Partida Rol por web

El hijo menor de Helerlavi, Johen, y la esposa de este y del malherido Varhen, reciben junto a sus hijos pequeños a la comitiva. Encajan con grandes muestras de dolor la muerte del patriarca de la familia, pero la situación demanda premura y no hay tiempo para lamentos y duelo. El propio Johen, mientras su malherido hermano descansa, se encarga de organizar a los numerosos huéspedes, repartir herramientas, organizar las vituallas necesarias para todos y dar las instrucciones necesarias a los miembros de su familia para que todo esté atendido.

El granjero está atareado, lo que le permite mantener la mente alejada del pensamiento de su padre recién asesinado. Viendo que es Bosporus el que parece tomar la iniciativa de dirigir la construcción del ariete, se dirige a él y a la cuadrilla que se le une para ayudarle en lo que puedan.

- Para la madera del ariete y los parapetos, es mejor que cortéis un árbol del bosque. Hará falta un tronco grueso y bien robusto para hacer mella en la puerta de esa torre. De las ramas que se corten del tronco se sacarán los maderos para los parapetos.

Thorkegar, en la Cañada de la Serpiente, había realizado sus trabajos con el ingenio explosivo que Krunk le había ordenado fabricar...
 

El humakti admira la entereza del joven ante la pérdida reciente que ha sufrido. Por un momento un recuerdo doloroso parece cruzar su mente, pero en seguida vuelve la expresión gélida que se ha vuelto habitual en él los últimos días.

- Aunque no sé nada de árboles ni de madera -se ofrece con voz átona- soy bastante fuerte, tal vez pueda seros útil con algo.

Piensa en ordenarle algo a Suk, pero parece pensárselo mejor.

- De todas formas, los que vamos a integrar el primer grupo de asalto tendremos que retirarnos a descansar a una hora prudente. Debemos estar preparados para la lucha y ya hemos peleado una vez hoy.

A pesar de que la herida de la pierna lo obliga a cojear un poco, Vaerles se acerca a dar el pésame a la familia de Helerlavi. Luego, se arremanga para ponerse manos a la obra. En toda su vida no podría haber imaginado que llegara el día en que tuviera que construir un ariete. Pero así es, y será mejor que sea bueno.

Al oír las instrucciones de Johen, mira hacia el bosque que los rodea con los ojos entrecerrados, como pensando. Luego se dirige al granjero:

-Johen, tu familia y tú conocéis estos bosques y estos árboles mejor que ninguno de nosotros. ¿Por qué no nos indicáis qué árbol os parece más apropiado? Si lo escojo yo, seguro que se astilla al primer golpe -confiesa el mercader-. Creo que seré más útil si me encargo de otra tarea -añade para que no lo tomen por un holgazán de ciudad.

Gábriel observa lo que hacen sus compañeros. Ni siquiera se molesta en mostrar sus condolencias a la familia de los caídos, pues sabe que eso no sanará su dolor. En cambio piensa luchar como si fuera su último día para que sean vengados. Ya queda poco para verse las caras con ese hechicero y la cosa no puede haber comenzado mejor. Sabe que esta batalla ha sido un simple apertitivo, pero sin duda los retos le encantan y está deseando que llegue el momento - Si necesitais ayuda para trasladar el tronco decidlo - les dice a los que preparan el ariete. Gábriel está pensativa, calculadora. Si la incursión es exitosa tendrán más asegurada la victoria y ella estará en ese grupo. No puede fallar...

Horen contempla en silencio el funeral. Es curioso cómo se entristecen por la pérdida del hombre, en vez de alegrarse porque ha muerto de forma honrosa. Yo estaría feliz de encontrarme con Shargash en el otro lado. Aunque Horen adoró una vez a sus mismos dioses, parece como si quisiera olvidar esa parte de su vida. A pesar de todo, se apiada del pobre muchacho.

Cuando acaba la ceremonia, el guerrero se acerca a Groth. Tú y yo no hemos estado de acuerdo en numerosas ocasiones, y hemos chocado en nuestas decisiones la mayoría de las veces. La situación es apremiante, así que no me alargaré demasiado. Voy a unirme al segundo grupo de asalto. Estoy preparado para ello. Tú también irás en él, ¿cierto? Bien, es reconfortante ver a gente tan decidida a luchar en el frente. Eso... te honra, y te muestro mis respetos por ello. No ha mostrado jamás condescendencia con los orlanthis, pero, sin embargo, le agrada encontrarse con guerreros que parecen ser como él... o al menos lo intentan.

Bien, sólo quería decirte que, a pesar de nuestras diferencias, ha sido un ... -se aclara la garganta- Quiero decir, que ha estado bien combatir juntos. Sólo eso. No quería ir al otro lado sin decírtelo. Aunque no esté acostumbrado a ello, esta vez debemos combatir juntos y coordinados con el resto del grupo si queremos salir con éxito de esta contienda. Pero esto no quiere decir que confíe en tus decisiones. Sigo pensando que el arrojo y la furia son el mejor camino para alcanzar la gloria. Emmm, bueno, suerte.

Mira a los constructores del ariete. No sé hacer nada de eso, ni ayudaría ponerme a cortar madera. Yo voy a descansar, lo necesito para reponer fuerzas y cortar unas cuantas cabezas.

Los ojos de Groth parecen brillar por un segundo con la jovialidad a la que les tenía acostumbrados y que últimamente había desaparecido. Medita unos instantes antes de contestar.

- Para ti y para mi el combate siempre ha significado algo distinto. A ti te gusta pelear por pelear, la furia en sí misma sin aprecio por tu vida y por la de los demás -lo dice sin juzgar, con voz tranquila- Sin embargo para mi la lucha es un medio, no un fin. Vencer y sobrevivir eran lo importante ¡pero no por lo que podrías pensar en un principio!

Se queda callado de nuevo, intentando escoger sus palabras. Parece envejecido de repente, triste.

- He evitado morir no por instinto de supervivencia o cobardía, sino para alcanzar un objetivo que persigo desde niño, un propósito con el que creo que estarás de acuerdo y que ha guiado cada uno de mis pasos hasta este lugar -mira hacia el horizonte por encima de la copa de los árboles, en dirección a la oscura fortificación- En esa torre encontraré la venganza o la muerte. Ese hechicero... El Que Llora... 

Se vuelve hacia el berserker y parece que sus ojos brillan de nuevo.

- Acabaré con él y con todo lo que representa. Hoy no me importa morir con tal de conseguirlo. Y me alegro de tener un guerrero como tú a mi lado en esta última batalla, y como la mujer que va contigo -va a continuar pero de repente levanta un dedo acusador mientras la tan familiar media sonrisa aflora en sus labios- Pero como se te ocurra gritar antes de tiempo o estropear el ataque de cualquier otra forma, yo mismo te mataré. Ahora debes descansar, sí. Yo intentaré ayudar un rato y luego haré lo mismo. Esta noche será muy... importante, pase lo que pase.

Y sin añadir más se vuelve y se cruza de brazos retornando a su aire reconcentrado y frío, pensando sin duda en la cercanía del abrazo de su dios.

Bosporus no conoce a estas gentes pero sabe que si las ayuda podra tener beneficios comerciales cada vez que vuelva por estos lares, asi que rapidamente despues de presentar las condolencias a los  familiares se dirige a su montura y saca sus herramientas de carpintero. 

Garan empiezaa dar ordenes como un capataz en una obra - Necesito que me corteis un arbol un poco mas grande que yo y de un grosor como el de Groth y yo juntos cuerdas y ramas gruesas para hacer la estructura... Garan parece saber perfectamente lo que hace con las ordenes que les da a los que estan dispuestos a ayudarle. No habla mucho mas excepto para dar alguna indicación y decirle a alguno como debe hacer algo. 

Thorkegar se pone manos a la obra para hacer lo que Krunk le ha encomendado. No está exento de riesgos pues sabe que un pequeño error puede hacer que el ingenio que está haciendo le estalle y todos sus engranajes salgan esparcidos por estas inhóspitas y salvajes tierras.

Alejaos de mí , si fallo que sea yo sólo quien vuele por los aires ya sería demasiado malo que esto que nos tiene que ayudar en nuestra mision, juegue en nuestra contra y se nos lleve a varios por delante. Le dijo a sus compañeros, en un tono bastante serio.

Por cierto, si no es mucho pedir, tengo el cristal mágico casi vacío. Dijo mostrandoselo a sus compañeros ¿Podéis ir cargando con vuestro espíritu mi cristal para cuando llegue el enfrentamiento tenga yo más posibilidades ahí dentro? No quiero que os debilitéis, simplemente dar lo justo cada dos horas para cuando llegue el asalto estéis al máximo de vuestra fuerza vital. Sois a lo únicos a los que os lo puedo pedir y quizás a Hal que es el único humano con el que más hemos tratado. Krimli no da más de sí. Por favor amigos. Dijo con cara de necesitar un verdadero favor.

A Hal le sorprende la entereza del joven Johen, le observa recordando otros tiempos y otro lugar. Retorna de su viaje en cuanto se ponen a trabajar, no es momento de perderse en los ecos del pasado.
- Yo nunca he fabricado nada igual pero, se manejar un hacha, podria cortar troncos y ramas mientras se me necesite - aunque en ningún momento usa el hacha que porta siempre consigo. Más tarde, cuando se emplean en montar y atar los maderos cortados, él se retira a descansar para la noche.

En las horas previas a la marcha final, Háloric busca de nuevo a Johen, habla con él casi en privado. Le señala sus pertenencias y le pide un favor por si no volviera de la torre. Le explica quién es y de donde viene, quienes son sus parientes y donde encontrarlos.
- Si sucediera lo peor y te ves en posición de cumplir lo que te pido, toma lo que necesites y haz llegar a mi clan la noticia de mi muerte, así como algunas de estas cosas que a ti no te serán de ningún valor.

El granjero se toma con solemnidad la petición, pero es realista. Cuando está en privado con Hal, le da una respuesta.

- Venís de muy lejos, pero no sería la primera vez que alguien del lejano Paso del Dragón pasa por aquí. Si te ocurriera lo peor, y veo que alguien de honor viaja a tu tierra de origen, le haría llegar a tu clan tus pertenencias. Te doy mi palabra.

A pesar de la innegable fatiga que ya llevan acumulada a lo largo de toda esta dura jornada, que debe ser especialmente sentida en alguien de su avanzada edad, el anciano Khan de las Tempestades no trata de aprovechar para reponerse y descansar como hacen el resto de guerreros, cuanto menos unas horas, antes de entrar en batalla. Por el contrario, tan pronto como acaba de engullir apresuradamente un par de bocados y un trago de cerveza en la granja del llorado Helerlavi, se dirige al bosquecillo más cercano y empieza a recoger madera. Básicamente leños secos, no muy grandes pero tampoco pequeños.

En un primer momento se diría que demuestra buena voluntad pero muy poca pericia, si lo que pretende es colaborar en la construcción del ariete o los manteletes… pero pronto salta a la vista que lo que le mantiene ocupado es algo muy distinto. Cualquiera que lo observe trabajar un rato llega rápido a una única conclusión posible: una pira. Está construyendo una pira funeraria, no muy distinta de las que han podido observar las últimas jornadas para la inmolación de los cadáveres de Garlan o de Helerlavi.

- No sigáis mirando con esa cara de incredulidad – gruñe el viejo mientras apila los últimos troncos – Claro que es justo lo que pensáis. Una pira. ¿Qué iba a ser si no? – les espeta con una ceja alzada – Y por supuesto que es para mí. Si queréis la vuestra propia, os la fabricáis – añade con sorna – No quería que el trabajo quedase en manos de alguien inexperto, la que se ha preparado esta mañana ha sido amontonada de forma demasiado apresurada y luego ha ardido de un modo muy irregular, además, las llamas no tenían la viveza adecuada… – comenta como si fuera un auténtico experto, alguien que ha asistido a innumerables oficios funerarios por camaradas caídos – Claro que es comprensible, no teníamos tiempo para nada más… pero bueno, un hombre tiene derecho a preocuparse por su despedida de este mundo ¿no?

Contempla su obra con una expresión satisfecha y añade con tono solemne:

- Supongo que visto desde fuera cuesta un poco entenderlo, pero veréis, he decidido que esta ha de ser mi última batalla – comenta con aire sereno – Un buen uroxi no debe morir en su lecho, víctima de los achaques de la edad… comprended que cuando uno llega a mis años, las gentes empiezan a preguntarse cómo es posible que un berseker no haya caído ya en combate, incluso llegan a cuestionarse si no habrá incumplido sus deberes sagrados – ahora hay un brillo peligroso en su gélida mirada, como el atisbo de una ira sorda que amenaza con brotar a la menor provocación – Yo ya he visto partir a demasiados amigos, a demasiados aliados. Ya va siendo hora de que emprenda el camino.

Recoge su enorme hacha de doble filo y la deja reposar cómodamente sobre el hombro, en un gesto repetido mil veces.

- Durante mis últimos años incluso llegué a temer que se me negase la oportunidad de una muerte digna de un Khan, resultaría ridículo caer en una refriega menor, por haber perdido poco a poco mi antigua fuerza y mis reflejos – comenta casi con ironía – Necesitaba un reto verdadero antes de que fuera demasiado tarde, una prueba final a la que poder enfrentarme… y si el destino lo permite, tener una despedida digna de las leyendas que cantan los escaldos – sonríe mirando al otro uroxi, mucho más joven, y añade – Pero por fortuna, el buen Sökendal acudió a mi cabaña del bosque para sacarme a tiempo de mi retiro. Y por suerte ese tal Samaliman el Compasivo parece ser el tipo de enemigo que llevo buscando desde hace tanto tiempo – hace un alto, se mesa las barbas con la mano libre y concluye – Me considero un hombre muy afortunado. Antes de concluir el día de mañana espero haber muerto.

Y pese a lo excéntrico de sus palabras, el viejo sonríe con una expresión beatífica en el rostro.

Desde debajo de la capucha que le cubre los ojos, el trollkin observa el comportamiento de los humanos. Hablan entre ellos como nunca antes habían hecho, acarician sus armas como si fuera la última vez que las tocaran y en sus ojos hay un brillo distinto.
Suk olfatea el aire y lo nota de inmediato: El gran devorador. La boca voraz que conduce a cuantos engulle a la gran oscuridad. Incluso los humanos lo sienten. Pero a él no le importa. Ya nació condenado. Desde el mismo día que emergió del vientre de su madre y fué arrojado a las cavernas de los nacidos bajo la maldición, jamás conoció el afecto o la compasión; siempre supo que por mucho que se esforzara, nunca podría aspirar a nada más que vivir un día más.
Suk suspira y mira hacia la torre. Hay miedo en el aire, pero él no teme a nada. Recoge unos huesecitos del suelo, probablemente de conejo o de una rata grande y se los lleva a la boca.

Arbar permanece en un discreto segundo plano, no sabe cómo actuar en cuanto al pésame y prefiere no meter la pata.

Por otra parte no sale de su asombro al ver la explicación de Holguer. 

¡Qué falta de lógica... por una parte es un rastrero rapiñando los restos de los enemigos caídos y por otra parece alguien con honor que prepara su muerte...

Debería prepararse para la lucha. Si cae esa será tarea de sus compañeros...

El enano de hierro más joven permanece sentado, revisando su armadura y sus armas. No conoce como tratar la madera, salvo para partirla en dos, como a esos aldryamis que les tendieron una emboscada hace semanas.

Cuando un enano no tiene tareas para las que está fabricado, normalmente no hace nada, salvo excepciones. Este caso no es una excepción. Lo que se avecina es una batalla, así que cuando termina de comprobar su equipo, sencillamente se sienta a descansar mirando indiferente a los demás mientras sudan moviendo troncos y cortando madera. Ya llegará la hora de combatir, y entonces no habrá reproches si los demás se sientan a observar como trabajan los enanos de hierro.

La noche cae y unas figuras encapuchadas aprovechan la oscuridad para salir de la torre. Llevan un solo caballo pero van montados. No parecen tener prisa. Una de las figuras es achaparrada y camina encorvada, apoyando las manos, peludas y blancas. Descienden despacio el sendero que baja de la cima de la montaña donde se erige la torre y serpentean por la ladera lentamente, para acercarse a la granja de Helerlavi tratando de mantenerse fuera de la vista de vigias. No se aproximan demasiado: no lo necesitan. A unos trescientos metros se detienen tras unas rocas que les oculten y amarran la montura en una piedra grande. Luego, observando el campamento y las figuras que se mueven a su alrededor, comienzan unos rituales y lanzan sus conjuros para sorprender a los incautos...

Discretamente, recoge el cristal de su compañero y asiente a su petición.- Yo recargaré parte de la energía mágica del cristal. -se concentra unos segundos apretando con fuerza el cristal entre sus manos, que brilla tenuemente en su interior durante unos segundos para luego apagarse de nuevo.- Con un poco de cada uno será suficiente, ¿no? -pregunta a Thorkegar cuando le devuelve el artefacto.

Los trabajos sorbe el ariete no parecen muy prometedores, habida cuenta que el único que puede contribuir con ligeros conocimientos de carpintería es Bosporus Garan. El viejo y silencioso Gorkar le echa una mano cortando ramas del arbol una vez talado y Johen ayuda a fijarlo sobre la carreta de Heenshen con unas escuadras, para tener una superficie móvil en la que transportarlo y darle ímpetu para las embestidas. Bosporus supervisa satisfecho este último paso y hace unos retoques finales. El resto solo contribuyen moviendo y apilando la madera sobrante y levantando el tronco cuando es necesario. No hay tiempo para construir mucho más, pero aún así Bosporus idea un par de manteletes haciendo uso de los escudos en forma de lágrima de los soldados enemigos que han ido cayendo y los dos escudos redondos de Hargorek y Korgen. Cada uno de los dos manteletes protegerá bien a un par hombres que podrían disparar a través de las estrechas aberturas que ha dejado entre los escudos. Palgrem finalmente corta unas piezas en forma circular usando unos tablones y pone las ruedas de los manteletes para que sean fáciles de mover sobre el terreno. Hubiera sido deseable hacer una superestructura sobre el carro de Heenshen y luego techarla con unos tablones para proteger a los que empujen el ariete, pero ya no queda tiempo, pues el Emperador Yelm ya se ha ocultado y hace rato que Palgrem trabaja a la luz de la antorcha para fijar la última rueda en uno de los manteletes, y además en pocas horas habrá que ponerse en marcha para llegar a las puertas de la torre en mitad de la noche y tratar de cogerles por sorpresa.

Varhen, convaleciente de la herida en la cabeza y la pérdida de sangre, se retiró el primero al interior de la granja a descansar, atendido por su familia. Los demás, un total de veinte personas, comienzan a dejar las herramientas, atender a sus monturas una última vez, y se disponen también a entrar en la granja para descansar unas horas. Sin embargo, algo ocurre entonces...

El hombre de la rubia barba está ya poniendose en pie para echar arena sobre la hoguera que han encendido a unos quince o veinte metros de la granja de Helerlavi para tener luz y calor mientras daban los últimos retoques a las cuando hace un gesto extraño, como si se apartara del muslo algo invisible. Frunce el ceño extrañado, como eperando ver en su pierna algo que no encuentra allí, y de repente, abre mucho los ojos y se lleva las manos al pecho. Da un paso atrás, trastabilla, da otro paso adelante y cae de rodillas.

- ¡Por los dioses! ¡Algo hay entre nosotros, algo me ha tocado! ¡Algo me roba el alma!

Hace aspavientos, como intentando apartar algo, invisible a todos, lejos de él.