Partida Rol por web

Vuelven a cruzar una mirada, y es ahora el del pelo rapado el que toma la palabra.

- Vamos a la taberna de Jorhen, para avisar a los de la serrería, a los cazadores y a todo el que encontremos allí que ha fallecido el anciano patriarca de los Kelebram, que vivía en una granja a un día de camino al norte de aquí. Precisamente le llevaron a la torre de la que hablais para que intentara curarlo el mago, pero al parecer los poderes curativos de Samaliman han vuelto a fallar... como ya ocurrió con mi propio padre.

Tuerce el gesto al mencionar esto último.

- Supongo que Samaliman, pues ese es el nombre del que se aposenta en la torre con su séquito de ayudantes y guardias, ha vuelto a verter unas pocas lágrimas. Eso dicen que hace siempre que muere algún enfermo que intenta curar...

Se queda callado ahora, sumido en sus pensamientos.

Su compañero retoma el hilo.

- Es por eso que no es buena idea pasar por mi granja hoy, pues mi padre ha partido con la comitiva funeraria esta mañana y no queda nadie en la granja. No será hasta mañana que volvamos de La Colina tras el funeral. Y los de la torre... no son muy hospitalarios. Como mucho os dejarán acampar al pie de la torre y tras dejaros esperando uno o dos días algún ayudante de Samaliman os atenderá para comprobar qué mercaderías lleváis y ofreceros un trato si les interesa alguna.

El hombre se impacienta.

- Tenemos que avisar en la taberna y luego volver grupas para llegar al atardece a La Colina para el funeral, no podemos demorarnos más, viajeros.

Los ojos de Vaerles se entrecierran a medida que crece su interés por ese tal Samaliman que vive en la torre. Sin embargo, por el momento considera más oportuno desviar la conversación hacia otros temas.

-No queremos demoraros más, pero ahora que sabemos el motivo de vuestras prisas, quería pediros algo antes de que os marchéis: ¿creéis que podríamos asistir al funeral? No penséis mal, os lo ruego, no queremos insultar a nadie tratando de vender nuestras mercancías en la ceremonia, por supuesto -se explica rápidamente agitando las manos frente a sí, como si tratara de ahuyentar posibles malentendidos-, solo creo que sería respetuoso por nuestra parte presentar nuestras condolencias a vuestra gente -Vaerles lanza una mirada rápida a sus compañeros, tratando de evaluar si están de acuerdo con el plan, y les guiña un ojo en secreto antes de volverse de nuevo hacia los granjeros a caballo-. Al fin y al cabo, en la taberna nos han acogido muy bien y sería una forma de sentirnos menos extranjeros en estas tierras tan alejadas de nuestra patria, ya que vamos a estar por aquí una temporada. Tal vez podríamos hacer un pequeño regalo a los Kelebram, para aliviar un poco su dolor...
 

Los hombres se miran un instante en silencio una vez más, y Varhen le hace una seña afirmativa Palgrem, que es el que toma la palabra.

- Podéis acompañarnos, pero unos extranjeros como vosotros probablemente no tengan cabida en unos rituales funerarios que os son desconocidos. Llegados a La Colina, deberéis permanecer a respetuosa distancia y no interferir en los rituales. Desviad vuestro camino al norte, nosotros ahora cabalgaremos a la taberna y volveremos con quien quiera acompañarnos. Os daremos alcance en el camino a La Colina.

El mercader parece satisfecho de lo conseguido.

- Sin duda allí se reunirán gentes de la zona, cuando terminen los rituales podremos aprovechar esa circunstancia para informarnos con prudencia de varias fuentes sobre la torre donde se han refugiado los de las carretas...

Groth asiente proyectando su mandíbula hacia adelante, señal de ingente esfuerzo intelectual.

- Sí, no me hace gracia eso de meternos en la boca del lobo sin más -comenta cuando los dos granjeros han continuado su camino- Pero en un funeral de un patriarca se encontrarán todos los habitantes de las cercanías. Será el momento para que los Picos de Oro vuelvan a trabajar ¿eh?

Les guiña un ojo con aparente despreocupación. Sin embargo, en su interior se está preguntando si los ritos funerarios serán diferentes a los de su propia tierra, no tan lejana.

- Cierto - reponde a Heenshen. El grupo ya se había topado con algunas dificultades durante su viaje y debían ser cautos. Si como sospechaba la cazadora, la torre, era algo más que una simple torre, quizá la entrada a alguna galeria subterránea... habría que tener sumo cuidado con las protecciones y los vigilantes que allí hubieran.

Los hombres se alejan y la caravana reemprende el camino, pero desviándose al norte como han dicho Palgrem y Varhen, para dirigirse al paraje que los lugareños han llamado La Colina.

No pasa mucho tiempo hasta que Palgrem y Varhen les alcanzan a la vuelta de su corta visita a la taberna. Vuelven solo con con Jorhen, que ha cerrado la taberna dejando a Auline con la llave, y apremian a todos a darse prisa, pues la ceremonia comienza al atardecer y tienen el tiempo justo para llegar a La Colina...

El pequeño trollkin, que se había mantenido en silencio todo el tiempo, tuvo que esforzarse para seguir el ritmo de sus compañeros, aunque se sentía optimista. Al fin y al cabo, un rito funerario humano nocturno siempre sería mejor que cualquier rito funerario humano diurno. De no haber sido por la tos atacándole de nuevo, habría sonreído.

Un poco decepcionado por no poder contemplar otra vez a la curvilínea Auline, Groth reclama a Sombra con un gesto. Se monta en su caballo, consciente de que para los campesinos el tener un caballo propio es un símbolo de estatus.

Y al fin y al cabo nadie espera un combate en un funeral... ¿verdad?

La cazadora, con sus bártulos a cuestas, también emprende el camino hacia la Colina. Como es de esperar en ella, se mantiene siempre atenta, fijándose en las huellas del camino, en si alguien les sigue... La vingana conoce bien sus deberes, y debe intentar mantener a salvo al grupo.

El camino se hace largo, mientras el Emperador Dorado surca el cielo sobrevolando las montañas en dirección al ocaso. Y cuando ya está cercano a esconderse tras las Montañas de Karia, la siempre alerta cazadora ve algo más adelante. Parece un caballo solitario, que camina cojeando y claramente nervioso, como recién salido de una batalla en la que hubiera perdido a su jinete. Está a más de doscientos pasos y no parece haber reparado aún en la caravana. 

Groth gruñe con desagrado. Cuando menos te lo esperas...

- Cazadora, toma las riendas de mi caballo y asegura la zona -dice mientras desmonta y le alarga las riendas- Adelántate, y busca un lugar elevado para descartar una emboscada.

Se dirige al carro de Heensheen y se sube a su lado en el pescante. Deja la espada y el escudo a sus pies y prepara el arco.

- Horen, supongo que querrás ir con ella, aunque me parece que será más rápida y sigilosa si se adelanta sola -tuerce un poco el gesto intranquilo- Tal vez deberías adelantarte hasta el caballo para intentar averiguar qué ha ocurrido, pero si te quedas con nosotros deberíamos establecer un perímetro en torno al carro, tú, los mercaderes y Suk. Si apoyamos la espalda en él podremos evitar que nos pillen otra vez. Estoy harto de que nos embosquen.

Tras un momento, señala hacia adelante y concluye.

- Pero deberíamos seguir avanzando, aunque con lentitud, a ver qué descubre Gábriel.

En momentos como éste echa de menos a la bruja voladora...

Vaerles mira el caballo que les ha señalado Gábriel y frunce el entrecejo con preocupación. Luego se vuelve a los lugareños:

-Palgrem, ¿es ese caballo de alguno de vuestros vecinos? -pregunta.

Mientras espera la respuesta, coge las riendas de su mula con una sola mano y estira el otro brazo atrás, hacia el lugar de la carreta donde guarda el escudo y las armas, y los deja preparados junto a él.

Horen tuerce el gesto con desdén cuando el guerrero Groth comienza a dar órdenes. Al menos, parece que está aprendiendo a disimular más su liderazgo y ya comienza a proponerme qué me parece mejor.

El guerrero no puede evitar su actitud despreocupada, desafiante y confiada de cara al combate. Sin miedo de ningún tipo, el guerrero comienza a recitar algunos de sus conjuros y monta en su caballo al finalizar. No es que no te quite razón, Groth, pero prefiero adelantarme con mi caballo y atraer sobre mí cualquier posible emboscada. De esta manera, cualquier presunto enemigo mostrará su posición y tendréis más tiempo para actuar y tomar precauciones. Siempre podré retirarme más rápido con mi fiel montura mientras proteges a los mercaderes. Me acercaré hasta el caballo herido cuando la mujer de pelo de fuego nos dé alguna señal. A pesar de su vista, los enemigos pueden ser invisibles al ojo de los mortales.

Horen comienza la salmodia y trata de realizar su conjuro, aunque por lo visto la magia no es su fuerte. Haced lo que tengáis que hacer mientras... trato de... preparme. Horen hace un esfuerzo por mantener la concentración. A pesar de sus constantes errores en el lanzamiento y de que se está quedando sin energía, su tozudez le obliga a seguir hasta conseguirlo. Al fin parece lograrlo (y para entonces, seguramente, la cazadora ya haya avanzado lo suficiente para dar el aviso de avanzar), asegurándose de que nadie haga algún gesto despectivo o burlón por sus reiterados fallos alzando su hacha ardiente.

Resulta complicado que el berserker no avance en línea recta, incluso ante una más que probable emboscada...

El mercenario mira al berserker con expresión cansada. Recuerda lo rápido que ha caído en todos los combates que han compartido y maldice en silencio su exceso de confianza sin llegar a explicarse cómo ha sido capaz de sobrevivir tanto tiempo.

Menea la cabeza pero no dice nada. Puede que no haya ningún elemento hostil ahí adelante. Con un poco de más de suerte Horen tendrá razón y hará que sus enemigos, de haberlos, se descubran. Y con más suerte todavía lo matarán y el grupo se librará de un dolor de cabeza.

El pensamiento hace que le aflore una sonrisa lobuna y despacha a su compañero agitando una mano a modo de despedida.

- Ve con tus dioses, guerrero -exclama con aparente regocijo- Si nadie más quiere compartir su destino, más vale que rodéis el carro y preparéis vuestras armas. Y no malgastéis la magia hasta ver contra qué nos enfrentamos.

"Espero que lo que sea que te hayas lanzado incluya magia defensiva, amigo, porque si no me parece que vamos a tener que recoger otra vez tus pedazos del suelo".

Sin decir una palabra asiente a la propuesta de Groth. Pero antes de moverse susurra unas palabras. Parece que la cazadora tiene algún problema de concentración, pero al final consigue lanzar un conjuro para detectar posibles enemigos. Así que Gábriel se adelanta intentando buscar un lugar elevado desde donde poder tener un buen punto de visión. Se mueve con sigilo, como si de un gato sombrío se tratara...

Los dos hombres con los que se encontraron en el camino y con los que ahora viajan a La Colina a presenciar un funeral, cruzan de nuevo sus miradas. Es Varhen el que habla escuetamente.

- La tormenta parece que ha comenzado.

Y no parece referirse a una ventisca de nieve.

El posadero que también se ha unido a la comitiva que se dirige a honrar al patriarca de los Kelebram parece estar tan confundido como el resto ante las palabras de Varhen.

- ¿Tormenta?, ¿qué tormenta? -dice mirando a uno y otro con suspicacia.

Se lo que sea a lo que se refiere Varhen con sus palabras, el grupo toma precauciones y la magia hace acto de presencia traída por los espíritus. Todos se preparan para lo que pueda ver la cazadora y siguiendo instrucciones de Groth, cierran filas junto a la carreta de Heenshen. Ven a la mujer avanzar con sigilo al lugar más alto, una suave loma unos centenares de metros a la derecha, y tras observar en derredor unos instantes, acercarse al caballo sin mayor preocupación y con palabras tranquilizadoras.