Partida Rol por web

En la negra noche, cuando todos los componentes de la pequeña caravana comercial están descansando en su improvisado campamento, entre sordos ronquidos y apagados relinchos de las monturas, y durante el turno de guardia de Oanekko, le parece ver a alguien desconocido rondando en torno al carromato de la vieja Aleü Gaal.

Y lo más sorprendente es que parece tratarse de una jovencita de piel muy pálida y cabellos casi albinos que saltaba grácilmente saliendo del interior del carromato por la puerta trasera. Es una figura menuda, muy delgada, vestida con un vaporoso vestido nada adecuado para hacer incursiones nocturnas y está evidentemente desarmada… Se diría que trata de no hacer mucho ruido pero al mismo tiempo se conduce con cierta soltura cotidiana… como quién está en su propia casa…

Y sin comerlo ni beberlo la torpeza de la muchachita en las disciplinas de sigilo, que evidentemente no domina, la conduce a darse de bruces con el hombre y medio:

- ¡Oh! – susurra sorprendida, pero no asustada – Tú eres el hombre de ébano que subió al pescante con la abuela toda la tarde… ¡Por favor, no me delates, tengo prohibido salir del carromato, nadie debería haberme visto!

-Nadie debería haberte visto, pero yo lo he hecho. ¿Por qué permaneces oculta en el carro? ¿Eres un esclava? ¿Eres un animal? 

La muchacha parece algo ofendida por la actitud del agimori:

- ¿Cómo que si soy un animal? – espeta en un susurro irritado, pero después se sonríe divertida y completa la respuesta – Y tampoco estoy esclavizada, en las tierras de occidente no existe la esclavitud como institución, si mi abuela me mantiene oculta en el carromato es para ponerme a salvo del peligro que pueden suponer para alguien como yo los hombres que te puedes encontrar por los caminos… – y entonces titubea – En teoría hombres como tú… aunque tú me pareces de fiar, de lo contrario ella no te hubiera invitado al pescante de nuestro carromato… además, nunca había visto a alguien como tú…

La jovencita intenta disimularlo, pero no puede evitar echar fugaces miradas a diferentes partes de la expuesta anatomía del gigantesco hombretón, cubierto apenas por un pequeño taparrabos. Pero de golpe parece caer en la cuenta de que se está exponiendo si sigue charlando aquí fuera…

- Debo evitar que los demás me vean también – susurra con voz queda mientras vuelve a entrar sigilosamente por la puerta trasera del carromato – Pero por lo que más quieras, no le digas a nadie que me has visto… ¡y menos a mi abuela!

Acaba de refugiarse en la trasera del carromato, pero Oanekko no puede dejar de fijarse en que ha dejado la puerta entreabierta…

Asombrado por la claridad del pelo y la palidez de la piel, Onaekko persigue con la mirada a la muchacha mientras entra en su carro. Tras pensarlo un par de segundos, el agimori se adelanta, sigiloso como una pantera en la noche, hacia el carromato. Se inclina sobre la puerta entreabierta y mira con cuidado en su interior.

Onaekko sigue a la muchacha hasta la carreta, que encuentra entreabierta. Echa un vistazo a su interior y le llega aroma a hierbas perfumadas, incienso tal vez. El interior está silencioso y mal iluminado por la titilante luz de un par de velas... tal vez la vieja Aleü esté durmiendo.