Partida Rol por web

El hombre del traje gris

Proyecciones

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08/10/2009, 19:59
Domingo Torres

La expresión de Domingo se debilitó. No era un sueño, al menos ese William decía que no lo era y su psique estaba tan alejada de lo real en los últimos momentos como para poder admitirlo. Los hombros se cayeron y de repente aparecieron veinte años más en el policía.

Las últimas palabras de Cornellius acabaron con el último ápice de realidad que residía en la cansada mente del policía. Había dado cuenta de que estaba escuchando el inglés.

Meneó la cabeza rápidamente, quizá intentando sacarse de ese dudoso sueño. Sus ojos se abrieron como platos pero seguía ahí.

—¿La Ciudad? ¿Metrópolis? —titubeaba.

En otro momento abría alargado la mano al nuevo conocido pero su cabeza trabajaba a marchas forzadas, tanto que era casi imposible dar paso a ese imperativo social.

De repente extendió las palmas de las manos y separó los dedos tanto que empezaron a temblar.

—Un momento. ¿De que velo hablas? ¿Donde narices estamos? —bombardeaba.

—Mira William, te voy a ser sincero. Todo esto me parece una auténtica locura. Me cuesta admitir que estoy hablando contigo en este momento y mucho más tomar tus palabras como ciertas. Puede que estos últimos días hayan sido demasiado para mi tullida cabeza pero admitir esto me llevaría a admitir la primera falta de contacto con la realidad de mi vida. Te voy a hacer una petición. Se que esto es un sueño y no me gusta. Quiero salir de él.

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09/10/2009, 00:39
Agustín Morales Sierra

Cuando el ssh llego a sus oidos, Agustín alzo su navaja plateada en dirección al oscuro callejón movido automáticamente por el reflejo del susto, escuchar una voz humana lo tranquilizo mucho, pero lo que contaba no, avanzo junto con el grupo engullido por la oscuridad que emitían esas paredes.
Escuchaba atento la conversaciones que se gesto con el ¿ingles, tal vez? volteando la cabeza constantemente para mirar al otro lado del callejón a ver si aparecían esos lupinos como los llamaba el ingles.
Escucho que el argentino lo mencionaba a el como posible causante de todo esto

-Mira mago muerto de hambre, vos fuiste el que la querias ver sin rechistar, así que no nos eches la culpa por tu impaciencia y prepotencia

Ni siquiera espero una contestación y miro al ingles

-Que hay en ese lugar de donde proviene la luz?

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09/10/2009, 07:24
Macarena

Las preguntas y las afirmaciones acerca de lo incomprensible caían a su alrededor como las gotas de lluvia, se mezclaban con ellas, resbalaban como si tal cosa. Y el pequeño tejadillo las contenía ahora, pero estaban ahí. La Maca sacudía la cabeza, negando. Negando lo que escuchaba, negando su entorno, negando la pesadilla. Había abierto y cerrado los ojos varias veces, boqueado como un pez fuera del agua. Nada. Todo seguía ahí, todo seguía igual. Y necesitaba entender. No era un sueño, no era una alucinación. Esa esperanza se había desvanecido. ¿Entonces...?

Se giró hacia el muchacho, se acercó a él con los ojos muy abiertos, y si eso hubiera sido posible, le hubiera cuchicheado a gritos. No gritó, pero habló con la boca muy abierta, los músculos del cuello tensos, como si realmente estuviera vociferando. Y soltó palabras a borbotones, sin buscar coherencia.

-¡Tu jefe, los magos poderosos, rasgar el velo, los lupinos, Metrópolis...! ¡Joder! ...mi abuelo, la libreta, la película.... no, no... no entiendo nada... y ahora sales con la luz, Agustín, como si tal cosa, ¡a la mierda la luz! -le espetó casi sin girarse, dirigiéndole una mirada de soslayo, una mirada torva que sólo duró un segundo, volviendo a clavar las redondas y llorosas pupilas en el chico de nuevo- ¿No estamos seguros aquí? ¡pues llévanos a un lugar seguro! ¡Estás hablando en inglés de cosas que no he oído antes en toda mi vida! ¡en toda mi puta vida!

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09/10/2009, 11:42
Ricardo el Chapas

- Estoy flipando... Estoy flipando y en nada me despertaré... Esto es cosa de un tripi...- el Chapas repetía esta letanía sin mucho convencimiento mientras los otros hablaban.

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09/10/2009, 11:43
William Cornellius

- Ahora no me da el tiempo para un cursillo acelerado de Realidad.- contestó William con cierta impaciencia - Y lo que hay en la luz no sé lo que es, pero si es tan vistoso fijo que no es bueno... En este lugar la gente que se deja ver es realmente jodida.

Miró hacia el otro lado del callejón.

- Hay zonas del Laberinto que están más debilitadas que otras... Voy a intentar llevaros de vuelta al Elíseo, pero no puedo asegurar a donde. He entrado desde el Limbo pero me temo que vosotros no podéis acompañarme hasta allí, no estáis preparados para hacerlo por vuestra cuenta y yo ahora soy incapaz de llevaros conmigo.

El individuo soltaba frases que para los otros no tenían sentido: ¿Laberinto? ¿Elíseo? ¿Limbo? ¿De qué hablaba?

- Creo que hay un punto de ruptura aquí cerca: un paseo corto por el Laberinto, pero no exento de peligros. Veo que al menos tú estás armado,- dijo mirando la navaja de Agustín, que todavía llevaba abierta en la mano - espero que encontremos algo más por el camino por si tenemos problemas... Lo que no puedo garantizar es a dónde iremos a parar en el Elíseo... Pero ese será el menor de nuestros problemas. Si logramos salir de aquí de una pieza me considero satisfecho.

Empezó a caminar por el callejón, esperando que los otros le siguieran. Del bolsillo de su chandal sacó una pistola pequeña, una Walter PPK. Sin dejar de andar preguntó:

- ¿Qué movida es esa de tu abuelo chica? No sé de que hablas, pero el caso es que Madrid está bloqueada mágicamente por algún motivo... Las Fuerzas están haciendo allí algo raro... Cuando salgamos de aquí espero que podáis compensarme el sacaros del lío con un bonito regalo, por ejemplo esa cinta de la que habéis hablado. Me pirro por las pelis antiguas.

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09/10/2009, 12:51
Elías Bonabre

Elías miró a Macarena, se encogió de hombros y, aferrándose las solapas, echó a andar detrás del coleccionista, abocándola a la explicación.

Su cerebro operaba a toda máquina, a pique de descarrilar: “No confiaría en él de nuevo si William Cornellius no fuese de esos tipos que se apresuran a poner precio a sus desvelos. Lástima que recompensarle con esa cinta ya no nos competa, pero esto no tiene por qué saberlo. Lo que colijo, en todo caso, es que su misterioso jefe me considera una pieza con algún valor, por encima de la consecución surreal de la matrioshka. Muy bien, llevame por ese laberinto, Cornellius, y ojalá que el forro de Agustín se extravíe…”

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09/10/2009, 13:35
Macarena

Elías triscaba detrás del inglés, el cuello del abrigo alzado, en silencio. Y la Maca trotó tras Elías, cabreada y asustada, a partes iguales.

-Mi abuelo, tío, murió, le mataron de una jodida manera. Le torturaron. Y antes de eso, quizá sabiéndolo, me dejó una libreta para que la enterrara. Una libreta extraña, donde tenía apuntadas un montón de cosas incomprensibles... éste la leyó. -Apunta inútilmente con el dedo al argentino, que está delante de ella, y detrás del inglés, quien tampoco puede verlo-. A mi abuelo le decían el Gallego... se llamaba Exiquio. Exiquio Rial.

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09/10/2009, 13:47
William Cornellius

- Ni idea. No me suena ese nombre, pero los magos no solemos hacer convenciones anuales como otros gremios... No somos tan afables.- se rió por lo bajo, como recordando un chiste privado -  En este mundillo la vida tiene un valor relativamente escaso. Sobre todo la tuya cuando se trata de que la valoren los demás. En fin: tu abuelo debía estar metido en cosas grandes si por su culpa habéis venido a dar a Metrópolis. Hay gente que pasa toda su existencia intentando atisbar por la rendija esta ciudad, y vosotros habéis entrado por la puerta grande... Lástima que no estéis preparados para disfrutar del paisaje.

Se paró al final del túnel. Una amplia avenida la cruzaba. El lugar seguía teniendo el apecto de una zona bombardeada. Al menos había dejado de llover. Al otro lado de la avenida se vislumbraba un callejón similar al que estaban a punto de abandonar.

- Bien... Corred para alcanzar rápido ese callejón y continuémos... No os paréis por nada.

Dicho lo cual se lanzó a la carrera hacia el callejón esquivando en la penumbra de la noche los coches ruinosos de la avenida.

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12/10/2009, 20:04
Domingo Torres

El viejo corazón de Domingo palpitaba aceleradamente.

—Mago, ¿ha dicho mago? —se preguntaba mientras caminaba al final del grupo.

Mascullaba esas palabras cerrando el grupo. El argentino les estaba presentando a su panda de farsantes pero todo parecía muy real. Cornellius iba describiendo lugares según caminaba y estos parecían tan irreales como aquellas historias que su hija Elena gustaba de leer.

En alguna ocasión le había hablado de alguna de esas locuras y Domingo no había hecho más que desoír semejantes bobadas. Ahora quizá pudiera necesitarlas, necesitaba esa pizca de irrealidad que nunca se había permitido y que mente racional cohibía.

Habían llegado al límite. El objetivo era un callejón que se insinuaba detrás de una ancha avenida.

Se armó de valor y aferró el arma con ambas manos.

—Yo iré el último. Corred, yo os cubro desde aquí —dijo como viviendo una de aquellas películas que le habían hecho ser lo que hoy era.

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13/10/2009, 06:47
Agustín Morales Sierra

Agustín cierra su navaja por seguridad ante posibles tropiezos, se arrima al borde del callejón, mira a ambos lados y sigue el recorrido que el Ingles hizo hasta llegar a la siguiente penumbra.
Una vez que se lanzo a la carrera no miro a ningún lado, solo miraba a la meta, mientras su imaginación dibujaba monstruos echos de sombra que aparecían en el rabillo de su ojo

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13/10/2009, 16:00
Director

William y Agustín alcanzaron el otro lado de la avenida tras una frenética carrera entre los esqueletos de los coches. Los otros, desde la salida del callejón, los miraban con ojos ansiosos y el corazón latiendo a gran velocidad. ¿Por qué ese nerviosismo? Algo se olía en el ambiente... Un resquicio de locura parecía ir subrayando cada escena creciendo por momentos. Aunque hasta ese momento no habían prestado atención ahora lo oían en la lejanía: gritos y disparos. Alguna explosión. Sollozos. No podía determinarse de dónde procedían pero impregnaban el ambiente como sí un vecino escuchara una película de guerra en un edificio vacío...

Una luz brilló al final de la avenida. Un pequeño faro, una linterna de mano, un haz de blanca irrealidad. Alguien con una linterna hacía señales o quizás buscaba a algún fugitivo. Lo siguiente que oyeron eran ladridos. Estaba lejos, entre la oscuridad y la niebla, a unos cincuenta metros... pero ¿cuánto puede correr un perro tras una presa?

Sólo el entrenamiento policial hizo que Domingo mantuviese aferrada su arma.

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13/10/2009, 17:50
Macarena

Pareció que alguien le hubiese dado el pistoletazo de salida en una carrera inhumana. La Maca no se lo pensó dos veces, justo cuando Agustín y su navaja volaron, ella salió detrás. Corrió como si le fuera la vida en ello, casi que el esfuerzo obró en su cuerpo como una terapia, necesitaba sacudir todo ese miedo, necesitaba dar rienda suelta a la tensión, y correr era un regalo.

Lo hizo sin pensar, sólo se permitió acompasar sus pasos a sus latidos, a sus respiraciones. Algo artificial por completo, absurdo, dada la situación. Apenas oía los sonidos que llegaban a su cerebro, llegaban, sí, pero los deshechó, era más fácil no escuchar, no procesar esos disparos, ese llanto.

Cruzó y se detuvo al otro lado, mirando a los lados, jadeando a pesar de que no era tanta la carrera, quizé el jadeo era por otra carrera, por una que aún no había hecho más que empezar.

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13/10/2009, 19:09
Director

En el momento de pasar la Maca la linterna del fondo de la avenida hizo un giro brusco, como alertada... Los perros ladraron más fuerte. Aquel haz de luz parecía intentar cortar las sombras a su alrededor. Estaba lejos, pero se aproximaba...

La Maca veía todo eso intentando recuperar la respiración desde el lado donde estaban William, Agustín y ahora ella.

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13/10/2009, 19:10
Ricardo el Chapas

- Joder... ¡se están acercando!- dijo en un susurro casi histérico el Chapas - ¡No nos va a dar tiempo a cruzar! ¡Es mejor que huyamos por donde vinimos!

El chaval era presa de los nervios.

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13/10/2009, 19:18
Domingo Torres

Todavía quedaban el Chapas y Elías por cruzar. Domingo empujó bruscamente al muchacho con una mano y cargó con el hombro contra el argentino.

—Vamos joder. Dejaros de sollozos y contemplaciones. ¡Cruzad de una puta vez! —exclamó mientras presionaba a la pareja que faltaba por arrancar.

Contínuamente giraba sobre si mismo apuntando a sombras. La pistola giraba rauda buscando ansiosa un presa sobre la que descargar.

Todo y nada a la vez era sospechoso. Miraba en lontananza hacia donde venían las luces que se centraron un instante.

—¡Vamos!¡Ahora! —gritó el policía arengando al resto.

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14/10/2009, 00:07
Elías Bonabre

Iba madurando las palabras de Cornellius (“¿Metrópolis? ¿Qué boludez es esta?”) y aquella estrategia imprevista no pudo sino descolocarlo: había echado a correr sin más, y él sólo había atinado a pasmarse como un sapo en la salida, paseando la vista por el pasaje sin dejar poso, boquiabierto. Agustín salió después, en cuanto se pronunció Domingo. Trataba de animar a Ricardo o a Macarena a ser el siguiente, cuando los disparos, las explosiones, desfondaron la canasta de los sentidos y.. ¡ahí estaban apareciendo esos lupinos, avenida arriba! Entonces se decidió Macarena y llamó su atención. ¡Alguien venía, un sereno del infierno! Y ahora Ricardo quería echarse atrás, en tanto que Domingo propinaba un empellón a la titubeante pareja.

Un empellón que había sacado del callejón a Elías, exponiéndolo. Sintió por un segundo que pisaba sobre el abismo, como en esos dibujos animados en que la locomoción del personaje aún no advertía que le habían sustraído el suelo. Y el pánico pudo más, corrió entre la chatarra, salpicó en los charcos, resbaló al sortear obstáculos, buscando el otro callejón, pero sin dejar de encarar jamás el lugar por el que procedían quienes fuesen que le habían metido el miedo en el cuerpo a Cornellius.

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15/10/2009, 23:10
Director

La situación era dramática. Elías avanzaba casi a empellones, empujado por Domingo que levantaba su pistola hacia las sombras, hacia la luz... Estaban desconcertados. El Chapas casi había caído al suelo por la tensión y los nervios. Mientras corrían lo escuchaban: estaba llorando. Algo en el ambiente provocaba un nerviosismo atroz, una sensación de peligro inminente.

La luz se elevó y alumbró en la dirección de los fugitivos. Los ladridos de los perros - ¿de los lupinos? - resonaron en la avenida. Pero por encima de todo se escuchó una voz ronca, furiosa, cargada de odio. Una voz que pronunció en alto, con un tono alemán tan brusco como aterrador:

- ¡HALT!

Lo siguiente que se escuchó fue el ladrido de los perros aproximándose, libres, hacia los fugitivos que todavía cruzaban la avenida.

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15/10/2009, 23:14
William Cornellius

- ¡Oh! ¡Puta mierda! ¡Por todos los infiernos! ¡Es un Enisäntzer! ¡La hostia!

Por primera vez su guía en aquella locura parecía de verdad nervioso e incluso asustado.

- ¡Corred joder! ¡No os quedéis pasmados! ¡Hay que salvar el culo!

Sin esperar a ver si era seguido por los demás se lanzó a la carrera por el callejón.

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15/10/2009, 23:17
Ricardo el Chapas

Domingo, Elías y el Chapas corrían desesperados hacia el callejón entre la chatarra. El suelo estaba embarrado, resbaladizo. Los perros aullaban aproximándose.En ese momento el Chapas resbaló y cayó al suelo arrastrándose varios metros. Entre los nervios y el miedo parecía incapaz de levantarse a tiempo... Aquellas sombras aullantes estaban demasiado cerca...

Notas de juego

El Chapas ha caído. Los perros se acercan. William huye.

Las opciones son: parar a ayudar al Chapas o huir tras de William.

Me encanta este tipo de decisiones en Kult...

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15/10/2009, 23:42
Domingo Torres

Había titubeado unos instantes. Todos corrían hacia quien sabe que salvación y alguien les había descubierto desde el otro lado.

El Chapas estaba en el suelo y el alemán se acercaba rápido. Cada vez eran más cercanos esos ladridos de esos animales que Domingo no sabía ahora como describir.

Se detuvo y valoró la situación.

—Corred vosotros y largaos de aquí —dijo mientras se corría para levantar al muchacho.

Le cogió de debajo de los hombros, casi bruscamente.

—Vamos, chaval —dijo palmeandole la cara.

—Chapas, no me jodas, vamos —repetía nervioso.