la prueba de que los infiernos existían sobre la faz de Azeroth. Incluso su hogar –no el de los elfos, sino el de los cazadores de demonios– era un paraíso comparado con aquello. A decir verdad, pocos lugares podían ser peores que ese páramo desértico, excepto tal vez los desiertos de sal o las grandes llanuras de lava y fuego. 

Pero no era el ambiente lo que la hacía gruñir cada dos por tres, mantenerse en tensión, y observar con ojos entrecerrados cada movimiento que se producía a su alrededor. No, allí había algo más, una sensación de maldad, de corrupción, que ya había olido antes. Era el aroma de la Legión Ardiente, de poderes oscuros que se había propuesto erradicar. Lejos de hacerla retroceder, e incluso caminar a paso más lento, aquello la impelía a avanzar, a ignorar el agobiante calor, el horrible camino que recorrían. 

Su ímpetu alcanzaba un nuevo nivel, sin flaquear, sin rendirse, ansiosa por acabar con aquella amenaza que tenían tan cerca.

– Vamos, no os retraséis – dijo al resto de la comitiva –. Pronto llegaremos. Lo noto.

Aunque al partir de la base Cenarion con la seguridad de quien va a comerse el mundo, a medida que ibamos avanzando por el desierto noto como esa determinacion se iba debilitando.

Curiosamente empezaba a tolerar un poco mejor el calor, al ser mas seco era menos agobiante, me recordaba mas al que producia el fuego, elemento con el que me sentia mucho mas comoda. No, lo que me poniua nerviosa era aquella desolacion tan absoluta, ni una señal de vida mas alla de esqueletos y el sonido que los silicidos producian. Acostumbrada a los verdes y frondosos bosques de Kel`thalas, aquel paisaje tan muerto y deprimente comenzaba a cobrarse un alto precio en mi animo.

Cuando Lyareth murmura que ya estamos cerca, no puedo evitar fijarme en el esqueleto aun medio vestido con una tunica raida, no muy distinta de las que suelo usar, y digo titubeante.- Creo... creo que la kaldorei tenia razon, quizas estamos siendo un poco imprudentes. No servira de nada a Lady Alexzstraza que nos maten unos bichos, no? Quizas deberiamos preparar una expedicion mas en condiciones. N-no?- Mientras miro a los otros dos integrantes del equipo, casi suplicando con los ojos que me diesen la razon.

-Este desierto es infernal, parece un camino infinito. Masculló mientras caminaba torpemente por el despierto, embadurnado en su crema solar para no quemarse, pero que no ayudaba a que su piel transpirara, así que comenzó a sudar como un pollo a punto de ser decapitado. Se sentía cansado, pero determinado a que terminara esta misión y ese calor de una vez por todas.

-No podemos tener a nuestro alcance a nadie que nos ayude en nuestra expedición. Los elfos no pueden, los siervos de Alextrasza tampoco, y tenemos que ganarnos el jornal. Estaba tan enfadado por toda la arena que se colaba en áreas tan molestas que no tenía ganas de lidiar con llantos.

-Cada paso que menos, es un paso menos hacia el or... hacia el objetivo.

Finalmente había un destino: el Aguijón del Infierno. El grupo abandonaría el Bastión Cenarion cuando todos recuperasen fuerzas. Garroom quería poder haber ayudado un poco a los Cenarion pero el tiempo y no se quedarían demasiado allí e hizo lo mismo que el resto estudiar los mapas de Silithus mientras descansaba.

Al poco tiempo los cuatro fueron hasta la salida del Bastión con la elfa Cenarion a su lado para despedirles y desearles suerte en su misión:-Que la Madre Tierra os proteja, hermanos y hermanas.-era lo mínimo que podía hacer Garroom para ayudarles. Poco después de abandonar el bastión Cenarion frente a ellos estaba el desierto de Silithus y los cuatro emprendieron la marcha en la dirección donde se encontraba el Aguijón del Infierno. Garroom empuño el Cayado del Caminante para que su travesía por el desierto fuese más llevadera.

El calor era insoportable y aunque Alessia y Kwilyx se quejaban por ello, Garroom no lo hizo pero le afectaba, menos a Lyareth que parecía estar en perfecto estado:-Antes de que este desierto haga mella en nuestros espíritus dejadme que mejore un poco las cosas.-comenta Garroom sosteniendo ya el Cayado con las dos manos. Con una silenciosa pero respuetuosa petición, Garroom invoca una ligera brisa de aire fresco que todos agradecerán. La supervivencia del grupo dependería de lo agotados que estuviesen al llegar al Aguijón del Infierno. Garroom estuvo pensativo durante unos instantes y se le ocurrió realizar aquella acción un par de veces más dado que pasaba más desapercibida que cualquier otra cosa:-A medida que augmente nuestro calor, puedo realizar esto un par de veces más. Hacerlo más veces llamaría atención no deseada.-dijo señalando algunos grupos de silitidos que se veían a lo lejos, pero que no se habían percatado del grupo. 

Vuestra caminata seguía sin dar ningún tipo de fruto, Garroom llegó a pensar que estabais dando vueltas en círculos y que aquel desierto era un laberinto, para colmo el hambre y la sed hacía que vuestras provisiones fuesen cada vez menores. 

Alessia, la cual estaba algo más acostumbrada a este tipo de situaciones, se percató de que el mapa era incompleto, comprobó que existían algunas incoherencias entre las marcas del mapa y lo que erais capaces de encontrar. Fue entonces como haciendo unos pequeños ajustes en base a vuestras andadas por ese desierto corregisteis el rumbo, si todo salía bien en poco tiempo podríais llegar al Aguijón, pero había que darse prisa, las provisiones cada vez eran menores, quizás las elfas de sangre podrían aguantar... pero el resto necesitaba más.

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Tras un último esfuerzo y con algunas correcciones por parte de Alessia, conseguisteis vuestro propósito, parecía que aquel momento había llegado a lo justo puesto que las raciones de agua y comida estaban casi agotadas, ya de por sí sería un problema el regreso, pero eso ya sería otra historia.

Justo delante de vosotros había un gran agujero, de él se podían apreciar varias patas de insecto erguidas y recubiertas de una coraza queratinizada, era una imagen bastante desagradable sobre todo cuando daba algunos movimientos espasmódicos.

Cerca de la entrada, bajo la arena, encontrasteis algún que otro resto de huesos, por el tamaño y forma era fácil pensar que se trataba de otros seres humanoides y no de animales, no había duda, habíais llegado al Aguijón del Infierno y ya no había vuelta atrás.

El camino no había sido el esperado. Ni siquiera ella, acostumbrada al duro entorno del que había sido su mundo durante mucho tiempo, de voluntad inquebrantable y paso seguro, ni siquiera ella... Era ajena a las inclemencias del gran desierto sembrado de muerte allá dónde posaba los ojos. Huesos y arena, animales salvajes que ocultaban sus aguijones bajo tierra, insectos que picaban una y otra vez, zánganos algunos tan grandes como una mano, otros aún más. Ni siquiera los poderes del druida habían logrado hacer más llevadera la marcha, y por supuesto ninguno podía crear comida de la nada, ni la cantidad de agua que necesitaban para mantener un pie delante del otro durante mucho rato más. Sabía que pronto caerían, en medio de la nada, olvidados, si no llegaban pronto.

Pero llegaron.

El Aguijón del Infierno se abrió ante ellos, no como un colmillo que atravesara el cielo, como se había esperado, sino como un gran agujero cuya oscuridad se perdía en el interior del mundo. Directo a algún infierno poco conocido, por supuesto. 

Ahora que habían llegado deseaba no haberlo hecho. Las patas de decenas de insectos que salían de la nada, moviéndose con sus formas quitinosas, la produjo arcadas. Pero no había otro sendero, y retroceder era imposible. No había vuelta atrás, sino un sólo objetivo frente a ellos, o más bien bajo. 

Con un movimiento tenso, desenvainó las gujas gemelas, que a lo largo de las horas había vuelto a colgar de su espalda, y las probó en el aire, desentumeciendo los músculos. Se hizo un corte después, en cada antebrazo, con cada una de ellas, dejando que un fino hilo de sangre carmesí manara con cada herida, comprobando que estaban afiladas, y asintió.

– Hora de descubrir que altera a tus elementos, Garroom – dijo con una sonrisa lobuna, justo antes de comenzar a andar.

*****

¿Cuánto llevaban? Había perdido la noción del tiempo, las horas ya no se contaban en minutos, sino en las patas que esquivaban, o cercenaban cuando eso no era posible. A lo largo del camino había dejado al druida tomar la iniciativa, abriendo la comitiva, y de nuevo se había puesto ella la primera. El tedio se mezclaba con el asco, y éste con la sensación de estar cayendo en una trampa. Se aburría, tenía ganas de vomitar, y aún así permanecía totalmente lúcida, consciente del peligro. 

El sonido de sus pasos, lo único que apagaba el rozar de los apéndices suspendidos contra la roca, no ayudaba. Cada eco mantenía despierta su mente, pero, tal vez, demasiado, pues cada chasquido a los lados cuando alguna de las extremidades intentaba agarrar a alguno la hacía sobresaltarse. ¿Cuánto más habría que descender? ¿Hasta dónde llegarían? Las respuestas, estaba seguro, se encontraban un poco más adelante. O eso se había dicho un poco más atrás.

Gruñó, resopló, suspiró, maldijo en silencio, y siguió.

-Ya hemos llegado. Dijo al ver la entrada, sin ánimo ninguno. El desierto no había hecho mella en su sentido del humor, pero evitó hacer comparaciones con esa abertura húmeda y caliente y llena de cositas que parecían pelos, puesto que hasta su lengua estaba cansada y sabía qué iba a ocurrir posteriormente. Desenfundó el rifle y lo acomodó entre sus manos, ya que en la espalda era más probable que golpeara esas patitas sin querer. Por una vez su tamaño era una gran ventaja, ya que era más fácil pasar entre todo eso. 

-Ahora que estamos muertos de cansancio, que estamos en la boca del lobo, y que no tenemos suministros para regresar... o cocinamos quitina, o realizamos algún plan. Las misiones suicidas las prefiero para después de cenar... Por los titanes, ¿Qué olor es ese? Se quejaba un poco, no más que los demás, pero casi prefería desnudarse a pesar de las contemplaciones de sus compañeros que seguir empapado en su propio sudor. Se abanicaba con la mano para intentar refrescarse la cara al menos.

Cielos...- Murmuro al ver aquella escena tan tetrica e inquietante. Los restos de otros pobres diablos no hacian mas que confirmar que estabamos en el lugar correcto, pero eso no mejoraba las perspectivas

Bueno, ya sabemos donde esta la maldita Aguja. Ahora quizas deberiamos volver...- Me quedo a media frase cuando la otra elfa se adentra, seguida de los demas. Aunque la perspectiva de entrar en aquel agujero infecto no era muy agradables, quedarse sola en mitad de un desierto infectado de insectos gigantes era aun peor, por lo que haciendo de tripas corazon, me adentro intentado mantener la compostura y dignidad que me caracterizaban, con relativo exito.- Maldito locos... es que soy la unica con sentido comun?

Caminando tras el orco (y asi aprovechando su tamaño para protegerme) avanzo hacia el interior, conteniendo la respiracion y alguna que otra arcada cada vez que tengo que pasar demasiado cerca de cualquier cosa que parezca insectoide. Lo cual es casi todo. Por si acaso, creo una pequeña llama con un conjuro simple para iluminar el camino, y espantar las patas o cualquier insecto que se me acercara.-

Garroom creyó en diversas ocasiones que el grupo se había perdido y andaba en círculos, el calor y la falta de sombra hacía que la cabeza delirase y creyese lo que no había. Alessia fue la única, según creyó Garroom, que había conseguido soportar el calor y hacer que todos siguiesen adelante. Cada vez había menos provisiones, el calor aumentaba y el riesgo de morir lo hacía también. Con una serie de ajustes en el rumbo del grupo un tiempo después alcanzaron el Aguijón del Infierno. 

De la arena del desierto se erguía una estructura de piedra, patas de insecto y quitina, una mezcla que podría resultar muy resistente, pero en aquél momento resultaba impresionante y aterradora al mismo tiempo. EL grupo se acercó con cautela, con el sentido recuperado, y observó. En el propio suelo habían restos de huesos, tal vez de humanoides tal vez de otros insectos, no importaba. Habían atravesado el desierto y no había vuelta atrás. 

Lyareth ya estaba dispuesta a entrar y repartir estopa a diestro y siniestro contra todo enemigo que hubiese en el camino, El chamán freno su impulso dado había advertido el movimiento de silítidos y, de momento no habían detectado la presencia del grupo. Kwylix se había percatado de dos factores: que no teníamos todavía un plan y que no podíamos regresar, algo que Alessia no había hecho:-Lo lamento Lady Alessia, pero sabíamos que era solo un viaje de ida. No hay suministros para poder atravesar el desierto otra vez.-contestó Garroom al primer comentario de la maga:-Puede que sí lo seaís, pero debemos entrar.-dijo el chamán levantándose al tiempo que el resto y entrando con todo el sigilo del que sabía. 

Os adentrasteis en el interior de aquel lugar tan peculiar, era muy similar a una cueva normal salvo por las irregularidades del terreno, como si grandes insectos hubieran cavado dicha estructura y restos vivientes de otras aún mayores se movieran por las paredes.

Según descendíais el túnel se volvía oscuro, sin embargo pequeñas luces provenientes de insectos de menor tamaño os aligeraban la carga de la oscuridad. 

Mientras avanzabais comprobabais que existía un problema, aquellos túneles eran muy parecidos entre si, lo cual facilitaba enormemente la posibilidad de perderse entre ellos, para colmo había bifucarciones en cada momento, no había duda de que estabais en una colmena gigantesca y subterránea, repleta de galerías y túneles cuya orientación os desbordaba.

Por fortuna, no había que lamentar encuentros hostiles con los insectos, parecía que todo estaba muy calmado, quizás las batallas del pasado habían logrado su cometido ¿o era simplemente suerte?

Donde estan los silicidos? No me creo que esas idiotas asilvestradas lograran hacerles tanto daño- Murmure extrañada a mientras ibamos avanzando por la siniestra colmena, en penumbra. Aunque seguia queriendo largarme de alli a toda prisa, habia decidido hacer de tripas corazon, y actuar como la lider sabia y hermosa (sobre todo hermosa) que tenia que guiar a aquel grupo de salvajes.- Nos estan dejando entrar, estad atentos.

No pude evitar notar que aquellos tuneles no solo eran muy enrevesados, llenos de bifurcaciones, sino que ademas costaba mucho orientarse, practicamente era siempre lo mismo. Frunciendo el ceño, carraspeo para llamar la atencion de los otros tres.- Esta colmena es un autentico laberinto. Afortunadamente para vosotros soy una de las mentes mas brillantes de Quel'Thalas.- digo, mientras le doy un golpe seco con el baston a un insecto que estaba cometiendo la osadia de volar demasiado cerca mia.- Seguidme!