Partida Rol por web

—Que los árboles no te dejen ver el bosque, Tancredo —dijo Tía Myrtle, sonriendo divertida —. Vas por buen camino, pero no has alcanzado lo esencial. Respecto a ti, Orrghk, nosotras llevamos un humilde salón de té; no estás en una armería. No obstante, ambos podéis encontrar respuestas a las cuestiones que traéis con vosotros.

En ese momento, una sonrisa de lobo se dibujó en el rostro de Cancoillote. Daba la impresión de que sabía lo que iba a suceder a continuación. Tancredo solo tardó unos segundos en entender por dónde iban los tiros, por lo que también sonrió. Era el momento adecuado.

—Ha llegado el momento de volar en la barca de vapor. Acompañadme.

Todos se giraron para ver hacia donde estaba señalando la bruja. ¿Aquella puerta había estado siempre ahí? La cortina de conchas tintineó cuando su pequeña mano apartó algunas borlas para invitarlos a entrar. Dentro había una sencilla mesa baja y circular, varios cojines diseminados por la estancia y una extraña cachimba decorada con símbolos que parecían retorcerse.

—Algunos chamanes emprenden viajes astrales gracias a los vapores que vais a consumir hoy. Pero no solo eso, también expandirá vuestra mente y os permitirá comprender mejor vuestro porvenir. Murcha, Gretel y yo os echaremos las cartas. Vosotros debéis hacerlos una pregunta a cada una de nosotras. Elegid sabiamente, pues de ellas dependerá el viaje que emprenderéis.

[Música para ambientación]

Por experiencia, Trancredo sabía que aquella clase de trances podía ser peligrosa, muchos brujos no volvían a ser los mismos después, quedaban trastornados y dispersos. Se llevó algo a la boca, para ayudarse a conseguir el estado mental apropiado, un estado más fluido, que le ayudase a estar relajado y a no oponer resistencia, y comenzó a recitar una oración a Heko antes de fumar de aquella cachimba endiablada, a medida que dibujaba un signo extraño en el aire. Era el ombligo de la diosa, con un nudo de víboras o un sol negro en el centro.

El sol fue creado del agua en lo profundo,
las víboras del aire, del cual descienden.
y cada noche ha de volver a lo oscuro.
Sol de tierra.
Sol de nubes.
Víboras de fuego aéreo,
que cuando son invocadas, llegan siempre con gran ruido
y la naturaleza terrible del fuego.
Víboras de ternura y fuego vivo.
 

Si conoces el camino, ponte a caminar,
ven, y deja que el río te lleve al mar.
Cuando esta vida acabe ella te verá.
Con su voz despertarás.
Con sus ojos te sanará
y otra vez te dormirás.
 

Ya de rodillas, en frente de la pipa, dio un consejo a su acompañante: 

—Orrghk, reza a tu dios, relájate o haz lo que quieras, pero déjate llevar. Si opones resistencia tu psique se fragmentará en pedazos y nunca volverás a ser tú mismo ni a pensar con claridad. Suerte.

Todo lo que estaba ocurriendo era intrínsecamente extraño, pero Orrghk no conocía el significado de la palabra miedo. Más que nada porque nunca había consultado un diccionario.

- Gracias por los consejos, Tancredo. ¡Vamos a volar en este barco de vapor!

El semiorco reflexionó sobre la oración que recitó su compañero. Decidió que no le gustaban las víboras, y menos las que descendían del cielo. Agarró la boquilla de la cachimba, se la acercó a la boca e inhaló hasta llenar sus pulmones de humo, dejando escapar volutas del mismo en forma de círculo.

- Este es un truco que aprendí en mi juventud, cuando fumábamos la hierba del sueño. Ya sabes, ese tabaco que cosecha el viejo Toby. Choló, si estás viendo esto... ¡Va por tí! -, remató señalando con los dos dedos índices hacia el cielo. ¿Que pasará? ¿Qué misterios habrá en el humo de la sisha?

Tancredo asintió ante las palabras del orco, y aspiró una gran calada:

—Me marcharé a la Melilla a buscar una morita que a mi me quiera, y que le guste también mi cachimbita, —dijo mientras agarraba el miembro (la cachimbita), y se dejaba caer de espaldas, a la vez que hacía su primera pregunta.

—¿Los gemelos son en realidad hermanas?

«¿Qué pasará?» 

«¿Qué misterios habrá en el humo de la sisha?»

«¿Los gemelos son en realidad hermanas?»

Las tres preguntas resonaron como ecos que flotaban en torno a la mesa. Apenas reconocían sus propias voces, especialmente después de la primera calada. El vapor enturbiaba sus sentidos y les sumía en una ensoñación cada vez más profunda. Sin embargo, antes de que su presencia abandonase completamente la estancia, las hermanas levantaron tres cartas:

La Rueda de la fortuna, El Loco (invertido) y La Justicia.

—El destino, el momento decisivo y la transformación son las cualidades de La Rueda de la Fortuna —dijo Murcha.

—El final, el caos y la locura aparente (o el conocimiento oculto de las cosas) son las características del Loco inverso —continuó Gretel.

—Y la responsabilidad, el equilibrio y la justicia universal son los rasgos de La Justicia —sentenció Tía Myrtle.

Sus voces comenzaron a entremezclarse y a diluirse hasta transformarse en un rumor cada vez más lejano:

Cada una de estas cartas es la llave a vuestras respuestas y la puerta está dentro de vosotros. ¿Pero qué llave corresponde a cada puerta? Eso tendréis que descubrirlo vosotros mismos…

* * *

—¡Aquiles! ¡Ven, Aquiles, debemos volver a casa antes de que anochezca! 

Una voz distante despertó a Orrghk y a Tancredo. Todo olía a tierra mojada, y llevaban la ropa llena de manchas verduzcas. Al parecer, habían vuelto a quedarse dormidos sobre la hierba. Al fondo de la colina pudieron ver a Homero, el pastor, llamando a su perro para que terminase de guardar las ovejas dentro de la cerca. En efecto, los soles comenzaban a ocultarse perezosamente, recortando la ominosa figura del palacio.

Acercarse al palacio estaba prohibido.

Salir de noche estaba prohibido.

Debían volver a casa con Homero y Aquiles.

Estas eran tres verdades que llevaban gravadas a fuego en sus mentes, como si siempre hubiesen estado ahí. No sabían su significado ni las habían cuestionado hasta el momento. Y así deben ser las cosas, pensaron al unísono, pero con una voz que no era la suya.

El brujo se desperezó y se incorporó sobre la hierba, y trató de despertar a su compañero:

—Orrghk, no podemos quedarnos aquí. Vámonos con ese pastor, a ver que nos puede contar de este lugar.

—¡Tancredo! ¡Orrghk! ¡Dejad de holgazanear y entrad en casa, que se está haciendo tarde! —gritó Homero.

¿Acaso les conocía de algo? Ellos le conocían lo suficiente como para saber su nombre y su profesión, pero poca cosa más. Extraña cosa los sueños, ¿verdad? Cada uno tiene sus propias leyes. ¿Qué es verdad y qué ficción? ¿Cuánto de "sueño" tiene en realidad este viaje?

La nebulosa de preguntas estalló cuando el pastor volvió a llamarles a voz en grito. Ahora estaba lo suficientemente cerca como para distinguir sus rasgos: tenía el cabello tan blanco como una cumbre nevada, la tez pálida y los ojos nublados hasta el punto en que no podían distinguirse iris ni pupila. 

—Lo noto en mis viejos huesos, chicos. Hay que regresar ya o nos alcanzará el ocaso.

Orrghk y Tancredo no perdieron ni un segundo y siguieron a Homero hasta una humilde cabaña en lo alto de la colina. Mientras el pastor preparaba la cena, pudieron contemplar el melancólico crepúsculo binario a través de la ventana. Ninguno de los dos era especialmente sensible a aquel tipo de bucólico ambiente, pero aquello era notablemente diferente. ¿Qué diablos era aquel sitio? ¿Por qué parecía todo tan real?

«Esta mierda debe ser realmente buena», pensaron al unísono, en un eco que resonó desde el fondo de sus mentes.

—Es bonito, ¿verdad? El ocaso, digo. Dos estrellas gemelas que desaparecen juntas para dejar paso al abismo de la noche. No soy ningún poeta, pero me parece realmente hermoso.

El pastor les acercó un par de bebidas calientes mientras se sentaba con ellos. En la taza humeaba un líquido espeso y oscuro, con un aroma dulzón. Cuando Orrghk le dio un sorbo decidió que estaba realmente bueno, a pesar de no tener ni idea de qué diantres estaba probando. Tancredo también hizo lo propio y, aunque le resultaba familiar, fue incapaz de averiguar de qué brebaje debía tratarse.

—Sé que debéis estar hambrientos, pero la cena tardará unos minutos. Esta noche vendrá Ogma a cenar. Sed amables con él, por favor.

—Por supuesto, seremos amables con el, pero una pequeña cuestión antes, amigo. Me temo que la siesta nos ha sentado mal, o que Nadie nos ha dejado sin memoria. ¿Dónde estamos?

—Por ahora os basta con saber que estáis en un lugar seguro, mi querido Tancredo. Y nadie os borrado la memoria. Soy perfectamente consciente de que sois mis invitados. Todos mis hijos son bienvenidos en mi casa. Ogma es mi hermana, es muy cariñosa con los niños y les está enseñando a cosechar y a cuidar de los animales —hizo una pausa para "mirar" por la ventana —. Debe estar al caer. Sed respetuosos, con ella: es muy sensible y muy anciana.

—Bueno, sí, pero a mí también me gustaría saber una cosa. Ya sabemos que estamos en un lugar seguro, pero, ¿quién eres tú? No te ofendas, pero nunca había visto a un pastor como tú —preguntó Orrghk frunciendo el ceño.

Homero rió de forma cantarina mientras apoyaba una de sus pálidas manos sobre el hombro del semi-orco.

—Eso sí que os lo puedo empezar a contar, hijos míos. Yo soy Homero. Soy el pastor, el que canta y el que narra. ¿No es curioso cómo en todos los cuentos sobre la creación del mundo empiezan con una fría oscuridad? Yo y mis dos hermanos provenimos de la larga noche. Yo narré la luz y la luz se hizo. Yo canté a las estrellas y estas cantaron conmigo. Y por eso estoy ciego, más no necesito los ojos para ver.

En ese momento, se fijaron en sus ojos completamente nublados; pero también en que no se movía en absoluto como un ciego.

—Mi voz horada la piedra, como también la horada el que escribe o el paso del río. Y mi hermana es Ogma, que ya entra por la puerta.

En ese instante, la puerta se abrió. Jamás supieron si lo hizo porque así tenía que pasar o por la "narración" de Homero.

El brujo no pudo hacer otra cosa que tratar de contener a su compañero, que era tan sutil y elegante como cagar y mear a la vez. Trató de susurrarle una breve explicación:

—[Chsss... no seas bruto, hombre. He estado en muchos sueños, propios y ajenos. Es un oneirokitai, un guía onírico. No lo interrumpas, nos llevará a donde tengamos que ir.]

Una figura apareció en el umbral de la puerta, que se abrió suave y silenciosamente.

—Hola, mis queridos —dijo saludando a todos antes de entrar.

Su voz era dulce y recordaba al rumor de la llovizna. No obstante, cuando avanzó unos pasos y pudieron verla bien, se quedaron sorprendidos. Parecía más una muñeca que un ser vivo. Su cabeza era como una máscara y su cuerpo estaba cubierto por grandes telas que arrastraba por el suelo, todo decorado con vistosos diseños geométricos. Cuando alzó una mano para acariciarle el rostro a Tancredo, notaron que era del color del trigo fresco, llena de de arrugas, pero suave como la piel de un recién nacido.

—Me alegra ver que todos estáis a salvo. Hoy la larga noche parece más fría que nunca, Homero.

Aquella mujer de extrañas vestiduras recordaba a una muñeca kachina. Los brujos y chamanes rushyanos las usaban en algunas ceremonias, y podían representar literalmente cualquier cosa, así que no era de extrañar que se apareciese con esta forma. Tancredo trató de ser amable mientras observaba con atención las desconcertantes figuras y patrones geométricos de las ropas de Madre Ogma, tratando de encontrar alguna coincidencia con algo que él conociese. La geometría es la expresión formal del conocimiento, así que tal vez fuese un espíritu de la sabiduría, pero aquello era solo una hipótesis.

—Buenas noches, Madre Ogma, y muchas gracias por la hospitalidad, Homero, aunque a decir verdad, si no fuese por los ladridos de Aquiles nos hubiéramos quedado dormidos en la oscuridad. Decidnos, si podemos saberlo, ¿qué es tan peligroso ahí afuera?