Partida Rol por web

La vibración del suelo se convierte en temblor al momento. La nieve y el suelo a unos diez metros delante vuestro comienza a abombarse primero y luego a levantarse. Una enorme brecha se abre en el suelo cuando una gigantesca plancha metálica arrastra la tierra y la nieve hacia un lado. La plancha debe de tener sus enormes bisagras en algún lugar también bajo la tierra. Líneas de enormes pistones hidráulicos siguen el contorno interno de aquella descomunal “puerta” que se abría desde dentro de la tierra, desgarrándola. Veis como a medida que el lomo se eleva y la pendiente encima suyo crece empiezan a desprenderse de él rocas, nieve, tierra y árboles, las raíces de las cuales parecen yacer dentro de enormes sacos de replantado. Cuando la puerta se detiene, aquella descomunal plancha metálica sujeta por pistones de hierro parece una enorme trampa ratonera. El rectángulo dibujado en el suelo por el que se colaba tierra y nieve era del tamaño de una cancha de baloncesto y el grosor de la hoja debía superar los cinco metros.
Del fondo de aquella tumba para gigantes se activaron unos focos que iluminaron la pared más cercana a vosotros, allí surgían unas pequeñas barras de hierro que formaban un escalera de mano. Por esta empezais a bajar por grupos. El primero con Annete, el segundo con Dawne y el tercero con Diana.
No era una bajada fácil, las barras eran resbaladizas y diminutas, los veinte metros bajo vuestros pies eternos. Aquella altura hacía suponer que debía haber más planchas, puede que retráctiles, escondidas en la pared que enfrentaba a aquella por la que descendíais. Imaginarse unas enormes planchas aplastándoos como mosquitos no era la mejor compañía en aquella oscuridad que presagiaba horrores, pero era difícil ser optimista en aquel lugar.
Llegáis a bajo y seguís las linternas de vuestros jefes de grupo que buscan algo en el suelo. Al final lo encuentran: un diminuto agujero que por la proporción os recuerda a un desagüe y os hace sentir diminutas cucarachas en un enorme lavabo.
Aquel agujero tiene otra escalera de mano y es tan estrecho que al descender la pared os roza la espalda, oís maldecir a Dawne. Se escucha el eco de todas las respiraciones tan cerca que parecen proceder de tu propia boca. Una corriente de viento a vuestras espaldas delata la primera de las salidas; agujeros que se adentran en la tierra; tuberías de un metro sesenta usadas como pasillos que os dejan caminar, pero acachando la cabeza. Las pocas bombillas que hay os obligan a ir esquivándolas para no golpearlas con la cabeza, su luz es de un amarillo demasiado marcado. Cada grupo sigue bien atento a sus jefes de grupo por aquellas tuberías de hormigón que desembocan en otro pasillo. De nuevo una tubería, pero metálica y con un trazado tan curvo que no se puede ver el final de la misma, ni por delante ni por detrás.

Al final llegáis a lo que parecen vuestros dormitorios... una estrecha habitación con taquillas a los lados y unas pequeñas puertas al final que os recuerdan a los de los incineradores.
-Cada litera y cada taquilla- dice señalando a aquellas puertas- se activa con vuestra tarjeta. Una vez la abráis y useis cualquier tipo de contraseña en el panel esa cama solo se abrirá con dicha tarjeta y dicho password.
Y ahora, ¿me vais pasando las mochilas por favor?Os lo pregunta amablemente, pero con gesto cansado. Me gustaría acabar rápido y subir rápido a la superfície, no es que me divierta hacerlo pero no quiero que los de mantenimiento con sus apisonadoras, excabadoras y demás maquinaria aplasten a Fred si este a quedado camuflado por la nieve.

Las gafas de Steve habían brillado ante la aparición de aquella compuerta monumental -¡Recarchutante!- y se habían apagado con la misma rapidez al ver el descenso que debía realizar. Ya simplemente ponerse de espaldas a aquel enorme pozo para buscar a tientas las barras y ponerse a descender, le había hecho ponerse casi a llorar de miedo. Odiaba las alturas, y el vendaval casi lo había lanzado de espaldas antes si quiera de iniciar el descenso. Había escuchado alguna queja por su lentitud: Steve se abrazaba a cada barra como si fuera un tablón en medio de una tormenta, y así luego la siguiente. Cuando llego al fondo de la excavación no Steve no veía un comino, se buscó las gafas y sí, ahí estaban. Los haces de linternas de aquellos guardas aparecieron y fue como si le hubiesen dado un vaso de agua tras días caminando por el desierto.
Y luego otro agujero, más estrecho, quién sabía si más hondo. Sus rodillas y sus codos se rozaban constantemente con la pared. Cuando tuvo que medio saltar de la escalerilla al agujero que se encontraba a sus espaldas todo se le hizo negro. O más negro aún. Steve era más alto de lo que parecía, también más piltrafilla, pero el hecho de que su caminar habitual fuera encorvado le ayudó en aquellos túneles de mala muerte. Supongo que todo el presupuesto se les habrá ido con las puertas de entrada.
Llegaron a sus dormitorios, se alegró de que al menos su jefa de grupo fuera mujer. Todo un grupo de hombres, con la envidia que le tenían ¿cuanto tardarían en meterse con él?.
Le pasó su mochila a Anette, solo había un neceser con pasta de dientes y un cepillo para los mismos. Los gallumbos de lana los llevaba puestos así que no tenía mucho que ocultar dentro de su mochila.

Me siento como una oveja metiéndose en un matadero, quizás es el silencio de la marcha, del descenso. La aparición de aquella inmensa puerta de acero le había hecho sentirse pequeño, diminuto. Incluso a alguien como él acostumbrado a sentirse anulado, invisible.
Agradezco infinitamente la comida de los hoteles y los vuelos, sin ella no hubiese tenido nunca fuerza suficiente para el descenso. Mis costillas, mis falta de carne, es extraño que un peso tan libiano parezca tan insufrible cuando has de ser tu mismo quién cargue con él colgando de barras de hierro en medio de la oscuridad el viento y el frío.
Al entrar en aquellos túneles de mala muerte siento una extraña desazón, un vértigo. ¿Cuantos metros bajo tierra estaremos? ¿Cuantas toneladas de tierra u acero sobre nuestras cabezas? Me golpeo con una de las malditas bombillas amarillas, luz pobre, como de meados.
Cuando llegamos a los dormitorios y ella pide las mochilas le muestro mis manos vacías. Yo soy mi única posesión, y ahora, viendo el lugar donde me estoy metiendo, creo que ni eso.

Anette hecha un vistazo rápido a la mochila de Steve y lanza un suspiro.
Mientras espera que alguno de los otros se decida y para ganar tiempo les recita de carrerilla:
"Debajo de la almohada tenéis un dossier explicativo de este lugar y una linterna. Olvidaos de la hora del exterior. En la fábrica los días se dividen en tercios: Ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de sueño." Las últimas palabras ya sí parecen "suyas": En ocho horas empezamos a currar, mientras deberíais dormir pero si queréis dar una vuelta y visitar el lugar podéis hacerlo. Salvo las ocho horas de trabajo que son inmutables de las demás podéis hacer lo que os plazca.
Luego lanzó una mirada de nerviosismo a los demás, si no se la daban ellos mismos sería ella quién lo hiciese.

Giorgio quedó asombrado con toda esa escena, se notaba que ahí no se andaban con chiquitas y que lo que fuera que hicieran ahí era realmente importante.

Siguió al grupo en conjunto y luego a su grupo en particular, al de Anette.

La chica dió todas las instrucciones necesarias y él asintió, al fin y al cabo no era tan difícil de entender. Después Gio le dió la mochila que estubo carreteando durante todo el viaje. - Aquí tiene.

Con premura Anette regiró la mochila de Gio, mudas, neceseres, pasta y cepillo de dientes.
Perfecto, dijo ella, hechando un rápido vistazo al italiano. Es guapo.
Luego cogió de las manos del chico callado su mochila, tampoco había nada fuera de lo normal. Al menos en la mochila, pero aquel muchacho parecía muy callado, su aspecto tímido podía explicar aquello... o tal vez estaba superado por el lugar. Si te sucede algo... puedes contármelo mañana en la consulta, ok?.
Luego estiró la mano hacia el grandullón de pelo rizado esperando que le alargase la mochila.

No me has dado tiempo!! hahahaha

Le entrego mi mochila con una sonrisa. Todo aquello me daba una impresión a un submarino así que los rangos por definición tienen que ser marinos. Tengo mis mudas, creo que la ropa de abrigo que cogí extra de poco me servirá. Fuera de ordenaci´no tengo un protector labial de sabor melocotón y una pelota de tenis, que uso para pasar mis ratos libres golpeando contra la pared. Una simple pelotita, puede dar mucho juego aquí dentro. También tengo un cartón de tabaco.

-Aquí tiene usted mi macuto almiranta- le digo orgulloso por mi manejo de los rangos- no hay nada que esté en contra de la lógica trabajadora- le guiño un ojo mientras me paso el protector labial y me lo mojo uno con otro.

La joven sonríe la ocurrencia del hombre del pelo rizado. Almiranta, suena bien. Luego ya le devuelve el macuto y se despide de vosotros.
En los dossiers está la ubicación de la habitación para fumadores, también hay máquinas de tabaco en la cafetería. Bien chicos os dejo, voy a ver a los chicos de mantenimiento, espero que no me atropellen a Fred. Y puede que incluso nos traigan una sorpresa. Dijo esto último con aire travieso.
Nos vemos en ocho horas, portaos bien!

Steve observó aquel monumento francés girarse de espaldas y marcharse, no pudo evitar darle dos codazos amistosos a Mich y decir en voz -quizás demasiado alta- ¡¡¿Menudas posaderas eh?!! NjNjNj!!- Las piernas aún le temblaban por el descenso a aquel lugar... y puede que por la propia presencia en aquel lugar.
-¿Como nos repartimos las literas?- Dijo en general. Observó las de arriba y se preguntó como subiría allí si le tocaba una de ellas. Que era lo más probable, los hombres solían tenerle mucha envidia y por esa razón, el verse tan inferiores con él, solían marginarlo y incluso golparle.

Yo si os da igual,cojo una litera de abajo.Digo mientras voy pasando la tarjeta. Me meto dentro de aquel reducido espacio y me asombro de lo cómodo que es. Puede que el cansancio de tanto viaje sea lo que lo haga más mullido. Cojo uno de los dossiers y empiezo a ojearlo. Me da que me quedaré sopa leyendo esto.

La respuesta a vuestro interés por trabajar en la fábrica de “H.Energía” vino en forma de caja de cartón. Una de tamaño medio. En ella un contrato a firmar lleno de clausulas de confidencialidad, de cifras y letra pequeña. Cinco meses en completo aislamiento y constante vigilancia era, sin duda, el aspecto más negativo. De 1500 a 3000 euros mensuales dependiendo del plus de producción, comida y alojamiento pagado: el positivo. Prácticamente imposible de rechazar en vuestra posición...
Junto con el contrato, dentro de la misma carpeta, la ruta a seguir. Enlaces, vuelos, autobuses, hoteles donde hospedarse. Pegada en el fondo de la carpeta una tarjeta con vuestra foto, identificación y el logo del rombo y el ojo blancos sobre fondo negro. A un lado de la tarjeta y escrito en escueto “Times new roman del 12” sobre la propia carpeta:
“Vestir el mono azul. Llevar Siempre la Tarjeta visible en el pecho. Mostrar la tarjeta para viajar u hospedarse, está ya todo contratado. Llevar mochila con -solo- 6 mudas de ropa interior y enseres para la higiene personal. No móviles. Despídanse de sus familiares para 5 meses antes de dirigirse al primer punto de la ruta.”
Viajes y más viajes,hasta que en uno de los aeropuertos te niegan el acceso al vuelo por no llevar el maldito mono azul. Discusiones y más discusiones, consigues que llamen a esos tipos del L-Bloque otra vez y te trazan un nuevo itinerario... siempre que sigas las normas. Con la perdida del vuelo te toca esperar cinco horas, adiós a la noche de hotel y hola a una endiablada sucesión de vuelos.
La penúltima parada es una vieja estación de esquí. Te lleva hasta ella un viejo con un minibus oxidado, junto a ti otro tipo con mono azul con pinta de religioso, callado y reservado, no te fijas en el más allá del traje.
En la estación de esquí hay un pequeño ejército de máquinas excabadoras y aplanadoras. Os suben con prisa y nerviosismo y emprenden el viaje entre una de las peores tormentas de nieve que hayas visto.
Tras un cuarto de hora los vehículos se detienen frente a las fauces de una enorme rampa metálica surtida de la tierra, como una enorme puerta que os llevara al infierno. Bajo de la misma lo que parece una tumba para gigantes.
Apenas veis que delante del enorme foso custodiado por aquella placa metálica del tamaño de un cambo de baloncesto y un grosor de cinco metros, una mujer. Se presenta como Anette, vuestra jefa de grupo. Morena y de aspecto francés.
Aquellas fauces comienzan a descender y escuchais el sonido de la multitud de pistones metálicos que lo sostenían (dándole la forma de una trama ratonera gigante) empezar a plegarse. La mujer grita a uno de los conductores que se lleven a un tipo, veis un hombre con mono azul, como vosotros, en el suelo y con cinco dardos clavados en su costado.
No hay más tiempo para nada, empezais el descenso a la nada mientras la rendija sobre vuestras caderas se va haciendo más y más pequeña. Solo unos focos iluminan vuestro descenso por unos fríos barrotes que forman una peligrosa y resbaladiza escalera.
Llegais bajo y Anette busca con la linterna algo en el suelo. Otro agujero, este realmente estrecho. Parece un desagüe grande más que cualquier tipo de conducto para humanos.
Descendes los tres en silencio, solo la linterna de Anette ofrece algun tipo de luz. Un ajugero de un metro sesenta de diámetro aparece durante el descenso. Annete te dice que te metas por el, recto a la derecha darás con el dormitorio. Ellos dos siguen el descenso. Tu te quedas solo en una tubería pobremente iluminada por esporádicas bombillas de color amarillento. Esta tubería da a otra, curva y metálica pero no más alta, y siguiendo esta encuentras al final, la luz del dormitorio, allí hay figuras y gente. Estás en tu nuevo hogar y con tu nueva familia para los próximos 5 meses.

Christiam negó con la cabeza, se encontraba superado por todo aquello y quería su espacio ya, quería poder pensar, poder...ubicarse. Entender que sucedía, y estaba cansado, muy cansado.
Bueno, yo también voy a acostarme. Buenas noches.
Dijo sin más y se metió en una de las literas.

Asiento mientras mantengo una mano en mi mentón pensativo mientras se va nuestra meretriz empresarial. Muy serio, cabeceo afirmativamente.

-Sin duda, sin duda- quizás también demasiado alto- luego le doy un golpe en el hombro con un puñito- vamos al lío. Mientras me doy la vuelta y empiezo a desempacar mi maleta.- cógete una de abajo, no quiero que te rompas el cuello a primera hora de la mañana- y comento en voz alta mis intenciones también, mientras pruebo la linterna me la meto en el bolsillo y el dossier en otro, prefiero leer por ahí que meterme ya en esta cápsula- yo voy a dar una vuelta a ver que veo por ahí, la curiosidad me mata.

Que muermos, piensa Steven "portento" Seagal de sus aburridos compañeros de habitación. Sus ojos se iluminan ante el ofrecimiento del tipo grande. Gracias!!..Mich? Coloca rápidamente sus cosas en la litera -no sea que cambie de opinión- y también coge un Dossier. ¿Puedo ir contigo? También me apetece ver que me encuentro! Solo de pensar en encontrarse a su psicóloga o su médica favorita, Steven se ponía felizote.

Ya veía a aquella chica (bastante atractiva dicho sea de paso) alejarse cuando escuchó el comentario de su compañero de color.
Casi sin querer y pensando en su comentario la vista de Gio se dirigió directamente al culo de Anette.

Cuando se quiso dar quenta negó con la cabeza. - Venga hombre, ya sabes qué has venido a hacer aquí.. no te distraigas.

Se dirigió a la litera que había ocupado Jackson y le dijo: - Perdona no te importa que ocupe la litera de arriba, ¿verdad? - comentó por simple cortesía y de un salto se tumbó en la cama. - Bueno, vamos a comentar lo que pone en el dossier que nos han preparado a todos. Lo leo en voz alta y lo comentamos si os parece. - expuso mientras abría el dossier y ojeaba su contenido.

Me despierto cuando oigo mi nombre, nervioso. No recuerdo mucho pero por la sensación se que era una pesadilla horrible.
No, no hay problema, tranquilo. Le digo a Giorgio. Yo voy a cerrar aquí y a dormir ya, estoy molido. Nos vemos mañana.