Partida Rol por web

Día de la Arcilla, semana de la Fertilidad, Estación Oscura

Once duras jornadas de camino hacia el norte les llevan a las estribaciones de las montañas Petrificadas Occidentales, justo en el punto en el que comienza el valle formado por otra cordillera que dicurre paralela algo más al oeste, dejando una franja de territorio de unos treinta kilómetros de ancho entre ambas formaciones montañosas. La cordillera situada más al oeste tendrá poco más de cien kilómetros de longitud en dirección noroeste, así que el territorio conocido como Karia se extiende por un valle de unos treinta kilómetros de ancho por algo más de cien de largo.

Si como decía Janosdael esta había sido una tierra abandonada, a la vista está que la colonización se ha terminado imponiendo: en la distancia se observan aquí y allá granjas entre las colinas y arboledas, solitarias columnas de humo procedente de hogares defendidos por gentes duras originarias de las tribus bárbaras de Delela, o en menor medida, de las ciudades ribereñas algo más al suroeste.

El ceñudo hombre de la túnica ordena que se detenga la caravana y desde el pescante del carromato que abre camino se gira hacia atrás para dirigirse a sus circunstanciales acompañantes.

- Nuestros caminos se separan aquí. La ruta que suelen hacer los mercaderes comienza allí -dice señalando al centro del valle, donde por lo menos a una jornada de camino se observa un frondoso bosque y unas diminutas columnas de humo que permiten suponer que alguien vive allí. Hay una serrería que llevan dos hermanos y algunas cabañas de tramperos que viven de lo que da el bosque. Y hace cosa de un año alguien construyó una destartalada taberna. La única de toda la región. Nosotros nos dirigimos al oeste, así que... que los negocios os sean favorables.

-Ah, ¡por fin Karia...! -exclama Vaerles fingiendo alivio mientras divisa el valle-. Maldición, estos tipos van ahora al oeste y se nos acaban los pretextos... -piensa para sí mientras mira rápidamente a sus compañeros-. Tendremos que seguir el juego y seguirles el rastro de nuevo mañana, ¡porque no se me ocurre nada! Ay, Vaerles, podrías haber previsto esta eventualidad... -se lamenta el mercader en su fuero interno-. Muchas gracias por las indicaciones, señor Janoasdel, ya tengo ganas de probar la cerveza en esa taberna y descansar un poco -Vaerles suspira mirando al valle antes de proseguir-. Que los dioses os protejan durante el resto de vuestro viaje. ¿Os quedan muchas jornadas todavía por terreno salvaje? -pregunta aparentando poco interés.

Groth se apoya con aire de fastidio sobre el pomo de la silla de Sombra. Le duele el culo de tanto cabalgar y considera que este trayecto ha sido frustrante porque no han averiguado nada que les dé la más mínima ventaja. Lanza miradas hostiles hacia los guardianes vendados y hace una leve mueca al escuchar a Vaerles.

"Espero que a estas lumbreras se les ocurra algo inteligente", piensa para sí, "o perderemos nuestra oportunidad y estaremos como antes. Debimos haber tomado el campamento por la noche mientras viajábamos juntos..."

El trayecto transcurre más rápido de lo que pensaba la Cazadora, y por simple observación no ha podido discernir dónde escondían el libro. La mujer intenta pensar si alguno de sus conjuros puede resultar efectivo, pero ni siquiera intentando ver las auras de poder, podría distinguir dónde lo guardan. Así que se resigna, pues no se le ocurre otro pretexto para darles, y piensa que tendrán que seguirles de nuevo - A lo mejor debíamos habernos unido a los trolls...aunque luego acabara cumpliendo mi palabra y vengándome de ellos - piensa Gábriel. Inmediatamente, la cazadora habla después del mercader - Dentro de unos dias yo también parto hacia el oeste - dice - Todavía no sé a que ciudad me dirigiré...pues simplemente me dedico a proteger las caravanas y a los que pagan no les gusta que les hagan preguntas... - dice con una sonrisa - ¿Es peligrosa la zona? No me gustaría volver a toparme con trolls...En fin, ¿Me recomendáis seguir algún camino en concreto? - trata de parecer simpática - ¿O alguna taberna dónde sirvan buena comida y bebida?

El mercenario se retrasa con su montura mientras las dos carretas y el resto de la escolta ya parten en dirección oeste, hacia las estribaciones de la cordillera que pueden ver alzarse imponente a aproximadamente una jornada de viaje.

- Ya habéis oído al patrón. Esa taberna que os ha dicho es la única de la región. Aquí no hay una jodida ciudad que merezca tal nombre. Ni siquiera el de aldea. Y esto es Karia, aquí puede haber peligros a la vuelta de cada maldita piedra... ¡que tengáis suerte en vuestros negocios!

Espolea el caballo y se aleja tras sus compañeros.

Horen ha estado muy callado durante todo el viaje. Sus chanzas han sido nimias y contadas, ya que lo que menos le interesa es que recuerden su cara. Muy tentado estuvo de entrar por la noche en un carro con la excusa de estar borracho y haberse equivocado, pero las miradas de sus compañeros le hicieron desistir pronto. Y ahora hemos llegado a esta situación por culpa de la pasividad de los comerciantes. Piensa mientras aprieta la mandíbula por la rabia.

¿Y si nos ofrecemos para ir con ellos con la excusa de unas monedas? Somos mercenarios, ¿no? Nuestro trabajo era acompañar a nuestros mercaderes hasta aquí, pero nada nos impide buscar otro patrón. Podríamos acompañarles y quizá obtener algo más de utilidad.

Horen sabe que nadie aceptará esta idea. Si por él fuera, lo haría solo, pero su destino sigue empujándole a acompañar al grupo. A continuación, hace un gesto con el brazo moviéndolo en arco compeliéndoles a ir hacia la extraña caravana. Aún estamos a tiempo. ¿Qué haremos, si no? ¿Dejar que se marchen y echar a perder este viaje y las almas de los caídos?

Se encoge de hombros con un suspiro.

- Lo que debimos hacer desde un principio: emboscarles y acabar con ellos -apunta con gesto siniestro- Apuesto mi espada a que esos tipos vendados son algún tipo de muerto viviente. Tal vez podríamos incluso buscar y pactar con algún grupo de desesperados, como los que nos atacaron en el primer viaje. Seguro que estas colinas están llenas de prófugos y bandidos y al fin y al cabo nosotros solo necesitamos respuestas, y tal vez los objetos mágicos que han robado ¡Qué se queden el resto!

Calla un momento y niega con la cabeza.

- Si intentáramos alistarnos con ellos ahora solo conseguiríamos ponerles sobre aviso -le responde a Horen- Y perderíamos el elemento sorpresa. Todavía podemos pillarles en tierra de nadie, atacarles una y mil veces, desgastarles y acabar con ellos. No estoy hablando de lucha frontal, sino de pelear al estilo de las montañas, como una guerrilla.

Me saca de quicio la gente que no te responde cuando le hablas. ¿Qué les hubiera costado responder a mi inocente pregunta? -reflexiona el mercader mientras mira cómo se alejan los ladrones. Entonces oye hablar a Horen y Groth, y niega con la cabeza-. No hay nada más peligroso que un guerrero ocioso -piensa.

-Oíd, a mí también me duele no poder seguir con ellos ni saber adónde van -susurra rápidamente-. Pero no creo que vayan muy lejos, de lo contrario se hubieran detenido en Karia para comprar provisiones. Propongo que vayamos a esa taberna y mañana al alba sigamos de nuevo el rastro de nuestra presa. Por ahora tenemos que poner un poco de distancia -argumenta-. Y vámonos ya, ¡que como miren atrás se darán cuenta de que nos los hemos quedado observando! -añade al cabo de unos segundos.

El mercader arrea los caballos y dirige la carreta al bosque lejano donde les han indicado que está esa taberna donde suelen hacer parada los mercaderes que llegan a la región.

- Está bien, representaremos nuestro papel por última vez. Pero mientras nosotros seguimos a esa taberna... algún jinete debe seguirles en la distancia para ver dónde se dirigen sin ser visto. Luego debe volver a la taberna para informarnos a los demás. ¿Algún voluntario?

- Si Groth me presta a Sombra, yo iré tras ellos - responde, y mira a Groth. Al barbudo no se atrevería a pedírselo, después de las diferencias que han tenido. Además, ella se apaña mucho mejor yendo sola, sin que nadie la moleste.

El pequeño enlo observaba a sus compañeros con perplejidad. Aún sin dominar su idioma humano sabía que los mercaderes que ahora se alejaban eran su presas. ¿Dónde estaba la batalla feroz a hierro y sangre que les habría dado la gloria? ¿Por qué se habian enfrentado a los gigantescos e invencibles trolls y ahora dejaban escapar a esos humanos? ¿Tan debilitado estaba el grupo?

Y ante tantas preguntas, por primera vez Suk se decidió a hablar en voz alta para todos y exponer su opinión sobre los sucedido, pero nada más pronunciar la primera sílaba, un ataque de tos, más violento d elo habitual le tuvo ocupado durante un par de minutos, dejándolo sin aliento ni ganas de hablar.

Groth le hubiera acariciado la cabeza al enlo, pero las cosas que se movían entre sus cabellos le hicieron pensárselo mejor y se contentó con darle unos golpecitos amables en la espalda.

- Está bien -dijo, acercándole las riendas a Gabrielle- Te esperaremos en la taberna. Ten cuidado.

Después se giró hacia los mercaderes, empezaba a cansarse de las tácticas dilatorias. A su juicio les estaban conduciendo a un punto muerto.

- Y nosotros deberíamos hacer algo productivo mientras tanto, para variar -masculló con cara de pocos amigos- Propongo, ahora sí, dejar el carro en esa posada, perseguir a esos malnacidos y emboscarles una y mil veces, las que sean necesarias. Acosarles con múltiples ataques y retirarnos si tratan de perseguirnos. Utilizar la oscuridad y el fuego para acabar con sus aberraciones no muertas y recuperar los objetos robados. Interrogaremos a los supervivientes... si los hay. 

Carraspeó un poco, llevaba un rato dándole vueltas al curso de acción que quería proponer.

- Tenemos por delante leguas enteras sin ley que pueden proporcionarnos innumerables lugares donde atacarles, pero necesitamos a alguien que conozca el terreno -mira a los mercaderes- Y ésa es vuestra especialidad: deberíais contratar un guía ¿Tenéis una idea mejor?

Horen abre los ojos e hincha los carrillos cuando Groth le pasa las riendas a la mujer. ¡Eh, que esa era mi tarea! Además, sois unos ingenuos si pensáis que yo me voy a perder el tiempo con muchachitas pecosas en la posada mientras aquí, la "dispara-dardos", se agencia todo el trabajo fino. ¡Si tú vas, yo también! Además, estarías loca si creyeras que puedes darte un garbeo por ahí como si esto fuera el jardín de Dendara -protesta-. Y recuerda cuál fue nuestra promesa... Dice, recordando a Onaeko. Si quieres puedo seguirte a cierta distancia. Admito que no estoy entrenado para ser sigiloso, precisamente; pero de eso a perderme la acción, ¡ni hablar!

El mercader no es muy hablador, esta montado en su caballo apoyado en la silla escuchando a sus compañeros. La unica idea que se le ocurre es la de ira la posada han mencionado y tomar un buen trago. Pero esta claro que su paciencia tambien se le agota y sus años de soldado le hacen decir - ¿Por que no dejamos que la cazadora haga su trabajo y preparamos una buena emboscada? Esta claro que hablar con ellos no a dado resultado, no han soltado prenda en todo el viaje y ademas tienen uunos acompañantes un tanto... como decirlo... ¿muertos? Demosles caza y si sobrevive alguien le haremos hablar. ¿Que opinais? Cuando acaba sonríe ampliamente mirando a sus acompañantes.

Groth enarca una ceja al escuchar a Horen, pero no acaba de entenderle, así que se encoge de hombros y sonríe un poco estúpidamente. Por fortuna Bosporus interviene y parece respaldar su propuesta de perseguir y emboscar a los ladrones.

- Exacto -asiente- Pero no hay que precipitarse. Vayamos a esa taberna mientras Gabrielle y... Horen les siguen la pista porque, insisto, debemos encontrar un guía que no tema hacer correr la sangre y que nos pueda guiar en el territorio salvaje.

Sonríe ante la perspectiva de volver a combatir: está en su elemento.

- Y no nos lo juguemos todo a una carta -explica, como un general ordenando a sus tropas- Hay mucho terreno desolado por delante, así que les podemos emboscar varias veces a lo largo del camino ¡debilitándoles hasta que podamos asestarles el golpe final!

Esto último lo dice golpeando con fuerza el puño sobra la palma de su mano y la mirada furiosa.

Heenshen asiente ante el plan de que Gábriel siga a las carretas hacia el oeste seguido a distancia por Horen, por si le hiciera falta ayuda.

- Está bien, nos veremos en la taberna que supuestamente encontraremos ahí delante en las lindes de ese bosque. Si nos apresuramos, llegaremos a la taberna al atardecer y esperaremos allí a Gábriel y Horen.
 

Es prácticamente de noche cuando llegan a las lindes del frondoso bosque que se halla en mitad del valle. Las luces de los hogares encendidos destacan en la penumbra del atardecer y guían a la caravana los últimos kilómetros para llegar al lugar donde hay erigidos varios edificios sencillos y humildes. Uno es un aserradero, tal como dijo Janosdael. Se trata de una cabaña de madera construída con troncos y un gran techado anexo donde se acumulan troncos en diferentes estado de procesamiento: unos pocos están ya transformados en listones de madera de distinto grosor, otros apenas tienen la corteza recién retirada y otros troncos parecen recién cortados del bosque cercano.

También hay algo más alejadas un par de chozas mucho más modestas y destartaladas. Varias pieles extendidas se secan a la intemperie y permiten deducir que se trata de las viviendas de cazadores.

Y finalmente un edificio alargado y no muy grande, de una sola planta y construido completamente de madera, que debe ser la taberna de la que hablaban. En el exterior hay un par de mesas a medio recoger, y en una de las paredes, bien visible, una runa de la fertilidad anuncia que alguna sierva de Uleria ofrece sus servicios en el interior. No se ve en el exterior granero o establo alguno para guarecer a las monturas, solo un cercado anexo a la parte de atrás del edificio donde algunos cerdos y gallinas campan a sus anchas y se guarecen del frío y la intemperie en unos cubiles de techados bajos y ruinosos.

Los cascos y los relinchos de los caballos aproximándose hacen que un hombre que entra y sale de la taberna recogiendo las mesas del exterior vuelva la cabeza y haga un gesto de asombro al ver la caravana aproximarse. En seguida se limpia las manos en le mandil de cuero que lleva y se recoloca el capacete en la cabeza para acercarse al encuentro de los viajeros...

El hombre se detiene a esperar que lleguen a su altura los carromatos y les saluda.

- ¡Vaya, vaya, vaya! Mira lo que tenemos aquí, una caravana de mercaderes en esta estación. Bienvenidos valientes señores. Dicho sea lo de valientes con justicia, pues aventurarse en la estación oscura en un viaje a esta inhóspita región demuestra valor.

Se rasca la cabeza un momento mientras les observa a todos.

- Me llamo Jorhen, y regento esta taberna. La única que pueden encontrar en toda la región. Bueno, la noche se nos ha echado encima, así que apresúrense a quitar los arreos de los caballos. Les puedo ofrecer una buena cena a base de carne de caza, cebollas asadas, patatas y cerveza por dos monedas de plata por cabeza. Y si quieren dormir bajo techo, será otra moneda de plata por noche. ¿No están deseando calentarse en un lugar seco y cerrado para variar?

Luego guiña un ojo y sonríe dejando ver unos dientes algo desordenados.

- Además, el que lo necesite puede disfrutar de las delicadas atenciones de mi ilustre huesped Auline...

Es evidente que hace referencia a los placeres carnales...

Al llegar a la taberna, Vaerles se esfuerza por esbozar una amplia sonrisa a pesar del cansancio, el frío y los precios que anuncia el tabernero.

-Saludos Jorhen, mi nombre es Vaerles. Ya podéis decir que somos valientes, porque hemos tenido que matar muchos bandidos trolls para llegar aquí desde Naskorion. Apresuraos a preparar esa cena porque toda esa valentía nos ha dado un hambre atroz y nos comeremos la mesa si tardáis demasiado -bromea el mercader mientras se baja de la carreta-. Y si la calidad de esa carne y esa cerveza lo merecen, os pagaremos gustosamente. Sin embargo, creo oportuno que nos haga un descuento porque dado lo inesperado de nuestra visita no creo que contara hoy con las doce monedas de plata que nos pide por la cena y el alojamiento. Así que diez sigue siendo más que nada.

Vaerles se afana entonces a atar a Sanna en un poste y dejar la carreta bien cubierta con la lona impermeable, mientras Regos mueve la cola de lado a lado y lo husmea todo a su paso.