Partida Rol por web

—Eh... sí, claro que lo traje. Me lo dio Greagoir—carraspeó—. Es decir, el Caballero Comandante.

Lynn sonrió y desvió ligeramente la vista cuando dijiste que le sentaba bien.

—Lo dijo Irving, ¿recuerdas?—tamborileaba con los dedos sobre el medallón por encima de la tela de la túnica, mirando fijamente su propia mano—. Mi función es localizar a Ayla. Ya sabes cómo siguen los templarios a los apóstatas si se escapan, no deja de ser un método de la Capilla así que yo también lo puedo hacer.

«Creo que podría bailar al compás del ritmo cardíaco de tu amiga» aseguró Allure «Oh, por cierto... eso que dice tiene sentido. No se puede buscar a alguien por todo un reino simplemente preguntando "¿Ha visto usted a una chica así?", ¿verdad?»

Por algún motivo tuviste la desconcertante sensación de saber que se estaba dando unos golpecitos en la barbilla con el índice, pese a que tus ojos no la veían.

«Aunque, ¿no usan los templarios una filacteria para seguiros? ¿hmm?»

-Tipico de las ciudades.-Pienso mientras miro a la callejuela por un instante.-Bueno, debo hacer algo... creo.

Un par de segundos después voy entrando a la callejuela con mi alfanjón en la mano. Si son bandidos como me temo no me pillarán desarmado.

Kando comenzó a gañir otra vez nerviosamente, cambiando el peso de pata una y otra vez mientras veía agacharse a Gabrielle. Cuando el hombre fué a coger la bolsa sin embargo, le ladró insistentemente, cosa que hizo que retirase la mano de nuevo por el sobresalto.

—Decidle a vuestro maldito perro que me deje en paz—gruñó—. No pienso consentir este acoso.

—¡Al ladrón!

En ese momento escuchásteis la voz jadeante de alguien bastante lejos. Cuando girásteis la cabeza para mirar visteis a un campesino de curtida edad que pugnaba por abrirse camino entre la gente mientras sudaba la gota gorda. Si venía corriendo, definitivamente llegaba con mucha desventaja.

—¡Coged a ese rufián! ¡Me ha robado mi bolsa!

—¡Mierda!

El hombre enseguida giró sobre sus talones y salió disparado como un gamo.

Gabrielle y Sion: 100 PX para cada uno por oleros la tostada.

Si queréis intentar cazarlo, tirad iniciativa. Si no, podéis dejar que se vaya con viento fresco mientras le señaláis con el dedo acusadoramente, riéndoos en plan Nelson.

Gabrielle chasqueó la lengua. Sion no se había equivocado y ella había pecado de ingenua. ¡Tendría que remediarlo!

—¡La tengo yo, señor, no se preocupe! ¡Y tú, alto ahí! —le espetó Gabby, concentrando su mente en un hechizo.

En cuanto me toque casteo un glifo de parálisis. Si pasa la TS, salgo detrás él.

Era justo lo que necesitaba escuchar, tenía demasiada ira acumulada como para dejarlo ir impunemente. Algo no había encajado desde un principio y el viejo era la última pieza del rompecabezas sobre la dichosa bolsa.

Sion salió a correr detrás de él, armas preparadas, o se paraba, lo paraba o le paraba, pero no estaba dispuesto a dejarlo escapar a ningún precio.

- Llama a la guardia ahora hijo de puta. -

El ladrón no había dado ni dos pasos cuando Gabrielle conjuró un glifo en el suelo, el hecho de que una runa luminosa se dibujase de la nada lo hizo dar tal brinco que la esquivó en una postura cercana al contorsionismo.

—¡¿Una maga?!—exclamó con los ojos desorbitados del susto por el inesperado espectáculo—. ¡¡Joder!!

Trastabilló hacia adelante braceando para darse toda la prisa posible en ahuecar el ala de allí.

No pongo tablero porque es tontería. Tomadlo como que está a 5' de vosotros. Podéis placarlo, lanzarle otro conjuro, azuzarle al mabari, tirarle un zapato a la cabeza...

Por iniciativas: Gabrielle, Ladrón, Sion. Le "toca" a Sion.

Un instante de decisión y todo podía acabar. Tenía toda la espalda descubierta, era un blanco tremendamente fácil para un puñalada rápida y letal, con algo de suerte ni siquiera notaría el corte del acero, moriría por algún daño severo. No se merecía más, robar a un anciano era totalmente ruin y despreciable.

Pero quizás ese pobre viejo no quería recuperar su dinero a cambio de ver la sangre manchar sus monedas, ese ladrón no era más que un cobarde, y los cobardes tienden a huir. Quería matarlo, deseaba matarlo, sino hubiera nadie presente probablemente ese miserable acabaría tirado en un rincón con dos cuchilladas y una expresión de terror en el rostro.

En otra ocasión, porque si había otra ocasión no habría misericordia alguna.

Dejó caer el arma en el suelo, escuchando el repiqueteo metálico contra el suelo, vio exactamente dónde tenía que golpear y no se lo pensó, un puñetazo directo al costado, justo en los riñones. El puño encontró su lugar golpeando con toda la fuerza que tenía.

- No te mereces ni el acero. -

7 daños no letales.

El ladrón soltó una exclamación ahogada cuando el contundente puñetazo de Sion le alcanzó los riñones y se fué de bruces cuan largo era levantando una nube de polvo.

—¡Joder! ¡Cabrón!—maldijo retorciéndose de dolor mientra trataba de coger aire. No obstante, en cuanto cayó en la cuenta de que Sion había tirado un arma al suelo (y de que tenía al perro justo al lado gruñendo ominosamente) cambió de tercio y se cubrió con la otra mano—. ¡Basta! ¡Me rindo! ¡No me hagáis daño!

En ese momento el campesino llegaba y se detenía apoyando las manos en las rodillas mientras resollaba con fuerza. El revuelo parecía haber llamado la atención y escuchábais el tintineo de alguien embutido en armadura acercándose entre el gentío.

Ya no iría a ninguna parte, salvo a un frío calabozo donde podría recapacitar de lo valiente que es robarle el dinero a un anciano. Había tenido mucha suerte, podría vivir para contarlo, cualquier otra circunstancia más discreta habría acabado con un cobarde menos en el mundo.

Recuperó el arma y la guardó en la vaina sin perder de vista a su nuevo "amigo". La gente se arremolinaba atraída por el tumulto y la posibilidad de una pelea, la idea no era mala, unos cuantos puñetazos de más podían quitarle la tontería, pero con la guardía casí al lado había que renunciar a un breve momento de placer.

- Podrás contarle a la guardia como "heroicamente" salvaste a un anciano de tener que cargar con su dinero honradamente ganado. Sino fuera porque se envenenaría dejaría que el perro te comiera una mano. -

Gabrielle dejó que Sion tratara con el ladronzuelo y en cambio se acercó a confortar al anciano.

—Tomad, buen hombre —dijo, tendiéndole la bolsa—. Ya no tendréis que preocuparos por perder vuestro dinero ganado honradamente.

Esperó a que el hombre tomara la bolsa y contestara lo que quisiera. Cuando no tuviera más que añadir se arrodillaría junto al perro con un mohín.

—Lo siento por pensar mal de ti, chico. Te has portado muy bien. ¡Eres un perro-guardia estupendo!

El campesino fue a decir algo pero lo único que hizo fue soltar un resoplido de alivio, se quitó el sombrero y se abanicó con él.

—Gracias, hija... —suspiró una vez hubo recuperado el resuello—. A los dos, sois... sois buena gente...

Como única respuesta por parte de Kando, Gabrielle obtuvo un lametazo que le dejó la cara cubierta de babas de perro. El mabari simplemente se la quedó mirando moviendo la corta cola.

—¿Qué está pasando aquí?—interrumpió de pronto un guardia brotando de entre la multitud. Venía resollando ligeramente por la carrera que debía haberse dado con la armadura puesta—. ¿Qué es todo este jaleo?

Gabrielle soltó una risita por las cosquillas que le había hecho Kando con la lengua. Le devolvió la caricia antes de responder al guarda.

—Este hombre le ha robado el monedero a este pobre anciano. ¡Pero nuestro valiente mabari ha impedido el robo! ¿Verdad chiquitín?

Sion agarró al ratero por el hombro, aun se le notaba el dolor por el golpe en los riñones. Obviamente no quería arriesgarse a recibir otro o intentar alguna estupidez delante de un miembro de la guardia. Lo arrastró la escasa distancia que lo separaba bajo la mirada curiosa de la multitud empujándolo cerca del soldado.

- Llévese a este "valiente", unos barrotes deberían enseñarle un mínimo de respeto hacia un anciano. -

- Tenía entendido que esos métodos tenían que ver con la filactería. - espeto Dreren con la naturalidad de alguien a quien le importa poco que se le malinterprete. En realidad, estaba seguro de que Lynn estaba por encima de enfadarse tontamente por un comentario fuera de lugar, y había tal confianza entre ellos, al menos por una parte, que Dreren era, en muchas ocasiones, un libro abierto. Por otro lado, el halo de misterio de la mente del mago era una realidad, una realidad inaccesible para todos. Hasta ahora. Allure tenía acceso, porque así lo quería él, a buena parte de sus pensamientos.

 - Y también que ella robó o destruyó la suya antes de irse.

 ¿Por qué sino enviar a unos magos a buscarla y no unos templarios más experimentados? ¿Un favor personal?

 - ¿Crees que tenemos la suya? - se interesó.

 Si era así, era más que evidente que tenían un buen motivo para que Ayla les encontrase. Y otro buen motivo para que intentase dar una paliza a ambos. En ese sentido, que se hubiesen separado era el mejor y la peor decisión tomada, ahora eran más accesibles. Salvo porque había demasiados testigos.

 Yo sólo sé que se nos ha ocultado demasiado desde el principio.

 y con aquello podía referirse a aquel instrumento tan útil del que nadie había mencionado nada, o simplemente a los planes de Irving o de los propios templarios.

 Aquello eran juegos de poder, y ellos eran simples marionetas.

 A Dreren nunca le gustó ser una marioneta.

Lynn no se sobresaltó con el comentario pero sí que guardó silencio un instante considerable, como si le extrañase que recalcaras lo obvio.

—Es que es una filacteria—dijo finalmente—. Y sí. Si no fuese la suya no podríamos seguirla, ¿no?

Hizo un mohín, negó con la cabeza y suspiró

—Lo siento, pero es el secreto mejor guardado de los Templarios—recordó—. No me pidas que te diga cómo funciona. Se supone que no puedo decirle a ningún mago nada sobre eso... Greagoir me mataría.