Partida Rol por web

—¡Un gong! ¿¡A quién están llamando!? —pensó en voz alta el fraile, alarmado por las terribles posibilidades que podría implicar—. ¿Qué hacemos ahora? —preguntó a sus más curtidos aliados mientras se ataba rápidamente el bastón a la espalda y se colocaba el escudo, listo para seguir el combate.

Fewyhn bajó del árbol un poco decepcionado y alicaído. Sus dos flechas fueron a parar a las rocas y no a sus enemigos. ¿Que es lo que haría fallar a un guerrero tan experimentado?

Tras el pequeño triunfo, Beleg estaba eufórico y las ganas de seguir luchando se evidenciaban en sus crispadas facciones y su sonrisa lobuna

- ¡Sí!- susurró el elfo levantando el puño- ¡Eso es! ¡A eso lo llamo yo una buena emboscada, Códice! ¡No podemos echarnos atrás ahora! Saben que hay una amenaza y no pararán hasta que den con nosotros- añadió girándose hacia el resto del grupo mientras intentaba desincrustar del cuerpo del mercenario las dos flechas que había lanzado- Creo que deberíamos subir. Con cautela y sin bajar la guardia. ¿Qué decís?

-Yo querer como Elfo -Replicó Klain -Querer cortar cabeza de orco -Siguió diciendo mientras apretaba su hacha con fuerza, evidenciando su odio sobrenatural en contra de esas criaturas hijos de Gruumsh.

-Pero primero tener que dejar Krisslar en lugar seguro y oculto -Dijo refiriéndose a su querido y preciado Pony.

La paladina apenas había podido participar en el combate, quizá exhausta por la escalada que momentos antes había realizado.

Ahora, ante esa pequeña victoria que los acercaba más a sus divinos protectores, Abrahel sonreía satisfecha. Miró a Códice y al resto sin ocultar sus caninos. Sus ojos brillaban de excitación, sin duda el combate calmaba sus otras ansias de sanguínea herencia.

Quería más, quería desbocar su espíritu demoníaco y masacrar a los malvados, saciando así su sed de sadismo y perversión. Sólo la lucha, sólo el combate, mantenía a raya esa parte de la tiflin, satisfaciendo los designios de su dios a la par que liberaba parte de su esencia infernal.

Miró una vez más a Códice, quien podía apreciar el ansia en su gélida mirada mientras la paladina se aferraba a su espada como si temiera que el acero se le escapara de sus manos.

El Gong había sonado y había dejado desconcertado al grupo durante unos instántes, unos segundos en los que se preguntaron que era lo que había sucedido.....

Inmediatamente volvieron en sí, volvieron a tomar aire y valentía, una emboscada tan bien realizada siempre era porque algún designio los acompañaba, quizá la bendicion de Chauntea quién respondía a su hijo mestizo, o quizá un premio de Torm a su hija paladina, o quizá Elistraëe volivendo a hacer presencia sobre el Drow y su bailarina amiga, pero quizá solo era la suerte. En ninguno de los casos era una cosa menor y todos lo sabian, generalmente lo que iniciaba bien, terminaba bien así que con valentía y gallardía empezaron a coger sendero arriba por el risco, a oscuras y sin encender alguna fuente de luz que los delatara, quizá la misma suerte que los acompaño en la emboscada, podría funcionar para no ser atacados desde lo alto del risco y ser cogidos con desventaja........ y así fue.

Llegaron a las rocas grandes donde rápidamente encontraron cobertura y desde donde pudieron observar la saliente del risco donde estaban los mercenarios, pero para sorpresa de todos, el silencio inundaba la estancia, solo el crepitar del fuego quemando la madera y el silbido del viento en lo alto de la colina cortaban el profundo silencio que traía la noche.

Por ningún lado se encontraban los cuatro mercenarios que habían quedado atrás y ciertamente no había un lugar donde pudieran esconderse. Solo estaban los petates de cuero de animales rusticamente cosidos, el fuego, una gran olla calentándose en la fogata y algunos dados y odres de vino regados en el suelo. No habían rocas, no habían arbustos ni algún otro lugar donde pudieran tender una emboscada, solo habían 3 posibilidades, cada una más probable que la anterior: o se habían esfumado del plano material, o de alguna forma habían logrado volverse invisibles o definitivamente habrían entrado en la cavidad oscura excavada en la cara del risco; la entrada de la caverna que Abrahel había visto cuando temerariamente ascendió con sus desnudas manos.

Tímida y desconcertadamente salieron a la explanada para investigar un poco, siete petates se contaban y algunos barriles pequeños con provisiones y comida imperecedera y algunos barriles de cerveza aguada.

-AAGGhhhhh!! -El eco de un grito ahogado salió desde la boca de la caverna, un grito desesperado!, y luego no se escuchó más.....

¿Buscarán en el campamento y perderán precioso tiempo?¿Entrarán en la caverna?¿Decidirán que el grito fue demasiado y se devolverán a la villa a seguir sus vidas normales?.......... Es su turno.

El hermano Códice estaba convencido de que los villanos habían entrado en la montaña, aunque no estaba seguro de qué hacer a continuación y había decidido esperar a la opinión experta de sus compañeros... Pero el grito ahogado proveniente de la cueva fue demasiado.

—¿¡Lo habéis oído!? —dijo poniéndose recto al momento y dejando a un lado la apetitosa olla que estaba inspeccionando—. ¡Una pobre e inocente criatura de la Diosa siendo torturada por ese amaestrador de aberraciones! —Alzó su escudo y su maza por encima de su cabeza, tan largo como era—. ¡Debemos seguir sin demora!

La emoción del mestizo sangreorca era tal que se olvidó de la prudencia y se lanzó hacia la cueva, arma en alto y escudo en guardia. No necesitaba una antorcha, pues su ascendencia pielverde le permitía ver bastante bien en la oscuridad.

_Contad con mi espada, buen Códice_ dijo la paladina _No podemos dejar que los inocentes caigan en manos de esos malvados...

Abrahel dejó su espada desenvainada, se ajustó el escudo y se dirigió a la entrada de la caverna. Otra de sus herencias era que la tiflin no temía a la oscuridad, pues no necesitaba de antorchas para ver en las tinieblas...

Parecía relativamente evidente que los mercenarios estaban ocultos en la cueva y el grito procedemte del interior había resultado muy creíble, pero... ¿y si era un anzuelo?

Cualquier decisión racional fué arrebatada de sus manos cuando Códice se lanzó como un poseso hacia la cavidad y la tiflin le siguió sin ni tan siquiera pestañear.

- ¡Por todos los dioses, precipitándonos les ponemos las cosas más fáciles!- gritó a las espaldas de sus compañeros- Esperad un momento, demonios!- siguió gruñendo mientras se acercaba a la oscura entrada caminando, a diferencia de los dos primeros, y cambiaba a regañadientes el arco por la espada. No era ni de lejos tan hábil con la hoja de lo que lo era con el arco, pero en la penumbra y en un espacio tan reducido, lanzar un proyectil era demasiado arriesgado.

No podemoss sher lossh últimosz dice sonriendo Fewyhn a la pequeña. Quien con arco en mano sigue a sus compañeros...
Pero aquella cueva... algo no iba bien dentro de si mismo. Esa cueva era como descender a los infiernos, era como volver a casa... Escuchar a su malvada madrastra azotarlo por ser medio humano. Escuchar a otros ridiculizarle... Las cuevas no eran sitios agradables... El pasado oscuro de Fewyhn comenzaba a atormentarle de nuevo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que no experimentaba la oscuridad? Mucho sin duda. Su estancia en los bosques le habían hecho olvidar quien era y permitido forjarse una nueva personalidad y a cada paso parecía volver el anterior propietario de ese cuerpo. Exigiendo la renta por todos estos años. Trago saliva como si fuese el mejor alcohol jamás probado. Intentando tragar todos sus miedos y se adentró en al oscuridad de la cueva.

El hermano Códice se vio henchido de orgullo y confianza cuando oyó las palabras de apoyo de la dama tiflin. Sin embargo, se detuvo abruptamente al oír las exclamaciones del montaraz elfo. Apenas había cruzado el umbral de oscuridad de la cueva.

—Pero... pero... ¡Un inocente podría estar sufriendo terribles agonías! —susurró. Y actuando a lo loco no vas a conseguir nada, bobo, se dijo a sí mismo. Haz caso al elfo, que parece que sabe. Miró con atención el interior tenebroso de la cueva y suspiró profundamente antes de volverse hacia Beleg.— ¿Qué sugerís, maese Cúthalion?

La mirada de la tiflin indicó su descontento ante la interrupción del elfo montaraz.

_No necesito de antorchas ni lámparas para ver, Beleg. Yo nací de la oscuridad y no temo adentrarme en ella. Sin duda no seré tan silenciosa como vos, pero confío en tener a Torm de mi lado_ se situó entre el clérigo y el elfo _...y no voy a esperar a que esos malnacidos abusen de un agónico inocente hasta que la muerte reclame su humilde alma.

Se volvió y comenzó a adentrarse despacio, mitigando el ruido de su armadura, entre los oscuros pasajes de la cueva.

El corazón le latía con fuerza junto con la euforia del combate, Fewyhn la animaba a seguir el combate y ella estaba mas que dispuesta, sin embargo mientras los demás hablaban ella se dispuso a comprobar los cuerpos de los guardias por si había algo útil.

El Clérigo y la Paladina iban a adentrarse en la caverna oscura esperando que sus compañeros los siguieran, pero la voz del Elfo se impuso con un exclamo y un llamado a la prudencia.

Códice pareció haberlo entendido mejor que Abrahel, pero al final ambos estuvieron deacuerdo en prepararse mejor: Lo primero que habría que hacer era brindarle visión a Ladfiena y a Beleg (el resto podía ver en la oscuridad), pero ninguno de los dos cargaba una antorcha o alguna fuente de luz. Afortunadamente la cabeza de Códice hizo acordar que cargaba en su mochila una pequeña lámpara que solía utilizar en las oscuras noches para leer. Mientras se organizaban, Ladfiena registró los petates y los alrededores del campamento en busca de algo de valor, y efectivamente lo encontró: Una piedra redondeada de Onyx, su valor era desconocido, pero ya habría tiempo para determinarlo, cuando hubiera algo más de tiempo.

Entraron en la caverna oscura, un olor a humedad penetró fuertemente las narices, las paredes y el techo eran de roca excavada y daba paso a un pasillo largo e irregular, por momentos solo cabían en fila india y por momentos se ensanchaba lo suficiente para andar dos al mismo tiempo. La lámpara la llevaba Beleg y apenas iluminaba un par de metros delante de Abrahel, aunque el Elfo podía ver más allá gracias a sus sentidos superiores de visión.

No se volvió a escuchar más gritos desde que ingresaron a la caverna. El pasillo seguía varios metros más y Klain, cuidando la retaguardia, advirtió socarronamente que estaban descendiendo a medida que avanzaban.
Poco a poco el sonido de agua corriendo empezó a crecer a medida que avanzaban paso a paso a trevés del pasillo silencioso como una tumba.

Finalmente, al final del pasillo, una habitació ovalada se abrió: El suelo estaba lleno de estalagmitas y no se alcanzaba a ver el techo, muy alto debía estar. Un riachuelo entraba por la pared este lejos de donde ustedes se encontraban, se alejaba de la pared y llegaba casi hasta el centro de la habitación para volver a voltear y salir por la pared este, pero mas cercano a la posición de la que llegaron.
El otro extremo de la habitación no era visible ni siquiera para los que podían ver lehos en la oscuridad.
Lo que si notaron fue un cuerpo humanoide cerca del riachuelo que corría ligeramente, inmovíl, no se distinguía muy bien desde la distancia a la que se encontraban.

¿El cuerpo será una trampa? ¿Será alguien en aprietos? o ¿será un muñón de tronco con forma de cuerpo humanoide? ¿Olvidan el cuerpo y siguen de largo?¿o deciden que es muy peligroso y abandonan la misión?............ Es su turno!

Al alcanzar la enorme estancia Ladfiena abrió los ojos enormemente sorprendida, la negrura al final impedía verlo todo, sin perder un momento se subió a una estalagmita cercana por si desde esa posición mas elevada era capaz de ver el techo, sin embargo, aún así no lo logro -guau- solto en tono bajo, aprobechando su posición de privilegio desde donde aprovecho para mirar mejor todo.

A la paladina no le quedó más remedio que aceptar el consejo del elfo, pues por mucho que lo intentara, su armadura era demasiado pesada, repiqueteando con cada paso que daba. Luego optó por prepararse mejor antes de entrar.

Una parte de ella disfrutaba de aquel paseo casi a ciegas, sintiendo como la oscuridad lo envolvía todo, como las sombras acariciaban las escamas de su armadura para abrirse paso hasta su piel. Si no fuera por la humedad, Abrahel sin duda sonreiría como la hija de un noble con un vestido de princesa.

_Un poco frío para mi gusto, pero no me desagrada en absoluto..._ susurró con una dulzura que desconcertó a algunos de sus compañeros, pues para la mayoría internarse en las profundidades era agobiante y peligroso. Miró al semidrow, pues quizá Drazth fuera el único que la comprendiera. No pudo evitar sonreír, preguntándose si el joven de obsidiana piel disfrutaría tanto como ella de aquella oscuridad.

Al cabo de un rato pudo ver el cuerpo. Podría ser una trampa, o un engaño de la escasa visibilidad. Abrahel frunció el ceño ante la exclamación de la mediana y le hizo un gesto para que guardase silencio. Luego gesticuló, mirando a Beleg y a Drazth, antes de clavar sus ojos de nuevo en Correestepa, indicándoles que preparasen sus arcos. La tiflin señaló al supuesto cuerpo y a continuación indicó con el brazo de la espada que se iba a acercar para examinarlo. Era menos probable que perecieran todos en una emboscada si sólo había una persona en el centro y los demás estaban preparados para actuar.

Aún así, miró con sus brillantes ojos al clérigo. Lo respetaba lo suficiente para desear ver la aprobación en su mirada, antes de actuar.

El tono de voz dulce con el que Abrahel alabó el oscuro túnel descolocó por un momento a Beleg. ¿Qué podía haber de agradable en ese agujero sin apenas luz cargado de apestosa humedad? Pero bueno, tampoco sabía tanto sobre los tiflin como para juzgar las opiniones de la paladina, así que no le dió más importancia.

Cuando llegaron al ensanchamiento, se sorprendió tanto como sus compañeros al contemplar lo que parecía ser un cuerpo en el suelo, cerca del riachuelo. Captó al instante las intenciones de Abrahel y asintió fugazmente cuando la paladina le dió a entender que preparara el arco. Envainó la espada y, mientras cargaba el arco, se desplazó lateralmente, calculando los pasos, para tener un blanco claro en caso de que alguna amenaza se cerniera sobre la tiflin mientras ésta se acercaba sigilosamente al cuerpo para examinarlo.
 

El sacerdote estuvo a punto de lanzarse corriendo hacia el arroyo, presa de la preocupación, al descubrir aquello que parecía un cuerpo. Sin embargo, al momento recordó las precauciones anteriores de Beleg y se contuvo, optando por observar y esperar*. Códice portaba su maza en la mano derecha y el farol en la izquierda**, aunque procuraba mantenerlo apartado de su vista, pues de lo contrario la pequeña luz eclipsaría lo que de todas formas veía gracias a la cualidad extraordinaria de sus ojos. (Pese a lo cual, el fraile se había ofrecido a llevar la lámpara: Beleg y Ladfiena necesitaban la luz, pero también ambos brazos para manejar sus arcos con destreza.)

—Señor Drazth, ¿qué ven vuestros ojos de elfo?*** —susurró al medio drow, olvidando momentáneamente la desconfianza que aquel individuo le generaba.

Los elfos tienen muy buena vista, había pensado, sin menospreciar la agudeza de sus propios sentidos y la especial comodidad que sentía en ausencia de luz, algo que atribuía a su sangre orca, dominante en lo que a su cuerpo se refería y de lo que no se sentía avergonzado. La Gran Madre quiere a todas sus criaturas, ya sean verdes, pardas o rosadas como pequeños cerditos, se decía siempre. De hecho, Códice solía regocijarse en secreto de ser el único de su comunidad que podía disfrutar sin temor de la oscuridad, la humedad, la sensación de opresión y el frescor del vientre de la tierra. al parecer, la paladina sentía algo parecido. ¡No hay nadie a quien le resulte indiferente!, se había dicho, malinterpretando la causa del buen humor de la tiflin.

Estaba esperando la respuesta de Drazth cuando lady Ishtar hizo aquel gesto con el brazo y le lanzó una elocuente mirada. Creyendo entender su plan, el fraile decidió seguirla, en parte para apartar la delatadora fuente de luz de sus compañeros, en parte para ayudarles a ver el bulto y en parte para representar, de nuevo, el papel de señuelo.

Abrahel y Codice se adelantaron un poco al grupo para inspeccionar el cuerpo que se hallaba adelante. sigilosamente se acercaron para verlo más de cerca: Era un hombre vestido de cuero tachonado con una daga enfundada y una funda de espada en su cinto, era uno de los mercenarios. El cuerpo se encontraba fresco y era obvio que su fallecimiento no había sido mayor a unos cuantos minutos. Algo llamó la atención del Clérigo de Chauntea, el cuello y algunas otras partes visibles del cuerpo tenían pares de puntos rojos e hinchados, muy precisos para ser dardos. Una sola cosa se le vino a la cabeza: Arañas!. Cuando alzó la vista para advertir a sus compañeros, ya era demasiado tarde....

6 pequeñas arañas descendían silenciosamente desde lo alto del techo hasta los cuatro héroes que se habían quedado atrás, tres de ellas decidieron darse un banquete con carne de elfo (Beleg), mientras otras dos quisieron ir por una presa fácil y pequeña (Ladfiena), la última fue demasiado lejos y lo pagaría caro:
Con su olfato desarrollado, Klain notó un extraño olor que perturbaba, cuando alzó la cabeza para mirar hacía el techo, una de las pequeñas arañas había aterrizado casi en su cara. Tomó con el brazo del escudo y la arrojó al suelo y dejó que su hacha cayera sobre la araña, espichándola contra el suelo y cortándola en dos.

Las tres arañas aterrizaron sobre el elfo e intentaron clavar sus colmillos en él, pero la armadura de cuero era lo suficientemente ancha para impedir que cualquier colmillo la penetrara, rápidamente se las quitó de encima y alistó su arco para chuzarlas como pinchos. Ladfiena no tuvo la misma suerte, una de ellas alcanzó a clavar sus colmillos en su hombro, rápidamente se la quitó de encima y sacudió la otra.

Klain centró su mirada sobre una de las arañas que arremetia contra Beleg y lanzó un hachazo contra el vermin, pero la movediza araña logró esquivarlo, esquirlas de roca salieron a volar después de ese poderoso choque contra el suelo.