Partida Rol por web

Estaba entretenida mirando entre las ropas del difunto cuando Fewyhn casi la sorprende estoy bien dijo con una sonrisa, para demostrarlo dio un par de saltos intentando que no se notara el dolor lo ves, el drow saco un vial, Ladfiena abrió los ojos como platos ¿es lo que has sacado de la araña? dijo alegre mientras cogió el vial rápidamente para mirar mas de cerca su contenido  ¡guau! ¿para que sirve? pregunto con su mirada mas ingenua, no entendía como podía jugar con sus armas y aquel liquido ¿harían tiro al blanco? era buena disparando pero el vial era bastante pequeño.

Una sonrisa se escapó de su cara, aquella pequeña criatura humanizaba el corazón del semidrow. Lothar, esz veneno. ¡Debesh tener cuidado! Luego el semidrow se entretuvo en enseñar a la mediana como usar el veneno en las flechas y el peligro que conllevaba mal usarlo.

Abrahel ladeó la cabeza ante los desvaríos verbales del buen clérigo, los mismos que entonaba con cierto nerviosismo. Alzó una ceja mientras miraba a Códice. Luego retiró la espada del agua y frunció el ceño mientras veía las gotas deslizarse por el frío acero.

_Sí, Códice, habrá que revisar bien todos los agujeros de esta húmeda cueva_ lanzó una furtiva mirada al semiorco _¿Por dónde queréis empezar?

Parecía sonreír con la mirada, pero un pequeño y afilado colmillo mostrándose junto a la comisura de los labios de la paladina, respaldó tal impresión. 

Le dio la espalda al clérigo y se dispuso a examinar la zona, en busca de algún otro posible peligro... cualquier cosa que la disuadiera de sus impulsos más oscuros. Sin embargo, parecía una batalla difícil de ganar.

Su búsqueda parecía no tener resultado, quizá demasiada distracción, quizá exhausta por los últimos acontecimientos. Sea como fuera, la paladina no veía más allá del arrollo...

Por suerte para la castigada mente del hermano Códice, que ya tenía suficiente con sus imaginarios pecados, la ingenuidad del fraile era tal que, al tener la vista en el riachuelo, no pudo leer el lenguaje corporal la guerrera tiflin y sólo entendió el significado literal de sus algo-más-que sugerentes palabras.

—¡Por supuesto, por supuesto! —Eso es, eso es: céntrate en revisar agujeros húmedos y quita de tu mente cualquier fornicación, se dijo mientras bajaba de la roca a la que se había encaramado*.

No es que los siervos de la Diosa tuvieran prohibido el sexo, ni siquiera fuera del matrimonio. La culpabilidad el hermano Códice tenía otros pilares: 1) él era un siervo de la Diosa con una misión y no debía andar distrayéndose con los placeres de la carne; 2) ella era una sierva de Torm y no debía andar distrayéndola con los placeres de su carne, y 3) eso del sexo... En fin: que Códice era más virgen que cualquier pedazo de selva sobre la faz de Faerûn.

—Maese Cúthalion, no me atrevía a hablar tan a las claras, por miedo a sonar ignorante, pero estoy de acuerdo con vos: deberíamos seguir adelante... o retroceder —dijo volviendo su rostro hacia el elfo—. En todo caso, no deberíamos quedarnos aquí: por el buen Mirt sabemos que esta caverna no es sólo el lugar donde se han escondido un puñado de alimañas zhentarim... ¡Sino también el nido de nuestro impío enemigo! Nuestras opciones más razonables están sobre el tapete: o nos retiramos ahora mismo a lugar seguro para recuperarnos de nuestras heridas, con el riesgo de que el chamán abandone la cueva ahora que se sabe descubierto, o invoco los poderes curativos de la Gran Madre sobre vosotros y seguimos adelante, bajo nuestra cuenta y riesgo.

Con todo, Códice todavía tenía en mente explorar la sala, empezando por la extraña construcción al otro lado del riachuelo.

El silencio volvía luego de la sugerencia del Elfo respaldada por el Clérigo, Correstepa desearía quedarse y recuperar algo de fuerzas, sus propios huesos le pesaban más que antes y su armadura de cuero pesaba tanto como aquella cota de mallas que se midió hacía algunas Dekhanas, más al sur del Valle cuando viajaba únicamente con su leal amigo SemiDrow.

El mestizo sacerdote descargó en el suelo sus pertenencias, incluyendo el escudo y le otorgó la lámpara al Enano para que la sostuviera. Cogió impulso de varios pasos y corrió en dirección al riachuelo, justo en el borde, los enormes músculos de sus muslos se contrajeron y se dilataron inmediatamente, resultando en un poderoso salto de Codice, justo aterrizó en el otro borde del arroyo, se encontraba ahora en aquella pequeña isla natural limitada por la pared de roca de la habitación y por los años de erosión que había sufrido el suelo debido al agua que emanaba incesante formando el riachuelo.
Se dirigió al balcón natural y observó que había una pila de telarañas, obviamente cubriendo algo...
Sin miedo, el clérigo metió sus manos entre la pila y empezó a apartar con cierta dificultad las telarañas que envolvían algo; un algo que rápidamente identificó como huesos. Cráneos y diferentes huesos se encontraban en el pequeño balcón, envueltos en telaraña pegajosa, cráneos de humanoides tan grandes como un cráneo de códice o tan pequeños como el de un pequeño niño humano.... o quizá algún mediano. 

No importaba, codice siguió escarvando y revoloteando, no solo habían huesos humanoides, también de animales pequeños como ardillas y algún cráneo Canino. Espadas oxidadas, hachas rotas y mazas inservibles encontró entre la pila, pero una cosa llamó su atención: De la cintura de un esqueleto aún se ajustaba un cinturón de cuero desgastado y del cinturón colgaba una vaina muy bien elaborada que aún no había sido atacada por el óxido, algunas piedras semipreciosas la decoraban y algunas inscripciones en elfo que códice no pudo entender la decoraban. Dentro de la funda se encontraba una espada corta, con empuñadura bañada en cuero terminado en un pomo redondo de acero bañado en oro, el sonido al desenfundar la espada fue tan agudo que pudo cortar el aire al salir de la vaina, el acero estaba en perfecto estado y el filo intacto como pudo comprobar el mestizo al cortarse la yema del dedo al tocarla suavemente; Solamente una espada mágica podría mantener su brillo y su filo después del paso del tiempo, sin duda era una espada mágica y códice lo sabía, no pudo evitar sacar a relucir sus colmillos ante la atenta mirada de la negra oscuridad que lo envolvía.
Otra cosa llamó su atención, de ese mismo cinturón de cuero desgastado colgaba una bolsa de piel de castor, al alzarla, codice supo que había en su interior: Monedas, bastantes monedas, pudo comprobar que todas eran de oro y de plata, pero además había una perla del tamaño de un huevo de codorniz, negra como la oscuridad mas profunda de la infraoscuridad. También había un vial con un líquido aguado de color azul claro como el cielo veraniego, una poción curativa no cabía dudas.
Tres pergaminos pudo encontrar también dentro de la pila, pergaminos mágicos que ni el tiempo ni la humedad pudo desgastar ni destruir, pero el idioma intrincado de su escritura eran algo completamente desconocido para el pobre clérigo.

Códice siguió buscand en la pila, hueso por hueso como ave de rapiña cuando encuentra los ultimos vestigios de carroña, o simplemente como un...... Aventurero cuando encuentra un botín.
Mientras tanto, Klain se relajaba apoyando su brazo sobre una estalagmita. Abrahel buscaba el resto de paredes de la habitación y había pedido ayuda a Fewhyn, mientras que el Elfo y la mediana descansaban cerca del cadáver de la araña grande, Se habían llevado la lámpara de códice para no quedar completamente ciegos.

Al no encontrar nada más, el clérigo volvió con sus compañeros con las manos cargadas de cosas y las arrojó al suelo, los llamó a todos para contar los nuevos hallazgos, a nadie le caería mal una dosis de tesoros después de todo lo que habían pasado, ni siquiera la paladina con su código de honor podría rechazar su parte del botín.

El éxtasis del primer tesoro encontrado como grupo les había impedido analizar o contemplar el extraño comportamiento de las arañas, al parecer llevaban sus presas a un solo lugar, quizá a ese lugar llevaban al mercenario muerto que yacía en el suelo cuando los héroes entraron en la habitación. Para unos seres sin inteligencia, era un comportamiento más que llamativo.......

¿Cómo repartirán el tesoro? ¿quizá el mestizo lo reclame todo como suyo al ser quién lo encontró? ¿Seguirá el debate del guiso de araña?.......... Es su turno.

Cuando en el futuro le preguntaron cómo encontró aquel tesoro, el fraile chaunteano nunca supo qué decir: ¿por qué se puso a escarbar en la pila de restos del festín de aquellas arañas? ¿Instinto? ¿Un presentimiento? ¿Su imaginación? Quién sabe. Probablemente supuso que habría algún objeto valioso, pues por muy hambrientas que estén unas arañas, no comen monedas, espadas, perlas o pergaminos... ¡Ni van al mercado a vender estos objetos! Y la pila de las sobras, por asquerosa que fuera, era el lugar adecuado para buscar.

En cuanto a lo que hizo con el tesoro, ni Códice era un varón muy apegado a las posesiones materiales, ni podría haber salido vivo de allí sin sus socios, así que procedió a ponerlo en común tan pronto como llegó a la otra orilla: dividió el dinero entre todos a razón de 8 leones y 1 halcón por cabeza; se quedó el halcón sobrante, que en broma justificó "por mis servicios de saqueador" (en realidad pensaba dar ese dinero y el resto a los campesinos pobres de su zona); declaró la perla negra propiedad del grupo, y se la guardó para venderla, y dio las otras tres cosas (espada mágica, poción curativa y pergaminos) a la paladina, de cuya sabiduría y justicia se fiaba, para que las repartiera de la forma que considerara más apropiada.

Cuando Codice dejo caer los objetos al suelo Ladfiena reconoció de inmediato los pergaminos ¡Son como los de Senoa! haciendo gala de la pillería habitual en los medianos pero sin el afán de quedarselos Ladfiena "atrapo" los pergaminos mientras Codice se los entregaba a la paladina, con la cara ilusionada del mismo modo que un niño al que le acaban de regalar un hermoso caballo o un juguete nuevo.

Ladfiena abrió uno tras otro los pergaminos intentando recordar las explicaciones de Senoa sobre mágia y la forma de escribirla, en ese momento deseó haber prestado mas atención cuando le daba las larguisimas explicaciones sobre la forma y grosor de las inscripciones, si bien reconocía la mayor parte muchos de los símbolos y enlaces arcanos se escapaban entre los recovecos de sus recuerdos, su cara se alegro con el segundo pergamino al ver claramente las uniones mágicas ¡este lo entiendo! el conjuro le sonaba y la lectura fue fluida pero la alegría duró poco, la ultima parte del conjuro, la parte que permitía lanzarlo no terminaba de entenderla, frunciendo el entrecejo, girando el pergamino, nada, no conocia los simbolos, el tercer pergamino fue aún peor, con suerte reconoció una palabra suelta de la parte central.

Con la misma cara de una niña pequeña que le ha cogido la guitarra a un bardo y roto alguna cuerda al intentar tocarla enrollo los pergaminos y se los ofreció a la paladina lo siento, no me acuerdo de los símbolos, Senoa tenía un libro que podía consultar pero no lo tengo aqui

El oscuro semi Drow escrutó con sus ojos la porquería que había traído el gordo del semiorco. Sus ojos aburridos pensaron que traería la basura a la cual está acostumbrada a traer, ante su asombro una espada corta, pero sus ojos fueron directo a la perla negra que se guardó. Esa perla, no sabía bien porque, pero la ambicionaba. Tras ver los tesoros, se giró para no ambicionar ninguno, se puso de rodillas para dar un par de ruegos piadosamente a su diosa...

Ver al clérigo envuelto en telarañas, dibujó una sonrisa en el rostro de la tiflin, pues se preguntaba cómo un mestizo tan grande y musculoso, se podía escurrir por tan angosta superficie. Claro que ella no había subido, así que sólo intuía la altura de aquella plataforma.

Justo cuando fue a recibir los pergaminos por parte de Códice, Abrahel vio cómo la mediana saltaba para arrebatarle en el aire los pergaminos. La paladina la miró con severidad: _Ladfiena, estos objetos son para todos nosotros, no puedes apoderarte impunemente de ellos. Si quieres ojearlos, elige uno, mas los demás serán repartidos entre nuestros amigos.

Su voz sonaba como la de una madre reprendiendo a su hija, pero se detuvo al contemplar la perla negra. Abrió los ojos de par en par antes de fruncir el ceño. Con la espada mágica y la poción en la mano, la paladina se alejó un par de pasos del clérigo y susurró: _Pase lo que pase, no me permitáis tocarla, Códice, os lo ruego por mi Señor..._ su voz se tornó cautelosa antes de mirar de nuevo a Ladfiena para que le diera los otros permgaminos.

Luego la paladina observó cómo Drazth se alejaba. Quizá había visto algo o sentido algún tipo de deseo que despertara algo perjudicial para el grupo. Abrahel lo entendía, pues ella tenía que luchar constantemente contra sus instintos infernales y la lujuriosa depravación de su madre: Yattara. 

Siendo hija de un súcubo, las tentaciones ardían en su interior mucho más candentes que en el resto de los mortales. Pero era una hoja de doble filo, ya que también despertaba deseos inimaginables en los demás. Había intentado hacer voto de castidad, más su maestro paladín se lo denegó, dado que ella tendría que luchar contra sí misma de todas formas.

<<Hay criaturas en nuestro mundo con las que tenemos que convivir día tras día. Unas se vuelcan hacia el bien más puro, mientras que otras sucumben a la maldad más absoluta, ennegreciendo nuestros corazones.

Ahora, mientras veo a mis camaradas descansar tras un angustioso combate contra repulsivas criaturas arácnidas, siento el peso de mi ascendencia infernal. Hacer el bien es una ardua tarea mientras que alejarse del sagrado camino es demasiado sencillo. Cuán fácil resultaría someterme a mis impulsos y seducir a los varones que me acompañan en ésta empresa. A veces desearía dejarme llevar, pero recuerdo el Código de Honor que me convierte en paladina de Torm y me arrepiento de mis oscuros anhelos.

Mis compañeros no me lo ponen fácil. Por un lado Drazth, con su ascendencia corrupta, hijo de un drow con sonrisa picaresca. Por otro, Códice, el semiorco adorador de la Gran Madre, cuya sangre también es mestiza y sabe qué se siente al ser diferente y adorar a una divinidad de rebosante bondad. Ambos suponen un reto a mis aptitudes y a mi devoción, pero he de mantener el control de mi cuerpo y silenciar mis deseos.

He jurado lealtad a Torm y lucharé por cumplir los designios de mi dios. Repudiaré al mal en todas sus formas y no cederé ante sus encantos. Pero, ¿quebrantaría mis votos al entregar mi cuerpo a un varón? Acaso si mi corazón, imbuido en la bondad del templo, sintiera algo por un mortal, ¿traicionaría a mi dios? El miedo atenaza mi alma y me siento perdida en la oscuridad tan atrayente de esta cueva inmunda.

Jamás he retozado con un hombre y mi sangre de súcubo no me facilita estar rodeada de ellos. La lujuria por sí misma es pecado, pero ¿qué hay del corazón? Todos han sido testigos de mi fragilidad ante la idea de ver perecer al clérigo. Mientras que el semidrow despierta en mí deseo, Códice se ha ganado mi respeto… y afecto.

Supongo que la vida enclaustrada que he llevado no facilita mis decisiones. Por ahora protegeré con mi vida a los inocentes y defenderé a todos mis compañeros, pero pido a Torm que proteja al semiorco bajo su Mano Justiciera, o será mi corazón el que sienta el frío acero de la soledad y la pérdida.

Espero hallar la senda correcta antes de sucumbir a mis instintos demoníacos. El futuro pondrá a prueba mi fe y tener a alguien fuerte a mi lado me ayudará, pues el alma del semiorco no alberga maldad y su compañía me es más grata que la de cualquier otro ser>>.

Ladfiena se sintió algo regañada por la Paladina y una heroína no podía ser regañada nunca ¿o si? conocía historias de héroes que por su arrogancia sucumbieron ante las sombras para presentarse al juicio de Kelemvor*; eso, sumado a su pérdida de fuerza la hicieron encogerse de hombros sin reaccionar. Ojeó pergamino por pergamino mientras el resto del grupo alistaba las cosas para seguir su camino a través de la caverna.

2 de los pergaminos no los reconoció, pero el el otro sí. Diferenció palabras claves dentro de su contenido el cual dejaba entrever que se trataba de un conjuro que permitía 'desaparecer de la vista'. Le comentó su hallazgo al grupo y entregó los pergaminos a la Paladina.

El instinto del Drow era básico, pero así como el de Abrahel, también era fuerte. Ninguno de los dos tenía que pagar por los errores de sus ancestros o parientes y estaban dando fe de que combatían contra su propia esencia para demostrarlo, cada uno a su manera intentaban dejar atrás su instinto y seguir adelante con una vida que no se suponía que iban a vivir.

No pasó mucho tiempo para estar de nuevo listos para marchar...

El pasillo continuaba, excavado en la roca natural, el olor a húmedo impregnaba el ambiente y Klain advirtió que estaban ascendiendo ligeramente a medida que avanzaban. El pasillo era completamente irregular, por momentos cabían dos compañeros hombro a hombro y por momentos se estrechaba al punto en que la armadura de Abrahel quedaba atrapada entre dos paredes y necesitaba de ayuda para zafarse.
La calma y la quietud dominaban el pasillo a medida que el aire se tronaba cada vez más pesado y caliente, habían avanzado varios metros que parecían Kilómetros dentro de la montaña. pero todo era igual: Un solo pasillo irregular que se adentraba en la montaña, seguía y seguía.

Hasta que llegaron a un punto de inflexión: El pasillo se dividía en dos, por un lado seguía derecho en dirección Este, ni los ojos de la Tiefling observaron algo diferente al pasillo que seguía adentrándose en la oscuridad. El otro pasillo se ramificaba en dirección sur, y al igual que el otro, se adentraba en la oscuridad penetrante.

Tras unos momentos de discusión y de replantear la situación, el grupo decidió que Fewhyn sería la mejor opción para explorar un poco más adelante del resto del grupo, al menos para hacerse una idea de lo que encontrarían más adelante. Ladfiena resultaba una mejor opción, desafortunadamente sus ojos no podían penetrar el negro manto de la oscuridad y no podían arriesgarse a ser descubiertos por una fuente de luz. Además, el color de su piel y sus vestimentas funcionarían como camuflaje al SemiDrow.

Con advertencias de que no se alejara mucho y que permaneciera donde pudiera ser visto por la Paladina, Drazth emprendió su marcha solitaria empezando por el pasillo sur. No pudo ocultar algo de ansiedad y sin darse cuenta iba caminando paso a paso con los ojos abiertos de par en par y con el arco enfundado y una flecha lista para ser disparada. a medida que avanzaba, encontraba algunos huesos dispersos en el suelo, al principio pensó que se trataría de animales muertos, propios de la fauna de un Dungeon, pero poco a poco se volvieron más frecuentes y más grandes. Su temor se acrecentó con las marcas en la pared; aunque no distinguía colores en la oscuridad, supo por el olor que se trataba de inscripciones hechas con sangre palabras sueltas estaban escritas en un idioma que bien conocía: Orco. palabras como 'muerte' 'Desolación' 'Decadencia' eran solo algunas que pudo identificar, y otras cuantas alusivas al Dios tuerto, al Dios Gruumsh. El olor a muerte invadía sus pulmones cuando al final del pasillo pudo ver que se ensanchaba y al parecer formaba una habitación. Para ese punto, el suelo ya no era roca sino huesos de todos los tamaños y de todas las criaturas. No dudó un instante en volver con el grupo para explicarles lo visto. Y no era cobarde ni mucho menos, al contrario, poseía sentido común para saber que no debía avanzar más solo.

Su respiro solo duró un poco cuando emprendió su marcha por la otra ramificación, el pasillo que seguía derecho. Avanzó con paso firme varios metros a medida que el aire se ponía más y más denso, y al final, sus ojos pudieron ver otra ramificación más: Por una parte el pasillo seguía derecho y también se ramificaba otro pasillo al norte.
Un poco más adelante de la segunda ramificación (en la primera están ustedes), logró ver que una puerta de madera se encontraba sobre la pared del pasillo. Volvió de nuevo hacía sus compañeros para informarles lo visto.

Con lo explorado por el buen Fewyhn, el grupo ya reunía información suficiente para tomar una decisión hacia donde dirigirse, la cuestión era ¿a dónde? ¿Irian por el pasillo hacia el sur, hacía aquel lugar maldito y sacrílego infestado ed huesos e inscripciones impías? o ¿Seguirán derecho hacía la siguiente ramificación y la puerta de madera?..... o aún conservo la esperanza que se den cuenta de que esto no es para ustedes y decidan dan marcha de regreso a la ciudad para volver como héroes cobardes, pero vivos!...... Su decisión y su turno!!

Tras terminar de contar todo lo visto, Fewyhn lanzó una mirada a su joven amiga. Por un lado quería acabar con todos los orcos, pero por otro pensaba en las heridas de la pequeña... Yo voy a cazar a tus familiaresssh... dice con una sonrisita el semidrow a Códice Szi alguien prefiere irsshe que ssshe lleve a Lothar* mira a esta y sonríe Creo que essshtaz herida, esssh peligrosssho. Losssh guerrerrosssh sssheguidoressssh de Grumusssh sssshon terriblez adverssssharioz dice poniéndose a la altura de la mediana para coger su manita. Algo en el interior de Fewyhn sabía que la mediana no aceptaría ningún consejo, que iría como los demás. Sentía que su naturaleza vil y rastrera de sus antepasado salía enmascarada y era la que manipulaba a la pequeña para obligarla a venir... Se sentía salvaje y malvado, sería aquella cueva o la oscuridad la que traía la incertidumbre al corazón de Fewyhn.

_Códice…_ dijo la paladina una vez habían partido hacia el interior  de la caverna, situándose a la altura del semiorco, pues ambos podían ver en la oscuridad y encabezar el grupo _Lamento mi reacción de antes. Para mí todo esto es nuevo, pues he pasado toda mi vida enclaustrada _ la tiflin se sonrojó _. Yo… temí perderos ante las ponzoñosas fauces de esa criatura, mas mi vergonzosa actitud no lo justifica. Ruego que me perdonéis…

La paladina se detuvo y miró al clérigo a los ojos _Os habéis convertido en alguien importante para el grupo… y para mí, Códice_ sonrió mostrando sus demoníacos caninos en contraste con su atractiva tez, pero su sonrisa se desvaneció poco a poco a medida que descendió la vista por el cuerpo musculoso del semiorco, sustituyéndola por un enigmático fulgor en su mirada. Al darse cuenta de lo que hacía, desvió la mirada y reanudó la marcha, luchando por encadenar la esencia maldita que bullía en su interior.

<<Niña estúpida. ¿No te das cuenta de lo que haces?>> se reprendió, apurando el paso para ocultar su vergüenza… y su deseo.

Abrahel se había situado a la altura de Códice, al parecer, comentándole algo dado sus gestos y el movimiento de sus labios. Al fin y al cabo, ambos veían en la oscuridad y habían encabezado la marcha. Por un instante, la paladina se detuvo, mirando al semiorco, antes de darse la vuelta y aventurarse al interior del pasaje, dejando a Códice varios pasos tras ella.

Cuando el grupo se reunió con ella, la paladina se encontraba justo en medio de la encrucijada. 

_Adelante, señor Drazth. Haced lo que mejor sabéis_ dijo con una sonrisa y una leve reverencia al semidrow, pues era el más apropiado para explorar la oscuridad de aquella caverna_ Un momento, Fewyhn, tomad. Lleváos esta espada con vos, pues es demasiado pequeña para mi brazo. 

La paladina le tendió la hoja encantada que el clérigo había hallado en el nido de telarañas. Luego observó como el elfo oscuro se sumergía en las tinieblas de su propia sombra. Mientras esperaba el regreso del mestizo pies ligeros, Abrahel repartió los pergaminos restantes para dárselos a Klain y a Beleg, respectivamente. Ella se guardó para sí la poción curativa.

Un rato después, Fewyhn regresó con bastante información sobre ambos pasadizos. Ante su deseo de matar orcos seguidores de Grummsh, la paladina asintió. 

_Estoy de acuerdo con vos, señor Drazth, mas tened cuidado_ se acercó más al semidrow, aunque tuvo que inclinarse un poco para acercarse a su oído _. La oscuridad es una tentadora mentirosa, promete poder y venganza pero sólo alberga nuestra propia destrucción...

Abrahel mostraba una seriedad perturbadora mientras se separaba otra vez del elfo oscuro. Luego se giró hacia el resto del grupo.

_Ladfiena no está preparada aún para combatir... no quisiera que nos dividiéramos y mi honor me obliga a combatir a esos viles adoradores de Grummsh. Si alguien quiere quedarse atrás, en la vana seguridad de las sombras, adelante, pues yo no se lo impediré. Temo que la mujercita no pueda seguirnos el paso o que los villanos la hallen antes a ella y a los rezagados que la protejan.

Miró uno a uno los rostros de sus camaradas.

_Yo lucharé, los demás podéis ir por el otro camino con la esperanza de encontrar un buen escondite donde descansar, aunque no me agrada separarnos, pues en el número está la ventaja en la batalla, además de la destreza y la fuerza de nuestros brazos... ¿Qué opináis vosotros?

No pienso quedarme atrás  dijo la mediana con un puchero, ciertamente la idea de perderse el derrotar al nigromante no le gustaba en absoluto, el dolor de las mordeduras sonaba mucho mejor en las historias de Gwroëw que en la realidad no obstante pese a ello y lo débil que se sentía pensaba seguir adelante, no tenía fuerza para tensar el arco pero si podía usar la honda y el resto de armas, usaba la honda desde bien niña y una buena pedrada era tan mortal como una flecha.

Y seguro que esos adoradores de Grus, grum, gruh bueno, esos adoradores están esperandonos

Después de aceptar con una respetuosa inclinación de cabeza el pergamino y de guardárselo en el bolsillo interior de la capa, Beleg se alarmó ante las palabras de Ladfiena. Le puso la mano en el hombro para darle ánimos y se giró hacia sus compañeros.

- No te quedarás atrás- dijo más para todo el grupo que para ella sola- Si nos dividimos, seremos dos blancos demasiado fáciles. Creo que deberíamos seguir juntos. ¿Y si investigamos la puerta? Quizá podríamos descansar tras ella si es necesario para que Códice recupere algunos de sus conjuros.

Este elfo no habla mucho, pero sin duda es alguien a quien escuchar, pensó el hermano Códice para sus adentros tras las palabras de Beleg. A continuación, abandonó su actitud pasiva, a la escucha, se levantó de la protuberancia rocosa en la que se había sentado para esperar al batidor y, acercándose al grupo, se unió al debate.

—Señor Drazth, lady Isthar: sólo soy un simple religioso sin experiencia en esta materia, lo sé —comenzó en susurros tan graves que más parecían un oleaje lejano, antes de detenerse, pero no porque le costase articular su discurso: ¡se avergonzaba! Su mirada apuntaba al suelo—, pero... Tal vez estáis siendo demasiado impulsivos —concluyó humildemente—. La sugerencia del señor Cúthalion, en cambio —continuó, levantando la mirada y señalando al elfo— es muy sensata... Y no me refiero a sus palabras sobre mantenernos unidos, que obviamente lo son, sino a su propuesta: ¿por qué no investigar mejor el lugar antes de "correr a por el oro del dragón"*? —Se pausó un instante para permitir que valoraran sus palabras.— Hemos llegado hasta aquí porque juramos encargarnos de ese parásito de la Vida y salvar a sus desafortunadas presas —continuó, siempre en susurros—, pero creo que todos estaréis de acuerdo en que podemos encontrarnos ante todo un enjambre: ¿vamos a lanzarnos a un enfrentamiento directo de final incierto...  —Incluso tras sus plegarias, aún estaban algo maltrechos.— ...arriesgándonos a morir sin que los hombres y mujeres que han puesto su confianza en nosotros sepan de este nido de víboras hasta que las tengan encima? Todos recordáis la dolorosa derrota que sufrimos en la ciudad... —Se detuvo de nuevo para que sus compañeros tuvieran tiempo de recordar. Codice recordaba cómo tuvo que salvar la vida del enano.- ¡En nuestro propio territorio! ¿Qué no podrá hacer en su santuario, rodeado de cuerpos a las que dar falsa vida? ¿No deberíamos, en ese caso, contener nuestros impulsos —dijo lanzando una fugaz mirada a la paladina— de lanzarnos a la batalla, buscar la manera de dañar en lo posible esta organización y sobrevivir para contarlo? ¿Vamos a sacrificar el Bien mayor sólo por satisfacer nuestras pulsiones personales? —añadió elevando con imprudencia la voz. Con dificultad, se volvió hacia la tiflin—. Puedo notar que vuestra pasión es intensa, lady Isthar —dijo sin mirarle a los ojos y en un tono extrañamente atragantado—, ¿pero es tan indómita como para ignorar la fuerza de estas razones?

Todos supieron claramente que Códice había terminado de expresar su opinión. La luz de la lámpara, apoyada en el suelo, iluminaba sólo parcialmente los rostros y de formas inquietantes. Aunque nadie en el plano de los aventureros habría podido apreciarlo, el efecto hacía que la escena pareciera un ejemplo extremo de pintura tenebrista. El mestizo se agachó para hablar con la mediana.

—Señorita Correestepa: si en algún momento sientes que no puedes seguir, avisadme —le explicó con una expresión solemne en la cara. El clérigo iba cargado, pero aún así, o precisamente por eso, una pequeña mediana y su equipaje no iban a suponer una gran diferencia. Nadie se va a quedar atrás, y menos alguien tan valiente como tú, pensó.

El Enano había cerrado la marcha, pensando en como sería ese estofado de araña que le prometieron, pero primero estaba el deber de matar orcos.

Se sentía completamente a gusto andando en la caverna, era su entorno natural. De hecho su hogar en lo profundo de las colinas era una caverna con un acceso muy similar al pasillo por el que andaban.

De repente el grupo se detuvo y debatió unos instántes sobre lo que deberían hacer, Klain permaneció al margen, examinando detalladamente el pergamino que se le había otorgado, no entendía lo más mínimo, pero los simbolos y letras le parecían cautivantes, algún erudito en la ciudad le dirá de que se trata. Mientras Fewhyn exploró los pasillos, Klain seguía envuelto en su menester con el pergamino, a parte de las monedas que le servirían para afilar su hacha, quitarle el óxido a su mangual y pulir su escudo, podría comprar baratijas que tanto le gustaban. La perla llamó su atención, pero para él, no era más que una roca negra bonita.

A la llegada de Fewyhn y mientras este explicaba lo que había visto, El Enano siguió un poco alejado dándole de comer a su ratón de campo algunas nueces que aún le quedaban en el bolsillo.
Cuando el Clérigo terminó de hablar, cogió su pergamino y lo metió entre una de las páginas de su enorme tomo robleoro y lo cerró fuertemente. -Klain creer que si orco hay, orco matar! -Dijo de la nada mientras guardaba su tomo en el saco y desenfundaba su hacha. -Shyruuk* tener sed de sangre orca -Dijo mientras acariciaba con la yema de su dedo índice el filo de su hacha de guerra y se relamía sus labios resecos y partidos.

Cuando Abrahel le explicó que el motivo de su extraña reacción había sido la impresión que le había provocado su aparente muerte y su sorprendente resurrección, Códice había querido explicarle que no debía avergonzarse, que era natural perder la templanza ante la muerte de un compañero y que ni el aventurero más experimentado tendría por qué conocer el don que la Diosa otorgaba a aquellos de sus siervos educados en la vía de la Renovación... pero no pudo: enmudeció cuando escuchó la confesión que le hacía. "...y para mí". Aquello le había pillado completamente por sorpresa. ¿Qué ha querido decir? ¿Qué ha sido esa mirada? Confuso y abrumado, había continuado en silencio hasta la intersección.