Partida Rol por web

Tras comprobar que todos tienen planes propios, asiento con la cabeza mientras guardo mis enseres en el bolso. Ninguno ha expresado su deseo de venir mañana. Bien, yo sí lo haré.

Sonrío a Arturo mientras bajo del coche que conduce Rodrigo, tecleando aún en el móvil - Desde luego Arturo, si me acompañas, he quedado aquí cerca con el chofer. El nos llevará a tu destino -.

Hago un gesto de despedida hacia Demetrio y Arturo, tras lo cual me agarro del brazo de Arturo mientras caminamos hacia la cercana Plaza de Zorrilla. No obstante una parte de mi permanece alerta. Nunca se sabe quién acecha entre las sombras.

-Gracias Sofia, caballeros... Nos vemos al final de la noche en el Elíseo entonces.

Con Sofia agarrada de mi brazo hago un gesto para mis otros compañeros y comenzamos a caminar hacia la plaza.

Cuando ya nos hemos alejado unos metros de los otros dos vástagos comienzo a charlar con Sofia.

-Vaya querida... Veo que te estas adaptando rápidamente, chófer, esos teléfonos nuevos.

Digo con una sonrisa mientras la miro de arriba a abajo.

-Y por supuesto, ropa, estilo, aunque eso nunca lo perderías...

Sonrio misteriosamente mientras ajusto mi paso al de Arturo.

- Son pequeñas comodidades a las que me estoy adaptando. Es triste haber perdido toda aquella influencia y recursos de los que disponíamos hace décadas. Esta época promete más en cuanto a medios de comunicación y avances. Dominar todo esto se hace necesario. Es la bendición y maldición de los nuestros, adaptarse o morir, y es mejor hacerlo rápido, ¿no crees? -.

Miro alrededor brevemente, tras lo que me fijo en la figura de Arturo. - Que hay de ti querido, ¿te las estás apañando bien? -.

Sonrío con mi clásica media sonrisa con el lado izquierdo de la cara.

-Bueno, aparentemente estoy siendo más torpe que tú. Pero ya sabes, tengo algunos trucos debajo de la manga, podemos decir que voy tirando...
Espero que la semillas que he ido plantando germinen no tenga que seguir dependiendo de vuestra generosidad para moverme, espero al menos disponer de un coche propio.

Mensaje entrante:

"Arturo, me voy a dar una vuelta por la casa de uno de los objetivos. No voy a hacer nada, sólo echar un vistazo. Si necesitas algo, ya sabes como encontrarme."

Mensaje:

Cita:

Aurelio llega a pie a primera hora de la noche, quizá rozando el "demasiado temprano para un inmortal" al punto de recogida. Saca la llave de su bolsillo, la introduce en la cerradura y se hace con el único sobre que hay en el interior de aquel buzón. 

Guarda el sobre en el bolsillo interior de su chaqueta y echa un vistazo a su alrededor, compra un paquete de tabaco y charla distraidamente con el dependiente unos 3 o 4 minutos antes de volver a salir a la calle. 

Nunca me gustaron las prisas, pero en este caso la premura era necesaria. Usando un taxi, para no prealertar a mi conductor de mis movimientos, me persono en las inmediaciones de la calle Santiago. Paso por los escaparates mientras me acerco, fijandome en los artículos de lujo que en ellos se exponen. Espero que pronto estén a mi alcance, como corresponde a mi estatus.

Tras observar como Aurelio entra en el local, aumento mis sentidos para observar mi entorno, preveyendo que alguien pueda estar acechando el lugar o se encuentre observando como yo misma; aprovecho la circunstancia para con mi aguzado sentido del oído, tratar de captar algo de la charla de Aurelio con el dependiente. Una vez deduzco por su expresión corporal que están a punto de finalizar su charla, me ajusto el abrigo con aire casual y me encamino hacia el estanco con paso firme.

Tras cruzar mi mirada con Aurelio, abro los ojos con ligera sorpresa - Vaya, buenas noches Aurelio, no sabía si te encontraría aquí, he sido afortunada - sonrisa cálida -. De paso me puedes llevar de vuelta a Eliseo para entregar aquello que hallas recogido, ¿si? - digo señalando el sobre si estuviera a la vista o señalando en todo caso el local del estanco.

La noche anterior había sido toda una aventura.

Una aburrida y jodida aventura.

Tampoco es que haya visto mucho en su investigación, pero por lo menos estuvo recorriendo al ciudad de un lado a otro, recordando viejos tiempos.

Tumbado en uno de los sillones del Eliseo, estaba mirando sin ver el periódico del día. O en este caso, de la noche. Pasaba las páginas intentando fijar la vista en alguna noticia importante. Sin embargo, no tenía muchos ánimos. El sedentarismo le estaba matando, y estaba claro que no podía seguir así mucho tiempo más.

Aparezco por el Eliseo con idea de encontrar a mis compañeros. Solo encuentro a uno de ellos.

Rodrigo está ahi, sentado, o mas bien tirado en uno de los sofás, haciendo como que lee el periodico, inquieto como un leon enjaulado. Sonrio recordando tiempos mejores mientras me siento a su lado.

-¿Que tal amigo? A penas hemos podido hablar desde que despertamos... ¿Damos un paseo?

Rodrigo levantó la mirada ante la llegada de Arturo y asintió al escuchar sus palabras.

- Por favor, sácame de aquí. - Dijo con un tono suplicante. - Estoy un poco asqueado de todo esto, macho. En cualquier momento se me va a encender la mecha y aquí tenemos una nueva guerra. Uffff. -

Si en ese momento el Brujah hubiera podido resoplar, el sonido habría sido bastante gracioso.

Estaba hasta ese momento, atrapado en un juego al que, si bien le apetecía jugar, no comprendía las reglas. Tantas palabrerías, tantos favores por un lado y por otro. No. Esa no era su forma de hacer las cosas. 

Pero todo esto iba a cambiar muy pronto.

Sonrio ante la suplica de Rodrigo.

-El lobo no ha perdido su instinto durante su cautiverio...

-Paseemos amigo.

Acompaño al Brujah hasta abandonar el Elíseo y su zona cercana.

-Bueno... Seré franco y directo contigo...
Tenemos un problema bastante importante aquí...
Muchos enemigos, pocos apoyos, poca influencia y recursos...
La verdad es que no he avanzado demasiado por mi parte, por no decir nada.
¿En que has ocupado tus noches viejo amigo?

- En nada muy importante la verdad. Anoche he recorrido las calles de Valladolid, deteniéndome el tiempo suficiente para mirar algunas de las casas que nos podrían resultar útiles para lo que nos está pidiendo el Príncipe de esta hermosa ciudad. - Relato el Brujah mientras caminaba junto a Arturo. - La verdad es que tanta charla con esa mujer, o con este otro, o demás cosas me están tocando un poquito las narices. ¿Por que no presionamos de verdad a quién tenemos que presionar para que el que quede a cargo sea del agrado de nuestro amigo Real? Lo que quiero decir es que, si él no los controla, o por lo menos no controla a los que están en los puestos claves, alguien lo hace. A mi se me ocurren varias formas de dar con esa persona y hacerla desaparecer. -

Volvió a hacer el gesto de un resoplido, como si pudiera llenar sus pulmones de aire, y negó con la cabeza.

- Si vamos a dejar que la Señorita Lago lleve las negociaciones, creo que lo tenemos bastante crudo. Creo que Demetrio puede sernos de gran utilidad en ciertos "hipotéticos" casos. -

Sonrio ante las "veladas" intenciones de a Rodrigo.

-Bien, la verdad es que estoy bastante de acuerdo contigo, no obstante, creo que tenemos problemas más profundos que los de los mortales...

Digo dejando un silencio para permitir al Brujah llegar a sus propias conclusiones.

-Te recuerdo que hemos pasado una buena temporada con una estaca en el pecho...
Eso, puedo aceptarlo por el momento, pero no lo olvido. Elena continua campando a sus anchas sin tener una camisa con un agujero como nosotros. Y para más inri, el propio príncipe nos amenazó con volver a estacarnos...

Callo, al menos de momento, quiero saber que opina Rodrigo.

- Entiendo perfectamente a lo que te refieres, Arturo, sin embargo aunque nos haya amenazado con clavarnos otra vez un trozo de madera en el corazón, de alguna manera nos necesita para no perder esto como se han perdido otras cosas. - Explico Rodrigo ahora un poco más tranquilo.

Sabía muy bien por dónde iban los tiros de Arturo, pero lo que no sabía es hasta que punto podría confiar en él, o si no había oídos indiscretos en las inmediaciones.

La cosa no estaba demasiado tranquila como para decir lo que uno pensaba abiertamente.

- Pero creo que estamos los dos en el mismo camino, compañero. Los dos queremos lo mejor para el Príncipe. - Y no pudo evitar sonreír de una manera un tanto perturbadora cuando soltó la última frase.