Partida Rol por web

Las arañas estaban muertas, solo quedaba aquel bicho enorme que intentaba convertir a Codice en su próxima comida, saco una de las boleadoras de su cinto y empezó a hacerlas girar como había visto en el pueblo, sin embargo la inexperiencia y el veneno de las arañas se hizo notar cuando tubo que parar en su empeño al perder el ritmo, enfadada desenredo las cuerdas para realizar un segundo intento, esta vez mucho mejor.

Un lúgubre silencio reinó toda la sala por una fracción de segundo cuando el Semiorco cayó tendido al suelo con su cuerpo inerte, el sacerdote se había ganado un cariño especial entre todos los del grupo, incluso entre el apático Klain.....

El SemiDrow cogió una de sus flechas y la apuntó directamente a la araña, tensó el arco con gran fuerza y rabia y disparó, pero el exoesqueleto del bicho hizo rebotar la flecha unos metros adelante.
Beleg Hizo lo mismo con su arco y tuvo algo más de suerte, sin embargo estaba probado que las flechas no eran un arma eficaz contra una araña de ese tamaño, la araña no reaccionó ante el ataque del Elfo.

Mientras el encarnizado combate daba lugar en la húmeda cámara oscura, una pequeña luz se filtró por uno de los agujeros del techo, del altisimo techo que nadie pudo ver; La delgada linea de luz cayó directamente en la frente del mestizo orco, durante un segundo lo golpeó y agitó su cuerpo y luego la luz desapareció por completo. Para sorpresa de todos, Códice tomó una bocanada de aire y quedó sentado en un solo movimiento, con una expresión de incertidumbre dibujada en su rostro pero a la vez con una cálida sonrisa que dejaba ver sus protuberantes caninos. Fue obvio que la Diosa había hablado a su pequeño siervo de manera sutil, le había salvado la vida y ahora El semiorco se sentía bendecido: Su señora madre le había susurrado al oído, quizá el placer más grande que un devoto podía tener.
Pero el combate aún seguía y el clérigo lo sabía. En medio de la refriega, códice se arrastró unos pasos y empezó a murmurar unos cánticos hacia su venerada y una luz azulada empezó a salir de las palmas de sus manos, cerrando el par de orificios que tenía su cuello a causa de la araña gigante.

El Enano aún conmovido por lo que acababa de presenciar, lanza un feroz ataque contra la araña, esta vez, su hacha golpea su boca con gran fuerza y parte en dos lo que sería su cara. La araña cae intempestivamente al suelo y sus jugos empiezan a emanar de la gran herida provocada por Klain. El Enano se tira de rodillas al suelo y empieza a jadear Exhausto por el combate, pero sabiendo que tenía que seguir adelante. 

El difícil combate había culminado y la habitación volvía a su oscuridad y su silencio del principio....... excepto por el sonido del riachuelo, que aún corría por la habitación como si nada hubiera pasado.

Es su turno.

Lo último que sentiste fue un par de aguijones clavándose en tu cuello, después, todo fue oscuridad y dolor...... y luego un silencio inaudible..... y luego un placer inconcebible....... y después.......

De repente no te encontrabas sobre el suelo húmedo y duro de la caverna en la que combatían, de repente te encontrabas en una pradera tan verde como las hojas de los árboles de Cormanzhor en el apogeo de la primavera, las rosas impregnaban con suave olor exaltando tus sentidos y los pájaros cantaban al son de una canción que solias escuchar silbando a tu maestro Bistro. Esa canción que tanto te irritaba cuando regaban las flores de la pequeNa capilla que tanto cuidaban y que tanto adoraban.

Una silueta femenina, borrosa a la vista pero de una hermosura indescriptible se acercaba hacia ti, danzando grácilmente al son del sonido. Con unos largos y delgados brazos te pone en pie y te susurra al oido: "No desfallezcas ahora mi buen siervo, tienes un pequeNo rebaNo que dirigir, solo tú puedes mantenerlos unidos. Tú debes ser el pastor que ilumina a sus ovejas por el camino de la virtud, tienes una misión que cumplir, así que levántate...... Levántate y guía..... levántate y sigue mis enseNanzas, hombre de virtud, hombre de sapiencia, hombre de valor!"

Te da un beso en la mejilla y despiertas inmediatamente de nuevo, sentado sobre tus glúteos apoyados en la dura y fría roca...... Todo volvía a ser oscuridad y dolor.

Apenas acabo de desliar las cuerdas de las bolas cuando el enano en un ataque de furia terminó con la enorme araña, un movimiento rítmico era marcado por la pata trasera, los últimos vestigios de vida de la infame criatura, solo entonces fue consciente de su debilidad, se encontraba mucho mas cansada de lo habitual, el peso de la ropa, los utensilios, incluso las boleadoras los notaba en sus hombros, apretó los dientes negándose a sentarse como le pedía su cuerpo, ato las boleadoras de nuevo al cinturón y recogió el arco, pesaba, mas por fuerza de voluntad y rabia coloco un pie, luego el otro, avanzando hasta el grupo, estaba enfadada por quedarse paralizada ante el ataque de las arañas un heroe no se queda paralizado no quería que el resto se diera cuenta de que se encontraba debil, a pesar de ello el pie le dolía y avanzo cojeando lentamente en silencio.

Fewyn mira a ladfiena la cual cojea, con compasión la ayuda a ir a su destino para dejarla descansar en una roca. Seguramente el clérigo viniese ahora para ayudarla. Mientras sus compañeros hacían sus quehaceres el elfo oscuro se levantó y acercó a la araña. Examinó bien la araña muerta. Saco algo con que cortarla y comenzó a destriparla. Buscaba sintetizar su veneno en un vial, algo de carne y quizás tuviera algo interesante que usar. Como improvisar un escudo con el caparazón de la araña. Y en su disección el elfo parecía disfrutar, una sonrisa maquiavélica parecía iluminar su rostro. Convertir en trapos este magnífico ejemplar de araña parecía un digno final, para tan nimio rival. pensaba el semi drow,,,

Le habían arrebatado el golpe de gracia que la paladina quería descargar sobre la araña, pero el monstruo estaba muerto y eso era lo que importaba. Abrahel se sentía turbada ante la resurrección de Códice. Por un momento, llegó a temer que el semiorco de buen hablar, falleciera irremediablemente.

Aún con el arma desenfundada, la paladina se acercó al elfo oscuro con gesto adusto, quién estaba acuclillado junto al cadáver de la araña más grande.

_Señor Drazth, mirad a ver si podéis retirar algo de carne libre de ponzoña del cadáver_ su voz sonaba más seria de lo normal mientras se apoyaba el puño flexionado en la cadera izquierda_. Sería un desperdicio y yo misma me ofrecería a preparar un buen caldo con ella para calentar nuestros estómagos tras una agobiante lucha contra criaturas inmundas. Creo que nos lo merecemos ante tan arduo combate.

Sonrió pero con una sombra sobre sus ojos. Le dio la espalda al semidrow y se acercó hacia el lugar donde se encontraba Códice.

_¡Me habéis asustado, Códice!_ su voz sonaba dolida aunque con un rasgo notable de reproche _¡No podéis jugar así con las personas! ¡¡Por Torm, te vi caer en combate!!

Se dio la vuelta con brusquedad y se alejó hacia el riachuelo, ofendida. Había optado por atacar verbalmente al clérigo, aunque sabía que el santurrón no tenía la culpa de haber caído ante tal vil criatura y, al menos, su bendita señora lo había traído de vuelta para terminar su misión clerical. Pero todo aquello parecía haber herido de algún modo a Abrahel, que se alejaba chapoteando con un aura oscura en torno a ella. Necesitaba estar sola...

Luego del hachazo, el Enano no pudo hacer otra cosa que suspirar fuertemente, el aire que salía de sus pulmones a través de sus peludos orificios nasales hicieron un sonido que pudo alertar a cualquier bicho que se escondiera en la habitación. Aflojó su hacha de la mano y la enfundó en su espada mientras observaba con curiosidad al Drow intentando excarvar en las glándulas de la araña para contraer su veneno. Se limitó a asentir ante las palabras de la Tiefling e intentó -Algo muy extraño en él- socializar un poco -Yo también cocinar guisado de araña -e intentó esbozar una sonrisa que más que amigable parecía aterradora dejando a la vista los pocos dientes que aún le quedaban, podridos y de un color más negro que el bello de sus orejas y nariz.

Luego se encaminó hacía el riachuelo Y la tiefling no estaría sola.... técnicamente, aunque la presencia del Enano no significara precisamente una 'presencia'. Jadeando aún por el duro combate, el Enano se inclinó y empezó a beber agua del abrevadero, cuando sació su sed, recogió un poco de agua con su mano y le dio de beber a su pequeño Ruurelk (ratón e campo) que permanieció escondido entre sus ropas durante todo el combate y parecía asustado ahora. Destapó una nuez que cargaba en alguno de sus bolsillos, la abrió con sus dientes y brindó su contenido a su pequeño amigo, mientras pensaba en su otro amigo Kisslar (Pony) que había dejado afuera de la caverna, al cuidado de Karrak su loro parlanchín.

-Solo esperar que Karrak no estar irritando Kisslar o tener que encerrarlo a regreso.!

Tumbado como estaba en el suelo, chocado aún por la experiencia mística, dolorido por la reciente dentellada de la criatura, agotado y con las piernas todavía bajo el cadáver humeante del gran artrópodo, Códice no fue capaz de reaccionar al momento a las palabras de la tiflin.

—P-pero... —tartamudeó cuando Abrahel ya se alejaba de él en dirección al arroyo. Pese a haber pasado toda su vida en un convento mayormente femenino, formando parte de un clero fundamentalmente femenino y sirviendo a una divinidad (frecuentemente) femenina, el hermano Códice cada vez tenía más claro que antes entendería los sagrados misterios del crecimiento y el decaimiento que marcan el ciclo de la vida, que a las mujeres. ¿Qué he hecho que le ha podido sentar mal?, pensó lanzando una mirada estupefacta a su aliado semidrow, que estaba de de pie, a unos pasos de él, entretenido sacándole las tripas a la araña.

Los ruidos de las maniobras de la hembra mediana le sacaron de su ensimismamiento y le obligaron a ponerse en marcha.

—¡Os ruego que os detengáis, señorita Correestepa! —rugió el mestizo mientras se esforzaba por sacar sus piernazas de debajo del cuerpo del enemigo—. Si habéis sido intoxicada por el icor ponzoñoso de nuestro difunto adversario... —Gruñido de esfuerzo.— ...y todo parece indicar que ha sido así... —Gruñido y... ¡Éxito! Sus amuletos sonajearon.— ...cualquier movimiento sólo hará que vuestro pequeño corazón bombee con más fuerza esa savia maligna por vuestro tallo.

Tras levantarse, cogió la lámpara caída con su bestial zarpa y corrió hacia Ladfiena. Necesitaré luz, pensó, pues aunque los orcos tenían una prodigiosa vista en la oscuridad, ésta era en estricto blanco y negro, y Códice necesitaría ver colores. Cuando llegó junto a la pequeña, tan pequeña y débil que alguno de sus parientes salvajes podría haberla devorado allí mismo de un solo bocado, comenzó a inspeccionar sus heridas con sus manazas.

Mi Señora: gracias por el poder milagroso que me otorgasteis hace tanto tiempo y que otra vez me ha vuelto a salvar... ¡Y gracias por la frondosa visión que me habéis dado! No desfalleceré, os lo prometo... ¡No desatenderé la huerta! Cumpliré con la misión que me habéis encomendado... ¡Empezando por curar a esta valiente florecilla!

Y mientras se afanaba, comenzó a silbar por lo bajo una irritante melodía que, tal vez, en una pequeña capilla muy lejos de aquella cueva en las colinas, un viejo mediano estaría tarareando, sumido en sueños en los que riega sus flores.

A todas luces aliviado por haber acabado con el bicho y por el hecho de que Códice siguiera alegremente con vida, Beleg se tomó la licencia de dejarse caer en el suelo, más para relajar la tensión de sus músculos que por cansancio. Después de guardar el arco en el carcaj y de masajearse la nuca, el elfo se levantó con parsimonia y empezó a inspeccionar el lugar por si podía recuperar alguna flecha. Oir que la tiefling pretendía hacer estofado con la carne de la araña y la ayuda del enano le revolvió suficientemente las tripas como para no tener hambre durante un largo, largo rato.

El hermano Códice no necesitó inspeccionar más que unos segundos a su pequeña compañera para darse cuenta de que se debilitaba por momentos. Rápidamente, el mestizo se descolgó la mochila y sacó de ella su estuche de curandero, una bolsa de cuero llena de pequeños botecitos y viales llenos de líquidos curativos, bolsitas de sustancias misteriosas, terribles instrumentos de cirujano, vendas y otros materiales. No tardo ni un segundo en localizar lo que buscaba: un minúsculo frasco lleno de una especie de melaza endiabladamente negra. Con una habilidad impensable en sus grandes zarpas, el monstruoso clérigo aplicó rápidamente el potingue en cada una de las heridas (para lo que tuvo que descalzar un pie a Ladfiena) y vendó el área untada.

—Descansad ahora, señorita Correestepa —murmuró Códice mientras ayuda a la mediana a tomar una postura más cómoda. Luego se puso a empacar de nuevo su material—. Nuestra valiente amiga está estable —comentó para Beleg y Fewynh—. Sus heridas no son graves, pero... —Dejó su equipo y miró con cara de malas noticias a sus compañeros.— Está muy débil: tardará en torno a media dekhana en recuperarse.

No pudo evitar una sonrisa a pesar del malestar que afrontaba su ser, pues parecía que el enano compartía su apetito tras la batalla. Tras echarle un breve sermón al Hermano Códice, se había alejado al riachuelo. De reojo, vio a Klain acercarse y beber del agua subterránea. La tiflin vio cómo las gotas del cristalino líquido se prendían a la andrajosa barba del enano.

Miró el riachuelo, cómo éste se amoldaba al abrupto sendero que el agua había labrado tiempo atrás. La paladina, ensimismada en sus pensamientos, veía en su interior un conflicto que no podía explicar... ni ensartar con su espada, de ahí la turbación de su ya infernal mirada.

De reojo, vio al clérigo atender minuciosamente a la mujercita, quién había sufrido el ponzoñoso mordisco de aquellas criaturas. Se dio cuenta de que no tenía derecho a anteponer sus quimeras internas frente a sus compañeros, pues el grupo entero era la fuerza que necesitaban para derrotar al mal que acechaba en cada recodo.

_Ya reflexionaré cuando me toque dormitar_ dijo antes de mirar al enano que abrevaba a sus animalitos con cierto afecto _. Vamos Klain, preparemos un rico puchero y calentemos nuestros estómagos. Además, el fuego ayudará a mantener a raya a los bichos y nuestros compañeros heridos sentirán alivio en sus huesos con la cálida llama.

Dicho ésto, sonrió con sus demoníacos caninos y se dirigió a la araña, preparándose para descuartizarla una vez Drazth le quitara las glándulas venenosas. Al pasar cerca de Códice le dirigió una mirada enigmática... ¿Tristeza o reproche? ¿Arrepentimiento o desconsuelo?

...Nadie sabría decirlo.

Sabias eran las palabras del clérigo y grande sus conocimientos naturales. El veneno aún estaba en el cuerpo de la pequeña y quizá ella no lo sabía aún, pero él si. Entre su pequeño alijo de madera lleno de hierbas. pociones, brebajes, vendas, cuchillos y cataplasmas, sacó un pequeño vial y aplicó un poco de contenido en las diminutas heridas de correstepa, inmediatamente el agua empezó a hacer efecto y ayudado de la gran resiliencia de los Medianos, contrarrestó el efecto ponzoñoso de las picaduras de las arañas, pero no todo había terminado, aún fuera de peligro por combate, seguían los peligros presentes:

Fewyhn en su afán de sustraer el veneno de la araña gigante se había pinchado uno de sus dedos con la daga que utilizaba para cortar con cuidado las glándulas que lo almacenaban, desafortunadamente para él, no fue lo suficientemente ágil para impedir que su herida abierta entrara en contacto con el veneno. Una parte del veneno se adentraba en su cuerpo con la posibilidad de causar estragos, ¿Podría resistir? ¿El clérigo ayudaría también al SemiDrow?.

No muy lejos de ahí, abrazados de la oscuridad se encontraban el Enano y la Tiefling, el Enano se mostró algo contrariado con el deseo de la Tiefling de alimentar sus estómagos; sin duda alguna un buen plato caliente era bienvenido a cualquier hora del día, especialmente después de un combate tan exigente, pero ¿sería el momento apropiado para hacerlo?, abrió su boca y levantó su índice derecho para señalar lo que pasaba por su cabeza, pero algo le impidió conjurar las palabras, comería algo después de todo, la caverna seguiría donde está, pero ¿y sus habitantes?..... Aún no dijo nada, el pensamiento de una buena sopa se sobreponía a cualquier otro pensamiento suyo.

Justo cuando la Tiefling se iba a voltear para volverse a sus amigos, algo llamó su atención, se acercó al riachuelo hasta su orilla y entrecerró los ojos para ver mejor: Atravesando el riachuelo, en la pared, había un pequeño balcón de roca natural de unos 2 metros de diámetro, sobresaliendo a la altura del pecho de un hombre, en el balcón había una especie de túmulo, lleno de telarañas y suciedad, no se podía ver nada, pero ciertamente era extraño!
Concentrada aún intentando discernir lo que habría en el túmulo, alcanzó a pillar por el rabillo del ojo la perturbación del agua, como si un pez hubiera saltado a unos pocos metros de su posición. Se alejó unos pasos atrás como reacción natural.

Es una caverna que aún continúa: ¿Pararán a descansar y preparar el caldo? ¿Lo guardarán para después? ¿Saldrá intacto Fewyhn de los efectos del Veneno de la araña? ¿Investigarán el túmulo? ¿Seguirán el pasillo al final de la caverna? ¿Han tenido uficiente y abandonaran la misión?...... Es su turno

Y Fewyhn comenzó a cortar la carne. Su daga se deslizaba através de la piel de la araña, cortaba con cuidado. En su rostro se veía el placer, sus ojos se iluminaban al rasgar. Y sus manos fueron directas a por el veneno de las arañas. Su premura hizo que casi errase y el veneno le afectase, pero ágilmente quitó las manos, el veneno se extrajo con facilidad. En su segunda araña extrajo bien el veneno en un vial, parecía una araña mansa. Pero fue en su tercer intento cuando la araña sufrió un espasmo y un falso mordisco hizo que casi le contagiase el veneno al batidor. Nuevamente el semidrow se mostró ágil y sólo quedó en un susto. Una labor muy peligrosa coger venenos. Con las dos dosis de veneno el semidrow había terminado su faena. Se mostraba contento, cuando las palabras de la Tiefling le agradaron Cortar la carne para una sopa?. Una pequeña erección se disimuló en sus pantalones, miró con una ardiente picardía a la clériga. Y fue a satisfacer sus deseos. Comer la carne de las arañas muertas sería grato...

Ladfiena Observo como Codice limpiaba sus heridas y eliminaba el veneno, una vez terminado se recosto como le había indicado sin embargo no tardo en cansarse de no hacer nada, dejando la ahora muy pesada mochila en la roca volvió a calzarse la bota y observo muy atenta como Fewyhn limpiaba la tercera araña y le sacaba el veneno, se sobresalto cuando el ultimo estertor del aracnido casi le cuesta un disgusto al drow pero los hábiles reflejos de su amigo lo dejaron todo en un simple susto.

Todo el mundo parecía ocupado de modo que se dirigió al cadaver del río buscando entre sus ropas por si tenía algo útil no sin antes golpearlo un par de veces con la maza ya se había enfrentado a esqueletos y mejor asegurarse de que el muerto no tenía intención de levantarse.

El hermano Cócide no tardó mucho en recoger sus bártulos. Cuando se irguió en toda su imponente altura, escuchó varios gruñidos provenientes del drow.

—Tened cuidado, maese Drazth —comentó preocupado, tratando de ver si el elfo se había pinchado y envenenado, aunque todo parecía que no. Lo cierto es que, pese a estar en una tarea tan delicada, no dejaba de lanzar miradas hacia la paladina. ¡Ja!, río Códice para sus adentros. Una guerrera consagrada como lady Isthar nunca permitirá que la toques, araña entre las arañas. Por honrado que pareciera el drow, Códice no podía evitar sus prejuicios.

Al mismo tiempo, comenzaba a prestarle atención a la conversación que se estaba desarrollando sobre "guiso de araña". ¿De verdad vamos a comer de eso?, se preguntó asqueado el mestizo. ¿Y vamos a detenernos ahora a comer? Miró a su alrededor: el medioorco no era un experto aventurero, pero no era idiota. ¿Con qué vamos a hacer un fuego en esta húmeda y oscura caverna? ¿Con piedras mojadas? Aunque fuera algo temerario, la mejor opción era seguir adelante: pararse en aquel lugar sólo haría que los cuatro maleantes que se les habían escapado (¡y puede que alguien más!) se hicieran más fuertes en la cueva e incluso les preparasen una emboscada. Podía ser que algún inocente estuviera sufriendo. O puede que aquel grito fuera de ese infeliz, pensó mirando una vez más hacia el cadáver.

—Mi señora... —comenzó, aunque enmudeció momentáneamente al ver a la mediana pasar a su lado tan pancha. Ella sabrá... ¡Es una aventurera!, se dijo algo preocupado—. Lady Isthar, ¿con qué vamos a hacer fuego? ¿Y es esa una opción prudente? Puedo cargar con las cosas de la señorita Correestepa... —Y con la señorita Correestepa.— ...si es necesario.

El drow seguía zambullendo su daga en el cuerpo de la araña. La voz tan característica de Códice le llamó la atención, sus palabras le hicieron volverse y lanzarle una mirada confiada. Con la mano hizo un gesto para que descuidara. Justo cuando iba a volverse Ladfiena se levantaba, parecía agotada. Algo que nunca iba a reconocer esa pequeña es tan dura como una piedrecita... sonrió a sus pensamientos y luego siguió con la faena.

Abrahel sonrió levemente al semidrow antes de sonrojarse, pues ella era una sierva del Leal además de la descendiente de un súcubo, pero frunció el ceño y retornó la vista hacia el riachuelo. Escrutó la oscuridad, ladeando la cabeza sin articular palabra, hasta descender la mirada hacia el agua que corría frente a sus pies. Dio dos pasos hacia atrás he hizo una seña al enano para que mirase el extraño movimiento del agua. Luego se giró hacia sus compañeros con el rostro sombrío.

La mediana parecía haberse repuesto de su ponzoñosa afección y el elfo se dedicaba a buscar flechas en la oscuridad de la cueva. Sacudió la cabeza y escuchó la voz del semiorco. La paladina lo acusó levemente con la mirada, aunque sus palabras no parecían acompañar su rostro.

_Hay algo extraño cerca del riachuelo, Hermano. El agua se turba con extraños movimientos y hay una plataforma al otro lado, más o menos tan alta como vos_ todo esto lo dijo en susurros, con el rostro sereno y sólo los más cercanos pudieron escucharla _. Lo del guiso de araña era en serio, sobre todo al creer que vos..._ se ruborizó levemente y desvió la mirada mordiéndose el labio inferior _ Sea como fuera, ahora me pregunto, ¿acampamos montando una doble guardia para que se recuperen los heridos, o nos adentramos en las profundidades y esperamos una emboscada en tan angostos pasajes?

Sin mirar al mestizo, dio media vuelta y regresó al riachuelo con la espada en mano. Tanteó con la punta de la hoja el fondo, buscando algo anormal bajo el agua y calculando la verdadera profundidad del arrollo.

Códice había reaccionado a las palabras de paladina en cuanto oyó lo que decía sobre perturbaciones en el agua y algo más en la gruta, de forma que para cuando Abrahel comenzó a preguntar sobre los próximos movimientos del grupo, el mestizo ya estaba llegando a su lado, con la maza en el cinto y terminando de ajustarse las correas de su mochila, cosa que le costaba porque tenía que cargar también con la lámpara.

¡Chufas y alcachofas...! ¡Pero si juraría que no he dicho nada sobre el guiso de araña!, exclamó para sus adentros mientras externamente se ponía lívido. ¿Tendrá lady Isthar el poder de leer la mente? ¡No sabía que los siervos rasos de Torm tuvieran tal capacidad! Al momento se dio cuenta de las implicaciones y apartó rápidamente la vista de la paladina. NO PIENSES EN NADA, NO PIENSES EN NADA... ¡NO PIENSES EN ESO! PIENSA EN... Eh... eh... Los peces, piensa en los peces, en el riachuelo, en lo que te está diciendo... ¿No había dicho algo del riachuelo? Mira el riachuelo. Códice miró el riachuelo. Eso es, muy bien...

El fraile se colocó, algo turbado, junto a la tiflin para observar el curso de agua*. Al lado del medio orco, alto, robusto y orondo, la tiflin parecía una chiquilla muy bien disfrazada.**

—¿Decís que hay algo en el agua...? —preguntó con su inconfundible vozarrón—. Ahora que lo pienso, tal vez sería buena idea inspeccionar la cueva antes de tomar ninguna decisión: las paredes, las salidas, los pechos... ¡LOS TECHOS! ¡Los techos...! Los... eh...

Mira. El. Maldito. Riachuelo. IMBÉCIL.

Después de su infructuosa búsqueda de flechas, Beleg volvió junto al grupo y escuchó las palabras de la paladina sobre la terraza natural y el riachuelo. Para él, todo en aquella gruta pestilente le parecía amenazador, pero tenía claro el objetivo que les había llevado a adentrarse en la caverna.

- Que vuestros estómagos hambrientos me disculpen, pero ¿teneis presente que habíamos entrado aquí buscando el origen de un grito y... a cierto grupo de mecenarios? El grito puede que lo soltara este desgraciado- añadió señalando el cadáver- pero ¿y los mercenarios? Y si están a la vuelta de la esquina, esperando que nos descuidemos? En mi opinion, no es el momento de pararnos a guisar. En todo caso, podríais cortar la carne y nos la llevamos para cocinarla después...- propuso no sin cierto disgusto. Si Abrahel y Klain decían que esa alimaña podía comerse sin que su carne corryera las entrañas de quien se la zampara, él no discutiría... pero muy, muy hambriento tendría que estar para probarla.

Ya había cortado la carne a gusto de la paladina. El semidrow salió absorto de su concentración para quedar en un estado neutro. Como una especie de ser descorazonado que ni siente ni padece. Su rostro era serio y duro. Cogió la carne y la dejó junto a la paladina. Miró a los que estaban acompañando a esta y luego marchó en dirección de la mediana. Cuando entró en su presencia algo le estremeció, su rostro se volvió más apacible. La herida parecía seria, pero la pequeña... Lothar, ¿cómo essshtaz? miró detenidamente la herida y sacó un vial de su bolsa. Se lo tendió. Un poco de veneno de araña Juguemossh con ssusz armasz