Partida Rol por web

—Aquí dice que Marcel desapareció durante toda una semana. No dejó ningún rastro y luego regresó a la residencia de estudiantes, junto al resto de su hermandad. Aquí dice que pertenece a una asociación llamada Veritas lux mea.
»Al parecer, rescató los pilares de una antigua hermandad con el mismo nombre. Ahora entiendo por qué Nicolas [1] me facilitó estos expedientes. 

Laforet le entregó el expediente a Hugo para que todos pudiesen comprobar los datos que había enunciado. Parecía perdido en sus propios pensamientos, hasta que se acordó de la pregunta que le había hecho Kaleb.

—Me sorprende que no se me comunicasen antes estos hechos. La desaparición ocurrió inmediatamente después de la irrupción de un par de inquisidores en el Campus eclesiástico. No lo comprendo, ¿acaso los cuervos tienen lazos más estrechos con la guardia?[2] Espero conseguir alguna explicación del alferez Maasdam esta noche.
»¿Decidme, necesitáis algún tipo de ayuda esta noche o para continuar con vuestra investigación?

[Director rompiendo la cuarta pared con mucho estilo]:
Haz una tirada de Desafiar el peligro +SAB (en oculto y solo para el director). Luego te cuento qué es lo que está pasando (pero no temas, es un evento global).

Kaleb sopesó la pregunta del Patricio. Claro que necesitaban ayuda, pero no estaba seguro de cuál. Las pistas los llevaban hacia Marcel, y aunque ahora le llamaba la atención que Nicolás no le dijera que ya le había acercado información sobre esa secta al Patricio, creía que ese era su próximo paso.

Miró a Hugo, como dándole a entender que esperaba que él hablara, pero por las dudas también lo hizo.

-No sé qué opinará Hugo, nuestro líder en esta noble y misteriosa empresa, pero creo que ahora nuestros pasos deberían dirigirse hacia esa secta, y específicamente hacia Marcel Derain- dijo el bardo -¿No creen? Y para ello, creo que lo que más nos ayudaría en este momento es saber lo que su excelencia sepa al respecto del clima político actual- sabía que estaba tocando un tema álgido, pero también era necesario -En este momento, hay que ver quiénes saldrían beneficiados por algo así, ya que dudo que el mejor alumno del campus quiera hacer las cosas solo, sino que seguramente tenga ayuda externa. Aunque...- iba pensando mientras hablaba -Si tuviese delirios de grandeza y, o, arrogancia, podría creer que él sólo o con su secta puede llevar adelante lo que sea que está haciendo-

Miró a los demás, a ver si lo habían seguido en su línea de razonamiento, o si había desvariado mucho.

—Definitivamente, creo que el señor Derain debería responder a muchas preguntas. Nuestro próximo destino será dirigirnos de nuevo al Campus; una vez que nos hayamos reunido con el resto, claro. Sin embargo, creo que es demasiado pronto como para hablar de política. Es posible que en la cena de esta noche lleguemos a algún punto interesante. Debemos tener los ojos muy abiertos durante… ¿Kaleb? ¿Te encuentras bien?

Antes de que el resto puediese reaccionar a la extraña pregunta de Hugo y centrar su atención en el bardo, Galbert hizo su aparición. No dios pasos hasta que, con la boca abierta y los ojos desorbitados, dejase caer la bandeja de la impresión.

Hasta ahora no te habías dado cuenta, pero tu corazón palpitaba a un ritmo más acelerado que de costumbre. Lo habías achacado a tus nervios por estar de nuevo en el viejo palacete. Diriges tu mirada hacia el ventanal, sin saber muy bien qué te empuja a hacerlo. Un par de nubarrones en los que no habías percatado, comienzan a revelar el resplandor espectral de la luna llena.

Tu respiración comienza a agitarse y, lentamente, notas como una extraña presencia comienza a apoderarse de ti. Lo último que pasa por tu cabeza antes de caer en letargo es la sensación que te produjo aquel espíritu de la Plaza Mayor. Y un latido. Algo que palpitaba con fuerza muy por debajo de sus pies, de forma mucho más lenta pero constante: el corazón de la propia tierra.

La luna también reclama a aquellos con sangre feerica, Kaleb. 

Un par de nubarrones en los que no habíais fijado, comienzan a revelar el resplandor espectral de la luna llena. El bardo se quedó completamente en blanco en cuanto la luz le alcanzó.

La piel de Kaleb era todavía más pálida que de costumbre. Sus pupilas habían comenzado a dilatarse hasta que sus ojos adquirieron un aspecto salvaje y alerta. El pelo se le erizo y enrojeció, tanto en los brazos como en la cara y el propio cabello. Se movió con agilidad y se puso de cuclillas en su propio asiento, olfateando el aire como lo haría un animal. Cuando les sonrió de forma despiadada, pudieron apreciar con horror un par de filas de afilados dientes.

Una bandeja cae, el líquido se derrama. El ruido le alerta. Ante vuestra atónita mirada, se abalanza contra un horrorizado Galbert.

Le Maison salió relajado de su trance. Su Diosa le había enseñado que dentro de esa habitación no había almas malignas, por lo que estaba entre amigos.

El súbito cambio de Kaleb le tomó por sorpresa. De manera instintiva tras tantos años de entrenamiento, Le Maison consiguió interponerse en el ataque ofreciendo su cuerpo de escudo a Galbert.

En efecto, no notaste nada maligno en la sala, ni siquiera cuando presenciaste la transformación de Kaleb. Ya no podías ver a través de los ojos de Lineras, pero la criatura en la que se había transformado el bardo emitía más bien un aura salvaje y primitiva.

La luz de luna también acaricia tu piel y eriza el bello de tu brazo. Hay algo extraño flotando en el ambiente, pero no eres capaz de discernir de qué se trata. Todos a tu alrededor parecen tan sorprendidos y alerta como tú mismo. No, piensas, esto tiene que venir de otra parte.

Kaleb miró las nubes, y no sabía si el corazón palpitaba aún más rápido al verlas, o si ya de antes estaba galopando de esa forma. ¿Qué estaba sucediendo? Sintió cómo su respiración comenzaba a agitarse, pero también lo notaba como si no estuviera en su cuerpo, como si lo viera en tercera persona... o algo lo empujara a su interior más recóndito.

Lo último que sintió fue esa voz, ese latido... ese llamado que no podía descifrar pero a la vez lo atraía con una fuerza sobrenatural.

Los gritos de Galbert resuenan en algún punto lejano de tu mente, como en un extraño y denso sueño. También percibes ciertos destellos en los que logras advertir su expresión aterrorizada.

Kaleb se abalanzó contra Galbert, pero Le Maison logró interponerse justo a tiempo. Estaba sumamente contrariado por el comportamiento de su compañero. Aun así, por fortuna, su entrenamiento marcial le permitió reaccionar a tiempo y mantener la cabeza fría. 

El gnomo terminó precipitándose contra el escudo del paladín, quien tuvo problemas para sostener la embestida. No se esperaba que el cronista exhibiese esa fuerza. Se revolvió como un animal salvaje contra Le Maison, hasta lograr zafarse y clavar sus afiladas uñas entre las escamas de su armadura, en la zona del gemelo derecho. La sangre comenzó a salpicar el metal y el tapiz del suelo.

El patricio se levantó sobresaltado.

—¡¿Kaleb?! ¡Por la gloria de Lineras! ¿Qué diablos le ocurre? ¡Hugo, haga algo!

-¡Abélard! ¡Estoy aquí!- gritó el gnomo.

Al menos creía hacerlo, pero en realidad se podía ver como en un pozo de niebla y oscuridad, sin salida, sin escapatoria, dependiendo completamente de... de... no sabía de qué, y sus gritos no emergían a la lejana superficie.

¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo hacer? pensaba el gnomo caminando en círculos, pero con una densidad que parecía de ensueño, como el caminar lento y dificultoso de una pesadilla. ¿Acaso el pozo en donde se encontraba era el mismo del que habían hablado los escritos y las sectas? Sólo esperaba que no fuera así, no quería estar en ese pozo.

En ese momento recordó una vieja canción, no estaba seguro de dónde, e intentó imbuirla con la magia que bien conocía. Esa magia generalmente era para otros, ayudaba a los que la escuchaban, pero tal vez, estando él tan lejos de su cuerpo, podía hacer que su cuerpo la escuchara y se liberara. Además, si lo que lo había poseído era como lo que había tomado al mercenario, y aún tenía alguna reminiscencia animal o natural, la música lo tranquilizaría, o al menos apaciguaría.

Comenzó a entonar con su voz melodiosa las melancólicas notas, mientras la letra de aquella canción acudía a su mente. La historia de un amor perdido en la niebla, el miedo a la soledad, a la inevitable conclusión de que siempre uno está solo consigo mismo, y que no hay compañía ni sol que pueda apaciguar por siempre ese miedo primigenio: el estar solo en la oscuridad.

Oh, querida, ¿dónde estás? Te he perdido.
Busco, camino y busco, pero nada encuentro, querida.
La oscuridad me impide verte, querida,
la niebla me dificulta caminar, querida,
pero sigo, sigo buscando y caminando.

Sé que estás sola, con miedo, porque
yo también siento ese miedo, esa soledad.
Tú eres yo, yo soy tú, y la soledad nos une.
Sé que estás ahí, pero no te encuentro, querida.

Sólo la luz del día, el calor y el sol,
permitirán que nuestros cuerpos se encuentren,
se sientan.
Sólo a la luz del día podremos fingir
que no estamos solos.

Le Maison vio estupefacto como el ser que antes era Kaleb le atravesaba la armadura hasta hacerle sangrar. Fue de nuevo su entrenamiento militar el que le permitió de manera automática agarrar su símbolo sagrado a la vez que ordenaba al ser que estaba poseyendo a Kaleb - En el nombre de Lineras, abandona este cuerpo y libera a Kaleb de tu control.

Algo en tu interior comenzó a bullir como un animal enjaulado. Hasta hacía apenas unos segundos, tu mente era como una densa niebla a la que apenas llegaban voces e imágenes vagas del exterior. Un extraño estado entre el sueño y la vigilia. Ahora, parecías estar a punto de despertar. Y se te ocurrió la mejor idea que podía habérsete ocurrido: cantar para amansarte a ti mismo.

Cada verso lo arrastraba de vuelta a la vigilia. Cada estrofa disipaba las brumas que inundaban y abotargaban su cabeza. Con las últimas frases, la oscuridad adquirió una tonalidad carnosa y encendida, como cuando la luz se filtra a través de los párpados.

Entonces, sin más, despertó.

Kaleb abrió los ojos e inhaló una larga bocanada de aire. Había sido como despertar de una horrible pesadilla, aunque el escenario que se encontró no era mucho más benigno. Volvía a estar en la sala junto a lord Laforet y el resto de sus amigos, pero todos le miraban con una mezcla de asombro y espanto. A Le Maison le sangraba la pierna derecha y le costaba apoyarse en ella, y Galbert había caído de espaldas con el rostro desencajado por el horror. Una bandeja yacía junto a él, con líquido derramado por todo el tapiz y frutos secos esparcidos por doquier.

Su cabello volvió a los tonos dorados de siempre, y la piel recuperó su tono. Volvía a ser el cronista, aunque con las ropas algo más raídas que de costumbre.

Kaleb tenía sensaciones encontradas. Por un lado sentía el alivio de haber salido de ese pozo, de esa niebla que lo había envuelto y amenazaba con nunca dejarlo ir. Pero por el otro lado, veía una escena de la cual no podía sacar mucho en limpio, más que algo había sucedido, y muy probablemente él hubiese sido el protagonista de ello. El qué era lo que había que dilucidar.

-¿Qué... qué pasó?- dijo el gnomo, con una sensación y regusto extraño en la boca, como si hubiese chupado algo pero que no estaba seguro de qué era.

El Cronista se miró las manos, miró a su alrededor buscando alguna pista de lo que había sucedido allí... y de pronto miró por la ventana. Aquella ventana que lo había llamado de cierta forma momentos antes. ¿Habían sido momentos? ¿Había pasado más tiempo que un "momento"?

Sintió un mareo, y tuvo que apoyar ambas manos en el piso, golpeando las rodillas contra la alfombra del Patricio.

Fue el movimiento brusco... sólo eso...