Partida Rol por web

– No me gusta esto. –Miró alrededor con nerviosismo y aprestó las cuchillas. Su voz era similar al siseo de las nagas que se ocultaban en las sombras a su alrededor. Los lugares como aquél no eran de su agrado, nada en absoluto. La recordaban a un pasado que, para los elfos, ni siquiera para los de sangre, no era tan antiguo. Gruñó–. No ha sido buena idea entrar sin más. Debemos avanzar. –Sus ojos se posaron en aquél hueco. Para ella, seguramente, no sería complicado saltarlo. ¿Podría también el chamán? Más le valía que si: Ella no esperaba por nada–. Vamos.

Sin esperar, dio un salto. No había tiempo que perder...

Según avanzabais con dificultad os disteis cuenta que había un gran problema. Las ruinas que en tan mal estado estaban os bloqueaban continuamente los caminos más directos. Las nagas tenían mucha facilidad para moverse por el lugar debido a su cuerpo serpentino, sin embargo ninguno de ustedes podía aguantar el mismo ritmo. Tan solo quedaba una opción: buscar una ruta alternativa.

Continuasteis por otra ruta. Ahora estabais ante un gran desafío, atrapar a las nagas y descubrir cualquier información que fuese de utilidad. Seguisteis avanzando a través de los pasillos derruidos, tras varios metros en linea recta encontrasteis que los desprendimientos habían generado de nuevo obstáculos que debíais sortear.

El suelo se había derruido en varios segmentos y tocaba hacer grandes esfuerzos para seguir avanzando sin poner un pie en falso y caer en las profundidades de las ruinas...

Con mayor o menor éxito continuasteis avanzando por los túneles con la esperanza de alcanzar a las nagas que habían escapado, por suerte el siguiente tramo estaba bastante despejado en cuanto a obstáculos pero el nivel del suelo comenzó a descender poco a poco hasta el punto que el agua comenzó a aflorar por debajo de vuestros pies.

En un par de minutos os disteis cuenta que el siguiente tramo de las ruinas estaban sumergidas bajo agua ¡eso tan solo podía significa una cosa! tocaba zambullirse en el agua para intentar acceder a la siguiente zona, pero existía un riesgo ¿y si había demasiada distancia como para aguantar la respiración? sin embargo dar marcha atrás no era una opción.

Gruñó, algo habitual en ella, y dio un paso atrás, algo que se veía bastante menos. El agua, como ya había quedado claro en el barco de camino allí, no la gustaba, y visto lo visto no se la podía echar nada en cara: desde que habían partido el mar no había traído nada bueno. Y allí estaban, a punto de decidir si se metían en aquél charco que bien podría estar lleno de nagas. Eso si conseguían llegar a alguna parte sin ahogarse. No parecía una gran opción.

— Tenía que haberme ido dónde los enanos. —Maldijo en voz baja, en la antigua lengua de los elfos, y se crujió el cuello antes de mirar a Garroom. Seguramente él no tendría ningún problema ahí abajo, pues al fin y al cabo era dueño y señor de los elementos, fueran cuales fueran. Así que se metería. Y ella no podía quedarse atrás. En realidad, no podía ser otra cosa que la primera. Maldito orgullo. Decidida a no pensar, o se arrepentiría, asintió—. Te veo al otro lado. —Y antes de que el orco pudiera responder, cogió aire y se zambulló. 

Una vez superado el obstáculo anterior tan solo quedaba un inmenso y largo pasillo. Quizás el camino era el más largo pero a simple vista parecía seguro. Era la oportunidad perfecta para acortar distancias y llegar a vuestro objetivo, si es que realmente las nagas habían tomado aquella ruta.

Avanzasteis tan rápido como os permitieron vuestras fuerzas, hacer una carrera en un tramo recto era reconfortante teniendo en cuenta la situación en la que estaban las ruinas, todas repletas de pequeños baches y cambios de dirección adornados con paredes destrozadas.

De repente, cuando parecía que ya llegaba el final del túnel, un temblor de gran magnitud retumbó por encima de vuestras cabezas ¿qué sucedía?

Una nube de polvo oscuro fue arrojada encima vuestra, casi no dio tiempo a reaccionar cuando se descubrió que... ¡el techo estaba comenzando a derrumbarse!

Tan solo una rápida maniobra os salvaría de quedar sepultados. ¡vuestra vida estaba en juego!

Más rápido. Más rápido. Ahora que podía, casi volaba sobre el destrozado suelo de las ruinas. Los nagas debían estar cerca, muy cerca, casi podía oler la sangre que pronto regaría las piedras de aquél lugar, y aquello hacía que corriera más, mejor, sin detenerse ni mirar atrás. El final del pasillo ya podía verse, con aquella luz difusa que marcaba todos los finales, entradas a nuevos caminos. Sus espadas danzaban en sus manos, aceros brillando con destellos aún más difusos. Y sus pies seguían golpeando con suavidad la roca, cada vez más rápido. 

Cuando el mundo pareció temblar a su alrededor, no se detuvo. Tampoco cuando largas líneas recorrieron las paredes, negras grietas que alcanzaron el techo. Y menos cuando éste empezó a derrumbarse. Corrió entre los grandes bloques desprendidos, esquivó los cascotes que, de haberla golpeado, seguramente habrían sido su fin, y al fin se escabulló de allí, saliendo de entre el polvo y la muerte, ilesa. Preparada.

Tanto Lyareth como Garroom atravesaban las ruinas a la velocidad del viento, parecía que los elementos les hubieran imbuido en su energía y les hubieran conferido habilidades increíbles, esquivaban escombros con la gracilidad de un felino, corrían, saltaban, caían como si no se agotaran. Ambos héroes tenían una concentración ante todo lo que veían a su alrededor. 

En un momento se encontraban en un corredor totalmente desocupado y con un camino totalmente recto, aquello les agradó a ambos. Emprendieron la marcha y al cabo de unos segundos un estruendo resonó sobre sus cabezas y de pronto el techo sobre sus cabezas cedió, cayendo escombros. Garroom dio un brinco inpropio de un orco, al menos no en la medida que se tenía de que los orcos saltaran, dado que el salto que dio Garroom alcanzó una zona segura en décimas de segundo. 

Rodó por el suelo y miró a su lado al ver que Lyareth también había esquivado con gracilidad los escombros:-Hemos tenido suerte, eso podría habernos salido caro de pillarnos.- dijo el orco mientras se levantaba y volvía a mirar hacia el corredor. 

Supisteis que os faltó un suspiro para terminar sepultados por aquella masa de rocas antiguas. Por suerte vuestros reflejos estaban bien afinados y no sucumbisteis a un obstáculo tan sencillo como mortal.

Ya llevabais un buen trecho recorrido y eso tan solo significaba que estabais cerca de obtener respuestas, la pregunta era ¿cuales?.

Seguisteis avanzando, habíais perdido la cuenta del tiempo que llevabais dentro de las ruinas y de cuanta distancia habíais recorrido ¿estarían las nagas cerca?

De nuevo más y más bifurcaciones convertían aquel lugar en un laberinto pero sentíais que el final estaba llegando, las ruinas no podían ser tan amplias y según avanzabais llegasteis a lo que parecía un tramo final, el pasillo era largo y justo en su final una cámara circular, como una bóveda, algo que os pudo traer recuerdos de vuestro viaje a Silithus.

Estabais a la suficiente distancia para ver con claridad lo que había allí, una gigantesca estatua de Elune rodeada de agua embellecía las paredes degradadas por el paso del tiempo, frente a ella y de espaldas había un elfo nocturno que parecía estar comunicándose con dos nagas. Él, corpulento y con ropajes sencillos, no parecía haberse percatado de vuestra presencia...

Aquello la traía recuerdos no muy lejanos. Recuerdos de una cámara subterránea dónde les había aguardado un elfo. Recuerdos de una sierpe decapitada cuyo cuerpo había servido de carnaza para permitirla a ella escapar con vida. Recuerdos de una huida frenética perseguida por insectos. Aquello la traía muchos recuerdos, y casi ninguno auguraba nada bueno para el futuro. Y es que allí, frente a ellos, había otro dragón. ¿Qué más podía ser?. Era exactamente lo que habían ido a buscar, exactamente lo que Alexstrasza esperaba que encontraran. Uno más de sus hermanos, y a juzgar por las apariencias, también en proceso de conseguir un ejército.

— Espero que esta vez no huyas —siseó con rencor hacia el orco, a la par que apuntaba con una de sus espadas al desprevenido nocturno—. Pero ahora espera. Déjame a mi. Ataca solo si las cosas se ponen feas. —Como una sombra, se acercó con con pasos precisos y silenciosos por la espalda de su presa, manteniéndose en las sombras que ofrecían los recovecos de la caverna y usando la estatua para ocultarse también de los nagas. Se acercó con gracia, con agilidad, y con un único objetivo: matar a sus enemigos. Rápida. Mortal.

Cayó sobre ellos en una danza de acero. Ojos verdes destellaron en el metal, la sangre manó de los cortes y el cortar de las brillantes hojas llenó el aire con su música.

— Mmm. —Gruñó en voz alta, cubierta de sangre, mientras miraba alrededor. Aquello había sido demasiado fácil, demasiado sencillo. El filo de sus hojas estaban bien afilados, pero las espadas habían atravesada con inusitada facilidad a aquellos tres. De los nagas, se lo esperaba, no era nada nuevo acabar con esas serpientes, pero del elfo... ¿No iba a convertirse? Era un dragón, al no ser, que no lo fuera.

Maldijo en silencio al darse cuenta de que seguramente el descuartizado cuerpo que ahora había a sus pies, una mancha ensangrentada e irreconocible, no era lo que creía. Mierda. Garroom, mientras tanto, ya se estaba acercando.

— Creo que me he equivocado. —No había arrepentimiento en su voz, o al menos no el que podía esperar. Su único fallo al equivocarse era haber matado a una posible fuente de información, pero en ningún caso a nadie inocente. El mundo, y ellos, estarían mejor con el nocturno muerto que con él contra ellos, eso seguro. Escupió al suelo—. Será mejor que sigamos, ve pensando por donde...

Y nada más decirlo, esperando que el chamán se centrara en descubrir el camino —tal vez sus amados elementos decidieran decirle algo—, ella se puso a registrar los destrozados cadáveres, en busca de alguna pista, o algo de interés.

Junto al cuerpo del elfo había un fragmento como de una pequeña joya, ésta parecía ser de color azul marino y poseía un resplandor mágico bastante atrayente. Bajo un rápido vistazo se podía averiguar que su procedencia era muy antigua, demasiado quizás para ser un objeto a manos de un simple elfo, el cual no presentaba rasgos de ser nadie en especial, quizás un sacerdote que estaba venerando a Elune ¿pero en un lugar así rodeado de Nagas? No era lógico...

De repente, justo tras la estatua de Elune un resplandor azul alumbró toda la instancia en un parpadeo de magia que os hizo sentir un largo escalofrío. Lyareth rebuscaba entre los restos del elfo caído mientras que Garroom miraba a los alrededores esperando cual iba a ser el siguiente movimiento...

Empezasteis a escuchar grandes estruendos que provenían del exterior, era como una gran tormenta que sacudía los cielos ¿o quizás era el templo que estaba a punto de derrumbarse? Antes de que pudierais encontrar alguna respuesta coherente estando en el interior del edificio, un gigantesco martillo fue "escupido" del interior del mágico portal ¡iba directo hacia vosotros! ¡¡había que reaccionar cuanto antes u os impactaría!!

El martillo golpeó a Garroom** tumbándole en el suelo, sin embargo éste pudo reincorporarse pocos segundos después. Lyareth al contrario pudo agacharse justo en el instante necesario para que aquella arma pasase de largo.

Como por arte de magia el martillo regresó automáticamente hasta el misterioso portal y justo cuando parecía que iba a desaparecer en aquella nube azul una poderosa mano la agarró con tanta fuerza que os estremeció...

Ante vosotros apareció un corpulento ogro mago de dos cabezas, su aspecto lo delató rápidamente como Cho'Gall, líder del clan Martillo Crepuscular en la época de la segunda guerra. ¿Pero qué hacía allí?¿y de dónde venía exactamente?

- Ja, ja, ja - rió una de las cabezas mientras os miraba

- ¿Justo como estaba pensado, verdad? - dijo la otra. Acto seguido la que estaba riendo esbozó una sonrisa

- Efectivamente, justo como estaba pensado, hasta los grandes líderes cometen errores de novato cuando se dejan llevar por el pavor - acto seguido comenzaron ambos a reírse.

Cho Gall, imponente, se detuvo frente a ustedes, se cruzó de brazos mientras guardaba el martillo en si cinturón.

- ¿Cómo va la guerra entre los dragones?¿y el fragmento del alma del dragón?¿Sabéis a caso qué es lo que estáis haciendo aquí?¿para qué arriesgáis vuestras vidas? - el portal seguía abierto tras su espalda.

Tras guardar el cristal en una de las bolsas que llevaba al cinturón, asegurándose de que no tocaba su piel en ningún momento —ni siquiera mientras lo recogía, utilizando un trozo de tela del elfo muerto para protegerse la mano—, miró hacia el portal. El eco de las risas resonó en el interior del templo en ruinas mientras salía de allí aquél enorme ogro de dos cabezas, el ser que había intentado golpearles hacía un instante con un martillo, y que ahora parecía completamente ajeno a las dos espadas que rielaban en las manos de la elfa. Su primer instinto era atacar, matar a aquél ser que a todas luces había sido corrompido por la magia y el poder de los demonios, pero se obligó a contenerse; esta vez debía obtener información.

—¿Y quién eres tú, qué tanto sabes de lo que al parecer nosotros desconocemos? —¿Desde cuando era una guerra entre los dragones? ¿Y qué era ese fragmento del que hablaba? ¿Qué les había ocultado Alexstrasza al enviarles allí?—. Habla, antes de que te abra en canal y regrese cada cabeza por separado al interior del portal. —Tal vez no eran suyas las dotes comunicativas ni la diplomacia, pero para ocultar sus dudas era necesario que se mostrara firme, y en nada se mostraba más segura que en la guerra.

Tras acabar Lyareth con el elfo nocturno y los nagas, los dos se quedaron observando la estatua de Elune a cuyas espaldas apareció un circulo de hechizos. Los dos se quedaron en guardia al verlo pero no sucedió nada hasta que de repente apareció un martillo que golpeó de lleno a Garroom que lo lanzó varios metros hacia atrás. Aquel golpe le dejó inconsciente un instante, al recuperar el sentido vio que el martillo volvía hacia el portal y una mano de ogro agarrandolo. 

Garroom se incorporó a tiempo de ver a quién pertenecía aquella mano:-Cho'Gall, líder del Martillo Crepuscular.- dijo respondiendo a la pregunta de Lyareth:-No recomiendo enfrentarnos a él, es de los seres más poderosos de este mundo. Y no, no estoy diciendo que huyamos, recomiendo precaución.-le explicó a Lyareth, sabiendo cómo le miraba la cazadora:-Intentamos impedir que Azeroth se vaya al garete. Por qué estás aquí Cho'Gall?-

De repente un humano apareció en la sala.

- ¡¡Alejaos de ese ogro brujo!!! - gritó mientras las primeras piedras del techo comenzaban a caerse, ¡todo el edificio se estaba yendo abajo!. Si mirabais arriba se podía contemplar que el cielo era de color verde esmeralda, un verde reluciente que ponía los vellos de punta.

- Tenemos que salir de aquí cuanto antes -

Cho'Gall frunció el ceño.

- Así que Alexstrasza sigue contando con sus amiguitos para los momentos difíciles - dijo la cabeza más seria

- La reina de los dragones es una zorra, oh si, una vieja zorra que va a ver este mundo arder - la otra cabeza, más brusca hablando, tras cerrar la boca comenzó a dar golpes con su martillo a las paredes para que el derrumbe de la estructura fuese más acelerado, a fin de cuentas parecía que no tenía nada que temer, ese portal que había tras su espalda parecía seguro...

Justo cuando parecía que un gran trozo de piedra iba a caer sobre ustedes a causa de las malas intenciones del Ogro, el humano que irrumpió en la cámara vio su cuerpo brutalmente transformado, unas grandes alas azules salieron de su espalda y bloquearon las rocas que estaban cayendo e imponentes escamas impenetrables acorazaron todo su cuerpo. Aquel humano no era un simple mortal, aquel humano...

Era uno de los aliados de Alexstrasza, Kalecgos, perteneciente al vuelo azul, el cual entró en decadencia tras la locura de Malygos en el pasado. Sin lugar a dudas aquel hombre había llegado allí para sacaros a todos de aquel apuro, ¿pero estabais todos a salvo? quizás era pronto para saberlo.